
Agobiado: la angustia del alma de Cristo
Débora: Nancy DeMoss Wolgemuth ha estado meditando sobre la vida de oración de Jesús, específicamente en Getsemaní.
Nancy DeMoss Wolgemuth: No podemos comprender la profundidad de los horrores a los que se enfrentó Cristo en la prensa de olivos en Getsemaní mientras contemplaba la cruz.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, autora de «Incomparable», en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 2 de abril de 2025.
Nancy nos invita a considerar la obra salvadora de Cristo mientras continúa en la serie «Incomparable».
Nancy: Hasta ahora hemos venido viendo la persona de Cristo. Hemos hablado de Su Encarnación, Su nacimiento, Sus primeros años. Hemos visto Su humanidad y Su deidad: el hecho de que Él es hombre y Él es Dios. Hemos visto Su bautismo, Su tentación, Su transfiguración. Hemos considerado Su impecabilidad, o Su vida sin pecado, y Su vida de oración. …
Débora: Nancy DeMoss Wolgemuth ha estado meditando sobre la vida de oración de Jesús, específicamente en Getsemaní.
Nancy DeMoss Wolgemuth: No podemos comprender la profundidad de los horrores a los que se enfrentó Cristo en la prensa de olivos en Getsemaní mientras contemplaba la cruz.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, autora de «Incomparable», en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 2 de abril de 2025.
Nancy nos invita a considerar la obra salvadora de Cristo mientras continúa en la serie «Incomparable».
Nancy: Hasta ahora hemos venido viendo la persona de Cristo. Hemos hablado de Su Encarnación, Su nacimiento, Sus primeros años. Hemos visto Su humanidad y Su deidad: el hecho de que Él es hombre y Él es Dios. Hemos visto Su bautismo, Su tentación, Su transfiguración. Hemos considerado Su impecabilidad, o Su vida sin pecado, y Su vida de oración. Hemos contemplado Su humildad y Su serenidad, ¡y estamos maravilladas!
Nuestros corazones dicen: «¡Señor, verdaderamente eres incomparable!». Creo que en muchos de nuestros corazones, Dios nos ha estado dando un nuevo sentido de asombro sobre quién es Cristo. Pero quiero sugerir que no basta con maravillarse de Cristo, el saber que Él es incomparable. El diablo sabe que Jesús es incomparable. Tenemos que hacernos la pregunta: «¿Cuál es el propósito de todo esto: Su venida a la tierra, ser el Dios/hombre, Su vida de oración, Su ausencia de pecado, Su humildad, Su serenidad? ¿Para qué fue todo eso? ¿De qué se trató todo esto?».
Durante los próximos días, mientras continuamos en esta serie en la Cuaresma que prepara nuestros corazones para la Semana de la Pasión de Cristo, para Su resurrección, queremos ver la obra de Cristo a nuestro favor, que fue posible gracias a quién Él era y debido a Su vida sin pecado.
Y hoy queremos ir con Cristo al Huerto de Getsemaní, donde veremos lo que Oswald Sanders llama la «angustia del alma» de Cristo.
Cuando llegamos a Getsemaní, estamos paradas en tierra santa. En cierto sentido, se siente como si estuviéramos invadiendo una escena increíblemente íntima, como si tal vez no deberíamos estar allí; tener esta visión profundamente personal de Cristo en un momento de intensa debilidad, angustia y tentación.
Me sentí reacia a entrar en mi propia meditación, y mucho más a enseñarla a otros, porque no hay manera de hacerle justicia a esta escena. Estamos lidiando con misterios que son imposibles de comprender por completo. Pero el hecho es que este pasaje, este relato está registrado en las Escrituras. Creo que eso significa que Dios quiso que fuéramos testigos de esta escena, que meditáramos en ella y que recordáramos que es una parte muy importante de la pasión de Cristo.
Ahora, retrocedamos y veamos algo del contexto y el escenario para el Huerto de Getsemaní. Recuerda, que Jesús acababa de comer la Última Cena con Sus discípulos. Y recuerdas que cuando se fueron, ¿qué hicieron ellos? Ellos cantaron un himno, y ya hablamos de eso.
Jesús sabía que pronto sería traicionado, arrestado, juzgado y crucificado, así que tomó a los tres discípulos más cercanos a Él (a Pedro, a Santiago y a Juan) y caminó con ellos desde el aposento alto, a través del valle de Cedrón, hasta el Monte de los Olivos, que es una cadena de colinas de una milla de largo a un tiro de piedra al este de Jerusalén. El Monte domina el Templo y está densamente arbolado con muchos olivos.
Quizás quieras ir a Google y buscar el Monte de los Olivos. Te dará algunas fotografías muy buenas que te darán una idea del tipo de paisaje que había allí: olivos en forma de nudos torcidos en esa área.
Al pie de la ladera del Monte de los Olivos se encuentra el Huerto de Getsemaní. Esa palabra proviene de un término hebreo que significa «prensa de aceite». Como veremos, recibió un nombre apropiado, ya que esa noche entre los olivos, el Hijo de Dios fue «exprimido» más allá de cualquier cosa que podamos imaginar.
Ahora bien, el mundo antiguo tenía muchos usos para el aceite de oliva. Lo usaban para cocinar, como conservante, para el cuidado de la piel, para cosméticos y para curar. Las lámparas de la menorá se encendían con mechas bañadas en aceite de oliva. Para la unción se utilizaba aceite de oliva; había muchos usos para este aceite.
Es interesante leer acerca de cómo se procesaban las aceitunas para producir ese aceite. Creo que ese proceso es una metáfora o una imagen de lo que Cristo soportó allí en el Huerto.
Los olivos eran primero golpeados para que las aceitunas cayeran al suelo. Luego se recogían las aceitunas y se colocaban en una vasija redonda de piedra y entonces se trituraban, o se molían, haciendo rodar una gran piedra de molino sobre esa palangana.
Cada célula de la aceituna contiene una pequeña gota de aceite de oliva, y cuando la pulpa de las aceitunas se rasga bajo el peso de piedra, el aceite de cada célula se libera. Curiosamente, a medida que se trituran las aceitunas, un líquido rojizo brillante comenzaba a salir de la fruta.
Vi una imagen de esto en la Internet y me recuerda ese versículo de Lucas 22 que nos dice, que mientras Jesús agonizaba en ferviente oración: «Su sudor se volvió como gruesas gotas de sangre que caían sobre la tierra» (v. 44).
Un escritor dice: «Su corazón es aplastado como en un lagar, que hace correr un sudor sangriento por todas Sus venas».
Bueno, todavía se requería mayor presión para producir aceite de oliva, por lo que eventualmente la pulpa de la aceituna triturada formaba una pasta. Esa pasta se untaba sobre esteras como tipo saco que se apilaban una encima de otra, debajo de una enorme piedra. Esa piedra se llamaba «getsemaní», la prensa de aceite. Bajo el peso y la presión de esa enorme piedra, se extraía más líquido de la pasta y el aceite se separaba de la pasta.
Y qué imagen tenemos aquí de lo que Cristo pasó en el huerto de aquella «prensa de aceite», en Getsemaní.
En los relatos de los Evangelios, se usan palabras fuertes para describir la intensa presión que sufrió Jesús en esa «prensa de aceite» de Getsemaní. Escucha algunos de estos versículos y escucha la intensidad de estas palabras:
Mateo capítulo 26:36 nos dice:
«Entonces Jesús llego con ellos a un lugar que se llama Getsemaní [la prensa de aceite] y dijo a sus discípulos: “Siéntense aquí mientras Yo voy allá y oro”. Y tomando con él a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, comenzó a entristecerse [esa palabra que significa “afligido, tener dolor interior”. Él comenzó a entristecerse] y a angustiarse».
En el idioma original eso significa «estar angustiado, estar agobiado». Sientes el peso de la piedra que cae sobre Él, apretándolo, presionándolo.
El pasaje paralelo en Marcos capítulo 14 dice:
«Tomó con Él a Pedro, a Jacobo y a Juan, y comenzó a afligirse y a angustiarse mucho»(v. 33).
Esa es una palabra diferente a la que se usa en Mateo. Significa «asombrar por completo, espantar, aterrorizar». Él comenzó a estar muy angustiado y turbado.
Pero ahora volvamos a Mateo 26:
«Entonces les dijo: “Mi alma está muy afligida [si estás leyendo la versión autorizada, dice “muy triste”] hasta el punto de la muerte; quédense aquí y velen junto a Mí”. Y adelantándose un poco, cayó sobre Su rostro, orando y diciendo: “Padre Mío, si es posible, que pase de Mí esta copa, pero no sea como Yo quiero, sino como Tú quieras”» (vv. 38-39).
Ahora, retomando el relato en la versión de Lucas, capítulo 22:«Entonces se apareció un ángel del cielo, que lo fortalecía» (v. 43).
Ahora veo eso y, si no conociera el siguiente versículo, pensaría: «¡Ah! ¡Se acabó la presión! Ha sido fortalecido por un ángel». Pero el siguiente versículo dice:
«Y estando en agonía, oraba con mucho fervor; y Su sudor se volvió como gruesas gotas de sangre, que caían sobre la tierra».
El ángel lo fortaleció, pero no para liberarlo de la presión, sino para darle la gracia y la resistencia necesarias para orar más fervientemente en la agonía.
La palabra griega es agonía, tal como suena en español. Es una palabra que significa «combate, contienda, con un énfasis en el dolor y el trabajo del conflicto». Esa palabra agonía, porque Él estaba en agonía, se usa para referirse a la excitación temblorosa y la ansiedad producida por el miedo o la tensión antes de un combate de lucha libre o de una pelea.
Él sabe que va a este combate contra el infierno, por nuestra salvación, por nuestras almas, y está en esta gran agonía temblorosa, ansiedad ante el dolor y la lucha del conflicto. Él está debajo de la piedra, presionado en la prensa de aceite.
Hebreos capítulo 5, nos dice que, algo que es una referencia al menos a Getsemaní; tal vez también a otras oraciones, pero ciertamente a las oraciones de Getsemaní. Dice que: «Cristo, en los días de Su carne, habiendo ofrecido oraciones y súplicas con gran clamor y lágrimas al que lo podía librar de la muerte»(v. 7). Fuertes lamentos, gran clamor.
Son dos palabras que, cuando las juntas, significan «gritos bulliciosos, potentes y fuertes». Él estaba clamando a Su Padre. La piedra era pesada, era insoportable, presionaba hacia abajo. El sudor goteaba como sangre. El aceite estaba siendo extraído y cada célula de Su carne será quebrantada en la cruz. Él clama. Él está turbado. Él está afligido. Está muy angustiado. Está muy triste. Está en agonía. Él clama con fuertes gritos.
Ahora, podrías preguntarte o pensar: «¿Y por qué Jesús experimentó tal angustia del alma ante su muerte inminente, cuando leemos de otros mártires que han ido a la muerte tranquilamente y cantando?».
Bueno, el hecho es que Jesús no fue un mártir, y los mártires que murieron cantando tranquilamente no sufrieron por su pecado o el pecado de otros. Debido a la muerte de Cristo en la cruz, la culpa y el castigo por sus pecados fueron eliminados. Entonces, en los momentos más oscuros de esos mártires, que dieron sus vidas, que han dado sus vidas por Cristo, a través de lo peor de su sufrimiento, Dios nunca, ni por un momento, les dio la espalda ni los abandonó, como hizo con su propio Hijo.
Eso pone en perspectiva nuestros problemas, nuestras presiones y nuestras dificultades, ¿no es así? Nunca lucharemos como Él lo hizo, ni en los momentos más oscuros. No podemos comprender la profundidad de los horrores que Cristo enfrentó en la prensa de olivo de Getsemaní mientras contemplaba la cruz.
Quiero leerles varias citas de un libro que se ha convertido en una gran bendición para mí. Lo tengo en mis manos. Se llama El Salvador sufriente de F. W. Krummacher. Krummacher vivió desde 1796 hasta el 1868, por lo que este es un libro antiguo. Tiene un lenguaje antiguo, pero es muy rico.
Y recuerdo cuando lo leí por primera vez, y él te lleva a lo largo de la Semana de la Pasión de Cristo. Cuando llegué al capítulo sobre Getsemaní, sentía que me faltaba el aire. Eran conceptos tan poderosos que realmente penetraron mi corazón. Quiero leerles varias citas de este libro de Krummacher, El Salvador Sufriente.
Krummacher habla de tres causas que se encuentran en la base de la angustia de Jesús en Getsemaní, ingredientes de la copa que Su Padre celestial le dio a beber. Él dice, en primer lugar, y lo cito:
«Su agonía [la de Jesús] fue causada, primero, por Su horror al pecado, por el asombro ante las abominaciones de nuestras malas acciones. Su visión de nuestros pecados es muy diferente de la que tiene el hombre en su estado de oscuridad. Ellos [es decir, nuestros pecados, nuestras fechorías] se presentan a Sus santos ojos en su deformidad desnuda, en su naturaleza indeciblemente abominable y en su poder destructor del alma [Él ve el pecado como realmente es].
En el pecado, Él [Jesús] ve apostasía del Todopoderoso, rebelión atrevida contra la Majestad Eterna y rebelión vil contra la voluntad y la ley de Dios; y examina, de un solo vistazo, todos los horribles frutos y resultados del pecado, en la maldición, muerte y perdición sin fin.
¿Cómo fue posible que el alma pura y santa de Jesús, ante tales horrores, no temblara y se estremeciera? ¡Uno solo puede imaginarse la santidad personificada [es decir, a Cristo] colocada en medio del estanque [de la cloaca] de la corrupción del mundo!».
Charles Spurgeon describe algo similar cuando habla del conflicto y la lucha que Cristo debió haber experimentado dentro de Sí mismo cuando oró en Getsemaní. Spurgeon dice:
«La pureza que no puede soportar el contacto con el pecado debe haber sido muy intensa en Cristo. Mientras que el amor, que no dejaría perecer a Su pueblo, también era muy fuerte. Fue una lucha a escala titánica, como si un Hércules se hubiera encontrado con otro Hércules. Dos fuerzas tremendas luchaban, peleaban y agonizaban dentro del corazón sangrante de Jesús».
¿Y cuáles eran esas dos fuerzas? Bueno, Su odio por el pecado, Su santidad y Su amor por los pecadores. Primero, su agonía fue causada por Su horror al pecado. Permíteme volver a Krummacher.
En segundo lugar, dice que Jesús estaba experimentando allí la maldición del pecado cuando, en la cruz, Jesús asumiría la culpa y pagaría la pena por cada pecado que había cometido cada persona que había vivido o viviría: la maldición del pecado.
Krummacher dice:
«Él se siente culpable ante Dios. Todo lo que implica estar separado de Dios, privado de Su favor, alejado de Su afecto y un hijo de ira, lo siente tan profunda, interna y vitalmente como si Él mismo estuviera en esa situación… Su alma no es consciente de la presencia misericordiosa de Dios y solo saborea el dolor y la angustia del abandono».
Y en realidad, el hecho de que Jesús fue a la cruz como sustituto en lugar de los pecadores es la clave para comprender el significado de lo que ocurrió en Getsemaní.
2.ª Corintios capítulo 5, versículo 21, lo dice de esta manera:«Al que no conoció pecado, lo hizo pecado por nosotros, para que fuéramos hechos justicia de Dios en Él».
En el libro El Cristo incomparable, Sanders dice: «Él bebió una copa de ira sin misericordia, para que nosotros bebiéramos una copa de misericordia sin ira. La agonía no era el miedo a la muerte, sino el profundo sentimiento de la ira de Dios contra el pecado que Él iba a soportar».
Entonces lo vemos angustiado por el horror del pecado que experimentó, por haber experimentado en nuestro lugar la maldición del pecado. Luego, en tercer lugar, estaba el ataque del maligno y sus demonios que intentaron llevarlo a la desesperación allí en el huerto, para hacerlo dudar del corazón de Su Padre hacia Él. Intentaron disuadirlo de llevar a cabo la obra de redención.
Ayer escuché a un pastor amigo de nuestro ministerio que habló recientemente en una capilla de nuestro personal del ministerio. No pude estar allí, pero ayer le escuché.
Hay un querido hermano que está ministrando a creyentes y pastores perseguidos en el sudeste asiático. También tiene una profunda carga en relación con el tráfico sexual de miles de niñas en Tailandia. Ese pastor ha estado allí muchas veces y lo ha visto con sus propios ojos. Él dijo en este mensaje:
«En Estados Unidos, nuestro pecado está más o menos limpio, pero he estado en lugares donde el pecado no es para nada limpio».
Luego habló de esas calles de Tailandia; niñas de doce y trece años embarazadas y que piensan que esto es algo de su religión que les hará ganar favor porque están sirviendo a sus familias de esta manera. Es simplemente horrible. Cito a este pastor:
«Cuando voy a esos lugares, le pido a Dios que me permita experimentar el corazón de Cristo en esos lugares».
Y luego él lloró mientras compartía con nuestro personal sobre cómo, a veces, en las calles de la India, en las calles de Tailandia, se sentía tan abrumado por un sentimiento de compasión, misericordia y el dolor que Dios siente al mirar esa escena.
En ocasiones he sentido tal intensidad de dolor que le he dicho: «Dios, tienes que retirarme esto. Mi cuerpo humano no puede soportarlo».
Pensé: Eso debe ser solo un poquito de la angustia que Cristo sintió en Getsemaní. Porque en Su humanidad, Jesús experimentó todo el peso, toda la intensidad de lo que significaría morir por nuestro pecado, no solo el tuyo, sino el tuyo, y el tuyo, y el tuyo, y el tuyo, y el mío, de todas, de todos, el pecado de cada persona que haya vivido en la historia de este mundo.
El contenido de la copa que Su Padre puso ante Él era tan horripilante que anhelaba ser librado de tener que beber de esa copa, pero si evitar la copa, si ser librado significaba frustrar la obra de redención, entonces Él estaba dispuesto a beber cada gota.
Tres veces hizo su súplica al Padre. «Si es posible, que la redención se logre sin que Yo tenga que beber esta copa, entonces no me obligues a beberla». Nuevamente, no el miedo a la muerte, sino el horror al pecado y a la maldición del pecado.
Bueno, el silencio del Padre le aseguró que no había otra manera para que el mundo fuera redimido, por lo que no volvió a preguntar, sino que se dirigió a Sus discípulos y les dijo: «¡Levántense! ¡Vamos! Miren, está cerca el que me entrega» (Mt. 26:46).
Krummacher dice en su libro, El Salvador Sufriente,
«¡Qué llamamiento tan trascendental es este! [“Levántense, vámonos”] El Campeón de Israel sale a atacar y vencer, en nuestro lugar, la muerte, el infierno y al diablo… Doblémonos ante Él con adoración y acompañémoslo con aleluyas».
Oh, las innumerables y eternas bendiciones que tenemos como resultado de la angustia del alma que Jesús soportó en la prensa de aceite de Getsemaní.
Entonces, cuando sientas que estás siendo presionada más allá de tu capacidad de soportar, ve a Getsemaní y recuerda que Él fue presionado más allá de cualquier cosa que cualquiera de nosotras jamás tenga que soportar.
- Cuando seas tentada y sientas que no puedes resistir al tentador, ve a Getsemaní y considera a Cristo que resistió la tentación por nosotras.
- Cuando tu carne quiera resistir la cruz, ve a Getsemaní y da gracias porque Jesús dijo «Sí» a la voluntad de Dios, y deja que Él te dé la gracia para negarte a ti misma, toma tu cruz y sigue a Cristo.
- Cuando te duela el corazón por los horrores del pecado y los estragos que lo ves causando a tu alrededor (y a veces dentro de ti), ve a Getsemaní y adora al Salvador que bebió la copa llena de la ira de Dios sobre ese pecado, para que nunca tengas que probar la maldición del pecado.
- Cuando te preguntes si puedes seguir adelante en el dolor y la batalla, ve a Getsemaní y deja que la victoria de Cristo te dé valor para ser fiel en la batalla, hasta la meta final. Amén.
Débora: Ella es Nancy DeMoss Wolgemuth hablando sobre la angustia del alma de Cristo. Este mensaje es parte de la serie titulada «Incomparable». Si te perdiste los episodios anteriores, visita AvivaNuestrosCorazones.com o ve a la aplicación de Aviva Nuestros Corazones para escucharlos. Espero que hayas aprendido mucho acerca de Jesús como el Cristo incomparable durante las últimas semanas.
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