Agobiada por las presiones de la vida
Débora: Joni Eareckson Tada dice que a veces Dios permite que el sufrimiento revele la condición de nuestros corazones.
Joni Eareckson Tada: El dolor y los problemas y la parálisis se convierten en el limón que Él exprime para revelar el rencor y el egoísmo. En el fondo, cada uno de nosotros es un pecador repugnante. Yo no quiero oírlo, pero esa es la verdad sobre mí, y necesito saberla.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, autora de «Santidad:El corazón purificado por Dios», en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 9 de diciembre de 2024.
Nancy DeMoss Wolgemuth: A menudo, cuando me siento tentada a desanimarme, pienso en el ejemplo de mi dulce amiga, Joni Eareckson Tada, y sé que muchas otras personas sienten lo mismo. La he visto desplegar tanta gracia y alegría, incluso mientras sufría en todos esos años …
Débora: Joni Eareckson Tada dice que a veces Dios permite que el sufrimiento revele la condición de nuestros corazones.
Joni Eareckson Tada: El dolor y los problemas y la parálisis se convierten en el limón que Él exprime para revelar el rencor y el egoísmo. En el fondo, cada uno de nosotros es un pecador repugnante. Yo no quiero oírlo, pero esa es la verdad sobre mí, y necesito saberla.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, autora de «Santidad:El corazón purificado por Dios», en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 9 de diciembre de 2024.
Nancy DeMoss Wolgemuth: A menudo, cuando me siento tentada a desanimarme, pienso en el ejemplo de mi dulce amiga, Joni Eareckson Tada, y sé que muchas otras personas sienten lo mismo. La he visto desplegar tanta gracia y alegría, incluso mientras sufría en todos esos años de tetraplejia y, en años más recientes, de dolor crónico y de cáncer.
Hace unos meses, Joni estuvo en el hospital durante un par de semanas, y esto fue lo que escribió sobre esa experiencia:
«Cuando enfermeras y auxiliares, terapeutas respiratorios y médicos me preguntaban cómo estaba, podía decir: “Cristo me da Su paz. No es como la da el mundo, así que mi corazón no se turba y no tengo miedo”».
Ahora, ¿cómo puede alguien tener ese tipo de actitud mientras sufre tanto? Hoy, Joni nos mostrará cómo ha aprendido a tener alegría no solo a pesar del sufrimiento, sino a causa del sufrimiento.
No hay nadie mejor para abordar el tema de perseverancia que Joni Tada. Así que vamos a traerte un poderoso mensaje que Joni pronunció en una de nuestras Conferencias de True Woman.
Hoy y mañana escucharemos a esta amiga que ha sido un ejemplo asombroso de perseverancia a largo plazo. Espero que escuches atentamente cada palabra. Joni comparte honestamente acerca de la desilusión que sintió hace años cuando su oración por sanidad no fue contestada de la manera que ella quería. Ella comparte cómo ha aprendido a crecer y prosperar en Cristo, incluso en medio de condiciones adversas.
Antes de que Joni viniera a hablar en la noche de apertura de la conferencia de True Woman ‘14, queríamos animarla por la forma en que ha servido fielmente al Señor en circunstancias extremadamente difíciles.
Nancy (en True Woman ‘14): Hebreos 13:7 dice lo siguiente: «Acuérdense de sus guías que les hablaron la palabra de Dios, y considerando el resultado de su conducta, imiten su fe».
Joni, yo, junto con miles y millones mujeres de todo el mundo, estamos tan agradecidas por la forma en que nos has guiado e instruido en los caminos del Señor. Nos has señalado a Cristo. Nos has demostrado lo que significa experimentar libertad, plenitud y abundancia en Cristo.
Tengo que decir que no conozco a ninguna otra mujer que encarne mejor lo que significa ser una mujer verdadera de Dios.
Así que esta noche, teníamos en nuestro corazón honrarte a ti y al Señor otorgándote el primer Premio a la Mujer Verdadera.
Ahora, esto va a requerir una pequeña explicación. Hay una página en esta Biblia que está fechada en 1585, en una traducción inglesa de la Biblia, y es Isaías 35. Seleccionamos ese pasaje porque sentimos que representaba particularmente lo que Joni nos ha mostrado. Permítanme leer un fragmento. Está en un inglés muy antiguo, nosotros lo vamos a traducir en español. Así que permítanme leérselo en una traducción que podamos entender.
«Fortalezcan las manos débiles, y afiancen las rodillas vacilantes; digan a los de corazón tímido: “Esfuércense, no teman, pues su Dios viene… Entonces se abrirán los ojos de los ciegos y los oídos de los sordos se destaparán; el cojo entonces saltará como un ciervo, y la lengua del mudo gritará de júbilo… Allí habrá una calzada, un camino, y será llamado Camino de Santidad… Volverán los rescatados del Señor, entrarán en Sión con gritos de júbilo, con alegría eterna sobre sus cabezas. Gozo y alegría alcanzarán, y huirán la tristeza y el gemido» (vv. 3-6, 8, 10).
Joni: ¡No puedo esperar!
Nancy: Y Joni, hay una inscripción en la parte inferior. Esta parte no es inspirada, como el resto de la Escritura. Esto viene de nuestros corazones y dice así: «A Joni Eareckson Tada, gracias por darnos una imagen de la belleza de Cristo; por estimularnos a buscar la santidad, y por señalarnos la promesa del nuevo cielo y la nueva tierra. True Woman ‘14, 9 de octubre de 2014, Indianápolis». Te amamos, Joni.
Joni: Es un honor.
Nancy: Y después de que Joni recibió ese primer Premio True Woman, ella habló de la Palabra de Dios, y vamos a escuchar ese mensaje.
Aviva Nuestros Corazones trata de libertad, plenitud y abundancia en Cristo. Al comenzar su mensaje, Joni nos dijo que realmente se identificaba con la parte de «plenitud y abundancia» de nuestra frase.
Joni: La parte acerca de la libertad es una historia diferente. Para mí, la libertad nunca ha sido, y sigue sin ser, algo fácil de conseguir. Libertad de la ansiedad, libertad de la preocupación, libertad de los miedos al futuro, libertad de los sentimientos de descontento, libertad de un espíritu agrio y malhumorado a primera hora de la mañana, cuando mi dolor crónico me golpea la cadera izquierda. Siempre ha sido así. Ha sido muy difícil encontrar la libertad en mi alma.
Recuerdo que hace cuarenta y siete años, después de romperme el cuello en aquel accidente del clavado, solía estar tumbada en la cama del hospital ahuyentando la depresión. En aquel entonces no conocía tantos versículos, pero sí conocía himnos. Así que, a menudo cantaba para calmar mi alma ansiosa: «Salvador, Salvador, escucha mi humilde clamor. Mientras a otros llamas, no pases de largo».
Acudía con frecuencia a ese himno, porque me recordaba mucho a una porción favorita de las Escrituras. De hecho, era el pasaje de Juan 5 que a menudo pedía a mis amigos que me leyeran cuando venían al hospital durante las horas de visita. Permítanme que la lea ahora, y creo que entenderán por qué pensaba tanto en ella. Cito:
«Había allí, junto a la puerta de las Ovejas, un estanque rodeado de cinco entradas, cuyo nombre en hebreo es Betzatá. En esas entradas se hallaban tendidos muchos enfermos, ciegos, cojos y paralíticos. Entre ellos se encontraba un hombre que llevaba enfermo treinta y ocho años. Cuando Jesús lo vio tirado en el suelo y se enteró de que ya tenía mucho tiempo de estar así, le preguntó: “¿Quieres quedar sano?”…“Levántate, recoge tu camilla y anda” le dijo Jesús» (vv. 2-6, 8 NVI).
No puedo decirles cuántas noches me imaginé junto al estanque de Betesda, vestida con un tosco manto de arpillera, tal vez acostada junto a ese hombre en la estera de paja, paralizado durante treinta y ocho años, esperando, desesperadamente esperando, que Jesús no me pasara de largo, sino que escuchara mi clamor para ser liberada. Libre de este cuerpo paralizado, libre de la ansiedad, la depresión, la preocupación, el miedo e incluso la desesperación suicida.
Pero cuando salí del hospital, un par de años más tarde, mis dedos y mis pies no habían captado el mensaje. Seguía sin poder andar.
Mi hermana Jay Kay me invitó a ir a la granja familiar de Maryland para vivir allí con ella, y así lo hice. Una tarde estábamos viendo la televisión cristiana, y oímos un anuncio de que iba a haber un servicio de sanidad por fe en Washington, D.C. Kathryn Kuhlman iba a venir a la ciudad.
No sé cuántas de ustedes recuerdan a Kathryn Kuhlman. Ella era una especie de Benny Hinn de su tiempo. Mi hermana y yo no perdimos tiempo. Nos registramos; nos inscribimos, y yo estaba allí el siguiente viernes por la noche. Los servidores nos acompañaron al gran salón de baile del Hilton. Nos llevaron a la sección de sillas de ruedas.
Me senté allí con otras sesenta, setenta o cien personas con discapacidades muy, muy importantes. Esperábamos ansiosos el comienzo del servicio. El órgano aumentaba gradualmente, se cantaban himnos, se leían las Escrituras, se daban testimonios y, de repente, se encendió un foco y la propia Kathryn Kuhlman entró en el escenario con un largo vestido blanco.
Mi corazón latía con fuerza. Hubo más testimonios, más Escrituras y, de repente, los focos se dirigieron a la esquina más alejada del salón de baile. Parecía como si allí se estuvieran produciendo curaciones. Y entonces el foco se desplazó ligeramente, y en esa esquina había más sanaciones.
Y yo quería decir: «¡Pues ven aquí, dónde están todos los casos difíciles!». Pero el foco nunca llegó a dirigirse hacia mí. Una hora y media más tarde, los servidores vinieron a acompañarnos a todos los discapacitados a la salida. Supongo que no querían que creáramos un atasco en el ascensor.
Así que allí estaba yo, el número quince de una fila de sesenta personas en silla de ruedas, con bastones blancos o andadores. Podía oír la música al otro lado de la pared. El servicio continuaba, ya casi terminaba. Miré a lo largo de la larga fila de personas destrozadas y pensé: Algo no está bien con esto.Algo no está bien.
Esa noche, cuando regresé a la granja familiar, no pude dormir. No dejaba de pensar: ¿Qué clase de sanador, qué clase de salvador, qué clase de libertador rechazaría las oraciones de un paralítico?Bueno, pensé, si Dios no va a curarme, no voy a hacer esto.No voy a vivir de esta manera.
Y pronto una raíz amarga, un verdadero espíritu de queja, comenzó a apoderarse de mi vida. Nada de lo que hacían era suficientemente bueno. Todo lo que hacían los demás estaba mal, y cada obstáculo al que me enfrentaba se convertía en una razón para compadecerme de mí misma. Sobre todo, Jesús, Aquel de quien quería sentirme cerca, me parecía tan lejano, tan apartado, tan distante.
Si no podía curarme, entonces le dije a mi hermana Jay a la mañana siguiente: «No quiero salir de la cama. Enciende el aire acondicionado, cierra las cortinas, apaga las luces, cierra la puerta y ¡déjame en paz!». Pero incluso en esa oscuridad, fueron semanas las que pasé en esa cama a oscuras, ¡no podía vivir con ese tipo de desesperación!No podía.Tenía que haber algo más.
Así que incluso, en aquel dormitorio oscuro, cantaba para consolarme. Uno de los himnos que cantaba con más frecuencia era un clamor por ayuda: «Oh, Cristo… Quédate conmigo, rápido cae el atardecer. Cuando la oscuridad se hace más profunda, Señor, quédate conmigo. Cuando otros ayudantes fallen y huyan los consuelos, ayuda a los desamparados, (¡oh Jesús, estoy tan desamparada!) ¡Quédate conmigo!».
Y con ese himno oré: «Dios, si no voy a morir, por favor enséñame a vivir.No puedo vivir como cuadrapléjica así.Muéstrame cómo vivir». Fue mi primera oración. Quiero decir que era sincera y honesta y desde el corazón. No era larga ni bien hecha. Era corta y dulce y tan sincera.
Esos eran los días, entonces, cuando mi hermana venía a la habitación. Yo le pedía que encendiera la luz, que corriera las cortinas y me sacara de la cama (cosa que ella hacía encantada). Y la mayoría de las veces, durante esos días, me empujaba al salón, donde me sentaba frente a un atril muy parecido a este.
Me empujaba delante de él, me cerraba la silla de ruedas, ponía mi Biblia sobre el atril, me colocaba un palillo en los dientes y yo giraba de un lado a otro con el palillo, tratando de entenderlo todo. Por supuesto, me seguía interesando sanarme. Seguía queriendo saber qué decía la Biblia al respecto, y lo descubrí.
En el primer capítulo del Evangelio de Marcos, Jesús realizaba todo tipo de milagros durante mucho tiempo, hasta bien entrado el día e incluso pasada la puesta de sol. Y a la mañana siguiente, la multitud regresó: más enfermos, discapacitados. Simón y sus compañeros se apresuraban a buscar a Jesús, pero no lo encuentran por ninguna parte. Jesús se había levantado temprano esa mañana y se había ido a la cima del monte un lugar solitario para orar.
Finalmente, Simón y sus compañeros encuentran a Jesús, y le hablan de todos esos enfermos e inválidos al pie del monte, todos buscando ser sanados. ¿Y qué les dice Cristo? En el versículo 38, les dice: «Vamos a otro lugar, a los pueblos vecinos, para que Yo predique también allí, porque para eso he venido» (Marcos 1:38).
No me lo podía creer. Tuve que volver a leerlo. Todos esos enfermos y discapacitados, buscando ser sanados, y Jesús dice: «Vayamos a otro lugar». ¡Uhh! ¿Cómo pudo rechazarlos? ¿Cómo pudo rechazar a gente como yo? Y entonces me di cuenta. Me di cuenta de que no es que Cristo no se preocupara por toda esa gente; es solo que sus problemas, especialmente sus problemas físicos, no eran Su enfoque principal.El evangelio era Su enfoque.
El evangelio que dice: «El pecado mata; el infierno es real, pero Dios es misericordioso.Su reino puede cambiarte, y yo soy tu pasaporte».Y cada vez que la gente se perdía esto, cada vez que empezaban a venir a Jesús solo para que les arreglara sus problemas, el Salvador siempre se echaba atrás.
No me extraña que estuviera tan deprimida. Había acudido a Jesús principalmente para que me arreglara mis problemas, mi dolor y mi parálisis. Sí, a Jesús le importa el sufrimiento, y pasó la mayor parte de su tiempo en la tierra tratando de aliviarlo. Pero el Evangelio de Marcos me mostró Sus prioridades, porque el mismo que curó ojos ciegos y manos marchitas también dijo: «Sácate ese ojo, córtate esa mano si te lleva al pecado, si te desvía».
Dios mío, ahí fue cuando realmente me di cuenta. Para mí, la sanidad siempre había sido lo más importante; la libertad de este problema físico siempre había sido lo más importante.Pero para Dios, mi alma era mucho más importante. Fue entonces cuando empecé a buscar otro tipo de libertad, un tipo de sanidad más profunda.
El Salmo 139:23 dice: «Escudríñame, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis inquietudes. Y ve si hay en mí camino malo, y guíame en el camino eterno». ¡Quiero tanto ser libre!
Y durante los últimos cuarenta y siete años en esta silla de ruedas, esa ha sido mi oración. Y Dios ha estado respondiendo, sacando a la luz el pecado y el egoísmo de mi corazón, recordándome las muchas veces en las que falsifico la verdad o acaparo el centro de atención o permito que un orgullo obstinado y de cuello duro me aleje de Él, poniendo ídolos sin valor ante mis ojos.
Dios ha estado respondiendo a esa oración, y ha estado exponiendo en mi corazón las cosas de las que realmente necesito ser libre. Y estoy tan lejos de haber terminado. Tengo un largo, largo camino por recorrer. Dios sigue buscando. Dios me sigue probando.
¿Recuerdas esa raíz amarga, ese espíritu de queja del que acabo de hablarte, de cómo nada de lo que alguien hacía era lo suficientemente bueno? Bueno, fue alrededor de 1985, poco tiempo después de casarme con mi esposo, Ken, y él estaba realmente empezando a luchar con las incesantes, 24/7, rutinas diarias de mi cuadriplejía.
Sin duda, mi amiga Judy Butler y muchas otras amigas me ayudaban, pero aun así, la mayor parte de la presión recaía sobre los hombros de mi marido. Un día, llevaba toda la tarde ignorándome, dándome la espalda… ni siquiera me hablaba.
Esa noche le supliqué: «¿Qué pasa, Ken? Dime, ¿qué te pasa?». Seguía sin decirme nada. Pero justo antes de irnos a la cama, se sentó en el borde de nuestro colchón y, con los hombros caídos, confesó: «¡Me siento tan atrapado! No sé cómo explicarlo, pero no puedo hacerlo. No puedo hacerlo. Estoy tan atrapado».
A lo que yo respondí, de manera impulsiva: «Bueno, ¿por qué no pensaste en esto cuando nos casamos? ¿No sabías que iba a ser tan duro? ¿Dónde tenías la cabeza?». Tan pronto como dije esas cosas me sentí como: ¡Ah, ojalá pudiera volver a meter esas palabras en mi boca! Me volví hacia Ken y le dije: «Cariño, lo siento mucho. No quería decir eso. Yo no soy así. Yo no soy así en absoluto».
Pero sabes qué, sí es como yo. Es como yo soy. Así que, no soy un modelo de virtudes que a menudo me gustaría pensar que soy. No, no, en absoluto. Y Dios, para recordármelo, no me quita las dificultades. No, Él las pone en mi camino. Él las trae, Él las permite, Él las propone, Él las ordena, cualquier palabra que quieras usar… ¡ellas vienen!
Y el dolor, los problemas y la parálisis se convierten en el limón que Él exprime para revelar el rencor y el egoísmo. Somos, en el fondo, cada una de nosotras, pecadores horrendos y no nos gusta, no queremos oírlo. Yo no quiero oírlo, pero esa es la verdad sobre mí, y necesito saberlo.
Examíname, oh Dios, y pruébame y ponme a prueba, y muéstrame el pecado del que soy tan fácilmente capaz de cometer. Así que, en esos cansados años intermedios de nuestro matrimonio, aprendí a cantar una canción diferente sobre la sanidad: «Hay un bálsamo en Galaad para curar a los heridos. Hay un bálsamo en Galaad para curar el alma enferma de pecado».
Dios comenzó a desarraigar ese espíritu amargo, especialmente ese espíritu de queja, y a reemplazarlo con perseverancia y resistencia y confianza en Él, en Jesús. Y sobre todo, me dio una comprensión empática de otras personas que sufren, especialmente mi esposo.
Cada vez que me atrevo a pensar que he llegado, Dios aprieta más ese limón, revelando la materia no tan bonita de la que estoy hecha. En los últimos diez años de nuestro matrimonio, Dios lo ha exprimido con especial fuerza.
Nancy: Esa es Joni Eareckson Tada. Mañana escucharemos la segunda parte de ese mensaje. Escucharemos cómo Joni y Ken Tada se han acercado más al Señor y el uno al otro a través de la adversidad.
Estoy muy agradecida por el ejemplo que Joni me ha dado cuando siento que ese limón de la adversidad está siendo exprimido en mi vida. Y estoy agradecida de que ella nos lleve de vuelta a la Palabra de Dios para tener una perspectiva en la que podemos confiar cuando la vida parece tan confusa.
En Aviva Nuestros Corazones, queremos dar a las mujeres ese tipo de aliento en el que pueden confiar. Queremos que el Señor use este ministerio para ayudar a las mujeres a florecer y a prosperar en Cristo, incluso cuando el mundo que las rodea parece estéril y difícil.
Estoy muy agradecida de que el Señor escoja usar este ministerio para animar a las mujeres, a mujeres como Joni Eareckson Tada.
Joni: La Biblia dice en Hebreos 13:3 que nos animemos unos a otros diariamente. Creo que en Aviva Nuestros Corazonesel equipo se esfuerza al máximo para proveer ese aliento diario, ya sea a través del programa radial diario de Nancy o a través del blog diario, las mujeres tienen acceso.
Las mujeres pueden acercarse y encontrar verdadero aliento cristiano gracias a la sólida enseñanza que emana de Aviva Nuestros Corazones. Creo que eso es lo que más aprecio de este ministerio en particular. Se centra tanto en la Palabra de Dios. Nancy y el equipo están plenamente convencidos de que es la Palabra de Dios la que transformará una vida. No es necesariamente el testimonio o la historia de alguien, sino la Palabra de Dios vivida a través de ese testimonio e historia. Eso es lo que cambia los corazones de los demás.
Necesitamos eso diariamente. Las mujeres necesitan aliento diario. Es por eso que la Biblia dice que nos animemos unos a otros diariamente. La vida puede ser tan dura que necesitamos aliento diario, y Aviva Nuestros Corazoneslo provee.
Nancy: Estoy tan contenta de que el Señor use Aviva Nuestros Corazones para bendecir a mujeres como Joni a través de nuestros recursos en línea y a través de la radio y los pódcast. Y Él usa a oyentes como tú para hacer posible este ministerio. Sin las oraciones y el apoyo financiero de nuestros oyentes, no podríamos hacer lo que Dios nos ha llamado a hacer.
Débora: Así es Nancy, me uno a tu agradecimiento para con el Señor por todas las hermanas que de alguna u otra manera son parte de lo que Dios está haciendo en las vidas de mujeres hispanohablantes en todo el mundo. ¡Gloria a Dios! Y gracias a ti querida oyente por ser parte.
Y si no has hecho una donación al ministerio y el Señor te ha estado animando a hacerlo, te invitamos a que también lo hagas.
Como parte de lo que hemos estado aprendiendo el día de hoy junto a Joni, quisiera recomendarte el libro escrito por Nancy y Robert Wolgemuth «Confía en Dios para escribir tu historia». Querida hermana que me escuchas, Dios está escribiendo tu historia y esta es parte de Su historia más grande, grandiosa y eterna.
Todavía no hemos llegado al final feliz, por lo tanto, puede ser difícil confiar en Él en medio de nuestras luchas. En este libro, «Confía en Dios para escribir tu historia», Robert y Nancy comparten su propia historia, las historias de amigos y las historias de personas en la Biblia que se han enfrentado a desafíos que alteran la vida, pero, al final, han encontrado que Dios es fiel. ¡Sé animada con este recurso! Visita nuestro sitio web AvivaNuestrosCorazones.com para conocer más.
Joni Eareckson Tada dice que el sufrimiento es como un libro de texto ¿Quieres saber a qué se refiere con esto? Escúchalo mañana en nuestro próximo episodio de Aviva Nuestros Corazones. ¡Te esperamos!
Ofreciéndote diariamente el aliento de la Palabra de Dios, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas Las Escrituras son tomadas de la Nueva Biblia de Las Américas, a menos que se indique lo contrario.
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