«Yo soy gusano»
Sarah: ¿Alguna vez has pensado que si estás sufriendo es porque Dios está enojado contigo? Aquí está Nancy DeMoss Wolgemuth.
Nancy DeMoss Wolgemuth: El sufrimiento no es una forma de medir el amor y el deleite del Padre. No podemos determinar cómo se siente Dios acerca de nosotros por lo que está sucediendo a nuestro alrededor. Y ¿no es verdad que a veces tenemos estas voces dentro de nuestras cabezas que nos dicen: «Si Dios realmente te amara, no habría permitido que esto sucediera o no habrías pasado por eso o no estarías pasando por esto»?
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, autora de «El cielo gobierna», en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 26 de marzo de 2024.
Sarah: Cristo sabe lo que es preguntarse: «¿Por qué?» Él sabe lo que es sentir que las oraciones no tienen respuesta. Exploramos esto ayer …
Sarah: ¿Alguna vez has pensado que si estás sufriendo es porque Dios está enojado contigo? Aquí está Nancy DeMoss Wolgemuth.
Nancy DeMoss Wolgemuth: El sufrimiento no es una forma de medir el amor y el deleite del Padre. No podemos determinar cómo se siente Dios acerca de nosotros por lo que está sucediendo a nuestro alrededor. Y ¿no es verdad que a veces tenemos estas voces dentro de nuestras cabezas que nos dicen: «Si Dios realmente te amara, no habría permitido que esto sucediera o no habrías pasado por eso o no estarías pasando por esto»?
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, autora de «El cielo gobierna», en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 26 de marzo de 2024.
Sarah: Cristo sabe lo que es preguntarse: «¿Por qué?» Él sabe lo que es sentir que las oraciones no tienen respuesta. Exploramos esto ayer con Nancy en la serie titulada: El salmo de la cruz. Aquí está Nancy con la segunda parte de esta serie.
Nancy: Hace unos días vi en las noticias una entrevista con una joven, que a la edad de veintiún años, fue violentamente asaltada en el metro de Nueva York. Y es ahora que ella ha salido a la luz pública con esto, y describe los sentimientos de total, y absoluta desesperación y abandono cuando a las dos de la mañana ella gritaba, y contaba cómo estos dos empleados temporeros que trabajan en sus posiciones, vieron y escucharon sus gritos pidiendo ayuda, pero no vinieron a socorrerla.
Y mientras escuchaba a esta joven que acababa de derramar su corazón sobre ese sentimiento de terror y desesperación de ¿por qué estos hombres no hicieron nada? ¿Por qué no vinieron a ayudarme? Mi mente se dirigió inmediatamente al pasaje que estamos estudiando, el Salmo 22, un salmo profético, mesiánico, de Cristo el Salvador sufriente.
Él dice en los primeros dos versículos que veíamos en el programa anterior:
«¡Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
¿Por qué estás tan lejos de mi salvación
y de las palabras de mi clamor?
Dios mío, de día clamo y no respondes,
y de noche, pero no hay para mí reposo».
Así que en este pasaje tenemos una profecía que vemos que se cumple en los evangelios cuando Cristo clama desde la cruz, en esta primera de siete palabras, «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»
Ahora que hemos llegado al versículo 3, en el día de hoy encontramos una respuesta a esa pregunta. El versículo 3 dice: «Sin embargo, Tú eres Santo». La respuesta a por qué Cristo tuvo que ser abandonado por Su Padre es que Dios es Santo. En la cruz Cristo no murió por Sus pecados, Él no tenía pecado. Pero en la cruz Él tomó sobre Sí, todos nuestros pecados. Nuestro pecado fue puesto sobre Él. Y eso fue lo que lo llevó a estar separado de Su Padre.
Isaías 53: 6, dice: «Él hizo que cayera sobre Él la iniquidad de todos nosotros». Eso significa, los pecados de los hombres, mujeres y niños de todas las edades en todos los tiempos y en todas partes del mundo, toda la historia de hombres y mujeres. Todos esos pecados fueron puestos sobre Cristo.
De hecho, en 2 Corintios 5: 21, él va más lejos que eso y dice:
«Al que no conoció pecado, le hizo pecado por nosotros para que fuésemos hechos justicia de Dios en Él».
Él tomó sobre Sí nuestro pecado. Él realmente se hizo pecado por nosotros en la cruz, muriendo vicariamente como el Cordero sustituto de Dios en nuestro lugar.
Ahora, algunos dicen que en ese momento Jesús no fue realmente abandonado, que Él se sintió abandonado. Pero yo no creo que eso sea fiel a lo que dice la Escritura. Él tuvo que ser abandonado. Dios tuvo que darle la espalda a Su Hijo para poder redimirnos de nuestros pecados. Él tuvo que soportar todo el peso y el alcance de la ira de Dios contra el pecado. Él tuvo que beber la copa llena del juicio de Dios.
Dios no podía mirar a Su Hijo en ese momento, porque Jesús se hizo pecado por nosotros para llevar nuestro pecado. Así que la intimidad con Su Padre se rompió. Ahora, Él no fue abandonado para siempre. En esos momentos Él tuvo que soportar lo que habríamos tenido que soportar tú y yo en el infierno para siempre. Pero en este pasaje y en los evangelios en el Nuevo Testamento, vemos que Él encomendó Su Espíritu en las manos de Dios. Y en ese punto el precio fue pagado y la comunión con Dios pudo ser restablecida.
Pero tenemos que recordar, mientras leemos un salmo como este en el Antiguo Testamento, que Él fue desamparado por Dios a causa de nuestros pecados, y debemos recordar que si hemos confiado en Él como nuestro sustituto, como quien cargó nuestro pecado, nunca seremos verdaderamente abandonadas.
Nunca tendremos que clamar: «Dios mío, Dios mío ¿por qué me has abandonado?» Ahora, podemos sentirnos abandonadas a veces, pero nunca seremos verdaderamente desamparadas como Jesús lo fue en ese momento, porque Él fue desamparado por causa de nosotras.
De hecho, en el siguiente salmo, en el Salmo 23:4, el salmista dice: «No temeré mal alguno»; ¿por qué?, «porque Tú estás conmigo». Dios está aquí. Dios es cercano. Él está cerca. Él dijo: «Nunca te dejaré, nunca te desampararé», porque Jesús fue abandonado allí en la cruz por nosotros.
Ahora, en este punto de este pasaje, en el Salmo 22, el salmista se siente abrumado por la pena, por el dolor y la angustia. «Clamo a ti. Estoy desamparado. Estás muy lejos de mi salvación. Estoy gimiendo». Es como que el salmista ha sido atrapado en unos remolinos feroces de aguas rápidas, y está siendo amenazado con ser llevado hacia abajo. Él está a punto de ahogarse, de hundirse.
Pero en lugar de dejar que la corriente lo ahogue, levanta los ojos hacia arriba, y alcanza y se aferra a esa roca que es más alta que él. Eso es lo que se ve en el versículo 3. «Sin embargo, Tú». Y este pensamiento es a lo que apunta el salmo. Estoy pasando por este horrible, horrible sufrimiento, «sin embargo…» Él dice de nuevo en el versículo 9: «Mas Tú», y de nuevo en el versículo 19: «Mas Tú». Él transfiere Su enfoque hacia Dios.
Y en este momento, en el versículo 3, él dice: «Sin embargo, Tú eres Santo». «Me siento desamparado. Tú no respondes mi oración. Pero Tú eres Santo». Proféticamente escuchamosa Jesús decir: «A pesar de lo que siento, a pesar de lo que pienso, a pesar de lo que estoy experimentando, Tú eres santo, Dios mío, en Ti no hay maldad». Él se da cuenta de que no hay base para una acusación contra Dios, de que Dios es Santo y de que Dios no ha hecho nada malo.
Ahora, hay personas hoy que sacuden sus puños frente al rostro de un Dios Santo y le dicen: «Has pecado, lo hiciste mal, me fallaste. ¡Me fallaste!» Sin embargo, en el momento de ser desamparado y abandonado por Su Padre, Jesús levantó el rostro y exclamó: «Tú eres Santo. Tú no has hecho nada malo».
Y Él continúa diciendo: «Tú habitas entre las alabanzas de Israel». Y otra traducción dice: «Tú que moras entre las alabanzas de Israel». Y esa palabra alabanza es una palabra clave en este salmo. Al leerlo verás, en mi opinión, que hay al menos cinco referencias a alabar en este salmo. Elsalmo de la cruz también tiene alabanza en él. «Dios habita en la alabanza de Su pueblo».
Jesús nos recuerda que Dios, nuestro Padre celestial, es digno de nuestra alabanza sin importar qué esté sucediendo. Y eso me hace cuestionarme acerca de las cosas que llamamos alabanza y adoración en los servicios de nuestras iglesias, ¿es nuestra alabanza para entronar a Dios o a nosotras mismas? ¿Es nuestra intención mostrar Su gloria y Su fama, poniendo toda la atención sobre Él? ¿O estamos tratando de sentirnos bien nosotras mismas, y de centrar la atención sobre nosotras? Es una pregunta importante que debemos hacer acerca de nuestra reunión corporativa como iglesia local, llamada una reunión de alabanza y adoración. ¿Está siendo Dios entronizado en las alabanzas de Su pueblo?
Ahora, vemos en este pasaje un patrón que David nos muestra a través de los salmos. Cada vez que se siente angustiado o desesperado, él transfiere toda su atención, su mirada, de sus circunstancias hacia Dios. Una y otra vez lo puedes ver en los salmos, cómo al principio el salmista está abrumado por las circunstancias, pero luego levanta los ojos hacia arriba y dice, «pero Tú, pero Tú, pero Tú, oh Dios».
Él nos recuerda que los problemas y las presiones de esta vida no son la realidad final. Son reales, pero no son la última palabra. Dios es más real, más definitivo que cualquier problema que podamos estar enfrentando a nuestro alrededor, sin importar qué tan grave sea. Lo que vemos, lo que sentimos y lo que pensamos no es lo mismo que lo que en realidad está sucediendo.
David se siente desamparado, como nosotras nos sentimos a veces. Él siente que Dios está lejos y no contesta. Pero la realidad es que Dios es nuestro pronto auxilio en las tribulaciones, que Dios es digno de confianza, que Él es fiel, misericordioso, y nuestra alabanza en medio de la angustia demuestra nuestra fe. Cuando levantamos nuestros ojos hacia arriba, a pesar de estar llenos de lágrimas, y decimos: «Dios yo confío en Ti. Confío en Ti. Tú eres Santo. Entronado sobre las alabanzas de Tu pueblo». Entonces estamos demostrando fe.
El otro día tuve una conversación con una amiga, quien en una semana anterior tuvo que enfrentarse con circunstancias muy desalentadoras en su familia. Ella se desanimó y estaba muy triste. Y me habló de cómo ella y su marido de camino a la iglesia, que está como a unos veinte minutos, comenzaron a hablar en voz alta frases acerca de quién es Dios. Y ellos comenzaron a decir: «Señor, Tú eres… Tú eres Santo. Señor, Tú eres bueno. Señor, Tú eres fiel. Señor, Tú eres justo. Señor, Tú eres misericordioso». Y durante veinte minutos exaltaron a Dios en sus alabanzas.
Y ella me dijo: «En el momento en que llegamos a la iglesia, la nube se había levantado». Las circunstancias no habían cambiado, pero su perspectiva de las circunstancias sí había cambiado.
Y mientras llegamos a los versículos 4 y 5 de este salmo profético, el salmista nos señala el testimonio y la experiencia de los demás. Versículo 4: «En ti confiaron nuestros padres, y tú los libraste». Es un recordatorio de que cuando nos sentimos abandonadas es importante repasar la bondad y la fidelidad que Dios tuvo con otros en el pasado.
«Señor, Tú les has ayudado. Seguramente Tú me vas a ayudar ahora». Una palabra clave aquí, y a lo largo de este salmo, es la palabra confianza. Y otra palabra es la palabra liberación o rescate o salvar. La palabra confianza la podemos ver en cuatro ocasiones y las palabras librados o rescate para salvar, siete veces a lo largo de este salmo. Confiaron en Ti, y Tú los libraste.
Versículo 5: «Clamaron y fueron librados, en ti confiaron, y no fueron decepcionados». Y me llama la atención que el versículo 5 tiene estos dos pensamientos juntos: «Ellos clamaron a Él y ellos confiaban en Él».
Algunas de nosotras clamamos a Él, pero no confiamos en Él; y otras de nosotras confiamos en Él, pero no nos detenemos a clamarle y a decirle nuestras necesidades. Clamaron a Dios y confiaban en Él. En tiempos de problemas esa es la receta. Clama a Dios, dile lo que está pasando, y luego confía en Su providencia, en Su soberanía, Su bondad, Su santidad, Su misericordia para hacer lo que es justo en esa situación. Clama a Él. Confía en Él.
Y en los versículos 6 y 8, volvemos al tema de los sufrimientos del Mesías.
Y aquí no hay solo ahora el sufrimiento espiritual que vimos al principio de este salmo, mientras Jesús era separado de Su Padre, abandonado por Su Padre. Ahora tenemos lo que llamaríamos el sufrimiento psicológico que soportó en la cruz.
Los versículos del 6 al 8, dicen:
«Pero yo soy gusano, y no hombre;
oprobio de los hombres,
y despreciado del pueblo.
Todos los que me ven, de mí se burlan;
hacen muecas con los labios,
menean la cabeza diciendo:
“Que se encomiende al Señor, que Él lo libre,
que Él lo rescate, puesto que en Él se deleita”».
Así que en el versículo 1, vimos que Él fue desamparado por Dios. Ahora vemos en estos versículos que Él es despreciado y escarnecido, despreciado por el hombre. Es bueno tener en mente, que en menos de una semana, estas mismas personas le habían alabado como Rey de los judíos y ahora se están burlando de Él. Él es objeto de una burla cruel. Ellos lo están ridiculizando.
Y puedes ver un pasaje muy parecido a este en Mateo capítulo 27, cuando lees acerca de la crucifixión de Cristo. Es lo que nos deja ver claro que el Salmo 22 es, de hecho, un salmo de la cruz.
Esa línea en el versículo 8: «Que se encomiende al Señor; líbrele». Eso es lo que la gente que pasaba por la cruz decía, ya que se burlaban de Él y lo ridiculizaban. «Que lo libre Dios porque Dios se deleita en Él». Y la implicación es, «si Dios realmente se deleita en ti, si realmente eres un Hijo amado de Dios, Dios te rescatará».
Lo que está implícito aquí es la posición que hoy en día tienen tantas personas de que Dios EXISTE para su comodidad y para su conveniencia; que si Dios nos ama REALMENTE, Él nos sacará de este problema. El hecho es que Dios aún seguía agradado con Su Hijo. Jesús seguía SIENDO el Hijo de Dios, en quien Él seguía estando complacido, pero Dios permitió que Su Hijo sufriera.
El sufrimiento no es una manera de medir el amor y el deleite del Padre. No podemos determinar cómo se siente Dios acerca de nosotros por lo que está sucediendo a nuestro alrededor. Y eso fue parte del tormento ahí en la cruz. «Si eres realmente amado por Dios…»
Y no es cierto que a veces tenemos estas voces dentro de nuestras cabezas que nos dicen: «Si Dios realmente te amara, Él no habría dejado que esto te sucediera. No habrías pasado por eso. Tú no estarías pasando por esto ahora». El hecho es que, si estamos en Cristo, somos hijos amados de Dios. Y nunca, nunca, nunca, ni por un momento, no importa lo que estemos pasando, Él nunca quitará ese amor de nosotros.
Pero ahora quiero volver por unos momentos a esa frase al comienzo del versículo 6, donde dice proféticamente del Señor Jesús: «Pero yo soy gusano, y no hombre». Esta es una frase en la que he estado meditando y meditando en los últimos días. Y creo que habla en primer lugar de la humillación de Jesús, Su voluntad de ser identificado como un gusano. Difícilmente se puede pensar en una criatura más humilde que un gusano, una criatura débil, indefensa, impotente.
De hecho, permítanme leerles solo un párrafo en este punto del libro de Roy Hession, El camino del calvario, donde él habla y dice:
«Vemos a Aquel, que aunque existía en forma de Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo tomando forma de siervo (siervo de Dios y siervo de los hombres), haciéndose semejante a los hombres».
Y lo vemos dispuesto a no tener derechos propios, casa propia, posesiones propias, dispuesto a dejar que los hombres le insulten y no devolver con insultos, dispuesto a dejar que los hombres le pisoteen y a no tomar represalias o defenderse. Y por encima de todo lo vemos quebrantado y dócilmente ir al calvario para convertirse en ese cordero, en ese sacrificio expiatorio de los hombres. En la medida en que Él lleva Sus pecados en Su cuerpo sobre el madero. «Yo soy gusano, y no hombre».
Los que han estado en el trópico nos dicen que hay una gran diferencia entre una serpiente y un gusano al intentar atacarlos. La serpiente se alza a sí misma y da silbidos y trata de devolver el golpe, una imagen real del yo. Pero el gusano no ofrece resistencia. Él te permite hacer lo que quieras con él, tirarlo dentro o aplastarlo bajo tu pie, una imagen del verdadero quebrantamiento. Y Jesús estuvo dispuesto a ser eso para nosotras «un gusano y no un hombre».
Y qué imagen de ese pasaje en Filipenses, donde dice que Él «se despojó a sí mismo» (v. 7). Él se hizo de ninguna reputación. Aquí tenemos al Señor de la gloria hecho un poco menor que los ángeles, convirtiéndose en un hombre, tomando forma humana y luego descendiendo para ser un esclavo, el peldaño más bajo de la escala social, y luego se inclina a lo bajo de lo más bajo, convertido en un gusano y no en hombre (ver vv. 5-11).
Y aquí nos habla de Su humillación, de Su quebrantamiento, de Su humildad. Pero creo que el hecho de que Él se llama a Sí mismo un gusano, también hace alusión a la naturaleza redentora de Su muerte. Porque esa palabra gusano, en el hebreo, es la palabra tola’ath. Y es una palabra que se utiliza cuarenta y tres veces en la Biblia y es usualmente traducida como escarlata. Una vez se traduce como carmesí. Por ejemplo, donde dice: «Si vuestros pecados fueren como la grana (tola’ath), vendrán a ser como blanca lana».
Pero ocho veces la misma palabra tola’ath se traduce como gusano, gusano escarlata. Y ¿cuál es la conexión? Bueno, este gusano en el Salmo 22, «Yo soy gusano, no hombre», muchos eruditos creen que se refiere a lo que se conoce como un gusano escarlata que es común en el Medio Oriente. Es similar a la cochinilla, que se encuentra en América Latina. Puedes haber leído que cuando estos insectos se trituran, la sangre que sale hace un tinte carmesí. Su color brillante se utiliza en la fabricación de prendas de vestir de color rojo, en telas rojas.
Bueno, este gusano escarlata, el tola’ath, se encuentra en Palestina, en Siria. Y tiene una secreción de un líquido escarlata que se utilizaba en la antigüedad para hacer un hermoso tinte escarlata. Fue utilizado en cosas como las cortinas del tabernáculo en el Antiguo Testamento que eran escarlata. Y estos gusanos escarlatas eran utilizados para hacer ese tinte escarlata.
En el ciclo de la vida de este gusano vemos lo que creo que es una bella imagen del Señor Jesús. Cuando el gusano escarlata está listo para dar a luz, busca un tronco de un árbol, y se aferra al tronco con firmeza, de forma permanente aferrado al tronco del árbol. Luego pone sus huevos, y los huevos se mantienen bajo su cuerpo hasta que se fecundan. El cuerpo de la madre le proporciona protección a los bebés hasta que están listos para salir y vivir por su cuenta, y luego el gusano madre, ese gusano escarlata, muere.
Cuando muere, su cuerpo fijado en ese árbol estalla, y el líquido rojo como la grana que tiene dentro, fluirá y manchará su cuerpo, sus bebés, y el árbol. Y creo que tenemos aquí una ilustración gráfica en el mundo de la naturaleza, que señala a Cristo que dijo: «Yo soy gusano, tola’ath, y no hombre».
- Como el gusano escarlata muere estando adjunto al árbol, el Hijo de Dios se adhirió a un árbol y dio su vida para darnos vida eterna y para hacernos hijos de Dios.
- Así como el líquido escarlata fluyó del gusano moribundo y cubrió a sus pequeños, así la sangre que fluía de las venas de Cristo nos cubre. Él hizo expiación por nuestros pecados y nos viste con Su justicia.
Y como dice un comentario: «Las vestiduras gloriosas de nuestra salvación se han adquirido como resultado de la muerte y el sufrimiento de Cristo. Él se convirtió en el tola’ath, en el gusano aplastado en su muerte, para que nosotras pudiéramos ser vestidas de gloria.
Oh Señor, cómo te agradezco por Tu voluntad de ser un gusano, no un hombre, por humillarte te hiciste de ninguna reputación por nuestro bien y por darnos la imagen de redención que tenemos en el gusano escarlata, y cómo Tú siendo el Hijo de Dios, nuestro tola’ath, estuviste dispuesto a ser colocado en un árbol, en un madero y morir en ese árbol y dar Tu sangre para cubrirnos, para expiar nuestros pecados y para hacernos hijos de Dios y para que podamos ser vestidos con las glorias de Tu justicia.
Oh Señor, te pido que en esta semana nos des un nuevo sentido de lo que Tú sufriste por nosotros allí en la cruz, y que estemos dispuestas por ti a convertirnos en nada, a dar nuestras vidas por los demás, a compartir tu vida con los demás de manera que Él, Cristo, pueda ser su todo, para que Tu vida eterna y redención pueda ser dada también a los demás. Te amamos Señor Jesús y te bendecimos, amén.
Sarah: ¡Amén! ¿No es fascinante la Biblia? Nancy DeMoss Wolgemuth nos ha estado mostrando una imagen contundente de Cristo a través de la frase: «Soy un gusano y no un hombre». Puedes leer esa frase en el Salmo 22, que es nuestro enfoque esta semana mientras meditamos en las verdades que escucharon hoy nuestros corazones.
¿Alguna vez has sentido que nadie puede ayudarte? Jesús conoce ese sentimiento de abandono. Nancy profundizará más en esto mañana. ¡Te esperamos aquí, en Aviva Nuestros Corazones!
Débora: Creciendo en Cristo juntas, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de La Biblia de las Américas, a menos que se indique lo contrario.
*Ofertas disponibles solo durante la emisión de la temporada de podcast.
Únete a la conversación