¿Por qué tienes miedo?
Débora: ¿Qué es más grande, tu tormenta o tu Dios?
Nancy DeMoss Wolgemuth: No sé cuál sea tu tormenta el día de hoy. No sé cuál sea tu dificultad económica. Si estás en un proceso de cambio. Quizás estés batallando con un hijo acerca del cual no se ha escrito un libro de texto que te ayude.
No sé cuál sea tu tormenta, pero sé que Jesús lo sabe; Dios lo sabe. Y Él nos dice a nuestros corazones: «¿Por qué tienes tanto miedo? ¿Dónde está tu fe?». Bueno, mi fe a veces no es muy grande, pero déjame decirte una cosa, ¡mi Dios siempre es muy grande!
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 5 de septiembre de 2024.
Nancy: Estamos hablando de cómo tener un corazón en quietud, y una hermana me dijo: «Esto es exactamente lo …
Débora: ¿Qué es más grande, tu tormenta o tu Dios?
Nancy DeMoss Wolgemuth: No sé cuál sea tu tormenta el día de hoy. No sé cuál sea tu dificultad económica. Si estás en un proceso de cambio. Quizás estés batallando con un hijo acerca del cual no se ha escrito un libro de texto que te ayude.
No sé cuál sea tu tormenta, pero sé que Jesús lo sabe; Dios lo sabe. Y Él nos dice a nuestros corazones: «¿Por qué tienes tanto miedo? ¿Dónde está tu fe?». Bueno, mi fe a veces no es muy grande, pero déjame decirte una cosa, ¡mi Dios siempre es muy grande!
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 5 de septiembre de 2024.
Nancy: Estamos hablando de cómo tener un corazón en quietud, y una hermana me dijo: «Esto es exactamente lo que necesito el día de hoy. Mi casa está medio empacada, todo está en cajas, y estamos preparándonos para mudarnos». Si te has encontrado en esta situación, es ahí donde necesitas un corazón en calma. En cada circunstancia y temporada de la vida estamos tentadas a inquietarnos, a tener nuestro corazón en crisis.
Pero estamos viendo un texto que nos anima a elegir, aun en medio de la tormenta, el tener un corazón en quietud, y es el Salmo 131. Espero que lo estés leyendo, memorizando, meditando en él, y haciéndolo parte de tu vida. El salmista dice:
«Jehová, no se ha envanecido mi corazón, ni mis ojos se enaltecieron; ni anduve en grandezas, ni en cosas demasiado sublimes para mí. En verdad que me he comportado y he acallado mi alma; como un niño destetado de su madre; como un niño destetado está mi alma. Espera, oh Israel, en Jehová, desde ahora y para siempre» (RV 60).
Siempre me ha gustado leer las biografías de cristianos del pasado. Una de las razones es porque al leer acerca de sus luchas, y como ellos confiaron en Dios en medio de la tormenta, eso llena de valor mi propio corazón, y pienso, «caramba, Dios vino a su rescate. Sé, que ese Dios vendrá a mi rescate también».
He estado leyendo un libro durante los pasados meses. Lo estoy sosteniendo en mi mano en este momento, ¡es un libro enorme! Tiene aproximadamente 750 páginas, creo, y con una letra chiquitita. Se trata de la autobiografía de George Mueller, quien fue el fundador de los orfanatos en Inglaterra, donde en cierto momento estaban alimentando a más de 2000 huérfanos cada día; alimentándolos, vistiéndolos, educándolos.
George Mueller sentía que, en su caso, Dios no quería que él le dijera a nadie acerca de las necesidades de su ministerio; el costo de mantener a estos huérfanos, porque él quería que la vida en esos orfanatos fuera una demostración al mundo de la grandeza de Dios y de Su fidelidad y de Su poder.
Quiero leerte algunos extractos de cómo Dios capacitó a este hombre para que cultivara un corazón en quietud.
Él dijo:
«No tengo ni un simple centavo en la mano para los huérfanos. En un día o dos muchas libras serán necesarias para cubrir las necesidades. Mis ojos están en el Señor».
Aquí hay otra cita:
«El Señor en Su sabiduría y amor, aún no ha mandado ayuda. De dónde ha de venir; no debe de ser mi preocupación. Creo en Dios que Él lo hará, en el tiempo exacto, Él mandará la ayuda».
Y en otra ocasión él dijo:
«Nunca habíamos estado tan bajos de provisiones como ayer y hoy. Aún así mi alma da gracias al Señor, estuvo en perfecta paz tanto ayer como hoy». (¡Este es un hombre con un corazón tranquilo! Él dice:) «Mi corazón no está en angustia. Estoy seguro de que, en la mejor manera y tiempo, Dios mandará ayuda».
Aquí hay otra historia:
«Durante los últimos dos días solo se produjo la vigésima parte de lo que se gastó» [O sea que sus gastos fueron 20 veces más de lo que entró.] Cuando pensé en la cantidad de lo que salió y de lo poco que entró, recordé las palabras en Isaías capítulo 26 versículo 4: “Confiad en el Señor para siempre, porque en Dios el Señor, tenemos una Roca eterna”. Y mi corazón respondió: “En Dios el Señor, tenemos una Roca eterna, en Él confiaré”. Minutos después recibí una carta de Canadá, (a miles de kilómetros de distancia) que contenía un cheque bancario por £81 libras, 9 chelines».
Así que Dios mandó lo que se necesitaba, en la medida que él puso su confianza en el Señor.
En otra ocasión escribió: «Mientras escribo esto, el salario de estos cinco días ha sido tan pequeño, que no cubriría ni la quinta parte de todos los gastos de estos cinco días; pero de nuevo, estoy esperando una gran cantidad de dinero». Aquí vemos un hombre que siempre se mantuvo esperando que Dios hiciera lo que se necesitaba.
«Es una bendición indescriptible, en realidad, conocer a Dios, caminar en amistad con Él; el poder ser capaces de hablarle a Él acerca de todo, y transferirle todas nuestras preocupaciones y cargas. De esta manera tan feliz y bendecida, he podido caminar por 44 años, y no puedo describir el gozo que viene con esta vida de santidad; bendecida, independientemente de las circunstancias, eventos políticos, dificultades económicas, amigos, muerte, etc. Siempre y cuando podamos descansar en Dios, tenemos todo lo que podamos necesitar».
En otra ocasión escribió estas palabras: «Dios no me ha fallado en ningún momento».
Déjame insertar algo aquí, y lo escribiría en mi propio diario, en mi propia autobiografía. Mientras miro hacia atrás, en mi caminar de 40 y tantos años con el Señor, más de 25 de ellos en servicio vocacional cristiano, bastantes años en el ministerio Aviva Nuestros Corazones; miro hacia atrás y digo como George Muller, «Dios no me ha fallado en ningún momento».
Él continúa diciendo en su nota en el diario:
«Cuarenta años he probado Su fidelidad, en este trabajo. No tengo ansiedad ni preocupación alguna».
Ahora, leo esto, y lo encuentro maravilloso, de un hombre que cuidó y alimentó a aproximadamente 2100 huérfanos, en un momento dado, y que pudo decir. «No tengo ansiedad ni preocupación alguna». Bueno, no es que no haya tenido ansiedad y preocupación alrededor de él; es que nunca dejó que habitarán en su corazón. Nunca hizo suyas esas ansiedades y preocupaciones.
«La fe en Dios es lo que me permite transferir toda mi carga a Él; ya que tengo cientos de necesidades, aparte de las que tienen que ver con dinero. A cada momento veo a Dios siendo mi ayudador, mientras yo pongo mi confianza en Él, y le oro con una simplicidad de un niño, acerca de todo».
Y él en verdad así lo hizo. Al tú leer las 700 páginas de su diario, lo encuentras página tras página tras página diciendo, «tenemos esta necesidad, así que oramos por ello. Tenemos esta necesidad, así que oramos por ello. Tenemos esta necesidad, así que oramos por ello». Él oraba por todo.
Después él dice:
«Anímense, queridos compañeros, a tomar este camino tan bendecido y verán la paz y el gozo que produce».
Bueno, una nota más de su diario:
«¿Qué podríamos hacer ahora, querido lector, bajo estas circunstancias, cuando todo el dinero para los objetos arriba mencionados se había esfumado? Había ocasiones donde el ministerio no tenía ningún apoyo económico. [¿Qué debían hacer? Él contestó de la siguiente manera], hacemos lo que hemos venido haciendo por 47 años, esto es, esperamos continuamente en Dios. Bajo cada prueba y cada dificultad, encontramos que la oración y la fe son nuestro remedio universal».
Fue verdad para George Müller más de 150 años atrás. También es verdad para ti y para mí hoy día. Espera continuamente en Dios. Bajo cada prueba y para cada dificultad, la fe y la oración son el remedio universal.
Bueno, George Müller experimentó esto. David lo experimentó; estamos leyendo acerca de su experiencia en los salmos. Jesús también lo experimentó cuando estuvo en la tierra.
Mientras me preparaba para esta serie, pensé en este pasaje de Marcos capítulo 4, donde Jesús les dice a Sus discípulos: «Subamos a la barca y pasemos al otro lado del mar de Galilea». Dejaron la multitud y se subieron a la barca.
En los versículos 37 y 38 dice: «Pero se levantó una violenta tempestad, y las olas se lanzaban sobre la barca de tal manera que ya se anegaba la barca. Él estaba en la popa, durmiendo sobre un cabezal». Ahora, ¿cómo pudo Jesús dormir durante la tormenta? Creo que es porque Él conocía bien el Salmo el 107. Sabía que Dios estaba en control. El Salmo 107:25 dice: «Él (Dios) habló, y levantó un viento tempestuoso que encrespó las olas del mar».
Dios hizo que las olas se levantaran y también hizo la tormenta. Pero fue Él también, como dice el versículo 29: «Cambió la tempestad en calma y las olas del mar callaron». Dios causa la tormenta; pero Dios también la calma. Jesús lo sabía, y es por eso que Él podía tener un corazón en quietud.
Los discípulos, en cambio, no tenían un corazón tranquilo. Marcos capítulo 4 versículo 38 dice: «Entonces le despertaron y le dijeron: “Maestro, ¿no te importa que perezcamos?”» Jesús estaba dormido, Su cabeza sobre un cabezal, descansando. Él tiene un corazón tranquilo porque Él sabe que Dios está en control. Los discípulos están intranquilos. Están alarmados. Están ansiosos y agitados. Y creen que a Dios no le importa que perezcan.
Bueno, pues en los versículos 39 y 40 vemos: «Y levantándose, reprendió al viento, y dijo al mar: ¡Cálmate, sosiégate! Y el viento cesó, y sobrevino una gran calma. Entonces les dijo: ¿Por qué estáis amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe?».
No sé cuál sea tu tormenta el día de hoy. No sé cuál sea tu dificultad económica. Si estás en un proceso de cambio. Quizás estás batallando con un hijo acerca del cual no se ha escrito aún un libro que te ayude. Estás enfrentando el vaivén quizás en la bolsa de valores, o es una situación de empleo, de tu esposo o una situación laboral.
No sé cuál sea la carga. Puede que hayas acabado de enterrar a alguien a quien amabas mucho, o puedes estar viviendo los últimos días de alguien a quien amas mucho. No sé cuál sea tu tormenta en el día de hoy, pero sé que Jesús la conoce. Dios sabe, y Él les dice a nuestros corazones: «¿Por qué tienes miedo? ¿Dónde está tu fe?».
Bueno, mi fe a veces no es tan grande, pero una cosa sí te digo, ¡mi Dios es siempre muy grande! Él es el Dios de George Müller; el Dios de David; fue Dios de Jesús; Él es mi Dios, y Él es tu Dios.
Pandita Ramabai, era una mujer la India del siglo XIX quien rescató niños maltratados y no deseados y les dio un hogar. Ella dijo: «La vida consagrada a Dios no tiene nada que temer, nada que perder ni nada de qué lamentarse».
Así que déjame leerte este salmo de nuevo, el cual se titula en una versión, «Simple confianza en el Señor». Ese es el fundamento de todo. Es así como obtienes un corazón en quietud.
El salmista dice:
«Señor, mi corazón no es soberbio, ni mis ojos altivos; (este es un corazón humilde. Después está el corazón simple) no ando tras las grandezas, ni en cosas demasiado difíciles para mí; sino que he calmado y acallado mi alma; como niño destetado en el regazo de su madre, como niño destetado reposa en mí mi alma. Espera, oh Israel, en el Señor, desde ahora y para siempre» (Sal. 131).
Compartí anteriormente en esta serie, que he estado leyendo un librito escrito por David Powlison acerca del estrés, el cual es, de hecho, una exposición del Salmo 131. En ese pequeño libro, que ha sido de gran aliento para mí, el Dr. Powlison escribe de nuevo el salmo de una manera opuesta. Si no tenemos un corazón tranquilo, es así como leería este salmo. En lugar de dirigirte al Señor, decimos, «yo misma». Estamos centradas en nosotras mismas, en lugar de enfocadas en el Señor.
«Yo misma,
Mi corazón es orgulloso,
Y mis ojos son altivos (veo a los demás como a menos),
Y persigo grandezas demasiado difíciles para mí.
Así que, por supuesto, mi alma está inquieta y llena de ruido; es lo que viene naturalmente.
Como a un bebé hambriento quejándose en las faldas de su madre.
Como un infante hambriento, estoy intranquila con mis demandas y mis preocupaciones.
Pongo mis esperanzas en cualquier cosa todo el tiempo.
Según el Dr. David Powlison, esto es lo opuesto al Salmo 131. Fue muy útil para mí, el ver que si no estoy viviendo conforme Salmo 131, comportándome y tranquilizando mi corazón y confiando en el Señor, entonces voy a tener un corazón orgulloso. Voy a estar persiguiendo cosas que están fuera de mi alcance. Mi corazón estará inquieto y alborotado por dentro. Estaré llena de inquietud por dentro por mis demandas y por mis preocupaciones. Y estaré colocando mis esperanzas en cualquier cosa todo el tiempo en lugar de confiar en el Señor.
Me recuerda el pasaje de Isaías capítulo 57 en los versículos 20 y 21, donde la Escritura dice: «Pero los impíos son como el mar agitado, que no puede estar quieto, y sus aguas arrojan cieno y lodo. No hay paz, dice mi Dios, para los impíos». Algunos de nuestros corazones lucen así, ¿no es así? Agitados en la tempestad, arrojando cieno y lodo, no pueden estar quietos. No hay paz porque nuestros corazones no son puros, ni están en calma delante del Señor.
Llegamos al versículo que es el fundamento de todo el salmo: «Espera, oh Israel, en el Señor, desde ahora y para siempre». Este es un corazón confiado. Y te darás cuenta de que este versículo está dirigido al pueblo de Dios, a Israel. Espera, Israel, en el Señor.
Pero no es solo para Israel. Es para mí. Tengo que poner mi nombre en ese versículo. Espera, Nancy, en el Señor. Tú pon tu nombre allí. Tu esperanza ha de estar en el Señor desde ahora y para siempre. Veo en este versículo una invitación, pero también una orden al mismo tiempo. Se me invita, se me exhorta a esperar en el Señor. Es una invitación. Pero también es una directriz. Espera en el Señor. No esperes en nadie más. Espera en Él.
Así que nos preguntamos: «¿Cuál es la manera de obtener quietud de corazón?» La manera es esperar en el Señor, poner toda tu confianza en Él, apoyarte en Él. No puedo solo decirme a mí misma: «No voy a preocuparme más»; ¿no sería esto fantástico? Poder decir, «nunca más estaré ansiosa, ni tensa, ni estaré hiperventilando».
No puedes esperar decir estas cosas y nunca más sentirte preocupada. Tenemos que deshacernos de esa inclinación, de esa tendencia a preocuparnos; pero para esto debemos sustituir la inclinación. La confianza en el Señor es lo que reemplaza la preocupación.
Así que en lugar de decir: «Ya no estaré ansiosa; no me voy a preocupar; no voy a tener esos pensamientos inquietantes en mi mente», porque ahí te metes en otro remolino, mejor, cambia de enfoque. Confía en Dios. La confianza en el Señor reemplazará la confianza que tienes en tus circunstancias y en las demás personas que buscas para encontrar satisfacción.
Así que, espera en el Señor versus cualquier otra cosa que estés buscando o esperando para devengar satisfacción. ¿Qué estás buscando para que te haga feliz, qué estás buscando para estar tranquila? Deja a un lado esas cosas. Deja a un lado esa confianza en esas cosas y espera en el Señor. La palabra esperar es una palabra activa. A veces creo que la usamos más en un sentido pasivo. Como por ejemplo: «Espero que el clima mejore», o, «Espero que mis hijos crezcan rápido».
Pero esta palabra en el lenguaje hebreo es una palabra activa. Significa el «esperar, ser paciente, permanecer, permanecer en algo, confiar en algo. Es una «esperanza activa, descansar, apoyarnos, esperar».
Estoy pensando en ese viejo himno: «Descansando en los brazos eternos», poniendo mi confianza en Él. Le dije a alguien con quien estaba conversando el otro día, «el gobierno de este mundo está en Sus hombros». Eso viene del libro de Isaías. ¿No crees que si los hombros de Dios son lo suficientemente grandes para cargar con el gobierno del mundo entero, sus hombros serán lo suficientemente grandes como para cargar con tus preocupaciones, con tus cargas? Espera en el Señor. Echa tu carga sobre Él.
Una mujer me dijo el otro día mientras charlábamos, y mientras compartía algunos pensamientos de ansiedad dentro de ella conmigo, algunas circunstancias que estaba enfrentando, «¿cómo me deshago de esta ansiedad? Estoy enojada. Estoy desanimada. Estoy ansiosa. Sé que lo estoy». Lo podía ver en su cara. Lo podía ver en sus lágrimas. Lo podía escuchar en su voz. Ella dijo: «¿cómo me deshago de esto? Le dije: «Espera en el Señor».
Isaías capítulo 26 versículo 3 dice: «Al de firme propósito guardarás en perfecta paz, porque en ti confía». Espera en el Señor. Eso es lo que dice Filipenses capítulo 4: «piensa en las cosas que son puras, amables, buenas y verdaderas, para que la paz de Dios guarde tu corazón y tu mente, y te mantenga descansando calladamente en Cristo Jesús» (versículo 8, parafraseado).
Lo que tienes que hacer es quitar los ojos del problema y ponerlos en el Señor. Yo le dije a esta mujer: «Ve al Salmo 131». Le he estado diciendo a mucha gente esto recientemente. No sé cuál es tu circunstancia. Ve al Salmo 131. Memorízalo. Medita en él. Sigue repitiéndoselo al Señor.
Y no solo ese pasaje, sino otros pasajes también. Cántaselos al Señor. Canta himnos. Canta salmos. Canta canciones espirituales. Estas cosas me ayudan cuando mi corazón está apesadumbrado. Y cuida en lo que te estás apoyando, en lo que estás buscando para saciar tus necesidades.
Charles Spurgeon dijo acerca de este pasaje: «Recuerda que donde esté tu tesoro allí estará tu corazón. Si ese tesoro es removido, tu corazón va a sentir dolor». Porque estás apoyándote o dependiendo de otras cosas diferentes al Señor. Él dijo: «El hombre que depende solamente de Dios y cuya esperanza está en Él, no tiene ni siquiera la mitad de problemas que aquel que tiene su apoyo y su dependencia aquí y allá, ¡y otros 50 lugares más! Cada apoyo terrenal será la causa o el motivo de angustia en un momento u otro».
Y podrás preguntar, ¿qué son los apoyos terrenales?
- Pudieras estar tratando de satisfacer tus necesidades con tu esposo
- Pudiera ser tu hijo(a)
- Pudiera ser tu trabajo
- Pudieran ser las compras
- Pudiera ser la comida
- Pudieran ser los amigos
Cualquier cosa en la que te estés apoyando, lo que sea que estés buscando para que llene las necesidades más profundas de tu corazón, eso será ocasión de angustia en algún momento u otro; a menos que estés apoyándote en el Señor. Él nunca te fallará. Nunca te angustiará. Nunca te quedará mal.
Hemos estado viendo el Salmo 131, y quiero que vayamos atrás para ver el salmo anterior. Estos en realidad son como salmos gemelos. Vamos a cerrar esta sesión viendo el Salmo 130, el cual solo amplía más acerca de esperar en el Señor. Tú cumples a plenitud el versículo 3 del Salmo 131, esperando en el Señor, cuando vives lo que dice el Salmo 130.
«Desde lo más profundo, oh Señor, he clamado a ti. ¡Señor, oye mi voz! Estén atentos tus oídos a la voz de mis súplicas. Señor, si tú tuvieras en cuenta las iniquidades, ¿quién, oh Señor, podría permanecer? Pero en ti hay perdón, para que seas temido. Espero en el Señor; en Él espera mi alma, y en su palabra tengo mi esperanza. Mi alma espera al Señor más que los centinelas a la mañana; sí, más que los centinelas a la mañana».
Esa es la imagen del vigilante nocturno que está en el medio del turno de la noche, y trata de tener los ojos abiertos, tratando de mantenerse despierto hasta el final de ese turno. Él está viendo la primera luz del amanecer. O como la madre en medio de la noche con un bebé llorando. Ella está a la espera de que llegue la mañana. Así es como mi alma aguarda al Señor.
«Oh Israel, espera en el Señor, porque en el Señor hay misericordia, y en Él hay abundante redención; Él redimirá a Israel de todas sus iniquidades».
Débora: ¡Amén! ¿Están tus ojos en el gran Dios que tienes, o has estado más enfocada en tus dificultades? Hoy, Nancy DeMoss Wolgemuth te ha animado a depositar toda tu confianza en el Señor. Nos encontramos en la serie titulada, «Un corazón en quietud».
Como dijo Nancy, tu fe puede que no sea muy grande, pero tu Dios sí lo es, y puedes dejar tu preocupación sobre Sus hombros para experimentar quietud en tu corazón. Y la verdad es que cuando estamos en medio de la tormenta, no necesariamente estamos pensando de esta manera, por eso debemos guardar reservas para el tiempo de crisis. ¿Cómo hacemos esto? Mañana Nancy nos dirá.
Nancy: Si siempre vives la vida de prisa, si tu vida está siempre rodeada de ruido y de desorden, entonces tiendes a entrar en pánico en medio de las crisis. Pero si tú has almacenado una reserva, un depósito de plenitud obtenido de pasar tiempo a solas con la Palabra, encontrarás que tienes un pozo profundo para socorrerte cuando estás en medio de la crisis.
Débora: Acompáñanos en el próximo episodio de Aviva Nuestros Corazones.
Ahora Nancy regresa para cerrar en oración.
Nancy: Señor, gracias porque puedes ser confiado. Gracias porque Tú nunca nos fallarás. La mano humana siempre nos fallará. Cualquier cosa, o quien sea que busquemos que no seas Tú, nos fallará. Pero Tú, Señor, Tú eres fiel. Podemos depender de Ti. Podemos descansar en Ti. Tú eres todo lo que necesitamos, Señor. Tú eres pan y agua y vida y aire, y todo lo que necesitamos está en Ti. Así que, Señor, ayúdanos a esperar en ti, a tener nuestra esperanza en Ti, a apoyarnos en Ti, a fijar nuestros ojos en Ti, a confiar en Ti, este día y cada día, para siempre. Oro esto en el nombre de Jesús. Amén.
Débora: Invitándote a no solo sobrevivir en la vida cristiana, sino a tener una vida fructífera en Cristo, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de la Biblia de Las Américas, a menos que se indique lo contrario.
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