Libre del deseo de querer más
Débora: Nancy DeMoss Wolgemuth te pregunta: «¿Estás creciendo en el contentamiento?».
Nancy DeMoss Wolgemuth: Si no estás satisfecha con lo que tienes, no estarás satisfecha con lo que crees que quieres.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 15 de julio de 2024.
Piensa por un momento, ¿cuál es el anhelo más profundo de tu corazón? Nancy te mostrará cómo tener una perspectiva equilibrada hacia ese anhelo, orando fervientemente para que Dios satisfaga ese deseo, y dándote contentamiento si es que no lo hace. El episodio de hoy forma parte de la serie titulada, «Un nuevo aliento de vida».
Aquí está Nancy.
Nancy: Hoy regresamos a la mujer sunamita en 2 Reyes capítulo 4. Si acabas de sintonizarnos, esta es una mujer que vivió en el pueblo de Sunem. No sabemos su nombre, solo que la llamaban la sunamita. …
Débora: Nancy DeMoss Wolgemuth te pregunta: «¿Estás creciendo en el contentamiento?».
Nancy DeMoss Wolgemuth: Si no estás satisfecha con lo que tienes, no estarás satisfecha con lo que crees que quieres.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 15 de julio de 2024.
Piensa por un momento, ¿cuál es el anhelo más profundo de tu corazón? Nancy te mostrará cómo tener una perspectiva equilibrada hacia ese anhelo, orando fervientemente para que Dios satisfaga ese deseo, y dándote contentamiento si es que no lo hace. El episodio de hoy forma parte de la serie titulada, «Un nuevo aliento de vida».
Aquí está Nancy.
Nancy: Hoy regresamos a la mujer sunamita en 2 Reyes capítulo 4. Si acabas de sintonizarnos, esta es una mujer que vivió en el pueblo de Sunem. No sabemos su nombre, solo que la llamaban la sunamita. Hemos visto que ella es una mujer rica que le brinda hospitalidad al siervo del Señor, a Eliseo, el profeta de Dios.
Permítanme retroceder y leer el párrafo que leímos en la última sesión, 2 Reyes capítulo 4, empezando en el versículo 8:
«Y aconteció que un día pasaba Eliseo por Sunem, donde había una mujer distinguida, y ella le persuadió a que comiera. Y así fue que siempre que pasaba, entraba allí a comer. Y ella dijo a su marido: He aquí, ahora entiendo que este que siempre pasa por nuestra casa, es un hombre santo de Dios. Te ruego que hagamos un pequeño aposento alto, con paredes, y pongamos allí para él una cama, una mesa, una silla y un candelero; y será que cuando venga a nosotros, se podrá retirar allí» (vv. 8-10).
Ahora, cuando pienses en una habitación en la azotea, no pienses en techos inclinados, piensa en un techo plano y en una estructura construida encima, solamente añadiendo una habitación a una casa. Ese era el lugar más fácil para hacer una adición. Esta mujer y su esposo abrieron su hogar, abrieron sus corazones. Y ellos le mostraron hospitalidad al profeta Eliseo.
Esto me recuerda lo que le dice el apóstol Pablo a Filemón en el versículo 7 de su epístola a Filemón:
«Pues he llegado a tener mucho gozo y consuelo en tu amor, porque los corazones de los santos han sido confortados por ti, hermano».
Creo que esto es lo que Eliseo pudo haber dicho de la mujer sunamita y de su esposo: «Mi hermano, mi hermana, su amor me ha traído mucha alegría y mucho consuelo».
Esta es una relación de familia entre creyentes, porque «han reconfortado el corazón de los santos». El ministerio de la hospitalidad es el ministerio de «refrescar o animar». Como mencionamos en los programas anteriores, recuerda que ser hospitalaria no requiere que seas una cocinera gourmet o estar siempre horneando en la casa o moliendo tu trigo. Si haces eso, me parece maravilloso, pero no sientas que tienes que hacerlo. Conozco personas que cultivan su propio café, bueno, no realmente lo cultivan. Pero ellos toman esto muy en serio, ellos lo muelen en casa. Si puedes y quieres hacerlo, me parece muy bien.
Pero he sido hospitalaria en mi casa con comidas que se preparan rápidamente. Algunas veces he invitado y les he dicho: «¿Quieren venir a mi casa a comer palomitas de maíz y tomar algo?» Hace poco compré una de esas máquinas de hacer café (porque yo no tomo café), así que compré una de las que les pones las cápsulas individuales de café y lo haces. Escoges el tipo de café que prefieres, ¡y a la gente le encanta!
He servido unos cientos, quizás hasta miles de tazas de café en mi casa. Alguien me dijo el otro día: «Gracias por tener café disponible en tu casa, aún cuando no tomas café».
El hecho es que puedes mostrar hospitalidad de maneras que no requieren gran cantidad de tiempo. Tu casa no tiene que lucir como si fuera la portada de una revista. Si vas a recibir personas en tu hogar, no va a lucir como la portada de una revista, porque en el único lugar donde los hogares lucen así es, ¡en las portadas de las revistas! ¿No es cierto?
El ministerio bondadoso de la hospitalidad es una forma de reflejar el corazón de Dios a otros. Un antiguo escritor que habló sobre este pasaje, dejó ver este punto: «Mientras estamos haciendo el bien a otros, siempre estamos en el camino de encontrar el bien para nosotros mismos». Vemos que esto es exactamente lo que pasó con la mujer sunamita.
Ella fue hospitalaria con el profeta Eliseo y recibió bendiciones de vuelta. Vamos a continuar en 2 Reyes en el capítulo 4 versículo 11:
«Y aconteció que un día vino él por allí, se retiró al aposento alto y allí se acostó. Entonces dijo a Giezi su criado: Llama a esta sunamita. Y cuando la llamó, ella se presentó delante de él. Y él le dijo a Giezi: Dile ahora: «He aquí, te has preocupado por nosotros con todo este cuidado; ¿qué puedo hacer por ti? ¿Quieres que hable por ti al rey o al jefe del ejército?» (vv. 11-13)
Ahora, esta mujer nunca le había cobrado a Eliseo y a su criado por su hospitalidad. Nunca les había pedido nada a cambio. Ella no esperaba nada a cambio. Ella lo estaba haciendo solo para bendecirlos. Pero Eliseo lo apreciaba como todo buen huésped sentiría. Él estaba agradecido.
La amabilidad de esta mujer tocó el corazón de Eliseo, y él no lo tomó por sentado. Él quiso saber si había alguna forma en que pudiera ser de bendición para ella. Pero, ¿qué haces por una mujer que lo tiene todo? Así que él envía a su criado a preguntarle a ella, «¿hay algo que podamos hacer por ti? ¿Hay alguna forma en que podamos bendecirte? ¿Quieres que le hablemos al rey a tu favor?»
Eliseo conocía al rey, el rey Jorán quien era el rey de Israel en ese entonces, el hijo del malvado rey Acab. Jorán en realidad le debía un favor a Eliseo. En el capítulo anterior, en 2 Reyes capítulo 3, hubo una rebelión donde los ejércitos unidos de Judá, Israel y Edom estuvieron peleando contra la nación de Moab; y el ejército del pueblo de Dios no tenía agua.
Ellos habían llamado a Eliseo para que orara, y Dios milagrosamente le había revelado al profeta que Él iba a proveer agua en abundancia, lo cual, Él hizo. De manera que el ejército moabita fue derrotado. Esa es una larga y complicada historia que puedes encontrar en el capítulo 3 de 2 Reyes, pero Dios había usado a Eliseo para ayudar a ganar una victoria para el ejército israelí.
Así que Eliseo le dice a ella, «¿quieres que le pida al rey que me devuelva el favor? No necesito nada de él, pero quizás puedo pedirle algo para ti». Eliseo no anda buscando algo para él, pero está contento de usar su influencia para ayudar a otra persona. «¿Quieres que haga algo por ti? ¿Quieres que le pidamos algo al rey o al jefe del ejército?»
Ahora, piensa en las cosas que esta mujer pudo haber pedido en respuesta a este «cheque en blanco».
«Sí, sería maravilloso si yo pudiera tener una casa más grande y así tener más habitaciones, más cosas, más…», cualquier cosa.
«(Pero) ella (simplemente) respondió: Yo vivo en medio de mi pueblo. Él entonces dijo: ¿Qué, pues, se puede hacer por ella? Y Giezi respondió: En verdad ella no tiene ningún hijo y su marido es viejo» (v.13-14).
Vamos a analizar esto por un momento. Primero que todo, esta mujer no tiene hijos. Existía en esta cultura una vergüenza de ser estéril. Estar casada y no tener un hijo era considerado como una maldición. Era algo vergonzoso, no porque Dios dijera que era vergonzoso, sino porque las personas pensaban, «Dios no te ha bendecido con hijos, debe haber algo que anda mal contigo».
Y luego esta mujer no tendría un heredero varón. Su línea familiar, el nombre de su familia no continuaría en Israel. Vemos que su esposo es más viejo y es probable que muera antes que ella. Es probable que llegue a enviudar. Ella entonces no tendrá forma de sostenerse después que su esposo muera.
Esto era algo serio en esa cultura, que esta mujer no tuviera hijos. Así que aquí está una mujer que tiene razones humanas para el descontento, el resentimiento, la inquietud, pero aquí está una mujer que está satisfecha con lo que tiene. Ella tiene lo que necesita.
Pero ellos le preguntaron: «¿Qué podemos hacer por ti? ¡Pídenos lo que sea!»
Ella le dijo: «Yo vivo en medio de mi gente. Estoy bien, tengo lo que necesito». Ella vive en medio de una familia extendida, así que ella cuenta con su apoyo, su protección. Ahora, ese no siempre será el caso, como veremos más tarde en esta serie. Cuando ella llega al punto en que no tiene sustento, Dios va a intervenir providencialmente para suplir sus necesidades en otras formas.
Pero, en este momento ella tiene lo que necesita; ella está satisfecha con lo que tiene. Tiene un esposo, tiene un hogar, y no está enfocada en lo que no tiene, que es un hijo. Ella está utilizando esta temporada de su vida, así de imperfecta, para ayudar a otros.
Ella no anda lamentándose por su falta de hijos. Aun así, es dadivosa, cuida de la vida. Está construyendo un hogar, un nido, y ella está sirviendo a otros. No existe evidencia de que esta mujer esté amargada o descontenta, aunque no tenga hijos (la implicación es que ella no puede tener hijos).
Un comentarista hizo esta observación sobre este versículo: «¿Cuántos pocos hay en la tierra como esta mujer? ¿Quién está tan satisfecho con lo que tiene, que no desea tener más?» Imagínate si alguien te dijera: «Escribe la cantidad que quieras en este cheque en blanco. ¿Qué quieres? ¿Qué necesitas?» ¿Tendrías una larga lista en tu corazón aunque no se la dieras? O podrías decir: «Tengo lo que necesito. Lo que tengo es suficiente».
Y ni mencionar el hecho de que lo único que quizás ella más anhelaba, era lo que no tenía. Ni lo mencionó. Tenemos esa tendencia humana a desear más, a no estar satisfechas con lo que tenemos. Para muchas de nosotras, lo que tenemos nunca es suficiente.
Esto es alimentado por los catálogos que leemos. He llegado al punto en mi vida en que tengo que tirarlos a la basura. Recibo muchos catálogos por alguna razón. Sé que si me quedo con ellos, van a provocar descontento en mi vida. Estoy realmente feliz con lo que tengo hasta que veo lo que no tengo.
Estoy satisfecha con las modas del año pasado hasta que veo las de este año. Sé que esto no solo me pasa a mí. Esta es una razón, entre muchas, por las que trato de no ir a los centros comerciales. No ayudan a mi vida espiritual. No me ayudan a estar más satisfecha. Si no estás satisfecha con lo que tienes, no estarás satisfecha con lo que crees que quieres.
Veo en esta mujer un corazón de contentamiento. Las Escrituras nos hablan mucho sobre esto. 1 Timoteo capítulo 6, leímos sobre esto en el último programa. Permítanme leer otro párrafo de 1 Timoteo capítulo 6:
«Pero la piedad, en efecto, es un medio de gran ganancia cuando va acompañada de contentamiento. Porque nada hemos traído al mundo, así que nada podemos sacar de él. Y si tenemos qué comer y con qué cubrirnos, con eso estaremos contentos» (vv. 6-8).
Eso es simplicidad, ¿no es cierto? No tener que tener más, no tener que acumular. Y no solo no almacenar cosas que tenemos, sino también limpiar nuestros closets. Desprenderte de cosas, usarlas para bendecir y beneficiar a otros. El otro día estaba mirando algunas de las cosas en mi clóset, y hay algunas piezas de las que tengo muchas y que no estoy usando.
Mientras estaba estudiando este pasaje, este pensamiento me llegó al corazón, «necesitas deshacerte de algunas de estas cosas». Hago eso periódicamente, pero necesito hacerlo otra vez. Quizás tú también necesites hacer esto otra vez.
Hubo un antiguo ministro llamado William Jay quien escribió a finales de los 1700, principios de los 1800. Él escribió una composición sobre la mujer sunamita y hay un pasaje un poco largo aquí. Usualmente no me gusta leer pasajes largos de otras personas en el programa, pero este me pareció tan bueno, sobre todo esto del contentamiento, como lo vemos ejemplificado en esta mujer.
Quiero leérselo a ustedes. Él dice:
«La verdad es que la felicidad no depende de las cosas externas, sino de los principios y la disposición de la mente, y de esta manera, la felicidad está tan asequible para nosotros en nuestro estado presente como en cualquier estado imaginable».
Él está diciendo que puedes estar tan feliz con lo que tienes ahora, como piensas que pudieras estar con las cosas que no tienes ahora. Él continúa diciendo:
«Cultiva, entonces, la felicidad interior. No la busques en un estado superior sino en una mente satisfecha. Esfuérzate en reducir tus deseos en vez de aumentar tus medios económicos. Cuídate de una mente errante. Aprovecha a plenitud del disfrute y las posesiones que tienes en el presente, a diferencia de lo que pudieras tener en el futuro y lo imaginario. Entra a la escuela donde estudió el apóstol que pudo decir: «Sé vivir en pobreza, y sé vivir en prosperidad; en todo y por todo he aprendido el secreto tanto de estar saciado como de tener hambre, de tener abundancia como de sufrir necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece».
Y William Jay continúa diciendo: «Pon tu confianza en la providencia de tu Padre celestial, en lo que concierne a determinar los límites de tu morada». (Deja que tu Padre celestial decida cuánto espacio necesitas, dónde debes vivir y qué es bueno para ti).
Confía en Él, quien está comprometido a disponer todas las cosas para tu bien. Deja que Él escoja tu herencia por ti, y luego al final podrás reconocer, «las cuerdas cayeron para mí en lugares agradables; en verdad mi herencia es hermosa para mí».
Harás bien en recordar que este no es tu lugar de descanso, que solamente somos forasteros y peregrinos en esta tierra; en muy poco tiempo no importará si hemos sido ricos o pobres, grandiosos o poco distinguidos.
Busca tener una firme esperanza en el cielo. Esto te llevará a reconciliar cualquier privación que seas llamada a soportar en esta tierra, y si acaso te vieras en medio de problemas, esto te reanimará y te permitirá decir: «Pues considero que los sufrimientos de este tiempo presente no son dignos de ser comparados con la gloria que nos ha de ser revelada; pues esta aflicción leve y pasajera nos produce un eterno peso de gloria que sobrepasa toda comparación».
«Busca tener una firme esperanza en el cielo…» Conténtate con lo que tienes ahora, con lo que Dios te ha dado aquí, y luego ancla tu corazón y tu esperanza y tus afectos en la esperanza de lo que está por venir, la esperanza del cielo.
Veo eso en esta mujer, ese corazón de contentamiento, y ese es el corazón que yo también quiero tener. En el versículo 14, Eliseo le dice a Giezi: «Esta mujer que dice que no necesita nada, ella está contenta con lo que tiene, entonces, ¿qué puedo hacer por ella?» Giezi le contesta: «Bueno, ella no tiene hijos, y su esposo ya es anciano».
Así que esta es una gran idea. A esta mujer le hace falta un hijo, ella necesita un hijo. Aparentemente, a ella le encantaría tener un hijo. No puede tener hijos, no hay esperanza de tener un hijo, humanamente hablando. ¿Para qué hablar de esto? No hay nada que hacer en ese caso. ¿Qué puede hacer Eliseo? ¿Qué puede hacer Giezi? Esta mujer no puede hacer nada. Su esposo tampoco. Su esposo es un anciano. La implicación es que ella es estéril.
¿Para qué hablar de eso? Bueno, humanamente es imposible… pero, Dios. Dios. Así que Eliseo dice en el versículo 15:
«Llámala». Y cuando él la llamó, ella se detuvo en la puerta. Y Eliseo le dijo: «El año que viene, por esta fecha, estarás abrazando a un hijo».
¡Wow! Ese es un premio excelente por su hospitalidad.
¡Eso fue increíble! Esto debió haber sido lo último en el mundo que esta mujer esperaba oír, pero Eliseo discernió el plan de Dios para bendecir a esta pareja, para bendecir a esta mujer con un hijo. Y ella dijo: «No, mi Señor, oh hombre de Dios; no engañe usted a su sierva». ¿Qué está ella diciendo? «¡No me engañe! ¡No me dé esperanzas si no van a ser cumplidas!»
Pero el versículo 17 dice: «Pero la mujer concibió y dió a luz un hijo al año siguiente en el tiempo que Eliseo le había dicho».
De manera que aquí tenemos una mujer cuyo esposo es viejo, por lo menos. Puede que hayan pasado los años más fértiles para concebir… no sabemos eso. Ella no tenía hijos. Las mujeres judías estaban ansiosas de tener hijos, porque eso significaba la bendición de Dios.
He aquí una mujer que había perdido las esperanzas de poder tener un hijo, pero Dios conoce los anhelos insatisfechos del corazón de cada persona. En este caso, Dios dijo: «Te voy a conceder el deseo de tu corazón».
El Salmo 113, el versículo 9 dice: «Él hace habitar en casa a la mujer estéril, gozosa de ser madre de hijos». Permítanme recordarles lo que el Pastor William Jay dijo en esa larga cita que les leí hace un momento: «Dios puede que no te bendiga con las bendiciones físicas que estás deseando».
Tenemos mujeres que nos escuchan, que probablemente no pueden tener hijos, y esto no significa que no puedas ser completamente bendecida por Dios. No está prometido en esta historia, ni en la Palabra de Dios, que Dios va a conceder cada deseo de tu corazón, incluyendo ese gran deseo de tantas mujeres de tener un hijo. Es allí donde necesitamos recordar que Dios mismo es quien satisface los anhelos de nuestros corazones.
Él es la satisfacción de esos anhelos. Él puede escoger darte un hijo, aún en una edad avanzada, o puede que no. La mujer que está contenta con lo que Dios le ha dado, y con Dios mismo, tendrá una fuente de alegría en su vida sin importar si estos anhelos han sido satisfechos en esta vida o no.
La persona, la mujer que tiene su corazón fijo o puesto en el cielo, va a tener gozo. Sé que puedo encontrar, y de hecho encuentro, plenitud en Cristo al abrazar, al aceptar como un regalo de Dios para mí, la etapa de la vida en la que Él me ha colocado.
¡Soy una mujer bendecida! ¿Quiere esto decir que nunca tengo esos deseos insatisfechos? ¿Quiere esto decir que tú nunca tendrás esos deseos insatisfechos? Está bien tener esos anhelos insatisfechos. Lo que no está bien es dejar que ellos nos vuelvan una persona descontenta, deprimida, desanimada, o exigirle a Dios que cumpla esos anhelos.
Entonces aquí Dios le concede a esta mujer el deseo de su corazón, pero la llena de Él mismo. Como dijo un comentarista: «De este modo ella experimentó llena de gozo, que el Dios de Sara y de Ana todavía vivía». Dios, quien le había dado a Sara un hijo en su vejez. Dios, quien le había dado a Ana un hijo cuando ella era estéril; Dios en Su providencia y en Su sabiduría—para los propósitos de Su reino—escoge bendecir a la mujer sunamita dándole un hijo cuando ya no era humanamente posible.
Eso fue algo más allá de su imaginación. ¿Puedes imaginarte el cambio que ocurrió en esa casa? Sabes lo que sucede cuando tienes veintidós años y traes un hijo a tu casa. Pero imagina esto a cualquier edad que ella y su esposo tenían, y nunca pensaron que ellos tendrían un niño en su casa.
Ellos probablemente tenían la edad de ser abuelos, y ahora tienen un niño en su casa, el cambio que esto trajo, pero imagínate también el gozo que Dios trajo a esta mujer. Volviendo al Pastor William Jay, él dice:
«Y de esta manera, ella, la que edificó una habitación para el hombre de Dios, tiene ahora el prospecto de que su casa será edificada en Israel… Ella que se había distinguido por su generosidad y su amistad, es recompensada con el regalo de una vida, el regalo más precioso».
Dios está recompensando en esta forma la bondad de esta mujer y su generosidad para con el siervo del Señor. Pienso en ese principio en la Escritura. No quiere decir que serás bendecida con un esposo, o con un hijo, porque eres hospitalaria, pero serás bendecida.
Hebreos capítulo 6 versículo 10 dice: «Porque Dios no es injusto como para olvidarse de vuestra obra y del amor que habéis mostrado hacia Su nombre, habiendo servido, y sirviendo aún, a los santos». Dios sabe que estás sirviendo. Él sabe lo que pasa entre bastidores, las formas en que sirves sin recibir aplausos, y Él te recompensará.
Proverbios capítulo 11 versículo 25 dice: «El alma generosa será prosperada, y el que riega será también regado». O como dijo Jesús en Lucas capítulo 6: «Den, y se les dará». Así que mientras miramos este pasaje, quiero que recordemos que no hay nada demasiado difícil para Dios. No hay anhelo que Dios no pueda satisfacer, siempre y cuando Él sepa que traerá mayor gloria a Él.
En ese momento Dios puede, y lo hará, en Su providencia, conceder los deseos de tu corazón. Pero, mientras tanto, y aún si Dios nunca te concede esos deseos insatisfechos porque Él quiere glorificarse a Sí mismo de una forma diferente, ahí es donde debemos aprender a confiar en la provisión de Dios y en el tiempo de Dios en nuestras vidas.
Miro a esta mujer, y me recuerdo a mí misma que no quiero desperdiciar ninguna etapa de mi vida lamentándome por lo que no tengo, o por lo que quisiera tener, o por lo que tengo y desearía no tener. Quiero estar en este momento, estar en la temporada precisa y usarla completamente para la gloria de Dios.
Y luego, el recordatorio de dar y servir de la manera que puedas en esta etapa de tu vida. Pregúntale a Dios: «¿Cómo quieres que use lo que Tú me has dado, para ser una fuente de bendición y de gracia en las vidas de otros?». Y observa a Dios llenar tu vida mientras tú eres un canal de bendiciones para otros.
Débora: Nancy DeMoss Wolgemuth nos ha recordado que si no estamos satisfechas con lo que tenemos, no estaremos satisfechas con lo que creemos que queremos; pero el contentamiento trae paz.
Y tú, ¿abres tu corazón y tu hogar ante las oportunidades que Dios trae a tu vida?
También quiero preguntarte, cuando una crisis golpea tu vida, ¿hacia dónde te diriges? Al continuar estudiando la vida de la mujer sunamita verás cómo ella respondió cuando sucedió lo impensable.
Nancy: La pregunta es: ¿Conoces tú a Dios de tal manera, que incluso a través de tus lágrimas puedes levantar los ojos y decir: «Todo aún está bien, y todo estará bien»? Ella dijo eso antes de escuchar el final de la historia, antes de ver toda la historia... todo iba a estar bien.Independientemente de si Dios invierte tus circunstancias o no, si tú estás en Su mano y le perteneces, entonces todo está realmente bien, y todo estará bien.
Débora: Asegúrate de escuchar la continuación de esta enseñanza mañana, aquí en Aviva Nuestros Corazones.
Adornando el evangelio juntas, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de la Biblia de Las Américas, a menos que se indique lo contrario.
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Recursos del Episodio
Serie, «El corazón de la hospitalidad»
Libro, «Sea agradecido»
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