El peligro de confiar en las habilidades naturales
Sarah: Aquí está Nancy con una pregunta y una advertencia.
Nancy DeMoss Wolgemuth: ¿Te inflas con los elogios? Si es así, entonces te vas a desinflar con la crítica.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy 2 de mayo de 2024.
Sarah: Ayer, Nancy dio inicio a un mensaje titulado: «Peligros potenciales en el ministerio». Los primeros dos peligros que Nancy describió son:
- Perder el asombro
- Descuidar tu relación personal con el Señor
La enseñanza de ayer fue un recordatorio importante para todas nosotras, sea que estemos oficialmente en un ministerio o no. Todas somos líderes, de una manera u otra, todas hacemos discípulos e influimos sobre los que nos rodean.
Si no escuchaste el primer episodio, léelo o escúchalo a través de nuestra página web, AvivaNuestrosCorazones.com. Aquí está Nancy para continuar donde nos quedamos en el episodio …
Sarah: Aquí está Nancy con una pregunta y una advertencia.
Nancy DeMoss Wolgemuth: ¿Te inflas con los elogios? Si es así, entonces te vas a desinflar con la crítica.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, en la voz de Patricia de Saladín. Hoy 2 de mayo de 2024.
Sarah: Ayer, Nancy dio inicio a un mensaje titulado: «Peligros potenciales en el ministerio». Los primeros dos peligros que Nancy describió son:
- Perder el asombro
- Descuidar tu relación personal con el Señor
La enseñanza de ayer fue un recordatorio importante para todas nosotras, sea que estemos oficialmente en un ministerio o no. Todas somos líderes, de una manera u otra, todas hacemos discípulos e influimos sobre los que nos rodean.
Si no escuchaste el primer episodio, léelo o escúchalo a través de nuestra página web, AvivaNuestrosCorazones.com. Aquí está Nancy para continuar donde nos quedamos en el episodio pasado.
Nancy: El peligro número tres es proclamar una verdad que no estamos viviendo. Esto tiene que ver con lo que en nuestro ministerio, llamamos un «mensaje de vida». El poder de un «mensaje de vida». El peligro es que muchas de nosotras, en áreas de nuestra vida, estamos hablando de cosas que no estamos viviendo.
Esto es algo con lo que yo honestamente lucho, porque, tenemos programas radiales diarios, 260 programas al año. Esto no se detiene solo porque yo digo, «espera, necesito que mi vida se ponga a la par con lo que estoy enseñando». El programa tiene que seguir adelante. Tengo esta lucha, porque estamos hablando de tantas áreas de la vida y ministerio donde estoy desafiando a las mujeres a ponerse a cuentas con el Señor, a amarlo, y a estar apasionadas por Él, y en cualquier día determinado puedo señalar áreas donde yo sé que mi vida no ha alcanzado la verdad que estoy intentando compartir con las demás.
Algunas veces el enemigo puede usar eso para chantajearme. Y me siento como: «¡Hipócrita! Qué estás haciendo, parada ahí hablando sobre distracciones, piensa en tu tiempo con el Señor en las últimas semanas».
Así que, el objetivo, el estándar, no es que en cada área de nuestras vidas estemos donde sabemos que debemos estar, o donde sabemos que queremos estar. Sino el estándar es que no nos rendimos, no estamos contentas con enseñar a otras una verdad que nosotras mismas no tenemos intención de vivir; que no estamos preparándonos para vivir. La meta es que no estamos pretendiendo ser lo que no somos.
Tal vez has escuchado que se dice que el último que hace su testamento es un abogado. El último en hacerse un chequeo físico completo, algunas veces, es el médico. ¿Pudiera ser que el último en saber que tiene una necesidad espiritual es el que trabaja en el ministerio? ¿Alguien que está sirviendo al Señor?
Creo que fue Tozer quien dijo que la maldición del siglo veinte (y aún más en el siglo veintiuno) es que pensamos que porque sabemos algo, por lo tanto lo tenemos, cuando en algunos casos, nada está más lejos de la verdad.
Sabemos acerca de la oración, sabemos acerca de la vida devocional, sabemos acerca de caminar por fe, sabemos acerca de una actitud de gratitud, sabemos sobre compasión y bondad y humildad y mansedumbre y paciencia. Sabemos todas estas cosas; por lo tanto, asumimos que «tenemos» estas cosas cuando en algunos casos nuestras vidas están muy lejos de lo que les estamos enseñando a las demás.
Estamos hablando de cosas a lo largo del camino que se encuentran más lejos, más adelante de donde realmente estamos actualmente caminando. Es por eso que pienso que es algo maravilloso que el apóstol Pablo fuera capaz de decirle a los corintios en 1 Corintios 11:1, «Sed imitadores de mí, como también yo lo soy de Cristo. Síganme a mí».
Él no dijo, «lean mis notas, escuchen mis mensajes, descarguen mi programa de radio….» Él dijo, «Sigan mi vida, porque por la gracia de Dios, yo estoy siguiendo a Cristo. Así que cuando ustedes me siguen, están en verdad siguiéndolo a Él». No es solo la vida que tenemos en público o en la plataforma lo que importa aquí. Todas podemos hacer los ajustes necesarios para ser las personas que se espera que seamos en la plataforma.
Y cuando digo, «en la plataforma», no solo me refiero a hablar en conferencias, sino cuando estamos aconsejando a otras, cuando estamos discipulando a otras, cuando estamos dirigiendo una reunión o un estudio bíblico. Eso es el ministerio público, ¿no es así?
Todas sabemos que no vas a ser grosera, desagradable, egoísta, cuando estás ministrando. Pero esa no es la única medida aquí. Es quien eres en privado, cuando nuestro público no sabe lo que estamos haciendo o cómo somos o quiénes somos.
Cuando nadie más ve o nadie más conoce las decisiones que tomo; qué estoy viendo en mi computadora; qué estoy buscando en el internet; cuánto tiempo estoy pasando en juegos de computadora o cómo es mi actitud dentro de las cuatro paredes de mi casa o en la oficina, con aquellos que me conocen mejor. Lo que importa es quien yo soy en esos momentos privados y escondidos.
Lo que hago con mi tiempo libre, cómo respondo a mi familia detrás del escenario. Quién soy en esos momentos escondidos donde nadie me ve tiene mucho que ver con si seré capaz de permanecer en la carrera y honrar al Señor hasta llegar a la meta final.
El apóstol Pablo habló a los romanos sobre el poder de un mensaje de vida. En Romanos capítulo 2, él dijo: «tú, pues, que enseñas a otros, ¿no te enseñas a ti mismo? Tú que predicas que no se debe robar, ¿robas? Tú que dices que no se debe cometer adulterio, ¿adulteras? Tú que abominas los ídolos, ¿saqueas templos? Tú que te jactas de la ley, ¿violando la ley deshonras a Dios?»
Y aquí está la parte triste, «Porque el nombre de Dios es blasfemado entre los gentiles por causa de vosotros, tal como está escrito» (vv. 21-24). Como ves, si proclamamos una cosa y vivimos otra, aquellos quienes nos conocen mejor y que ven la discrepancia, ellos ven la brecha, van a tener todo el derecho de venir y decirnos, «no puedo creer lo que estás diciendo. Has perdido la credibilidad».
Son nuestras vidas, nuestro caminar con Cristo, lo que da credibilidad al mensaje que enseñamos a los demás. Oswald Chambers lo dice así: «El mensaje debe ser parte de nosotros. Antes de que el mensaje de Dios pueda liberar otras almas, la liberación debe ser real en ti».
Así que hazte estas preguntas:
- «¿Existe algún asunto que Dios ha revelado en Su Palabra que no estoy obedeciendo?»
- «¿Estoy viviendo y caminando arrepentida?»
No solo me arrepentí hace veintitrés años, cuando acepté a Cristo, sino «¿estoy viviendo arrepentida hoy? Cuando Dios me revela algo en Su Palabra, donde Su estándar y mi vida están en conflicto, ¿soy rápida para responder, «sí, Señor», apartarme de mi propio camino y volverme hacia Cristo? ¿Estoy caminando arrepentida?»
- «¿Es mi vida privada consistente con lo que proclamo a las demás?»
Déjame tomar un momento para entrometerme aquí. Quizás digas, «pienso que eso es lo que has estado haciendo en los últimos minutos». Amigas, llevo sobre mí un peso, y no sé a quién le estoy hablando, pero he conocido tantas mujeres que están en diferentes tipos de ministerio sin atender primero las cosas en sus hogares.
Hay muchas historias diferentes, y tal vez tú estés casada con un hombre que no es creyente o no tiene un corazón para el Señor. Permíteme decirte, si tu cristianismo es real, si es auténtico, va a funcionar dentro de las cuatro paredes de tu hogar. Tú no puedes estar allá afuera, bueno, sí puedes estarlo, pero no está bien que nosotras estemos «allá afuera» sirviendo al Señor… y quiero hablarle especialmente a esposas y mamás.
Todas tenemos diferentes prioridades en el hogar pero para aquellas que son esposas y mamás, es muy preocupante que estén pasando treinta horas a la semana en la iglesia a cargo de esto o aquello, comenzando esto o aquello, ejecutando esto o aquello, enseñando esto o aquello, y luego si fuéramos a hablar con tu esposo o tus hijos, ellos dirían, «¿todas esas cosas? Eso no es mi mamá; compasión, bondad, mansedumbre, humildad, dulzura, paciencia, no lo creo».
Ese es el examen, la prueba. ¿Funciona ahí? No puedes estar intentando salvar a todas las mujeres en el mundo y descuidar a las personas que Dios te ha dado como tu primer ministerio. Tu esposo y tus hijos.
Dios tiene que darte la sabiduría de cómo eso se ve, cómo toma forma; pero tengo una preocupación por las mujeres que están perdiendo sus hijos, perdiendo su matrimonio. Las cosas no están bien en el hogar, y aun así ellas están allá afuera intentando salvar la vida de todos los demás.
Es muy importante vivir delante de aquellos quienes están más cerca de nosotras el mensaje que estamos proclamando a las demás. «¿Es mi estilo de vida consistente con lo que proclamo a los demás? Puedo decirles a los demás, «vive tu vida así como yo, y Dios te va a bendecir. Estudia la Palabra de Dios como yo estudio la Palabra de Dios, dale ese lugar en tu vida, y serás una mujer bendecida. Ama a los demás como yo amo a los demás, ama a tu esposo, ama a tus hijos como yo amo a mi esposo e hijos, y Dios te va a bendecir. Ten ese tipo de vida de oración que yo tengo». Voy a detenerme aquí, porque yo no tengo el tipo de vida de oración que quiero que imites. Ni siquiera estoy cerca de tenerlo.
Esa es una de las razones por las que no enseño sobre la oración. Por la gracia de Dios, algún día me gustaría poder hacerlo, porque no estoy satisfecha con quedarme así. Pero algunas veces me preguntan: «¿Puedes venir y compartir en esta conferencia sobre la oración?» Y yo respondo, «no puedo. Me gustaría poder hacerlo, y no estoy orgullosa del hecho de que no puedo, pero quiero tener el tipo de vida de oración donde pueda decirte, «mira como oro», para poder ayudarte y enseñarte en tu vida de oración.
Necesitamos pedirle al Señor que examine y evalúe cada área de nuestras vidas.
Número cuatro, aquí hay otro peligro: Depender de lo natural en lugar de lo sobrenatural. Creo que existen dos formas en las que hacemos esto. Déjame hablar un poco sobre estas dos.
La primera es dones y habilidades naturales. Una de las razones, probablemente, por la que tienes la posición que tienes en el ministerio (esto no es cierto de todas, pero es cierto de muchas personas), por lo que se te ha pedido que sirvas de la forma en la que estás sirviendo, es porque tienes algunos dones y habilidades naturales. Eres una líder.
Cuando entro a un salón lleno de líderes del ministerio de mujeres, ellas son mujeres alfa. O sea, ellas son emprendedoras, son líderes. Cuando entro a un grupo mixto, un grupo común de mujeres, ellas dejan de hablar, porque Nancy DeMoss de Wolgemuth acaba de entrar, y ellas quieren escuchar lo que tengo que decir.
No es así cuando estoy con líderes del ministerio de mujeres. Cuando entro en el salón, no puedo articular ni una palabra, y está bien, porque ellas son comunicadoras, ellas son líderes, ellas son emprendedoras, ellas son estrategas, ellas son pensadoras. Es por eso que se te han pedido que sirvas de esa manera.
Pero mientras más dones naturales tienes, mayor es el peligro potencial de depender de esos dones y habilidades naturales en lugar de depender de Dios. Cuando tus dones naturales te sostienen, entonces no tienes que depender del poder del Espíritu Santo. Eso es evidenciado en la falta de oración, entre otras cosas.
«Yo puedo hacer eso». Y el ministerio llega a ser la suma total de nuestros esfuerzos y habilidades combinados. Jamás diríamos que podemos servir en el ministerio sin Dios, pero vivimos como si pudiéramos servir en el ministerio sin Dios. Temprano en mi vida de ministerio, una de las cosas que le pedí al Señor, yo era muy buena alumna, y eso es parcialmente porque nunca tome ningún curso que pensara que no iba a poder hacer fácilmente. Soy una de esas personas que únicamente intenta cosas que sabe que puede hacer bien, así que era una muy buena alumna. Terminé la universidad sin tomar matemáticas, historia, literatura o ciencias, si lo puedes imaginar. Eso es bastante patético.
Tomé historia del Antiguo Testamento y contaban eso como historia. Tomé cursos más fáciles y me fue bastante bien, y tenía algunas habilidades naturales. Me especialicé en piano, la música me era fácil, ciertas cosas me eran fáciles. Al encontrarme en el ministerio vocacional, me di cuenta de que muchas de las cosas que iba a hacer eran áreas donde tenía algunos dones naturales.
Comencé a pedirle al Señor que nunca me dejara llegar al lugar donde pudiera hacer lo que fuera que Él me estuviera llamando a hacer, sin Él. ¿Sabes?, esa es una petición que el Señor ha sido muy fiel en contestar. No puedo decirte cuántas veces a través de los años, probablemente cientos de veces, cuando me encuentro asistiendo a un fin de semana como este, o a una responsabilidad, donde me siento totalmente impotente, inadecuada, necesitada, incapaz de hacer lo que Dios me ha llamado a hacer, sintiéndome como que alguien más (he tenido este pensamiento en las últimas veinticuatro horas) debería estar haciendo este trabajo.
Y no es una falsa modestia. Verdaderamente siento esta sensación aguda y desesperada de mi necesidad de Dios. Te diré que es aterrador estar en ese lugar, pero es un lugar muy bueno donde estar. Es donde quieres quedarte. Es lo que el apóstol Pablo dijo en 1 Corintios 2, «Y estuve entre vosotros con debilidad, y con temor y mucho temblor» (v.3). ¡El apóstol Pablo! Debilidad y temor y temblor.
«Y ni mi mensaje ni mi predicación fueron con palabras persuasivas de sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder, para que vuestra fe no descanse en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios» (v.4). ¿Quieres un ministerio que pueda explicarse? Entonces hazlo con tus propios dones y habilidades naturales.
Tal vez digas, «wao, ella es verdaderamente dotada». Esa puede ser la explicación. Pero yo quiero un ministerio, quiero ser parte de un ministerio que no puede ser explicado en términos de mis dones y habilidades, o los dones y habilidades en conjunto de nuestro equipo. Quiero un ministerio que únicamente pueda ser explicado en términos de Dios, de lo sobrenatural.
William Gurnall es uno de mis escritores favoritos de antaño. Él escribió el libro, El cristiano con toda la armadura de Dios, publicado por Banner of Truth. Si puedes, obtén una versión moderna de El Cristiano con Toda la Armadura de Dios, está organizado en devocionales diarios para un año y es muy fácil de leer. Tiene muchas citas muy buenas para personas en el ministerio. Él dice,
«Si hay alguna explicación para nuestro servicio cristiano, entonces por más impresionante que nuestro trabajo pueda parecer ante los ojos de los hombres, será consumido por fuego en el día de la prueba, como madera, heno y paja. El único trabajo que va a perdurar para la eternidad es aquel que es producido en humilde dependencia del poder del Espíritu de Dios».
¿Te encuentras dependiendo de dones y habilidades naturales, o de Dios?
Algo más en lo que dependemos es en herramientas naturales, recursos o programas. Tenemos herramientas, las necesitamos en el ministerio. Las necesitamos en lo que sea que estemos sirviendo al Señor. Estudios bíblicos, libros, algunas de ustedes animan a sus mujeres a escuchar Aviva Nuestros Corazones. Esa es una herramienta, es un recurso.
Tienes programas, actividades para madres e hijas, eventos y diferentes tipos de ministerios que suceden en la iglesia. No hay nada malo con esas cosas, pero quiero decirte que esas herramientas no tienen vida y serían impotentes a menos que sean energizadas por el poder del Espíritu Santo.
Hay una gran ilustración de eso en 2 Reyes capítulo 4. ¿Recuerdas la historia de la mujer por quien Eliseo oró, y a quien Dios le dio un hijo? El hijo creció, llegó a ser un adolescente, un hombre joven, y enfermó y murió. La madre estaba muy perturbada; ella estaba fuera de sí por el dolor, y fue hacia el hombre de Dios y le rogó que viniera y le ayudara.
Eliseo tenía un siervo llamado Giezi, quizás te acuerdas de la historia. Solo puedo imaginármelo pensando, voy a usar un poco mi imaginación aquí, «Eliseo tiene ese báculo, y cuando el usa ese báculo, cosas sorprendentes suceden. Me gustaría ver lo que yo puedo hacer con esa vara».
Él se adelanta y corre hacia el niño. Toma la vara de Eliseo y la pone sobre el niño, porque él ha visto el báculo de Eliseo hacer cosas sorprendentes, ¿no es así? La vara nunca hace algo sorprendente, era Dios obrando a través de Su siervo Eliseo y usando la vara como una herramienta.
Así que Giezi tiene esta herramienta y él la pone sobre el niño, ¿y qué sucede? Nada. Solo un cuerpo sin vida y una vara inanimada, una vara sin vida. ¿Me entiendes? Entonces Eliseo llega detrás del siervo. ¿Y qué es lo que hace Eliseo? Él se pone a sí mismo sobre ese cuerpo sin vida. Estamos hablando de cabeza a cabeza, brazo a brazo, cuerpo a cuerpo, pierna a pierna, y él ora y respira, y el aliento de Dios, el Espíritu de Dios, fluye a través del hombre de Dios a este cuerpo sin vida, y el muchacho vuelve a la vida.
Pienso que esa es una imagen de dos formas diferentes de llevar a cabo un ministerio. No hay nada malo con tener herramientas y recursos, pero entiende que eso es todo lo que son. Son inútiles, son impotentes, a menos que estén en las manos de una mujer o un hombre que reconoce su dependencia del poder del Espíritu de Dios y está dispuesta a poner su propia vida sobre las personas a quienes está intentando discipular.
Puedes pensar en algunas mujeres en tu ministerio que simplemente no lo comprenden. Ellas constantemente están necesitadas, constantemente están luchando, constantemente están en esclavitud. Les has dado cada programa, cada libro, cada recurso que conoces, y no hay cambio.
Tal vez debes intentar ponerte sobre esa vida, tu corazón, tu compasión, tus oraciones y fe, y pedir al Espíritu de Dios; no estoy diciendo que tú eres la persona que Dios va a usar para traer vida espiritual a cada persona que ministres, pero tenemos que darnos cuenta de que no podemos depender de programas, de métodos, de recursos, de herramientas. Nuestra dependencia está en el poder de Dios.
Por eso Pablo dice en 1 Tesalonicenses capítulo 2, por cierto, esos primeros dos capítulos de 1 Tesalonicenses son un buen comienzo de cómo servir en el ministerio a la manera de Dios. Estudia esos dos capítulos y mira las cualidades de un ministerio efectivo y las cualidades de un ministro efectivo. Pablo dice en 1 Tesalonicenses 2:8,
«Teniendo así un gran afecto por vosotros, nos hemos complacido en impartiros no solo el evangelio de Dios, sino también nuestras propias vidas».
La dependencia en lo natural es un sustituto barato e inefectivo del poder del Espíritu Santo fluyendo en nuestras almas e impactando las vidas de los demás. Así que, hazte estas preguntas,
- «¿Cómo muestra mi vida evidencia de que dependo del poder del Espíritu Santo?»
- «¿Qué hay en mi vida y ministerio que no pueda ser explicado a menos que no sea por el Espíritu de Dios?»
- «¿Estoy permitiendo que Dios me estire, me empuje fuera de mi zona de confort, fuera de lo que creo que puedo manejar?»
- «¿Estoy caminando por fe, estoy dando mi vida por las personas, o estoy solo aplicando principios y programas a sus problemas?»
Sarah: Acabaste de escuchar a Nancy DeMoss de Wolgemuth invitándote a no solo sobrevivir en la vida cristiana, sino a tener una vida fructífera en Cristo. Ella ha estado haciéndote algunas preguntas importantes, mostrándonos por qué actuar en nuestras propias fuerzas nunca es suficiente.
Lo que hemos estado escuchando es parte de la enseñanza titulada, «Peligros potenciales en el ministerio». Nancy compartió este mensaje en una conferencia de Revive Our Hearts para mujeres líderes de ministerios de damas.
Nunca es suficiente actuar en tus propias fuerzas, pero cuando Dios te da éxito en el ministerio, es tentador bajar el ritmo y simplemente tomar las cosas con cierta despreocupación. Nancy te mostrará cómo continuar adelante asumiendo los retos que Dios ponga en tu camino.
Nancy: Queremos avanzar sin esfuerzo, queremos bajar la guardia, ya hemos hecho esto mucho. Escucha, 2 Samuel 11 es un capítulo muy muy importante. David se quedó en casa en el palacio en el tiempo en que los reyes salían a la batalla, y se metió en problemas. Él estaba probablemente en sus cincuenta, después de años de servir al Señor y amar a Dios y escribir salmos y todo tipo de cosas como esas. No creas que no te puede pasar a ti. Es una de las razones más grandes de los fracasos morales en personas en el ministerio, porque se han desanimado, o porque han creído que se merecen un descanso.
Quieren comodidad, quieren conveniencia, quieren placer; y sucede progresivamente, tal vez primero con cosas pequeñas, y después en áreas mayores…queriendo avanzar sin esfuerzo. La batalla no necesitaba a David, pero David necesitaba la batalla.
Sarah: Esto será mañana, aquí en Aviva Nuestros Corazones.
Débora: Corriendo la carrera de la fe juntas, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de la Nueva Biblia de Las Américas, a menos que se indique lo contrario.
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