El agua nos muestra nuestra necesidad
Sarah: Nancy DeMoss Wolgemuth dice que Dios nunca se confunde.
Nancy DeMoss de Wolgemuth: Dios tiene múltiples propósitos que van más allá de nuestra comprensión en lo que parecen ser callejones sin salida de la vida. Esas providencias dolorosas, difíciles, y desconcertantes de Dios; pero Dios dice: «¡Sé exactamente lo que estoy haciendo!»
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, autora de «Confía en Dios para escribir tu historia» en la voz de Patricia de Saladín. Hoy 24 de abril de 2024.
Sarah: Agua, la usamos y disfrutamos de sus beneficios todo el día… y probablemente la damos por sentado. Olvidamos su valor hasta que una tormenta nos recuerda su importancia. Hoy, Nancy nos ayudará a ver el agua desde una nueva perspectiva. Aquí está ella con nosotras.
Nancy: Si estás escuchando el programa en el día de hoy, es posible que te imagines que mientras grabo, …
Sarah: Nancy DeMoss Wolgemuth dice que Dios nunca se confunde.
Nancy DeMoss de Wolgemuth: Dios tiene múltiples propósitos que van más allá de nuestra comprensión en lo que parecen ser callejones sin salida de la vida. Esas providencias dolorosas, difíciles, y desconcertantes de Dios; pero Dios dice: «¡Sé exactamente lo que estoy haciendo!»
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, autora de «Confía en Dios para escribir tu historia» en la voz de Patricia de Saladín. Hoy 24 de abril de 2024.
Sarah: Agua, la usamos y disfrutamos de sus beneficios todo el día… y probablemente la damos por sentado. Olvidamos su valor hasta que una tormenta nos recuerda su importancia. Hoy, Nancy nos ayudará a ver el agua desde una nueva perspectiva. Aquí está ella con nosotras.
Nancy: Si estás escuchando el programa en el día de hoy, es posible que te imagines que mientras grabo, necesito tomar agua. Muchas veces me siento realmente sedienta. Cuando he estado enseñando por un tiempo, necesito agua. Me recuerda que el agua puede ser una gran bendición, ¡especialmente cuando tienes sed!, o si necesitas una ducha, o si necesitas lavar ropa o limpiar el piso de la cocina, el agua puede ser una bendición.
Pero el agua también puede ser una gran amenaza. Puede ser una molestia. . . como cuando, no hace mucho tiempo, tuvimos que lidiar con agua que entró a nuestro sótano. Nos tomó bastante tiempo descubrir cómo estaba entrando, ¡y eso no fue una bendición! (¡Al menos no parecía una bendición en ese momento!)
Leemos y escuchamos acerca de inundaciones, y hemos visto imágenes en la televisión, en las noticias. Algunas de ustedes tal vez han experimentado una inundación. Demasiada agua puede ser una amenaza. El agua contaminada es también una amenaza. Hace años, en un lugar no muy lejos de aquí, el suministro total de agua de un pueblo se contaminó. El agua tenía plomo, y esa área había sido todo un desastre. Eso no fue una bendición, eso fue una amenaza.
Ahora, la ausencia de agua puede ser una gran bendición, como en el tiempo del diluvio en Génesis, cuando la lluvia finalmente cesó después de cuarenta días y cuarenta noches. Sin embargo, la ausencia de agua no siempre es una bendición, también puede ser una crisis, como en los tiempos de sequía.
Hay algunas partes del mundo donde la gente está muriendo por falta de agua limpia. . . o agua en general. Nuestros cuerpos no pueden sobrevivir sin agua por un período de tiempo. Entonces, la ausencia de agua puede ser una bendición, o puede ser una crisis.
El agua ocupa un lugar destacado en toda la Escritura, comenzando en la primera página de la Biblia. En el tercer día de la creación leemos que Dios separó la tierra seca de los mares. Y luego en Génesis 1, versículo 10 dice: «Y Dios vio que era bueno».
Y luego el versículo 10 del capítulo 2 de Génesis dice (continuando con el relato de la creación): «Un río fluyó del (jardín del) Edén para regar el jardín, y allí se dividió y se convirtió en cuatro ríos».
Así que el agua en el jardín del Edén fue una bendición. Dios dividió los mares de la tierra seca, y Dios creó el agua, los ríos, para regar el jardín del Edén. Y fue algo bueno.
Pero luego llegamos al capítulo 6, versículo 11 de Génesis, leemos: «Y se corrompió la tierra delante de Dios». Esto fue después de que Adán y Eva pecaron. Les habían nacido hijos, a ellos y a sus hijos, y la gente comenzó a seguir sus propios caminos en lugar de los de Dios.
Y dice Génesis 6:17 que Dios le dijo a Noé: «Y he aquí que yo traigo un diluvio de aguas sobre la tierra, para destruir toda carne. . . Todo lo que hay en la tierra morirá» .
Así que aquí el agua no se convierte en una bendición, sino en una evidencia del juicio de Dios. Se convierte en algo que es mortal.
A lo largo de las Escrituras, el agua a menudo está llena de simbolismo y significado. Estoy pensando, por ejemplo, cómo Jesús ofreció agua viva en el capítulo 4 de Juan a la mujer Samaritana. Una mujer que había estado casada cinco veces y que vino a sacar agua (agua literal) del pozo.
Jesús le dijo: «Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed, mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás» (Juan 4:13-14). El agua simboliza, como aprendemos en el capítulo 7 de Juan, la plenitud del Espíritu Santo, el don de Dios.
Puedes seguir esta idea, este tema, hasta el último capítulo de la Biblia, cuando estamos en los nuevos cielos y la nueva tierra. Y dice en Apocalipsis 22:1:
«El ángel me mostró un río limpio de agua de vida, resplandeciente como cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero».
Y continúas y lees acerca de cómo este es un río que da vida y que produce crecimiento, frutos, abundancia y tiene propiedades curativas. ¡Es algo bueno!
Recientemente, he estado meditando sobre el agua en la vida del pueblo de Dios en el libro de Éxodo. Ahí es donde quiero centrarme en estos próximos días. Vamos a caminar por ahí, así que abran sus biblias en el libro de Éxodo.
A medida que el libro se desarrolla, el agua a veces aparece como una bendición y otras veces como una amenaza. El agua en el libro de Éxodo (el segundo libro del Antiguo Testamento) se convierte también en un símbolo de un conflicto intenso entre Dios y sus enemigos.
El agua también demuestra ser una escuela para el pueblo de Dios, para enseñarle Sus caminos, para cultivar la confianza en Dios, para despojar al pueblo de Dios de la autosuficiencia y demostrar el poder de Dios. Vamos a ver todo esto y más a medida que rastreamos el símbolo del agua en el libro de Éxodo.
Hoy vamos a ver en el libro de Éxodo, tres escenas que involucran al pueblo de Dios, los propósitos de Dios y el agua. Durante los próximos días veremos varias escenas más, pero comencemos hoy en el capítulo 1 del libro de Éxodo.
Este libro comienza con el pueblo de Dios en Egipto. La historia de cómo llegaron allí la encontrarás en el libro del Génesis. Ahora están en Egipto. El Rey de Egipto, también llamado Faraón, está oprimiendo al pueblo de Dios, que se ha convertido en una fuerza significativa. Cuando los hijos de Israel salieron de Egipto, se estima que tal vez había entre dos y tres millones de judíos.
Así que en la tierra de Egipto en ese tiempo, ese era un grupo inmenso. El rey vio la oportunidad de usarlos como mano de obra esclava, para construir grandes ciudades y otras cosas que le interesaba construir.
Así que si saltamos un poco, y vamos al capítulo 1 de Éxodo, versículos 13 y 14. La Biblia dice:
«Ellos (es decir los egipcios), hicieron servir a los hijos de Israel con dureza, y amargaron su vida con dura servidumbre, en hacer barro y ladrillos, y en toda labor del campo. En todo su trabajo los hicieron despiadadamente trabajar como esclavos».
¡Entonces, a medida que los hijos de Israel continuaron multiplicándose, (estaban teniendo hijos, que es como se multiplica el pueblo de Dios, es una forma en que se multiplican, teniendo hijos y enseñándoles los caminos de Dios) el Faraón determinó que tenía que reducir la amenaza potencial de los israelitas!
Él emitió un edicto (y les doy solo una versión corta de esto) que decía que todos los bebés varones nacidos de los israelitas. . . ¿Por qué bebés varones? Porque ellos eran los que podían crecer y convertirse en guerreros y ¡él no quería que los israelitas se convirtieran en un ejército enemigo!
Así que emitió un edicto para que todos los bebés varones nacidos de madres israelitas fueran ahogados en el río Nilo. Vemos esto en el versículo 22 del capítulo 1. El río Nilo era considerado un dios. Se adoraba. Era un símbolo de poder y fuerza.
Por lo que el Faraón dice: «Soy un dios (él era considerado un dios), y voy a ahogar a todos estos bebés en el río Nilo».
Cuando llegamos al capítulo 2 de Éxodo, vemos que hay un niño que les nace a unos padres de la tribu de Leví. El versículo 2 nos dice que esta madre escondió a su bebé durante tres meses de los secuaces del Faraón, que venían tras todos los bebés varones.
¡Ustedes, las que han tenido un bebé, saben que esconder uno para que no pueda ser escuchado o visto durante tres meses es un gran reto! El versículo 3, del capítulo 2 de Éxodo, nos dice que «cuando ella ya no pudo esconderlo más. . . » ¿Qué debía hacer esta madre? . . . «Ella tomó una canasta de juncos y la calafateó con asfalto y brea». ¡Ella hizo una embarcación para él, un arca! «Y colocó en ella al niño (el niño en la canasta) y lo puso en un carrizal a la orilla del río» (v. 3).
¡Aquí tenemos a una mamá que quiere y va a proteger a su hijo! Y aquí está el río donde se supone que todos estos bebés varones deben ser ahogados, pero ella pone a su bebé en una pequeña embarcación en el río, no para ahogar a su bebé, sino para preservar la vida de su bebé. Así que ella espera, y sin duda alguna estaba orando fervientemente.
Leemos que la hermana mayor de Moisés vigilaba la canasta, y cómo la hija de Faraón bajó a bañarse al río. Vio la cesta entre las cañas. Ella envió a una de sus sirvientas para que lo recuperara, y ella se compadeció del bebé que lloraba.
Ella le perdonó la vida y finalmente lo adoptó como su propio hijo. Luego, en el versículo 10, dice: «Ella lo llamó Moisés, porque», ella dijo: «Lo saqué del agua». En hebreo la palabra «Moisés» significa «sacado». Así que ella usa un término hebreo y llama a este bebé «Moisés». Ella sabía que él era uno de los niños hebreos.
Ella no le quita la vida como el Faraón había ordenado. En lugar de eso ella le salva su vida, bajo la providencia de Dios. Y lo llama «Moisés», que significa «sacado». Él fue sacado de las aguas.
El Faraón había usado el río Nilo como un instrumento de muerte y para perseguir al pueblo de Dios, ¡pero Dios usó el Nilo para proteger la vida, y en última instancia, para preservar a su pueblo!
Así que lo que el enemigo pretendía para mal, Dios desea y lo usa para bien. Aquí hay agua . . . puede ser una amenaza, o puede ser una bendición. Y de las aguas del Nilo, Dios preservó, ¡Dios «sacó» al que liberaría a su pueblo de Egipto!
Esta es una imagen de la providencia de Dios. Como Él ve lo que va a pasar, Él va antes y hace provisión. Esta mamá, Jocabed, no tenía idea de que este bebé suyo, años más tarde, sería el salvador del pueblo de Dios; claro, en un sentido temporal. Ella no sabía que este sería Moisés, el gran legislador, el gran líder del pueblo de Dios.
Ella solo estaba haciendo lo que una mamá hace instintivamente, y eso es tratar de proteger y guardar la vida de su hijo. Pero en la providencia de Dios, este niño fue sacado de las aguas y se convirtió en el que liberaría a su pueblo del cautiverio en Egipto.
Bueno, ahora llegamos al versículo 23 del capítulo 2 de Éxodo, y hemos avanzado ochenta años. ¡La intensidad de la esclavitud había empeorado cada vez más! El Faraón era cada vez más controlador, cada vez más cruel, cada vez más exigente, y el pueblo de Israel estaba en mayores dificultades. Los versículos 23-25 nos dicen:
«El pueblo de Israel lloraba a causa de su esclavitud y clamaba pidiendo ayuda. Su clamor de rescate de la esclavitud los acercó a Dios. Y Dios escuchó su clamor, y Dios recordó su pacto con Abraham, con Isaac y con Jacob. Dios vio al pueblo de Israel (¡Su propio pueblo elegido!) y Dios sabía».
¡Dios sabía! ¡Dios sabe! El pueblo de Dios aquí se encuentra en circunstancias desesperadas y terribles. ¡Gritan, claman pidiendo ayuda! No saben qué más hacer. No tienen otras opciones. Y Dios oye su clamor; Dios presta atención a su pueblo; Él trata con ellos en misericordia. Él es un Dios que guarda el pacto, quien antes y ahora, está atento a sus hijos.
Él sabe por lo que están pasando. No siempre los libra de situaciones y circunstancias dolorosas. . . y eso es porque Él está escribiendo una historia. Es Su historia para el bien de su pueblo y para Su gloria. Mientras escribe esa historia, Dios está edificando la confianza de Su pueblo, para que ellos confíen en Él y no en ningún otro como medio de escape o liberación.
Como ustedes conocen la historia (muchas de ustedes), Moisés en este momento está en el desierto de Madián. Él tuvo que escapar de Egipto (esa es otra historia; no entraremos en eso hoy), pero ahora Moisés está en el desierto de Madián. Dios llama a Moisés, ahora como un hombre de ochenta años, y lo envía, a Él y a su hermano mayor, Aarón, a liberar a su pueblo de Egipto.
Y ya saben que dice el Faraón: «¡De ninguna manera! ¡No voy a perder esta fuerza de trabajo! De ninguna manera voy a dejarlos ir y adorar a su Dios». ¡Él dice que no!
La primera escena en que vemos del agua en el libro del Éxodo, es en el rescate del bebé Moisés en el río Nilo. Ahora llegamos al capítulo 7 del Éxodo a una segunda escena que involucra el agua y la providencia de Dios. En el versículo 17 del capítulo 7 de Éxodo, permítanme leer un par de párrafos aquí:
«Así ha dicho el Señor: “En esto conocerás que yo soy el Señor …”» (v.17).
«Y el Señor dijo a Moisés: Di a Aarón: “Toma tu vara y extiende tu mano sobre las aguas de Egipto, sobre sus ríos, sobre sus arroyos y sobre sus estanques, y sobre todos sus depósitos de aguas, para que se conviertan en sangre, y haya sangre por toda la tierra de Egipto, así en los vasos de madera como en los de piedra» (v.19).
Ahora, la sangre también se volverá significativa en toda la historia de la Pascua, la liberación de Egipto. Pero vamos a ver ahora el agua otra vez y la combinación del agua y la sangre, versículos 20 y 21.
«Moisés y Aarón hicieron lo que el Señor les ordenó. En presencia de Faraón y de sus siervos, levantó la vara y golpeó el agua en el Nilo, y toda el agua en el Nilo (¡lo que los egipcios pensaban que era un dios!) se convirtió en sangre. Y los peces que había en el Nilo murieron, y el Nilo se corrompió, tanto que los egipcios no podían beber agua del Nilo...»
Podemos ver que el dios de los egipcios no era gran cosa. ¿Esta fue la primera de cuantas plagas? De diez plagas, ¡cada una más devastadora que la anterior!
Y hay un efecto acumulativo en toda la nación de Israel, ya que Dios está apretando, presionando al Faraón para que se doblegue ante Su voluntad. Pero Dios no solo está presionando a Faraón. Los faraones eran considerados dioses, ¡así que Dios está confrontando a los dioses de Egipto!
¡Los está enfrentando, y quiere mostrar que no son dioses en absoluto! ¡Él quiere mostrar que Él es el Dios verdadero y vivo, y está presionando a Faraón y al pueblo de Egipto para que liberen al pueblo de Dios de la esclavitud!
Pero antes de que se ponga más fácil para el pueblo de Dios, ¡se pone más difícil! También experimentaron las consecuencias de varias de estas plagas iniciales.
Una y otra vez, el Faraón endurece su corazón contra Dios. Se niega a dejar ir al pueblo de Dios, a pesar de que ni siquiera pueden beber agua porque todo se ha convertido en sangre. Por supuesto, esto era algo sobrenatural, pero no sabemos si Dios puso sangre en esas aguas o hizo una obra por algún medio natural para hacer que esas aguas fueran sangrientas e imposibles de beber.
Lo que sí sabemos es que Dios estaba obrando. Dios estaba derribando los dioses de Egipto, y lo hizo en esta primera ocasión al convertir el agua en sangre.
Ahora llegamos a una tercera escena en el libro de Éxodo. La tercera escena también involucra agua. Vamos al capítulo 14 de Éxodo. Voy a leer un largo pasaje aquí; y para muchas de nosotras es una historia familiar. Pero este relato se convierte a lo largo del resto de las Escrituras en uno al cual los escritores de la Biblia vuelven una y otra vez por ser una imagen de nuestra liberación de la esclavitud de Satanás y del pecado.
Así que esta es una historia que nunca queremos olvidar. Es una historia que les quieres recordar a tus hijos. Es una historia con la que hoy en día muchos creyentes no están familiarizados, así que voy a leer una buena parte de ella, comenzando en el versículo 1 de Éxodo 14.
Hasta este punto, hemos tenido todas las plagas. El pueblo de Israel ha celebrado la Pascua, donde se mata un cordero, se esparce sangre en los marcos, los dinteles de las puertas, y Dios pasa sobre su pueblo cuando el ángel de la muerte viene y mata al primogénito de cada una de las familias egipcias.
Y así, Dios redime a su pueblo. Escapan de Egipto. ¡Se sentían enormemente aliviados, enormemente emocionados! Y sin embargo, justo a las afueras de Egipto llegan a esta barrera, ¡otro cuerpo de agua, el mar Rojo! Y aquí están, pensando, somos libres; somos libres; ¡somos libres! Pero luego descubren que no son libres.
Miren lo que sucede en Éxodo 14, versículo 1: «Entonces el Señor le dijo a Moisés». Tengan en cuenta que Dios nunca está ausente en esta narrativa. Él siempre está ahí. Él es quien escribe el guión. Recuerden que cuando se sientan desesperadas por las circunstancias de la vida. Dios dijo:
«Di a los hijos de Israel que den la vuelta y acampen delante de Pi-hahirot, entre Migdol y el mar, hacia Baal-zefón; delante de él acamparéis, junto al mar».
¡Dios no necesitaba GPS! Dios sabía exactamente dónde estaba su pueblo. Él sabía el lugar dónde estaba su pueblo, y sabía exactamente a dónde los estaba guiando.
¡Llegar al mar Rojo no fue un accidente! Dios proveyó las coordenadas: «Aquí es donde se supone que debes ir». ¡Aquí es donde se supone que debes llegar! Seguimos leyendo en Éxodo 14, versículo 3:
«Porque Faraón dirá de los hijos de Israel: "Encerrados están en la tierra; el desierto los ha encerrado. Y yo endureceré el corazón de Faraón para que los siga; y seré glorificado sobre Faraón y todo su ejército, y sabrán los egipcios que yo soy el Señor"».
Dios tiene propósitos, múltiples propósitos que van más allá de nuestra comprensión en lo que parecen ser los callejones sin salida de la vida, las situaciones dolorosas, las providencias difíciles y desconcertantes de Dios. Pero Dios dice: «¡Sé exactamente lo que estoy haciendo!» ¡Obtendré gloria sobre Faraón y todos sus ejércitos! ¡Faraón, el hombre más poderoso de la tierra en ese tiempo!
Y Dios dijo: «Yo le voy a mostrar quién está a cargo. No es él, tampoco todos sus dioses. No es el río Nilo. No es ninguna de estas otras religiones. Obtendré gloria, y los egipcios sabrán que yo, y solo yo, soy el Señor. Y los hebreos lo hicieron. Fueron a donde Dios les dijo que fueran.
Ahora, miren los versículos del 21 al 23:
«Entonces Moisés extendió su mano sobre el mar, y el Señor hizo retroceder el mar con un fuerte viento del este toda la noche e hizo que el mar se secara, y las aguas se dividieron. Y el pueblo de Israel entró en medio del mar en tierra seca, ya que las aguas eran un muro para ellos a su derecha y a su izquierda. Los egipcios los persiguieron y entraron tras ellos en medio del mar, todos los caballos de Faraón, sus carros, y sus jinetes».
Versículo 26: «Entonces el Señor le dijo a Moisés: "Extiende tu mano sobre el mar (la segunda vez) para que el agua vuelva sobre los egipcios, sobre sus carros y sobre sus jinetes».
En ese momento los hijos de Israel habían cruzado. Estaban todos al otro lado del mar Rojo. Y Dios dijo a Moisés en el otro lado: Ahora da la vuelta, extiende tu mano, tu vara, una vez más, sobre el agua, y las aguas vuelvan sobre los egipcios.
Versículo 27: «Entonces Moisés extendió su mano sobre el mar, y cuando amanecía, el mar volvió a toda su fuerza. Y los egipcios al huir se encontraban con el mar, y el Señor derribó a los egipcios en medio del mar» (¡desde donde acababa de liberar a su propio pueblo!).
«Y volvieron las aguas, y cubrieron los carros y la caballería; y todo el ejército de Faraón que había entrado tras ellos en el mar, no quedó de ellos ni uno. Pero los hijos de Israel caminaron por medio del mar en seco, teniendo las aguas por muro a su derecha y a su izquierda» (vv.28,29).
Así (el versículo 30 es un versículo realmente importante, porque es un tema que se ve en todas las Escrituras) el Señor salvó aquel día a Israel de mano de los egipcios (¡la salvación!), e Israel vio a los egipcios muertos a la orilla del mar» (v.30).
Con frecuencia tienes este camino paralelo en las Escrituras de salvación y juicio. Donde ves uno, en seguida verás el otro. Los marco a medida que paso por mi Biblia: salvación y juicio; juicio y salvación.
La salvación no es preciosa si no estás siendo salvada de algo, y de lo que estás siendo salvada es del juicio. Y el juicio no tiene que ser el final de la historia si estás dispuesta a mirar a Cristo y ser salva de ese juicio. Pero aquellos enemigos de Dios que se niegan a aceptar Su oferta de salvación experimentarán el juicio eterno final.
Así que para los egipcios, esas aguas del mar Rojo fueron aguas de juicio, pero para los israelitas, ¡esas mismas aguas fueron aguas de salvación! Versículo 31: «Y vio Israel aquel grande hecho que el Señor ejecutó contra los egipcios, y el pueblo (de Dios) temió al Señor, y creyeron en el Señor y a Moisés su siervo».
Uno de mis devocionales favoritos que he usado muchas veces a lo largo de los años es de mi «amigo» (como me gusta llamarlo), Charles Haddon Spurgeon. Se llama El libro de cheques de la fe, La chequera de la fe. Es un devocional diario que se basa en 365 promesas de Dios.
Hay una promesa de las Escrituras en la parte superior de cada una de las lecturas, y luego una meditación de Spurgeon sobre esa promesa. En el prefacio de este maravilloso libro devocional, esto es lo que Spurgeon dice:
«Yo comencé estas porciones diarias (él comenzó a escribir estos devocionales) cuando estaba siendo embestido con violencia por la marejada de la controversia. Desde entonces he sido arrojado en aguas que habían crecido de manera que el río no se podía pasar sino a nado, las cuales, si no hubiera sido por la mano sustentadora de Dios, habrían ahogado a cualquiera.
He soportado tribulaciones provenientes de muchos flagelos. El agudo dolor corporal siguió a la depresión mental, y esta fue acompañada tanto de duelo como de aflicción, en la persona de alguien tan querida como la vida. Las aguas se agitaron continuamente, y las olas se sucedieron una tras otra. No menciono esto para implorar simpatía, sino simplemente para que lector vea que no soy un marinero de tierra firme. He cruzado, la mayor parte del tiempo, esos océanos que no son pacíficos: conozco el oleaje y la furia de los vientos. Nunca fueron las promesas de Jehová tan preciosas para mí como en esta hora. Algunas de ellas no pude entender hasta ahora …
¡Oh, que pudiera consolar a algunos de los siervos de mi Señor! He escrito desde mi propio corazón con miras a consolar sus corazones. Quiero decirles en sus tribulaciones (y pienso que si él estuviera vivo hoy, él nos diría a nosotros en nuestras pruebas): «hermano mío (y permíteme agregar "hermana mía"), Dios es bueno. Él no te abandonará: Él te sustentará. Hay una promesa preparada para tus presentes emergencias; y si crees en ella y la argumentas en el propiciatorio por medio de Jesucristo, verás que la mano del Señor se extiende para ayudarte. Todo lo demás puede fallar, pero Su Palabra nunca fallará».
Spurgeon termina diciendo:
«Él ha sido tan fiel para mí en incontables ocasiones, que debo alentarte a que confíes en Él. Yo sería ingrato para con Dios y poco amable para contigo si no hiciera eso».
Qué hermosas son estas palabras de Spurgeon. Ahora, las aguas son para algunas aguas de juicio, porque no creen en la Palabra de Dios. Necesitan recibir la oferta de Dios y confiar en sus promesas, porque para ellos esas aguas se vuelven mortales y destructivas siempre.
Pero para aquellos que creen, confían y levantan sus ojos hacia el único Dios verdadero, esas aguas pueden convertirse, en realidad, en aguas de salvación. Entonces, mientras estás caminando sobre ellas debes saber que Dios puede estar separando esas aguas, Él puede estar separando esas olas.
A veces, Él puede hacerte caminar a través de aguas profundas (los salmos nos dicen eso), pero Él te ayudará a salir de ellas. Así que mientras caminas a través de ellas, apégate a Sus promesas y da gracias por Su presencia y Su protección soberana en medio de esas aguas.
Sarah: Es asombroso cómo el agua puede simbolizar tanto un conflicto intenso como una demostración de la protección de Dios. Me encanta lo que Nancy DeMoss Wolgemuth acaba de señalar: cómo se puede confiar en Dios para que nos guíe a través de las aguas profundas de la vida. ¡Qué estímulo al que aferrarse en tiempos difíciles! Dios ve todo el panorama de nuestras vidas, y estamos bajo Su providencia, como acabamos de escuchar acerca de Moisés.
La Biblia está llena de situaciones en las que Él está claramente orquestando los acontecimientos para Su bien, Su gloria y Su amor por Sus hijos.
Ahora, piensa en esto. Cuando sientas que Dios no escucha tu oración, recuerda una ocasión en la que sí respondió.
Acompáñanos en el próximo episodio, aquí en Aviva Nuestros Corazones.
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