Cuando te sientes sola
Sarah: Nancy DeMoss Wolgemuth dice que la mayoría de nosotras pasa por algunos valles solitarios.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Cuando estás en angustia, en dificultad, en peligro o en oscuridad, ¿por qué clamas? ¿Clamas solo por alivio temporal de tu dolor? ¿Clamas solo por los dones que Dios te puede dar? ¿O te encuentras clamando solamente por Dios mismo? El salmista dijo, «estar cerca de Dios es mi bien».
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, autora de «El cielo gobierna», en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 27 de marzo de 2024.
Sarah: Hemos estado conmemorando eventos que para nosotras como cristianas son centrales para nuestra fe. Y a la vez que celebramos, también reconocemos que hay momentos en nuestras vidas donde sentimos que no hay nadie que nos pueda ayudar. Hoy Nancy nos invita, aun en esas circunstancias, a poner nuestra mirada en …
Sarah: Nancy DeMoss Wolgemuth dice que la mayoría de nosotras pasa por algunos valles solitarios.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Cuando estás en angustia, en dificultad, en peligro o en oscuridad, ¿por qué clamas? ¿Clamas solo por alivio temporal de tu dolor? ¿Clamas solo por los dones que Dios te puede dar? ¿O te encuentras clamando solamente por Dios mismo? El salmista dijo, «estar cerca de Dios es mi bien».
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, autora de «El cielo gobierna», en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 27 de marzo de 2024.
Sarah: Hemos estado conmemorando eventos que para nosotras como cristianas son centrales para nuestra fe. Y a la vez que celebramos, también reconocemos que hay momentos en nuestras vidas donde sentimos que no hay nadie que nos pueda ayudar. Hoy Nancy nos invita, aun en esas circunstancias, a poner nuestra mirada en Jesús.
Nancy nos ayuda a vivir este himno al continuar su enseñanza titulada, El salmo de la cruz. Aquí está Nancy.
Nancy: Celebramos el nacimiento de Cristo en la Navidad, pero si Él solo hubiera vivido y no tuviéramos la cruz y la resurrección, no tendríamos fe, no tendríamos una fe que valiera la pena,no tendríamos esperanza de vida eterna.
Así que en medio de cualquier otra cosa que estés pasando en tu semana, espero que estés tomando el tiempo para fijar tus ojos en Cristo y considerar qué es lo que Él ha hecho por nosotras y que en realidad nos entristezca lo que nuestro pecado le hizo. Pero también regocijarnos en la vida que tenemos ahora como resultado de Su muerte y de que Él vive para siempre.
Nunca antes había enseñado el Salmo 22. Hace varios meses el Señor usó este pasaje en mi propio tiempo devocional para hablarme de una manera fresca y darme ánimo, para enfrentar desafíos y hacerlo bajo la luz de lo que Cristo ha hecho por nosotras, mientras lo contemplamos a Él en este salmo profético, mesiánico del Antiguo Testamento.
Ahora, dijimos que este salmo se divide en dos secciones. Todavía estamos en la primera sección que es ese clamor de angustia del Señor Jesús, el siervo sufriente, quien está llevando nuestro pecado en la cruz, quien se ha hecho pecado por nosotras. Y vimos en los primeros dos versículos cómo Él clamó: «¿Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado?» El dolor más insoportable era el sufrimiento espiritual, la separación de Su Padre; porque Él cargó nuestro pecado, Dios tuvo que darle la espalda a Su precioso Hijo.
Y hemos visto también las oraciones que Él ofreció, el hecho de que Él entendió que Dios es santo, y por eso fue que Dios tuvo que darle la espalda al pecado. «Dios es demasiado puro de ojos para ver el mal», dice la Escritura. Jesús entendió eso, y sin embargo, continuó clamando y expresando la magnitud de lo que Él estaba sufriendo.
Vimos el sufrimiento psicológico que soportó, el desprecio, el ridículo, los insultos, los escarnios de aquellos que estaban alrededor de la cruz, pero también la manera en que en cualquier momento en que amamos a Cristo de una manera menor a la que Él es digno, le causamos sufrimiento. Añadimos al sufrimiento que Él experimentó en la cruz.
Y hoy llegamos a los versículos 9 y 10, todavía estamos en la primera mitad, donde Él está clamando al Señor con oraciones y súplicas sinceras. Hemos dicho que parece que Cristo en realidad estaba meditando en este salmo, quizás en otros como este, mientras estaba muriendo allí en la cruz. Quizás aún citó este salmo entero de principio a fin mientras estaba en la cruz.
Ahora, antes de que continuemos con el versículo 9, déjame regresar al versículo 4 por un momento. En los versículos 4 y 5 vimos que Jesús estando en la cruz recordó la fidelidad de Dios para otros. Dice:
«En ti confiaron nuestros padres;
confiaron, y tú los libraste.
A ti clamaron, y fueron librados;
en ti confiaron, y no fueron decepcionados».
Ahora, cuando llegamos a los versículos 9 y 10, vemos que el salmista otra vez está recordando, pero esta vez él está viendo, no la experiencia que otros habían pasado, sino su experiencia personal. Él ha experimentado la fidelidad de Dios, y el salmista está ahora dando su testimonio. Jesús está dando el testimonio del cuidado personal de Dios a través de toda su vida.
Hemos dicho que en momentos de estrés, de lucha, presión y problemas, es beneficioso regresar y recordar lo que Dios ha hecho por otros; pero también es beneficioso regresar y recordar lo que Dios ha hecho por nosotras.
Y me encontré a mí misma, durante las semanas pasadas, mientras luchaba con algunas cosas, recordando y agradeciéndole a Dios por cómo Él ha sido fiel conmigo. Ese testimonio y experiencia personal es lo que hoy nos da el valor y la fe de saber, que el mismo Dios que fue fiel con nosotras en ese entonces, será fiel con nosotras hoytambién.
Y a propósito, esa es una de las cosas especiales de mantener un diario. No lo hago tan fielmente como quisiera, pero cuando escribo sobre la bondad de Dios y sobre Su obra en mi vida a través de los años en mi diario, es un gran gozo poder regresar a esto y recordar lo que Dios ha hecho.
Y eso es lo que escuchamos en el Salmo 22, en los versículos 9 y 10, dice:
«Porque tú me sacaste del seno materno;
me hiciste confiar desde los pechos de mi madre.
A ti fui entregado desde mi nacimiento;
desde el vientre de mi madre tú eres mi Dios».
Ahora, proféticamente hablando, si este es un salmo mesiánico, lo cual es, Jesús está reflexionando acerca de Su nacimiento milagroso como un bebé, el nacimiento virginal. Nunca nadie ha nacido de la manera en que Jesús nació, el Hijo de la virgen, el Hijo de Dios. Pero no solo Su nacimiento milagroso, sino cómo en Sus primeros años de infancia fue preservado de la ira de Herodes. «A ti fui entregado desde mi nacimiento» (v. 10). «Tú me has preservado; has sido mi Dios desde que nací».
En esencia, lo que Jesús está diciendo es, «Padre, siempre he confiado en Ti, y Tú nunca me has fallado. Siempre has demostrado que eres fiel. He confiado en Ti desde mis primeros años. No hay ninguna manera en que me puedas fallar ahora. ¿Cómo podrías fallarme ahora?»
Qué grandioso es para nosotras recordar y decir, «Señor, desde mis primeros años, desde que te conocí», y aun antes de conocer a Cristo, podemos recordar y ver Su presencia providencial en nuestras vidas, Su provisión, Su protección y cómo ha orquestado los eventos en nuestras vidas para guiarnos a Cristo y luego preservarnos y guardarnos en Cristo.
Así que cuando llegues a ese tiempo de oscuridad, recuerda que Jesús estuvo colgado de una cruz en oscuridad tenebrosa al medio día. Cuando llegues a ese día, cuando todo a tu alrededor sea oscuridad tenebrosa, mira hacia atrás. Recuerda la fidelidad y la bondad de Dios. Y di: ¿Señor, te acuerdas cómo confié en Ti aquí, y Tú hiciste aquello, y confié en Ti entonces, y Tú hiciste esto? Y esto te permitirá alabarlo y confiar en Él en el presente.
Pero ahora, continuando con el versículo 11 y adelante, Él otra vez está orando fervientemente bajo el fundamento y la base de la fidelidad pasada de Dios. En el versículo 11, dice: «No estés lejos de mí». Recuerda que en el versículo 1 Él preguntó: «¿Por qué estás tan lejos de mí?» Esto de estar separado de Dios era un gran problema para Jesús». «¿Por qué estás tan lejos de mí?»
En el versículo 11, Él dice: «No estés lejos de mí, porque la angustia está cerca». Parece que estás lejos, te has separado de mí, pero la angustia está aquí mismo, a la mano «pues no hay quien ayude». En realidad lo que Jesús está diciendo es, «siempre he tenido que confiar en Ti desde mi nacimiento. No soy menos dependiente de Ti ahora. Necesito que vengas a ayudarme. No hay nadie más que pueda ayudarme. Estás lejos de mí, pero la angustia está cerca. Necesito que vengas a ayudarme».
Es un clamor de desesperación, y me llama la atención que la angustia más grande en que Jesús pudo pensar era que Dios no estuviera cerca de Él, que Dios lo abandonara. Su deseo más grande en tiempo de dificultad era que Dios estuviera cerca. Ese era Su mayor bien.
Y esto me recuerda el pasaje del Salmo 73, los versículos 27 y 28. El versículo 27 dice: «Porque he aquí, los que están lejos de ti perecerán». Jesús estuvo dispuesto a estar lejos de Dios en ese momento para que nosotras no tuviéramos que perecer.
«Porque he aquí, los que están lejos de ti perecerán;
tú has destruido a todos los que te son infieles».
Versículo 28: «Más para mí, estar cerca de Dios es mi bien», o como dice otra traducción, «para mí el bien es estar cerca de Dios».
Escucha, cuando estás en angustia, en dificultad, en peligro o en oscuridad, ¿por qué clamas? ¿Clamas solo por alivio temporal de tu dolor? ¿Clamas solo por los dones que Dios te puede dar? ¿O te encuentras clamando solamente por Dios mismo? El salmista dijo, «estar cerca de Dios es mi bien».
Tú puedes tener todo lo bueno que hay en la faz de la tierra, pero si no estás cerca de Dios, eres miserable. Pero si Dios está cerca, podrás perder las cosas más queridas y las que más aprecias en esta tierra, y podrás estar contenta porque la cercanía de Dios es nuestro mayor bien. Nuestra mayor angustia debe ser el pensamiento de que no estamos caminando cerca de Dios.
Así que dale gracias a Dios una vez más porque Jesús estuvo dispuesto a estar separado de Su Padre, y por eso nosotras ya no tenemos que estarlo. Tenemos promesas como la del Salmo 46 que dice: «Dios es nuestro pronto auxilio en las tribulaciones». Él está cerca. Él está cerca de aquellos que claman a Él. Él está cerca de aquellos que claman a Él con un corazón contrito y humillado. Él está cerca.
Pero Jesús clama desde la cruz, y dice, «no hay quien ayude». Sus discípulos lo abandonaron. Huyeron. Él estaba sin amigos. Estaba solo y diciendo: «No hay a quién más acudir por ayuda».
Puede haber momentos cuando sientes que no hay nadie que pueda entrar en tu dolor y que pueda cubrir tu necesidad. No hay ningún esposo, ningún padre, ningún hijo, ninguna hija, ninguna amiga que pueda realmente entrar en tu situación y ayudarte. Creo que en ocasiones Dios nos permitirá estar en un lugar donde sentimos que no hay nadie más que pueda ayudarnos, para que nos volvamos al que sí puede ayudarnos, al Único que puede ayudarnos.
Y Jesús estaba en ese lugar donde nadie más podía o quería ayudarlo, y por eso Él acudió al Único que lo podría librar. Él clamó a Dios en Su punto de mayor necesidad.
Y ahora, en los versículos del 12 al 18, Él describe esa angustia cercana. Este es un clamor honesto y desesperado de alguien que está en gran angustia. Y Él dice:
«Muchos toros me han rodeado;
toros fuertes de Bazán me han cercado.
Ávidos abren su boca contra mí,
como león rapaz y rugiente» (vv.12-13).
Y aquí tenemos la imagen de una criatura débil, indefensa que está rodeada por criaturas fuertes, muchas conspirando contra el que no se puede defender a sí mismo, poderosos que lo están cercando. Y pienso que esta es una imagen de Jesús en la cruz ante los sacerdotes, los escribas, los fariseos, los gobernadores romanos, los soldados, todos esos toros poderosos. Recuerda que Jesús dijo, «pero yo soy gusano, y no hombre» (v.6). ¿Y qué oportunidad tiene un gusano contra todos estos toros poderosos y el león rapaz y rugiente?
En un momento él va a hablar acerca de los perros que lo están rodeando. Lo superan en número y no tiene esperanza ni ayuda aparte de Dios –el león rugiente, quizás una imagen de Satanás que inspira a los enemigos de Dios y de Su pueblo.
Y antes vimos el tormento espiritual que Jesús soportó al ser separado de Su Padre. También hemos visto el sufrimiento psicológico mientras la gente se burlaba, lo despreciaba y lo ridiculizaba. Y ahora, en los versículos del 14 al 17, llegamos a una descripción impresionante del sufrimiento físico que Jesús padeció. Esto fue escrito mil años antes de que estos eventos sucedieran, y como hemos dicho antes, cientos de años antes de que la crucifixión fuera usada como un método de ejecución.
Ahora, ten en mente:
- Que Jesús ya pasó por un juicio, por este juicio falso
- Pasó una noche sin dormir
- Pasó por azotes crueles, al punto de la muerte; de pérdida severa de sangre
- Ha cargado un madero de más de cien libras hacia el calvario hasta que se tropezó y cayó bajo su peso, y el madero fue dado a Simón para que lo cargara
- Ha sido maltratado, molido, está sangrando. Está agotado. Se encuentra en debilidad extrema
- Y luego es puesto en esa cruz, los clavos han atravesado Sus muñecas y Sus pies; los músculos de Su cuerpo se rasgan con dolor insoportable, y ha sido colgado en esa cruz a morir.
Y sin duda has leído y oído descripciones de las crucifixiones. Algunas de las cosas que he leído solo al investigar este pasaje nos recuerdan que es la forma más dolorosa de ejecución jamás inventada. Las palabras usadas para describir este tipo de muerte o sufrimiento son: prolongado; agonizante. Es una muerte horripilante, insoportable, inaguantable, intolerable. Es una manera humillante, vergonzosa, deshonrosa de morir. Era un método de muerte que era reservado para esclavos, para rebeldes y para criminales sumamente peligrosos.
La meta de la crucifixión era mutilar y deshonrar el cuerpo del condenado. Se desnudaba al condenado, excepto en ocasiones en las crucifixiones judías, donde se usaba un simple delantal de lino. Era la muerte más vergonzosa imaginable.
Ahora, a luz de todo lo que Jesús ha pasado, y llegando a este momento y lo que Él está soportando en la cruz, escucha estos versículos, comenzando en el versículo 14:
«Soy derramado como agua,
y todos mis huesos están descoyuntados;
mi corazón es como cera;
se derrite en medio de mis entrañas.
Como un tiesto se ha secado mi vigor,
y la lengua se me pega al paladar,
y me has puesto en el polvo de la muerte» (vv. 14-15).
Al leer estas palabras es difícil para nosotras imaginarnos qué será experimentar esta prueba y hablar desde la cruz. Sabemos que aquellos que eran crucificados morían generalmente por asfixia al batallar por respirar, y finalmente por un paro cardiaco al empujarse de abajo hacia arriba tratando de respirar, pero los clavos, a la vez, tirando de sus extremidades, y haciendo difícil para ellos el poder respirar.
Yo pude leer esas palabras en voz alta, pero nadie que esté crucificado puede decir esas palabras así de fácil como yo lo hice. Para que Jesús pudiera decir esas palabras desde la cruz, «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?», y las otras seis frases que Él dijo en esos últimos momentos, tuvo que haber usado cada onza de energía que tenía para levantarse con suficiente aire para poder con voz entrecortada pronunciar esas palabras.
Así que la persona que está diciendo esto, y esta no es una descripción clínica, esta es una muerte insoportable, agonizante, vergonzosa, y alguien que está experimentando eso está diciendo estas palabras.
Es una descripción de lo que Jesús experimentó –de la extrema deshidratación; los huesos descoyuntados mientras fue estirado en esa cruz; un dolor intenso. «Mi corazón es como cera», es una imagen de la insuficiencia cardiorrespiratoria que usualmente resulta en la muerte de los criminales crucificados.
Y mientras piensas en Su corazón derritiéndose como cera, piensas en el sentido espiritual de cómo Jesús estaba soportando el calor de la ira de Dios, intensa contra el pecado y los pecadores y el hecho de que Jesús al final murió de un corazón roto, no solo físicamente, sino espiritualmente.
Él habla también acerca de un tiesto, de un pedazo de vasija «como un tiesto se ha secado mi vigor», una pieza de barro cocida al fuego, no hay humedad en el barro. Piensa en el cordero de la Pascua siendo quemado en el fuego. Jesús, el Cordero de Dios de la Pascua, está siendo inmolado por los pecados del mundo. Está siendo quemado en el fuego de la ira de Dios y del juicio de Dios. Él, estando seco, dice, «tengo sed». Deshidratado, apenas puede hablar. «La lengua se me pega al paladar». Cada parte de Su ser está en absoluta y completa agonía y angustia.
Y el versículo 16 continúa diciendo: «Porque perros me han rodeado; me ha cercado cuadrilla de malhechores».
Y quiero reflexionar, meditar en lo que tomó lugar ahí en la cruz. Mientras la multitud está aullando como perros hambrientos y sanguinarios, como un cazador rodeando su presa, están burlándose, están insultando.
Son perros que lo rodean.
Él es puro, sin pecado, colgado en la cruz como un criminal condenado. Aquellos que están viendo son criminales que deberían estar en la cruz, la compañía de malhechores que lo rodean y se burlan de Él, el Hijo de Dios sin pecado. Pero, ¿cómo puede ser? Los malhechores persiguiendo al Santo de Israel.
El versículo 16 continúa diciendo: «me horadaron las manos y los pies. Puedo contar todos mis huesos. Ellos me miran, me observan» (vv. 16-17). Puedo contar todos mis huesos. Aquí está un hombre demacrado, solo hueso y piel, su única ropa es un delantal. Está expuesto, y «ellos me miran, me observan». No hay compasión por Su agonía. Se regocijan por Su sufrimiento. Lo observan, se mofan de Él.
Versículo 18: «Reparten mis vestidos entre sí, y sobre mi ropa echan suertes».
Charles Spurgeon en su sermón de este pasaje habla acerca de la dureza de corazón que estos hombres tuvieron que tener para poder apostar bajo la cruz de un Hombre inocente.
¿Y cuántas de nosotras hemos sido culpables de solo jugar juegos bajo la sombra de la cruz? Ocupadas, distraídas con cosas triviales, totalmente perdiendo el punto de la cruz. Su sombra está sobre nosotras. La vemos en nuestras iglesias, la traemos colgando en nuestros cuellos. Hablamos de ella, cantamos alabanzas de ella, pero perdemos el punto. Estamos ajenas, estamos ciegas, sordas y mudas, igual que aquellos que dividieron Sus ropas entre sí, y por Sus ropas echaron suertes allí al pie de la cruz.
Y aquí está el punto, amigas: Es nuestro pecado que le hizo todo esto a Jesús.
No te quedes atascada en la descripción física de lo que Él sufrió que pierdas el punto. ¿Por qué le agradó a Dios poner a Su Hijo a muerte de esta manera tan dolorosa y deshonrosa? Él lo hizo por nuestros pecados. Él se hizo pecado por nosotras. Él tomó la muerte que nosotras merecíamos.
Y si nunca has confiado en Cristo como quien llevó tus pecados, como tu Salvador, entonces podrías ahora mismo levantar tus ojos a Él y decir, «Señor, me arrepiento de mi pecado. Yo creo; confío en Ti. Tú moriste en mi lugar. Gracias. Ven a mi vida. Sálvame».
Y si eres hija de Dios, has experimentado esa gran transacción de darte cuenta de que Él te dio Su justicia al tomar tu pecado, levanta tu corazón a Él y dile, «oh, Señor, gracias, gracias, gracias, gracias por lo que hiciste allí. Yo merezco morir, pero Tú moriste en mi lugar.
Ese amor tan maravilloso, tan divino, demanda mi amor, mi alma, mi todo. Amén.
Sarah: ¡Qué hermosa verdad, y qué poderoso mensaje de Nancy!
La soledad es una realidad que todas enfrentaremos en algún momento, pero Cristo estuvo solo de una manera que ninguna de nosotras puede imaginar. Nancy nos ha estado dando una imagen de ese dolor en esta serie titulada «El salmo de la cruz». Si te perdiste alguno de los episodios hasta ahora o quieres volver atrás y escucharlo, puedes hacerlo en nuestro sitio web, avivanuestroscorazones.com, o en la aplicación.
Esta ha sido una serie muy útil mientras preparamos nuestros corazones para el domingo de resurrección que viene en unos días.
¿Te has imaginado alguna vez a Jesús dirigiendo un servicio de adoración? Nancy hablará más sobre esto mañana. ¡Regresa con nosotras aquí, en Aviva Nuestros Corazones!
Débora: Creciendo en Cristo juntas, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de La Biblia de las Américas, a menos que se indique lo contrario.
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