Cristo, líder de adoración
Sarah: ¿Te has imaginado alguna vez a Jesús dirigiendo la adoración? Nancy DeMoss Wolgemuth encuentra esta imagen en el Salmo 22.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Escucha, la cruz no fue una idea tardía que se le ocurrió a Dios después de que Adán y Eva pecaron, y dijo: «Ups, y ahora ¿qué vamos a hacer? Ya sé, hagamos un plan». No, Dios planificó la cruz, la muerte de Su Hijo en la eternidad pasada, antes de que hubiera pecado. Y en Su gracia, en Su misericordia y en Su justicia eterna, Él planificó que hubiera un medio para pagar por la culpa del pecado, para que los pecadores fueran justificados y declarados justos ante los ojos de Dios.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, aurora de «El cielo gobierna», en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 28 de marzo de 2024.
Sarah: En …
Sarah: ¿Te has imaginado alguna vez a Jesús dirigiendo la adoración? Nancy DeMoss Wolgemuth encuentra esta imagen en el Salmo 22.
Nancy DeMoss Wolgemuth: Escucha, la cruz no fue una idea tardía que se le ocurrió a Dios después de que Adán y Eva pecaron, y dijo: «Ups, y ahora ¿qué vamos a hacer? Ya sé, hagamos un plan». No, Dios planificó la cruz, la muerte de Su Hijo en la eternidad pasada, antes de que hubiera pecado. Y en Su gracia, en Su misericordia y en Su justicia eterna, Él planificó que hubiera un medio para pagar por la culpa del pecado, para que los pecadores fueran justificados y declarados justos ante los ojos de Dios.
Débora: Estás escuchando Aviva Nuestros Corazones con Nancy DeMoss Wolgemuth, aurora de «El cielo gobierna», en la voz de Patricia de Saladín. Hoy, 28 de marzo de 2024.
Sarah: En toda historia hay un momento decisivo. Hoy analizaremos el punto de inflexión del Salmo 22. Y lo que vamos a escuchar te dará la esperanza de que tu historia, por sombría que parezca, también tendrá un punto decisivo. Aquí está Nancy.
Nancy: Al finalizar la grabación de nuestro último programa, tomamos un tiempo con las mujeres en el salón para orar, para responderle al Señor y también expresarle nuestra gratitud por lo que Él hizo por nosotras en la cruz.
Y fui tocada especialmente por una de las mujeres que oró y expresó lo que creo que está en todos nuestros corazones, y es esto: «Señor, si Tú hiciste esto por nosotros, ¿cómo es que continuamos pecando? Si ese fue el precio que Tú pagaste por nuestro pecado, ¿por qué sigo volviendo a ese pecado? ¿Por qué no le doy la espalda y lo echo fuera de una vez y por todas? ¿Por qué juego con él?
Y esa es la pregunta correcta. Pienso que si viviéramos en una forma alerta y conscientes de lo que Cristo hizo por nosotras en la cruz, la vergüenza que Él cargó, la ira de Dios sobre Él, la copa llena del juicio de Dios que Él bebió hasta la última gota por nuestro pecado, ¿cómo podríamos tomar el pecado tan a la ligera? Creo que uno de los problemas que algunas de nosotras tenemos es que hemos escuchado esta historia demasiadas veces y estamos demasiado familiarizadas con ella.
Desde que tengo uso de razón conozco el evangelio de Cristo. Y uno de los peligros que existe, cuando has estado en las cosas de Dios durante mucho tiempo, es que se pueden volver rutinarias, y entonces lo sobrenatural se vuelve trivial. Ahora, no es trivial de ninguna manera, y nunca lo será. Siempre será la asombrosa cruz, pero yo creo que a veces nuestros ojos están velados.
Y durante este tiempo que muchos llaman la Cuaresma me encuentro a mí misma tratando de preparar mi corazón para este fin de semana, el domingo de Pascua, el Viernes Santo, y el domingo de resurrección. Y debo confesar que me encuentro a mí misma a veces sintiéndome insensible dentro de todo este asunto y pidiéndole al Señor, ¿me podrías dar un sentido fresco de la maravilla de todo esto, lo que pasaste y todo lo que hiciste y por qué lo hiciste?
Y no estoy donde quisiera estar al respecto, la pasión en mi corazón hacia Cristo y mi amor por Él no están ni cerca de donde deberían estar, pero pienso que una de las formas de encender esa llama en mí es tomar pasajes como el Salmo 22 y leerlo cuidadosa y repetidamente, en meditación y comprensión de lo que estoy leyendo. Eso es lo que Jesús hizo.
Ahora estamos ya concluyendo la segunda mitad del salmo. Dijimos que este salmo tiene dos partes. La primera es ese clamor intenso, de angustia del Salvador sufriente. Y mientras nos acercamos al versículo 19 en el día de hoy, todavía podemos ver a Cristo en la cruz en esa oración profunda, persistente, y en una serie de clamores de urgencia.
Y Él ha hablado acerca de toros fuertes que le rodean y otros que abren sus bocas contra Él como un león rugiente. Habló acerca de ser derramado como agua y todas las circunstancias por las que está pasando con toda esta multitud cercándole y sin encontrar ayuda.
Y luego llegamos al versículo 19, y Él solo repite el clamor que vimos antes, donde todo lo que Él quiere es que Dios venga, le ayude y esté cerca de Él. Así que dice en el versículo 19: «Mas tú, Jehová, no te alejes».
Y hemos visto esto como el tema de este salmo. Él comienza diciendo: «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? ¿Por qué estás tan lejos de mi salvación?» Y Él dice aquí de nuevo: «¡Pero tú, oh Señor, no estés lejos; fuerza mía, apresúrate a socorrerme!»
Y aquí vemos a Jesús como hombre, quien llevó nuestros pecados, el Cordero sustituto, abandonado, sin fuerzas, suplicándole a Dios por fuerzas y por ayuda. Él no tenía ninguna fuerza en Sí mismo. Y no tenía a nadie que le ayudara, así que Él clamó: «¡Pero tú, oh Señor, no estés lejos; fuerza mía, apresúrate a socorrerme!»
Y de nuevo, solo como un recordatorio, diré que nuestro sufrimiento nunca se asemejará al suyo. El peor sufrimiento por el que podamos pasar, en comparación con el sufrimiento de Cristo, es una aflicción ligera y momentánea. Pero podemos experimentar aflicción, y en el momento en que la estamos pasando, no parece ni momentánea ni ligera. En esos momentos oscuros, pesados, depresivos y desalentadores, tenemos en Cristo un modelo a imitar. Así que levanta tu cabeza y clama al único que puede ayudarte: «¡Pero tú, oh Señor, no estés lejos; fuerza mía, apresúrate a socorrerme!»
Pídeselo cuando conozcas la respuesta y cuando no conozcas la respuesta. Pídeselo cuando Él parezca cerca y también cuando parezca lejos. Dile, «oh Señor, ven y ayúdame. Sé Tú mi fuerza. Sé Tu mi ayuda en esta situación».
Y permítanme recordarlo de nuevo, nuestro sufrimiento nunca, nunca será como el suyo.
Bueno, en el Salmo 22 en los versículos del 20 al 21, vemos el clamor final pidiendo liberación de la muerte y de los enemigos cuando Cristo clama en el versículo 20:
«Libra mi alma de la espada;
mi única vida de las garras del perro.
Sálvame de la boca del león
y de los cuernos de los búfalos; respóndeme».
La espada, el perro, la boca del león, los búfalos, todas estas son ilustraciones de destrucción, de enemigos. Y Cristo entiende que este es Satanás con sus aliados, quienes se han unido tratando de destruir al Hijo de Dios. Y escucha, en este punto hay una fiesta en el infierno porque los demonios creen que han atrapado y han acabado al Hijo de Dios. Ellos creen que abortaron el gran plan de redención de Dios. «Matamos al Hijo del dueño de la viña. Matamos al Jefe. Matamos al Salvador del mundo».
Pero esa fiesta va a tener una ruidosa interrupción cuando les llegue la noticia de la resurrección. Pero en ese momento ellos creen que tienen la sartén por el mango. Ellos son la espada, el perro, la boca del león, los búfalos, y Jesús clama por liberación y por salvación. Solo Dios puede librar a Su Hijo de Satanás y del infierno.
En este punto Jesús está soportando el infierno por nosotros. Él está soportando los dardos del maligno. Dios le ha dado permiso a Satanás para crucificar al Señor de gloria. Y nosotros necesitamos recordar que es Cristo y nadie más que Cristo, quien puede librarnos de Satanás y del infierno, no nuestras buenas obras, no nuestro propio esfuerzo, nadie más; no tu pastor, tu amigo, tus padres. Nadie más que Cristo puede librarnos de Satanás y del infierno.
Así que Jesús clama, «líbrame, sálvame». Él clama al Único que lo puede liberar.
Ahora, cuando llegamos al versículo 21, la traducción de la Biblia de las Américas, creo que es la que tiene, la que captura mejor el significado. Él dice: «¡Sálvame de la boca del león, y de los cuernos de los búfalos!»
Y entonces tenemos la segunda mitad del versículo 21, que es el punto crucial de este salmo, es el eje sobre el cual gira este salmo, cuando Él dice: «Respóndeme».
Pero aparece una nota que dice literalmente: «Me has respondido». Y si nos fijamos versículo por versículo, hasta este punto Él ha estado clamando: «Líbrame, sálvame, rescátame, ven a socorrerme». Pero ahora hay un tono totalmente diferente. Él dice: «Me has respondido».
Y en el lenguaje original esta frase completa es una sola palabra y está al final de la oración. La mayoría de nuestras traducciones no lo presentan así. Y en realidad no pretendo confundirlas, pero si miras la nota que tiene la Biblia de las Américas lo podrás ver claramente. Está al final de la oración, donde dice: «Respóndeme», tiene una nota que te guía a decir, literalmente dice: «Me has respondido».
Bueno, este es un clamor de triunfo. Escuchamos la plegaria de angustia, el clamor y el lamento del Salvador sufriente, pero ahora Él clama en triunfo, creyendo por fe que Su oración ha sido escuchada, y en ese momento Jesús nuevamente se hace consciente de la presencia de Su Padre. Él ha sido abandonado, y ha estado en esta oscuridad repugnante y horrible; pero ahora la oscuridad se convierte en una gloriosa luz. La muerte da paso a la vida. Todavía no ha sucedido, pero con los ojos de la fe, Él lo ve. La tormenta se ha vuelto calma. Y la derrota se ha convertido en triunfo cuando Él dice: «Me has respondido».
Y esto me recuerda el Salmo 16, cuando el salmista dice:
«Al Señor he puesto continuamente delante de mí; porque está a mi diestra, permaneceré firme. Por tanto, mi corazón se alegra y mi alma se regocija; también mi carne morará segura, pues tú no abandonarás mi alma en el Seol, ni permitirás a tu Santo ver corrupción» (Sal.16:8-10).
Más allá de la cruz hay una resurrección. El domingo se acerca. En los momentos finales en la cruz, Jesús expresa esa fe, esa confianza en que Dios sí va a intervenir, que habrá liberación, que vendrá la alabanza, y que aquellos redimidos como resultado de Su sacrificio perfecto, glorificarán a Dios.
Así que la segunda mitad del salmo, desde la mitad del versículo 21 donde dice: «Me has respondido», hasta el final del Salmo 22, creo que es lo que probablemente estaba en la mente y en el corazón de Jesús en Sus momentos finales, antes de tomar Su último aliento, mientras Él anticipaba por fe el cumplimiento de los propósitos de Dios para Él, específicamente los propósitos de Su sufrimiento y de Su sacrificio. Él comprendió, «Mi sufrimiento no ha sido en vano. Este es el plan eterno de Dios establecido desde antes de la fundación del mundo».
Escucha, la cruz no fue una idea tardía que se le ocurrió a Dios después de que Adán y Eva pecaron, y dijo: «Ups, y ahora ¿qué vamos a hacer? Ya sé, hagamos un plan». No, Dios planificó la cruz, la muerte de Su Hijo en la eternidad pasada, antes de que hubiera pecado. Y en Su gracia, en Su misericordia y en Su justicia eterna, Él planificó que hubiera un medio para pagar por la culpa del pecado, para que los pecadores fueran justificados y declarados justos ante los ojos de Dios.
Así que en esos últimos momentos en la cruz Jesús reflexiona: «Yo pagué el precio. Fui al infierno, me hice pecado, soporté el pecado, y ahora habrá victoria; habrá triunfo. Dios ha escuchado y Él va a responder. Él me ha respondido. Él no abandonará Mi alma en el Seol, no dejará que Su Santo vea corrupción».
Y un traductor ha titulado este salmo, El Siervo sufriente. Esa es una descripción de la primera mitad del salmo. El Siervo sufriente gana la libertad de las naciones, y esa es una descripción de la segunda mitad del salmo. El Siervo sufriente logra el propósito para el cual fue enviado por Dios a la tierra, y este fue el ganar la libertad de las naciones.
Hay una canción que dice, Él pudo haber llamado a diez mil ángeles para destruir el mundo y liberarlo a Él. Sí, Él pudo haberlo hecho, pero Él sabía que si Él se salvaba a Sí mismo no habría podido libertarnos a nosotras. Así que Él estuvo dispuesto a que Su oración se quedara sin contestar. Estuvo dispuesto a que Dios le diera la espalda (a Su Hijo), a sacrificar Su liberación por ese momento e ir al infierno, para que por Su muerte y Su resurrección nosotras pudiéramos ser liberadas. Él compró la libertad de las naciones y eso incluye la nuestra.
Ahora, cuando reflexionamos en la primera mitad de este salmo, El Siervo sufriente, y pensamos en Sus últimas palabras en la cruz, una de las cosas que me parece más asombrosa es que no hay ninguna insinuación de retribución o de venganza en contra de Sus enemigos. En lugar de eso, cuando vamos la segunda mitad del salmo, Él visualiza cómo Su sufrimiento llevó el fruto de una grandiosa expansión mundial del reino de Dios, y una gran cosecha de almas. Ese era el punto de la cruz.
Jesús mira y dice: «Consumado es. La expansión del reino de Dios sucederá como resultado de que soporté el infierno en lugar de aquellos que amo». Así que podemos llamar a la segunda mitad de este salmo, La expansión del gozo; la expansión del reino de Dios.
Y esto también nos recuerda el pasaje del Salmo 30 que dice: «El llanto puede durar toda la noche», esa es la primera mitad del Salmo 22, «pero a la mañana vendrá el grito de alegría», esta es la segunda mitad del Salmo 22. Llanto en la noche, pero gozo en la mañana. Hay gozo para el pueblo de Dios que ha sufrido, y hay gozo para aquellos que escuchan el evangelio y creen como resultado de lo que Cristo hizo en la cruz.
Por fe, Jesús anticipa la resurrección. Él visualiza la expansión del evangelio, un círculo interminable de bendición para el mundo entero, un círculo creciente de adoración, y una congregación de hijos e hijas de Dios. Él murió para llevar muchos hijos a la gloria, y esta creciente congregación. Y aquí hay tres círculos concéntricos que puedes ver en la congregación creciente de creyentes en esta segunda mitad del salmo.
Y permíteme darte primero una visión panorámica y luego lo veremos en detalle.
Primero, en los versículos del 22 al 24, Él ve que el evangelio es proclamado a los judíos, Sus propios hermanos. Luego en los versículos 25 al 29, Él ve la expansión de la proclamación del evangelio del reino de Dios a los gentiles, que son aquellos fuera del pueblo escogido de Dios. Y por último, en los versículos del 30 al 31, vemos una expansión más amplia del reino de Dios y del evangelio hacia futuras generaciones, es decir, aquellos que aún no han nacido.
Así que la razón por la que vemos a Jesús visualizando y glorificando a Dios es por la expansión del reino de Dios y la proclamación del evangelio. Ahora, en el tiempo que nos queda vamos a ver la primera parte, y mañana veremos el resto del salmo.
En los versículos del 22 al 24, Jesús está hablando acerca de la proclamación del evangelio a Su propio pueblo, a los judíos. Y Él dice:
«Hablaré de tu nombre a mis hermanos;
en medio de la congregación te alabaré.
Los que teméis al Señor, alabadle;
descendencia toda de Jacob, glorificadle,
temedle, descendencia toda de Israel.
Porque Él no ha despreciado ni aborrecido
la aflicción del angustiado, ni le ha escondido su rostro;
sino que cuando clamó al Señor, lo escuchó».
Jesús, el Siervo sufriente dice: «Dios me escuchó cuando clamé a Él. Él me ha librado. Y Él va a librar mi alma de la muerte. Y el punto de esto es que Mis hermanos me pueden escuchar proclamar el evangelio. Ellos se pueden arrepentir, pueden creer y ser librados del pecado como resultado del sacrificio que ya hice».
Y me encanta el versículo 22, donde Jesús dice (todavía orando): «Hablaré de tu nombre a mis hermanos; en medio de la congregación te alabaré». Y aquí tenemos a Jesús, como siempre, pensando en los demás, pensando en Su iglesia. De hecho, yo pienso que este versículo es una gran descripción de Jesús como el líder de adoración de Su iglesia.
«En medio de la congregación te alabaré». Dirigiré la congregación a alabarte y adorarte. Veo a Jesús como ese gran líder de adoración que extiende sus brazos para invitarnos a unirnos a Él en alabanza a Dios porque el sacrificio fue pagado y la libertad fue comprada. Hay un pueblo de Dios naciendo por fe en la muerte de Cristo. Y Él nos invita a unirnos a Él en esa alabanza. Él dice: «Hablaré de Tu nombre a mis hermanos».
Nosotras somos muy rápidas en hablar acerca de nuestros sufrimientos y penas, pero a veces somos demasiado lentas en hablar sobre las veces en que Él nos liberta. En la primera mitad de este salmo vimos a Jesús siendo bien descriptivo sobre lo que sucedía con Sus penas y sufrimientos, pero también lo vemos regresar y decir: «Yo hablaré de las cosas buenas que Tú has hecho. Hablaré de Tu nombre. Te alabaré».
Y Él hace lo mismo hoy en Su iglesia a través de nosotros como Sus representantes, cuando hablamos del nombre de Cristo y de la gloria de Dios y de las maravillas de Su evangelio, mientras le alabamos en medio de Su congregación.
De hecho, Charles Spurgeon dijo, y esto es una bendición para mí, que «aquellos que enseñan la Palabra de Dios no son más que ecos de Su voz», ecos de la voz de Cristo, quien dijo: «Hablaré de Tu nombre a mis hermanos».
Y eso es lo que quiero ser. Yo no quiero que escuches a Nancy DeMoss Wolgemuth. Quiero que escuches la voz de Cristo diciendo a Sus hermanos sobre el nombre de Dios y declarando Sus alabanzas en medio de la congregación.
Hebreos 2:11, nos dice que el Mesías «no se avergüenza de llamarnos hermanos». Por lo que Él hizo en la cruz, el único Hijo de Dios hizo posible el llevar muchos hijos a la gloria. Ahora, Él ha hecho posible que nosotros nos convirtamos en hijos e hijas de Dios. Y Él nos llama entonces, hermanas. Él no se avergüenza de decir que nosotras somos parte de su familia. Y eso jamás hubiera sido posible sin la cruz y el calvario.
Ten cuidado cuando escuches a la gente decir o cantar ese sentimentalismo de que todos somos hijos de Dios. Nosotras no nacemos hijas de Dios, nacemos siendo hijas del maligno, pero por medio de lo que Cristo hizo en la cruz por nosotras, cuando nos arrepentimos de nuestros pecados y ponemos nuestra fe en Él, entonces podemos nacer dentro de la familia de Dios.
«Pero a todos los que le recibieron, les dio el derecho de llegar a ser hijos de Dios, es decir, a los que creen en su nombre» (Juan 1:12).
Y ahora Él se levanta en medio nuestro y nos da la bienvenida a una celebración. Y Él dice en el versículo 23:
«Los que teméis al Señor, alabadle;
descendencia toda de Jacob, glorificadle,
temedle, descendencia toda de Israel».
Y nota la palabra aquí toda. Todos aquellos que verdaderamente le pertenecen, iniciando con los judíos, y luego veremos que con los gentiles también, todos los que realmente le pertenecen se unirán a Él en ese coro, en ese himno de adoración y alabanza «porque no ha despreciado ni aborrecido la aflicción del angustiado».
Jesús sabe que Dios todavía lo ama, que Él es amado por Dios como también lo es todo aquel que ha puesto su fe en Jesucristo.
Y luego el final del versículo 24 dice, «ni le ha escondido su rostro; sino que cuando clamó al Señor, lo escuchó».
Hace unos días estuvimos viendo el versículo 2, donde Él dice, «Dios mío, de día clamo y no respondes; y de noche, pero no hay para mí reposo». Hubo un punto en el que Dios escondió Su rostro de Su Hijo, Él abandonó a Su Hijo. La separación fue temporal, pero lo suficientemente larga como para que Jesús sufriera nuestro infierno y pagara el precio por nuestro pecado.
Hebreos 5:7, nos dice que «Cristo, en los días de su carne, habiendo ofrecido oraciones y súplicas con gran clamor y lágrimas…» ¿Y no es eso lo que hemos estado leyendo en el Salmo 22? Ese es el tema de la historia de Getsemaní. Él ofreció oraciones y súplicas con gran clamor y lágrimas al que podía librarlo de la muerte, y fue oído a causa de Su temor reverente.
Porque Él dijo: «Sí, Padre, no sea hecha Mi voluntad, sino la tuya». Porque Él estuvo dispuesto a soportar la cruz, porque estuvo dispuesto a soportar la negra noche en medio del día, el dolor, el sufrimiento, la separación de Dios, el silencio de Dios ante Su oración por ese periodo de tiempo, Él fue oído a causa de Su temor reverente. Dios escuchó esos clamores, los respondió. Dios resucitó a Jesús y ahora Él reina y gobierna como el Salvador del mundo, el Rey del universo, a quien clamamos en nuestro tiempo de angustia. Encontramos en Él a un gran y misericordioso Sumo Sacerdote quien sigue intercediendo por nosotros con base en lo que Él hizo por nosotros hace tantos años en el calvario.
Sarah: Hemos estado reflexionando sobre el sufrimiento de Jesús mientras Nancy DeMoss Wolgemuth ha estado enseñando a través del Salmo 22 en esta serie titulada: «El salmo de la cruz».
Espero que estos mensajes te hayan estado ayudando a prepararte para el Viernes Santo mañana, y también para el domingo de resurrección. Y más allá de eso, queremos señalarte la verdad de Cristo, la esperanza que tenemos por Su muerte y resurrección durante todo el año.
Bueno, tengo dos palabras para ti: «¡Consumado es!» ¿Pero qué quiere decir eso? Nancy nos dará la respuesta mañana. ¡Te esperamos!
Débora: Creciendo en Cristo juntas, Aviva Nuestros Corazones es un ministerio de alcance de Revive Our Hearts.
Todas las Escrituras son tomadas de La Biblia de las Américas, a menos que se indique lo contrario.
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