Escrito por Victoria Inchaustegui
Tengo cuatro hijos. Mi tercera hija tiene Síndrome de Down y Autismo. Es uno de esos regalos que recibes con un empaque totalmente diferente, pero luego que lo abres no te quieres perder ninguna de las bendiciones que vienen adentro.
Vivo en el norte de Estados Unidos, en un estado precioso, pero con un frío extremo durante el invierno. Para llevar a mi hija a pasear y que haga ejercicio, el supermercado se convierte en mi mejor opción. Nos ejercitamos y a la vez voy comprando cada día los artículos que se van necesitando.
Usualmente entramos por el lado de los vegetales. Cuando termino con las compras de comida, cruzamos por el departamento de electrodomésticos y le comento de lo que vemos en los televisores que están a la venta. Luego salimos pasando por el departamento para mascotas, vemos los peces, le pregunto de las opciones para Luna, nuestra perrita; en fin, es un paseo agradable.
El día antes de que la gobernadora del Estado donde vivo anunciara la cuarentena y el «quédate en casa» ya habían corrido los rumores de la noticia. Fui al supermercado porque en realidad me faltaban unas cuantas cosas que debía comprar. ¡Qué sorpresa! Hombres y mujeres corrían, todos muy serios, buscando lo necesario. Anaqueles completamente vacíos. No se encontraba papel higiénico, productos de limpieza, mantequilla, harina, levadura, pasta en general, entre otras cosas.
Llegué a mi casa con lo que pude conseguir esperando y orando para que la compra rindiera lo más posible. Pero les cuento que pronto necesitaba ir al supermercado otra vez. En vez de estar contenta porque iba a salir de paseo, la salida de compras se convirtió en un gran reto.
Las noticias de las consecuencias del virus en otros países y aun en otros estados eran alarmantes. No teníamos mascarillas en la casa, había que desinfectarlo todo al regreso. ¿Qué hacer con la ropa, los zapatos, la cartera, las llaves del carro, la tarjeta de crédito?; eran preguntas que venían a mi mente.
Como había estado leyendo y memorizando el Salmo 27, recordaba el verso 1, que dice: «El Señor es mi luz y mi salvación; ¿a quién temeré?»¿Qué me dice el Señor en su Palabra? ¿Cómo dejo de temer? El Señor me respondió en el mismo salmo 27, en el verso 5 «Porque en el día de la angustia me esconderá en su tabernáculo»(La versión NTV dice "en su santuario").
Ese tabernáculo es la casa de nuestro Dios. Cuando corremos a Él como nuestra primera opción, oramos y leemos su Palabra; más conocemos su carácter, sus capacidades ilimitadas y Su sentir para con los suyos. Él nos ama con amor eterno (Jeremías 31:3).
Cuando confiamos en ese amor perfecto e infinito todo peligro se vuelve pequeño. Echamos fuera esos temores y nos vamos perfeccionando en el amor. (1 Juan 4:18). En el Salmo 27 verso 6 dice que:«Entonces será levantada mi cabeza sobre mis enemigos que me cercan; y en su tienda ofreceré sacrificios con voces de júbilo.» Solo después de practicar la obediencia paso a paso: buscarlo en oración, leer su Palabra, creerla y hacerla viva en nosotros, entonces nuestra cabeza se levanta por encima de las circunstancias y regresa a nosotros el gozo, la alegría y las alabanzas a nuestro Dios.
Ya he vuelto al supermercado con otra perspectiva. Debo seguir las reglas del distanciamiento, usar mi mascarilla, guantes y desinfectarlo todo; pero escogiendo el camino de la obediencia confiando en mi Dios soberano, que me ama, me guarda y me esconde en lugar seguro.
¿Qué significa que Él me guardará? Lo que significa es que yo estaré confiada en Su plan soberano, estaré confiada en su amor perfecto y someteré mis pensamientos a los principios bíblicos (2 Co 10:5). Hay muchos principios que debemos tener presentes en este tiempo.
Debemos tener nuestro corazón anclado en la verdad de que «...sabemos que a los que aman a Dios todas las cosas les ayudan a bien, a los que conforme a su propósito son llamados» (Rom 8:28), y también "en el caso de que Dios escoja la carroza del COVID 19 para llevarnos a Su presencia, lo habremos ganado todo" (como dijo el pastor Sugel Michelén en una de sus series de Palabras al Cansado) «porque para nosotros el morir es Cristo y el vivir es ganancia» (Fil 1:21) .
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