«¿Y tú todavía estás soltera?»
«Ay pero ponte en la cosa. Haz tus diligencias.
Ve a otras iglesias (conferencias, seminarios) Muévete. »
«Es que con ese carácter que tienes es muy difícil que alguien se te acerque.»
« ¿Y la dieta cómo va? Yo creo que con unas libritas menos te verías más atractiva.»
«Mija (contracción para ‘mi hija’), ya no estudies tanto, que eso espanta a los hombres. Tú con todos esos títulos te vas a poner cada vez más difícil de alcanzar.”»
[Pausa. Respiro. Carcajadas]
Estas frases que lees son tan solo algunas de las que escuché de personas que me tenían mucho afecto –algunas no tanto- y estaban a la espera de que se acabaran mis años de soltería. Quizás estés familiarizada con algunas de ellas y quizás puedes agregar a la lista aquellas que has oído tú. Cuando las escuchamos se sienten como un «flechazo» en el corazón, ya que vienen acompañadas de cierto aire de desaliento y desesperanza porque pareciera que no estamos haciendo lo que debemos para cambiar de estatus o que sencillamente estamos actuando de manera errada.
Tengo tanto que contarte…
Vine a Cristo a la edad de 9 años. Entendí el evangelio, por la gracia de Dios, en una clase de escuela dominical y desde ese momento hasta hoy, he podido caminar y vivir en esta gloriosa fe y esperanza.
Crecí en una familia y en una iglesia en donde el tema de las relaciones amorosas se toma muy en serio a la luz de las Escrituras. Por ende, las relaciones de noviazgo eran exclusivas para el matrimonio y si uno no estaba en «edad de eso» no tenía sentido distraerse hasta llegado el momento. Así que tener novio significaba esperar, al menos, hasta los 18 años, si acaso, o cuando se tiene la edad para estar en la universidad y emocionarse con estos temas. Antes de eso ¡nunca! [Risas] Así que lo que más hice hasta esa edad –por la gracia de Dios– fue dedicarme al estudio de la Palabra de Dios, a leer libros, a servir en la iglesia involucrándome en todos los ministerios y oportunidades de servicio en los que se podía. Además, Dios me concedió la oportunidad de compartir con personas de otras iglesias y hacer amigos, participar de viajes misioneros a corto plazo, en fin. Hoy puedo decirte que disfruté al máximo mi tiempo de soltería y justo ahora, antes de seguir con el artículo, quiero motivarte a que levantes tus ojos a Cristo y le pidas este ánimo a medida que te involucras en servir a otros y eres parte de la expansión de Su reino, tanto en tu iglesia local como a las naciones.
Sin embargo…
No pensaba que mi soltería duraría tanto. Siempre oraba por el hombre de Dios para mí y albergaba muchas ilusiones en mi corazón. Debo mencionar y agradecer por todas esas lindas personas que también oraban conmigo, quienes muchas veces, fueron más fieles que yo y no cesaron de pedir a Dios por ese anhelo de mi corazón.
Tuve mis crisis de fe y mis momentos de sentirme «de lo peor» al ver la bendición emocional y sentimental a mi alrededor (asistí a muchas bodas). Pero mi Dios nunca me dejó. Lo mejor de todo fue, y es al día de hoy, que Su Palabra guardada en mi corazón siempre me animaba a mirar a Cristo. Me movía a buscar mi gozo y satisfacción en Él, a desearle por encima de todo, y a confiar en que sus planes y tiempo para mí serán siempre mejores que los míos.
Y en Su fidelidad…
El novio llegó. ¡Si, llegó! Apareció de la nada y con la fuerza de un huracán… ¡a mis 35 años! (mayo 2013). A los 36 años me casé (mayo 2014). A mis 37 nació mi hija (mayo 2015) –¿Qué pasa con este mes? [Risas]– y dos años más tarde (abril 2017) llegó nuestro segundo hijo. Como puedes ver, en apenas cinco años mi vida ha dado un cambio radical y para Dios este era el tiempo perfecto.
Siempre que Dios me concede la oportunidad de hablar o aconsejar a jóvenes solteras, mi anhelo es imprimir en ellas lo que hombres y mujeres de fe me predicaron y modelaron por tantos años: Dios tiene su tiempo para todo.
«Todo lo hizo hermoso en su tiempo; y ha puesto eternidad en el corazón de ellos, sin que alcance el hombre a entender la obra que ha hecho Dios desde el principio hasta el fin.» Eclesiastés 3:11
Si estás soltera, disfrútalo y vive para Su gloria. No te quedes en la banca como espectadora, anhelando una relación amorosa con alguien y dejando que la vida pase mientras esperas. Confía en que tu Dios te ama más de lo que alguien te podrá llegar a amar y que es ese amor el único que satisface. Tu identidad está definida por quien eres en Cristo (Efesios 1: 3-14) y lo que él hizo por ti en la cruz. No te dejes intimidar por comentarios que te hagan creer que estás incompleta o que eres inferior por estar soltera. No permitas que tu mente, la sociedad, Hollywood o Netflix, ni el enemigo de nuestras almas, te engañen y te lleven a vivir de ilusiones o frustraciones mientras pierdes hermosas oportunidades para hacer amigos, de crecimiento espiritual, servicio, ¡de vivir!
Créele a Dios. Cree que Su tiempo es perfecto. Cree en su plan. Cree que Él siempre sabe lo que es mejor para ti.
«Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos.» Isaias 55:8-9
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