Después de 20 años regresé a mi tierra natal y con ello, volví a ciertas actividades, que me encantan, entre ellas, la natación. Pero resulta que cuando llegué, bueno, ahora estoy en Cartagena y mi tierra natal es Medellín, aquí les cuento la historia.
Primero salí para Bogotá. Intenté regresar, hace 4 años y cuando apenas me estaba acomodando, fue cuando salí a pasar unas vacaciones en Chile, que terminaron en dos años en ese país y luego viajé a Perú y República Dominicana, antes de regresar.
¿No les ha pasado que le piden una bendición a Dios y luego, al recibirla, ya no saben qué hacer y se atemorizan?
Resulta que, una de las actividades que más anhelaba, era volver a nadar, pero, apenas llegué, entraron todos los temores, “miedo ¿al qué dirán?”, ahora tengo muchos kilos encima, tengo muchos años encima, tengo muchas canas encima y lo pensé durante tres meses. Pero Dios nos dice múltiples veces en Su Palabra, “No tengan temor”, pues entonces, tomé valor y regresé.
Le había dicho a Dios, en varias oportunidades, que quería volver a nadar, no como una de esas oraciones que tiene uno anotadas en una lista, sino como un suspiro que elevamos al cielo.
Así que, reencontrarme con el agua, con el olor a cloro de la piscina, que para alguien que ame la natación, evoca momentos inolvidables, ha sido fabuloso.
Sí, me siento más cansada, nado muy despacio, me dan calambres, me ha tocado tomar vitaminas, pero, lo asumí con todo.
Cuando regresé a nadar, nosotros en Medellín, nadamos al medio día, así que me tocó conseguir, una camiseta y un pantalón largo, para protegerme del sol, pero al nadar, me sentía mucho más pesada.
Pero con todo eso, no logró frenarme tanto, como lo hizo el miedo, pues, por haberlo permitido, desperdicié algunos meses valiosos. Porque, en mi caso, el temor me paraliza, me impide avanzar, me lleva a esconderme. Y cuando me desprendo de él, es igual que cuando nado sólo con el traje de baño, ¡puedo avanzar!
Pero ustedes dirán ¿y lo de Cartagena qué?, pues haber dado inicio mis entrenamientos, me permitió competir en el torneo de Aguas Abiertas en Cartagena.
Ese temor, al ¿qué dirán?, que yo sentí para volver a nadar, es el mismo que sentimos, cuando queremos ir a predicarle a otras personas, bueno, a contarles acerca de Jesús, pero, Dios dice “No tengan temor” y no es solamente para los misioneros que quieren ir predicarles a los caníbales, es también para nosotras, para que venzamos el temor de ir y contar las maravillas de Jesús, así que, así como yo obtuve mi recompensa, tendremos una recompensa en el cielo.
Casi siempre, que quiero compartir acerca de Dios, me ocurre lo mismo, siento temor a ser rechazada, pero cuando logro vencerlo, me siento muy contenta, cuando alguien, por mi causa, recibe el mensaje de salvación.
Así que, a vencer el miedo y ¡a contarles a todos acerca de Jesús!
Bendiciones,
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