Hay muchas cosas que a las mujeres nos encanta hacer juntas: ir a almorzar, salir de compras, tomar un café, ir al cine... Y la lista pudiera ser muy extensa. Esto se debe a que somos relacionales; nos encanta poder compartir los momentos felices como los no tan felices junto a nuestros seres queridos.
El día de ayer fue mi cumpleaños, y digamos que fue un poco diferente a lo usual debido a la pandemia, la cual nos ha impedido poder hacer lo que normalmente uno hace en días como estos, tales como compartir con una cantidad de personas para celebrar juntos. En la Providencia de Dios este año fue diferente.
Algo positivo de esta pandemia, sin embargo, es que de una manera impresionante (como todo lo que nuestro Dios hace), he podido ver cómo el pueblo de Dios ha sido impactado. Si, es cierto que actualmente el mundo es un caos, que ver las noticias es más para deprimirse que para informarse, que pareciera como que no hay esperanza; es justamente en este momento donde el pueblo de Dios debe unirse. Debemos clamar a nuestro Padre por Su misericordia y debemos clamar juntas por un avivamiento.
Si algo me ha quedado claro en estos tiempos... son las palabras de Cristo, cuando dijo que «separados de Él no podremos hacer nada». Si estamos en Cristo debemos estar sumergidas en Su Palabra; vivir humilladas delante de Él reconociendo, no solamente nuestra incapacidad de hacer algo, sino arrepentidas por nuestra vana manera de vivir. Debemos pedirle que sane nuestra tierra, que sane nuestras naciones. Solo la oración sincera puede hacer esto.
No sé si te pasa igual, pero yo necesito de Dios cada día más, yo anhelo verle obrar en medio de Su pueblo, yo anhelo ver y vivir un avivamiento, como esos que se describen en la historia de la Iglesia. ¡Yo quiero ser parte de un avivamiento en mi generación! Oro que dejemos la comodidad de las cuatro paredes de la iglesia y que empecemos a amar a ese mundo que se está perdiendo sin Cristo. Que dejemos las divisiones, el legalismo, el sectarismo y las tribus; para que cumplamos la Gran Comisión que es nuestro llamado como creyentes, y les llevemos las Buenas Nuevas del evangelio a los que se están perdiendo.
La gran necesidad espiritual que estuvo experimentando John Wesley en su propia vida fue lo que lo llevó a buscar a Dios y a también llevar las buenas nuevas a los que estaban cerca de él, a sus compañeros de la universidad. En la medida que John fue profundizando en su conocimiento de Dios y del evangelio, fue despertando en él esa pasión por dos cosas claves: la oración y servir al Señor con todo su ser.
- ¿Vives de una forma que los que te rodean se sienten atraídos a servir al Dios que adoras?
El pueblo de Dios debe levantarse, no con armas humanas sino con las celestiales: la oración y el clamor a su Dios. Me impacta ver a través de las Escrituras la infinidad de veces que encontramos una frase como esta repetidamente, «… entonces el pueblo de Dios clamó y Él les escuchó». El libro de los Jueces es un ejemplo de ello. A pesar de su maldad y de su pecado de alejarse de Dios; cuando su corazón se volvía a su Creador algo sucedía: Él les escuchaba.
- ¿No te parece eso grandioso, que el Dios omnipotente y creador de todo lo que existe, incline Su oído y Su corazón para escuchar el clamor de sus hijos?
Eso es algo que mi mente a veces no puede comprender, cuando en mi pecado y muchas veces en mi orgullo, mi corazón se ve tentado a dudar de Su bondad; cuando al dejar mi corazón envolverse en las cosas del día a día comienza a disminuir mi esperanza y comienzo a dudar de si Dios está ahí para escuchar nuestro clamor.
Es por esto que como ministerio, en todos los idiomas, hemos sentido la urgencia de separar este mes de octubre para clamar a nuestro buen Padre. Hemos iniciado este reto de 31 días ¡Clama! Yo necesito de Dios,yo necesito gritar a Dios pidiendo auxilio para que me salve, para que me avive, para que escuche nuestro clamor, que cambie nuestros países, que podamos ver familias cambiadas, iglesias transformadas y avivadas, y naciones que busquen a Dios. Queremos una generación que se decida por Dios.
Yo quiero que los próximos años que me queden en esta tierra no sean iguales a los que acaban de transcurrir; quiero que sean años para servirle a mi Señor de una manera más eficaz, de una forma que sea únicamente para la Gloria de Su nombre. Que donde sea que me encuentre, yo pueda animar a las mujeres a mi alrededor a que juntas podamos tener presente que Dios es el único digno de recibir todo honor y toda gloria.
Es por eso, mi amada hermana, que quiero animarte a que si no lo has hecho aún, te unas al reto de ¡Clama!. Lo puedes hacer en este momento; el tiempo es ¡ahora! Si quieres más información entra en este enlace, y si ya te inscribiste, anima a otras mujeres a que se unan a ti y a nosotras en este clamor desde todos los rincones del mundo. Queremos ver a Dios obrar y te invito a que seas parte de este batallón de mujeres que hemos decidido decir ¡Si, Señor!
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