Hace varios años, estaba buscando en la Biblia algunos versículos de las Escrituras que pudiera usar para animar a un equipo de mujeres, que sirven a otras mujeres. Quería hacer un llamado para animar a mujeres a tener una interacción con Jesús y Su palabra, algo que les cambiaría la vida. Encontré a la mujer en el pozo en Juan 4. Era una mujer samaritana con una reputación arruinada quien tuvo una conversación muy específica, que le cambió la vida, hablo con Jesús.
Cuando era niña, estaba familiarizada con esta historia; pero me hice más consciente de sus complejidades e implicaciones cuando fui adulta. Al estudiar Juan 4 en profundidad, por mi cuenta, me ayudó a ver nuevos ángulos en este pasaje. ¡Y descubrí la misión de mi vida!
El «tenía» en Juan 4:4 fue lo primero a la vista.
Parecía ser un verbo bastante insistente, por lo que con mis habilidades de estudio, entonces florecientes, fui a algunos comentarios para entender porqué Jesús tuvo que viajar a través de Samaria para llegar a su destino. Lo que descubrí fue que los judíos generalmente tomaban una ruta extensamente alejada cuando viajaban en esa área, para evitar Samaria. El hecho de que Jesús pasó intencionalmente por Samaria —en lugar de desviarse alrededor del país, que la mayoría de los judíos consideraba lleno de personas mestizas e ilegítimas— demostró que «tenía» era más sobre la misión que Cristo tenía, que del recorrido de un mapa. ¿Por qué Jesús tuvo que viajar a través de Samaria? Había una mujer con la que tenía que hablar, y su gente lo necesitaba.
En esto llegaron Sus discípulos y se admiraron que hablara con una mujer, pero ninguno le preguntó: «¿Qué tratas de averiguar?» o: «¿Por qué hablas con ella?» (v. 27).
Las actitudes y acciones de los discípulos de Jesús en Juan 4:27, fueron mis siguientes nuevos propósitos de entendimiento. Se sorprendieron que Jesús estuviera hablando con una mujer, pero no actuaron ante ese asombro. No interrumpieron ni hicieron un escándalo. En cambio, aparentemente quedaron mudos mientras miraban esa conversación. Un hombre hablando con una mujer. Un maestro judío hablando con una samaritana. Aquel quien es santo y enseña santidad, hablando con alguien tan claramente impía. Las preguntas que no hicieron muestran algunas suposiciones carnales y culturales.
Pero lo que realmente sucedió fue que esa interacción estaba a punto de volverse famosa. Juan 4:39–42 es donde las cosas explotaron para mí, y la detonación todavía me impulsa hoy.
Y de aquella ciudad, muchos de los samaritanos creyeron en Él por la palabra de la mujer que daba testimonio, diciendo: «Él me dijo todo lo que yo he hecho». De modo que cuando los samaritanos vinieron, rogaban a Jesús que se quedara con ellos; y Él se quedó allí dos días. Muchos más creyeron por Su palabra, y decían a la mujer: «Ya no creemos por lo que tú has dicho, porque nosotros mismos le hemos oído, y sabemos que Este es en verdad el Salvador del mundo» (v. 39–42).
Aquí hay una mujer, conocida por todos con quienes estaba hablando como mancillada y manchada, que de inmediato y audazmente comenzó a testificar. Ella no se preparó de ninguna manera ni se preguntó si estaba lista. En cambio, ella respondió inmediatamente con palabras honestas sobre su interacción con Jesús a quienes la rodeaban. Y esas fueron obviamente palabras efectivas, porque los otros samaritanos fueron directamente a Jesús para averiguar más. Luego volvieron con la mujer y le dijeron que ya no creían por lo que ella había dicho, sino porque habían buscado y escuchado a Jesús por sí mismos. Sabían que «este es en verdad el Salvador del mundo».
¡BOOM! Encontré mi misión.
Si bien algunos de nosotros tenemos la capacidad de comunicarnos de manera efectiva y convincente, cada historia sincera de aquellos objetos perdidos y encontrados, es poderosa. Estos últimos versículos nos muestran eso. No es el testimonio dramático o la comunicación dinámica de la mujer lo que finalmente llevó a estas personas a creer. Fue Jesús y Sus palabras. La mujer fue un conducto. Ella fue una herramienta que Dios usó para atraer a esas personas a sí Mismo. No se trata de la historia o del narrador. Es de Quién se trata la historia y Sus mismas palabras que traen la verdadera fe.
Entonces esa es mi misión. Quiero vivir una vida que muestre a otros, a Cristo y Su Palabra. Les cuento mis historias, tanto las cotidianas como las dramáticas, a aquellas mujeres que Dios pone a mi alrededor para que pueda testificar sobre cómo Cristo y Su Palabra me han cambiado radicalmente.
Mi oración más sincera, es que cuando alguien escuche mi testimonio sean motivados a buscar a Jesús y Su palabra, por lo que es Él. Espero que vayan a la Biblia y digan: «Ya no creemos por lo que Heidi ha dicho, porque nosotros mismos le hemos oído, y sabemos que este es en verdad el Salvador del mundo». Eso es. Quiero que Dios me use como un recipiente para llevar a las personas a Sus pies y a Su Palabra. Luego, a medida que conozcan a Cristo y Su Palabra por sí mismos, creerán y vivirán en respuesta a quién es Dios, todo lo que Él ha hecho y la esperanza que tenemos en Él.
¿Estás buscando una manera de entender el mundo o tus circunstancias? ¿Estás buscando la verdad sobre Dios por ti misma? ¿Eres alguien, como yo, que busca vivir una vida que motive a otros a saber más acerca de Dios y Su Palabra? Mira. Pide. Busca. Solo Él es digno.
Ayúdanos a llegar a otras
Como ministerio nos esforzamos por hacer publicaciones de calidad que te ayuden a caminar con Cristo. Si hoy la autora te ha ayudado o motivado, ¿considerarías hacer una donación para apoyar nuestro blog de Mujer Verdadera?
Donar $3
Únete a la conversación