Una sumisión selectiva

En una conversación con mi esposo sobre cosas que podíamos hacer para incentivar el amor por las Escrituras en nuestros hijos, determinamos leer todas las mañanas un capítulo de Proverbios con ellos, así que con entusiasmo oramos por este nuevo proyecto al cual daríamos inicio al siguiente día.

Me acosté muy emocionada con el asunto. Sentados a la mesa y terminando el desayuno, anunciamos las buenas nuevas a los niños y abrimos nuestras Biblias en el capítulo que correspondía para ese día, mi esposo comenzó con el versículo 1 y se detuvo para explicarlo a los niños, luego de unos minutos leyó el verso 2 y de nuevo comenzó a explicarlo y así continuó. En mi interior comencé a desesperar pues veía el tiempo correr, y le comenté que de ese modo no terminaríamos a tiempo, su respuesta fue que prefería leer menos para reflexionar con los niños sobre las enseñanzas particulares de cada proverbio.

En este punto pensarás, "muy bien", ¿verdad? Sí, pero el esquema mental que yo traía era diferente: cuando me acosté la noche anterior me visualizaba sentada con todos leyendo el capítulo completo y al final reflexionando sobre lo leído. Mi espíritu estaba inquieto y de algún modo ya no prestaba atención a sus explicaciones, sino que tenía todo un torbellino de murmuraciones como: "no era así que pensaba, no podremos completar el capítulo, etc." Hasta que el Espíritu me recordó lo que precisamente había leído temprano en la mañanita en mi tiempo a solas con Dios:

"Las mujeres estén sometidas a sus propios maridos como al Señor. Porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, siendo El mismo el Salvador del cuerpo. Pero así como la iglesia está sujeta a Cristo, también las mujeres deben estarlo a sus maridos en todo." Efesios 5:22-24

¡Oh!, ¡oh! Hasta ahora había estado teniendo una batalla interna conmigo misma, porque había perdido el control sobre mi ideal de una lectura con los niños, al recordar el pasaje inmediatamente recuperé la cordura y disfruté plenamente la lectura con mi familia. ¿Ves el punto? Simplemente no me sentía contenta con que las cosas no se hicieran a mi manera.

Luego de despedida mi familia, tuve tiempo para reflexionar y confesar. ¡Qué difícil se hace obedecer cuando creemos que tenemos la razón! O cuando simplemente entendemos que nuestra forma de hacer las cosas es la mejor. Quizás pienses que exagero pero veo cómo muchas veces somos presa de pecados tan sutiles que pasan desapercibidos por nuestras narices. Aquel día en mi corazón me revelaba contra la voluntad de mi esposo, bajo la bandera del pensamiento lógico, pero ¿sabes qué? Al final Dios bendijo mi obediencia porque definitivamente su método resultó ser excelente y aun mi alma es diariamente ministrada por las meditaciones en Proverbios.

Someterme a mi esposo no es elección mía, es un mandato y muchas veces simplemente le damos vuelta a un asunto porque no nos agrada, pero tengamos cuidado cuando no estamos de acuerdo en algo con ellos, de no minar su autoridad, sino de ser realmente ayuda idónea.

Aquel día mis hijos no notaron mi desobediencia, mi esposo no se enteró de mi insubordinación interna, pero Aquél que ve los corazones sí estuvo al tanto y a Él es a quien daremos cuenta, entonces mi sumisión comienza en mi corazón.

Que Dios nos ayude a ser obedientes a sus mandatos y que la oración dicha por el salmista en Salmos 139: 23-24 sea nuestra constante plegaria:

Escudríñame, oh Dios, y conoce mi corazón;
pruébame y conoce mis inquietudes.
Y ve si hay en mí camino malo,
y guíame en el camino eterno.

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Este artículo procede del Ministerio Aviva Nuestros Corazones ® www.avivanuestroscorazones.com

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Sobre el autor

Rafaela Luciano de Viñas

Está casada con Mario Viñas con quien tiene tres hijos: Mariela, Claudia y Mario Rafael. Es mercadóloga de profesión. Esposa y madre a tiempo completo, labores que entiende son un privilegio y hermoso regalo de Dios. Le encantan las artes … leer más …


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