Por: Laura Booz
Como madre de hijos pequeños, en ocasiones me pregunto…
¿Cómo se sentiría sentir, al final de cada día, que realmente he logrado algo?
¿Cómo sería no sentirse como si me hubiera pasado todo el día, distraída e interrumpida?
¿Cómo sería tener la certeza de que todo mi tiempo y energía se usaron en algo constructivo?
Eso sería muy bueno. ¿Alguna vez te has sentido igual?
Resulta que pienso que podemos lograr estos deseos; solo es cuestión de pensar correctamente. Últimamente he notado que el desánimo, el sentido de inutilidad y el descontento crecen debido a un concepto erróneo de que nuestro verdadero trabajo es cualquier otra cosa que no sea el cuidado maternal.
Supongamos que cada día, tú y yo nos despertamos pensando acertadamente que nuestra verdadera labor es el cuidado maternal. No solo eso, sino imagina que fuésemos honestas respecto a la descripción del trabajo y conscientemente nos rindiéramos al costo del amor.
¿Qué sucedería si iniciáramos el día anticipando todo el arduo trabajo?
Creo que veríamos la maternidad tal como es y tendríamos un sentido de satisfacción y logro al final del día, ¿no lo crees?
Si yo, la primera, comenzara mi día con esto en mente, no quedaría tan impactada, consternada, conmocionada o molesta por las necesidades de mis hijos, sus niñerías e idiosincrasias. Por el contrario, me daría cuenta que todos estos “inconvenientes” y “distracciones” son justamente los aspectos importantes de mi trabajo; y que no son, después de todo, ni “distracciones” ni “inconvenientes”. De hecho, son la esencia misma de una amorosa maternidad que vale la pena prodigar.
Decidir pensar con más claridad respecto a mi llamado –una mañana a la vez- cambiará toda la evaluación que haga de mi día.
Hoy…
Habrá heridas que debo aliviar,
Riñas en que debo intermediar,
Algo roto que debo reparar,
Y algo perdido que debo encontrar.
Habrá frecuentes punzadas de hambre que debo satisfacer y sed que debo saciar.
Algo se derramará y deberé limpiarlo,
Habrá traseros que debo limpiar
Accidentes que debo cambiar y enfermedades que debo atender.
Hoy…
Habrá ofensas que debo perdonar,
Olvidos que debo ignorar,
Y cientos de preguntas que debo responder.
Habrá límites que solo yo puedo defender
Y horarios que solo yo puedo mantener.
Habrá desorden que debo acomodar,
Desánimo que debo consolar,
Y faltas de respeto que debo abordar.
Hoy…
Las personas gritarán apasionadamente pidiendo ayuda –con urgencia- demandando mi presencia.
Debo correr al rescate.
En ocasiones descubriré una emergencia real, pero la mayor parte del tiempo solo será una pequeña queja que se resolverá con un beso.
Hoy…
Habrá alguien a quien cargar,
Alguien a quien vestir,
Alguien a quien ayudar,
Y alguien a quien abrazar.
Habrá alguien a quien enseñar,
Alguien a quien inspirar,
Y alguien a quien valorar.
Hoy…
habrá alguien dormido a quien debo despertar, y habrá alguien despierto a quien debo ayudar a dormirse.
Habrá injusticias que debo arreglar,
Maldades que restringir,
Generosidad que debo fomentar
Recuerdos que debo atesorar
Y bondades que debo celebrar
Hoy…
Habrá equivocaciones que confesar,
Pecadores a quienes amar,
Un Salvador a quien alabar,
Y gracia que recibir.
Hoy…
Extraña y hermosamente, mi trabajo como madre se asemeja al de Dios, como nuestro Padre celestial.
Hoy…
mi ocupación es Su ocupación,
Mi servicio, el Suyo.
Y hoy…
Si esto es todo lo que puedo lograr,
Debo irme a dormir sintiéndome verdaderamente satisfecha.
Hoy, puedo anticipar estas tareas y hacerlas con gozo y gratitud, porque Dios mismo me despierta en la mañana, me alimenta con el Pan de Vida, me da un buen trabajo que hacer, alivia mi corazón cansado y corre a mi rescate cuando Le llamo pidiendo ayuda.
Hoy, ¿Cómo puedes ver tu trabajo, cualquiera que éste sea, a través de los ojos de Dios y no los tuyos?
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