Mujer hacendosa, ¿quién la hallará? Es una pregunta muy común que nos hacemos cuando estamos frente a las distintas circunstancias de la vida que Dios nos ha puesto. ¿Te has cuestionado cómo ser esa mujer cuyo valor supera en mucho al de las joyas como se describe en Proverbios 31?
Toda mujer ha sido diseñada por Dios para ser dadora de vida, no solo trayendo hermosos bebes al mundo sino también extendiendo ayuda a los necesitados, cuidando de su hogar, siendo delicada, servicial y amorosa para con quienes la rodean. Una mujer conforme al diseño de Dios no se conforma con el molde que este mundo provee, con la etiqueta del éxito profesional o de escalar a grandes posiciones para destacarse, y ser alabada por sus destrezas. Esta mujer que acepta la voluntad de Dios en cada momento de su vida, rindiendo sus planes y deseos a los propósitos de Dios y haciendo de cada momento y lugar una oportunidad para que nuestro Dios sea exaltado. Ella no se limita por su edad, más bien no se siente menospreciada por su juventud (ni su vejez); sino que es de ejemplo a los creyentes en palabra y a aquellos que están a su alrededor en su conducta, amor, fe y pureza como Dios nos pide en su palabra en 1 Timoteo 4:12. Esta es la mujer cuyo valor trasciende las imposiciones de esta sociedad y se ata con firmeza a sus convicciones para que Cristo sea conocido y exaltado con su vida.
Todo esto suena hermoso. Pero nos cuesta, luchamos con nuestra carne, luchamos entre nuestros deseos y el diseño de Dios.
Hace unos meses me vi luchando con la decisión de entender que mi valor estaba en el modelo de Dios y no en el modelo de esta sociedad. Mi esposo, antes de casarnos, me había externado en una de nuestras conversaciones su deseo de que al casarnos yo invirtiera más tiempo en el hogar y menos tiempo trabajando fuera de mi casa. En ese momento, yo manejaba tres trabajos que me ocupaban doce horas varios días a la semana. Así que lo escuché y le dije que lo pensaría, porque mi mente se llenó de preguntas: ¿y si nos falta algo para nuestro presupuesto? ¿Y si no podemos ahorrar? ¿Y si se nos presenta alguna necesidad? También pensaba en lo cómoda que me sentía trabajando y produciendo. Esto me llevó a soñar todo lo que podríamos alcanzar si ahorrábamos y usábamos nuestros ingresos sabiamente. Lo único que tengo que agregarles es que al pasar los meses, esas horas de trabajo, afectaron mi salud provocándome una esofaguitis y reflujo, ocasionado por el estrés en el que me mantenía. Lo increíble de esto, es que aun así, no me importaba. Yo me sentía realizada en mi posición laboral, manejando varios trabajos y produciendo. Hasta que me casé.
Al casarme mi esposo nuevamente me comentó sobre su deseo de quedarme en casa más horas y dejar varios de mis trabajos. Aunque no lo veía claro como la voluntad de Dios, comenzamos a orar para que Dios inclinara nuestros corazones a su voluntad. Durante ese tiempo, Dios trabajo con mi corazón a través de su Palabra y de testimonios de hermanas de la iglesia que habían vivido este proceso y que me hicieron sentir que no estaba sola. La gracia de Dios, me llevó a rendir mi orgullo, mi deseo de dominio y de relucir, y sobre todo el temor de sentirme inferior. Al rendirme, Dios cambió mi corazón y me animó a:
- Confiar en el corazón de mi esposo.
- A amar mi hogar: levantándome cuando aún es de noche, y dar alimento a los de mi casa.
- Ayudar a otros: Extender mi manoal pobre, y alargar mis manos al necesitado, involucrándome en mi comunidad e iglesia.
- A vestirme de fuerza y dignidad.
- Dejar a Dios ser Dios. No tomar el control: sonreír al futuro.
- Abrir mi boca con sabiduría y bondad.
Al final de cuentas, Dios me permitió rendir mi vida a lo que Él me estaba llamando en esta etapa de la vida. A renunciar a aquello que me ataba a sobresalir en mi sociedad y no prestar atención a aquellos que se me llamaban a vivir para mí misma. Esa renuncia, implica escoger la humildad, el agradecimiento, la confianza y el temor a Dios sobre todas las cosas; y a vivir a plenitud esta vida conforme a su Verdad.
Aprendí que mi influencia no está en la cantidad de cosas que haga, en lo que gane o en lo haga relucir más mi nombre. Más bien, en poner claras mis prioridades, amar a mi Dios sobre todas la cosas para poder ser un instrumento en Sus manos de su gracia y bondad. Para así ser la esposa que respeta a mi marido y en equipo, tomar las decisiones que nos lleven a vivir nuestros roles y nuestro matrimonio a la manera que Dios lo diseñó.
En mi casa, Dios me ha llamado a cuidar de aquello que Dios me ha dado, ocupándome con esmero y excelencia hacer de este lugar un oasis para todos aquellos que pasen por ella. Y en mi trabajo y con amigos, a seguir dando testimonio de que Dios es el que tiene el timón de mi vida sobre cada circunstancia y que no importa lo que ha de venir, mi Dios es un buen padre y su voluntad es perfecta. Por eso escojo ser una mujer de influencia a la manera de Dios, atada a su Verdad y pidiéndole cada día que me conceda la oportunidad de contagiar a otros de la bendición que es vivir el diseño de Dios, este valor sobrepasa por mucho a las joyas y es eterno.
Te animo a vivirlo también. Esa es mi oración por ti.
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