¿Qué querías ser cuando fueses grande? Cuando era niña, mis aspiraciones incluían desde ser mamá de 13 hijos, a doctora, contable, músico, hasta consejera. Aunque mis sueños del futuro eran bastante variados, había algo que nunca pensé en llegar a convertirme: ¡una mujer necesitada! Yo quería ser fuerte, auto-suficiente e independiente. De hecho, pensaba que esa era la meta de la vida… aun de la cristiana. No tenía idea de que un espíritu independiente y autosuficiente era en realidad una característica del corazón orgulloso. No sabía que al negarme a aceptar mi necesidad con humildad, realmente estaba rechazando la gracia que Dios estaba deseoso de derramar en mi vida.
“DIOS RESISTE A LOS SOBERBIOS PERO DA GRACIA A LOS HUMILDES.” (Sant. 4:6)
La gracia no era mas que un término teológico vago en mi mente. Aunque crecí en la iglesia y me había convertido en seguidora de Jesucristo a los 15 años, no fue hasta que asistí a un campamento familiar del ministerio Life Action que finalmente comprendí la importancia de la gracia. El charlista definió la gracia de la siguiente manera:
“La gracia es la calidad dinámica de la vida de Dios dentro de mí que me da el deseo y el poder para vivir en armonía con la Palabra de Dios.”
Me di cuenta esa noche cuán necesitada estaba —aun siendo una seguidora de Cristo. Necesitaba de Su gracia para:
- Vivir una vida marcada por un amor incondicional hacia otros.
- Experimentar gozo y paz independientemente de las circunstancias a mi alrededor.
- Tener suficiente domino propio sobre mis emociones, mis pensamientos y mis reacciones, sin importar el día del mes que sea, ni cuáles sean los retos de esa etapa particular de mi vida, o aun cuál sea la conducta de aquellos a mi alrededor.
En nosotras mismas no tenemos ni el poder ni el deseo de vivir una vida que sea agradable a nuestro Padre Celestial. ¡Es por esto que necesitamos gracia! Felizmente, la gracia es como un ambulancia que corre al punto de nuestra necesidad en el preciso momento en que llamamos y pedimos ayuda. Pero si no llamamos, la ambulancia no vendrá. Si rehusamos admitir nuestra necesidad y desesperación, estaremos declinando la gracia que hubiese sido nuestra.
¡Oh, cómo anhelo la plenitud de Su gracia en mi vida! ¿Tú no? ¿Te unirías a mí admitiendo cuán necesitadas estamos realmente? Al expresar tu clamor a Dios pidiendo ayuda para tu tiempo de necesidad, mantente atenta al sonido de las sirenas… ¡una ambulancia de gracia está de camino!
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