Un tiempo de silencio

Me dije a mí mismo: Mientras esté ante gente malvada vigilaré mi conducta, me abstendré de pecar con la lengua, me pondré una mordaza en la boca.

Salmo 39:1 (NVI)

Diría que casi todas las mujeres tenemos algún recuerdo especial de nuestros embarazos, los olores, los antojos, el sueño…, la lista puede ser tan interminable como insólita.

Mi caso no ha sido la excepción, nunca voy a olvidar los primeros cinco meses de mi segundo embarazo, y la manera en que resultó inolvidable. Por alguna razón Dios quiso que mi propia saliva causara las más insoportables náuseas que jamás había vivido.  Sí, hablar me causaba asco, muchos pensarían que eso sí era una buena noticia, lo cierto es que para mí fue algo repulsivo, tenía que escribir notas para comunicarme. Y para una mujer como yo que le encantaba hablar eso fue una tortura.

Al principio me pareció algo terrible de soportar, después surgió una pregunta  que lo cambió todo ¿será que Dios no quiere que hable? Sin duda alguna Dios estaba usando esa circunstancia para corregir mi lengua. Fue una verdadera amonestación y una auténtica herramienta para silenciarme. ¡Desagradable pero efectiva!

Hace pocas semanas atrás Nancy nos habló sobre la importancia de guardar nuestra lengua y cuán estupendo sería tener un editor que corrija todas nuestras palabras antes de decirlas.

Y lo cierto es que Dios nos ha dado Su Palabra para que aprendamos a usar las nuestras con sabiduría, nos advierte de los momentos que es oportuno callar y nos da Su gracia para lograrlo.

En el Salmo 39:1 nos muestra la preocupación de David al no querer pecar con su lengua. Él estaba determinándose a guardar su lengua de hablar mal. En su expresión vigilaré mi conducta podemos ver que había un profundo compromiso de voluntad. Se estaba absteniendo de pecar con sus labios decididamente. Algunas versiones mencionan la palabra freno. ¡Cuántas veces necesitamos ponerle freno a nuestras palabras!

En las muchas palabras no falta pecado, mas el que refrena sus labios es prudente Proverbios 10:19. Ya notamos que es sabiduría refrenar nuestras lenguas, por cuanto el mucho hablar conlleva riesgo de pecado.

Debemos callar a tiempo y abrir nuestra boca con sabiduría, dos cosas que para mí son un verdadero desafío y puede que para ti también.

Me encantaría decirte que durante el tiempo de silencio que viví en mi embarazo me determiné a guardar mi boca para no pecar, pero la verdad es que fue Dios quien se propuso callarme y enseñarme una lección. Me forzó a guardar mis labios, fue un tiempo difícil, pero oraba en mi mente pidiéndole a Dios que me enseñara, cuando todo pasara, a vivir como lo hice durante esos meses, abriendo mi boca solo cuando fuera necesario para edificar a otros, no para maldecir ni quejarme, ni simplemente hablar por hablar.

La verdad que hay días que quisiera no haber dicho ciertas cosas, aun lucho en la manera como uso mis labios, pero sé que hay gracia para mi vida como lo hay para la tuya.

¡Las buenas palabras son escasas, preciosas y valiosas!

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Sobre el autor

Débora Dilge de Peralta

Débora esta casada desde hace 16 años con Victor Peralta, Pastor de la Iglesia Cristiana de la Gracia, en Bahía Blanca, Argentina. Tienen dos hijos a quienes educan en el hogar y juntos como familia alojan niños con necesidad de … leer más …


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