A medida que leo los Evangelios, un hecho es innegable para mí: Jesús valoraba a las personas. Una y otra vez, Él permitía que lo detuvieran, que le abordaran con alguna petición, y hasta ser usado por las personas que estaban alrededor de Él.
Cuando sacó tiempo para retirarse a un escondite en las montañas a fin de tener un merecido descanso, entonces fue perseguido por una multitud de personas en necesidad. ¿Qué hizo Jesús? Él los sanó. Luego, cuando estaba camino a sanar a una joven enferma, sucedió que llamó Su atención aquella mujer que tocó Su manto. Él se detuvo y atendió su necesidad. En otra ocasión, Él se desvió del camino para sanar a un hombre endemoniado a quien los demás consideraban una causa perdida. ¡Oh! también hubo niños a quienes Jesús instó a venir a Él aunque ellos parecían alejarlo de sus responsabilidades ministeriales.
Para serte honesta, el hecho de que Jesús siempre disponía de tiempo para otros no me hace sentir del todo bien. Y eso se debe a que valorar a las personas no es uno de mis puntos fuertes.
Tiendo a maximizar tareas y horarios y marcarlos como realizados en mi lista de cosas por hacer. Estas cosas encajan muy bien dentro de las cuadros que dibujo de cómo quiero que luzca mi vida. En contraste, valorar a las personas requiere mucho de mi tiempo y energía. A menudo es complicado. Rara vez se ajusta a un horario.
Valorar a las personas significa estar dispuestas a ser abordadas por quienes requieran algún tipo de apoyo de nuestra parte. Significa hacer cosas que no pueden ser medidas. Significa desarrollar o cultivar relaciones basados en lo que las personas realmente son y no en quienes nosotros queremos que ellos sean.
Mi hijo Eli sufrió un colapso recientemente porque recibimos la visita de otras familias en nuestro hogar quienes desarreglaron su habitación. Justo esa mañana, él había pasado horas limpiándola hasta que quedo bien pulcra y ordenada. Estaba tratando de explicarle sobre los valores de compartir, de la amistad y de la hospitalidad (¡esta madre escritora puede ser un poco prolija!) cuando mi esposo sencillamente dijo: “Hijo, las personas son más importantes que nuestras cosas”.
¡Bingo!
Eso significa valorar a las personas. Puede que en un momento requiera aceptar que la casa no se encuentre precisamente en las mejores condiciones debido a que las personas que recibiste han sido amadas, cuidadas y entretenidas dentro de las paredes de tu casa. Significa aceptar una programación de cosas por hacer consciente de que puedan sufrir cambios por el hecho de que estás determinada a disponer de tiempo para otros siempre que sea necesario. Significa considerar cada actividad de tu lista de cosas por hacer con menor importancia que la que merecen las personas para quienes estás haciendo esas tareas. Significa medir el éxito en función del triunfo que tengas a través de las relaciones, en lugar de lo limpia y organizada que luzca tu vida.
Tengo mucho que aprender sobre este tema, y reconozco que al final de mi vida quiero que las personas digan que viví como Jesús, lo que conlleva que debo valorar a las personas. A medida que le he pedido al Señor que me ayude a crecer en esta área, también me he planteado las siguientes interrogantes. Les invito a que se hagan las siguientes preguntas y consideren esto: ¿Realmente estoy valorando a las personas?
- Cuando alguien me llama inesperadamente: ¿Acepto su llamada?, ¿Decido devolverle la llamada tan pronto como pueda? o ¿sencillamente le ignoro porque estoy en medio de algo “más importante”?
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Al final del día, mido mi valor como persona por como: a) ¿Lo que fui capaz de lograr? o; b) ¿A quién pude amar verdaderamente?
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Para ustedes madres. . . cuando sus hijos les piden que jueguen con ellos: ¿Usualmente lo haces? o; ¿Prefieres negarte porque tienes ropa que lavar, platos que fregar o cena que preparar?
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¿Tengo tiempo reservado cuando “hago ministerio” (como por ejemplo Escuela Dominical o liderar un estudio bíblico)? o ¿Estoy dispuesta a servir a otros cuando se presenten las oportunidades?
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¿Tengo el hábito de salirme de mi zona de comodidad o mi forma por atender a otras personas?
Es poco probable que nosotras valoremos a los demás con la misma libertad y frecuencia con que Jesús lo hizo, pero debemos prestar mucha atención al hecho de que Él vivió mostrando lo importante que las personas eran para Él (¡porque realmente lo son!). Para ser más como Él, debemos de hacer el arduo trabajo de seguir Su ejemplo.
¿Valoras a las personas, dándole toda la importancia que merecen? ¿Qué cosas puedes hacer hoy para parecerte más a Cristo en este aspecto?
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Este artículo procede del Ministerio Aviva Nuestros Corazones ® www.avivanuestroscorazones.com
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