Tengo el privilegio de contar con tres tesoros maravillosos, mis hijos. Cada uno se destaca por una personalidad única. Uno de ellos es mi primogénita, con ella vino la delicia de ser madre, pero también la incógnita de cómo iba a funcionar esta nueva aventura.
Hemos aprendido la una de la otra, tenemos historias que contar (risas, lágrimas y momentos únicos). Miro atrás y con nostalgia recuerdo a mi pequeña (ahora no tan pequeña) con sus medias de lunares, vestidos pomposos y peinados elaborados por mamá. Pero eso quedó atrás, ahora ella es más independiente, posee sus propios gustos y está madurando. Esto es causa de gozo (aunque en ocasiones quisiera retroceder el tiempo).
Quizás te identificas conmigo, ¡tú niña está cambiando! Y estos cambios evidencian que está lidiando con desaciertos, luchas, transformaciones, como parte de su introducción a la pubertad.
Pero, ¿cómo podemos ayudar a nuestras hijas en esta etapa, sin que «colapsen» en el proceso?
Amada hermana, quiero brindarte la esperanza gloriosa del evangelio para que junto a tu hija puedas encontrar gozo y plenitud en Cristo.
Pero antes, definamos los términos.¿Que es la pubertad? Es el momento de la vida que marca el fin de la niñez e introduce la adolescencia. Esta suele ocurrir entre los 10 a 14 años para las niñas y entre los 12 y 16 años para los varones. Está matizada por (muchos) cambios emocionales. Cada niña lo experimentará con más o menos intensidad.
En síntesis, la pubertad es sinónimo de cambios Como experimentar nuevos miedos, diferentes cambios de ánimo, necesidad de estar a solas, buscar agradar a sus amigos o encajar en los grupos «de las populares». Y la lista continúa. De hecho, estos cambios pueden provocar fricciones, conflictos, que si son mal manejados pueden derivar en un distanciamiento entre tú hija y tú.
Como administradoras de la herencia dada por Dios tenemos el compromiso de apuntarles a Cristo y su evangelio, con amor, paciencia y dedicación.
Entonces, ¿por dónde empezamos?
Muéstrale a Cristo:
Nuestras hijas necesitan conocer que no son perfectas, que de este lado de la gloria no hay ser humano intachable (Romanos 3:10). Pero más importante es que comprenda, que a pesar de su imperfección, Cristo – el único perfecto– la ama y se dio a sí mismo por ella.
Háblale de Aquel utiliza sus fracasos para Su gloria y para formar un carácter santo en ella (2 Corintios 5:17).
Ellas pueden estar librando una batalla campal en su interior tratando de ser aceptadas, de encajar, y fácilmente pueden caer en la esclavitud de las opiniones de otros. Dile que Cristo es su porción.
Enséñale que su identidad está en Cristo
El mundo tratará de seducirla para que forme una visión distorsionada de quién es. A través de cosas vanas como la cantidad de seguidores en Instagram o los likes de Facebook, la llevará a buscar su identidad en cisternas rotas y vacías, lacerando su corazón.
Ayúdala a depender de Cristo, muéstrale que nada se compara a Él. Ármate de la verdad plasmada en las Escrituras y utilízala como un antídoto contra los engaños del mundo. Enséñale lo que Pablo les dijo a los miembros de la iglesia de Colosas, que nuestra suficiencia y plenitud están en Cristo (Colosenses 2:9-10). Ella debe reconocer su necesidad de un Salvador y Señor Jesucristo para que en Él solo en Él esté completa, pues sólo Cristo nos satisface , no tenemos que demostrarle nada a nadie.
Enséñale que en Cristo será una vencedora
Por último, amada hermana, fortalece a tu hija con la verdad de que los que están en Cristo son más que vencedores. Muéstrale que a pesar de nuestras imperfecciones Él nos escogió y que nada ni nadie (incluyéndonos a nosotras mismas) podrá separarnos del amor de Dios que es en Cristo Jesús. (Romanos 8:37).
Ella enfrentará a retos y cambios, que no podremos evitar. Sin embargo si puedes darle verdades en las que pueda sostenerse cuando los vientos de la pubertad quieran sacudirla.
Dios te bendiga
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