¿Realmente está tu pecado escondido en la gaveta de cachivaches?
Tengo una gaveta de cachivaches tan llena que está alquilando espacio para almacenamiento en otras tres gavetas.
No puedo ver la cubierta de mi lavadora. Está cubierta de jabones, trapos, cestas de lavado y un ejército de hombrecitos lego, rescatados de la secadora.
No he limpiado mi closet desde la última vez que me mudé.
A pesar de mi deseo de llevar una vida metódica y organizada, no lo he logrado, tengo todo regado. Con frecuencia me encuentro a mí misma deseando que Dios me dé un día de 28 horas en lugar del estándar de 24. Es como si no pudiera exprimir todo lo que se encuentra en mi lista de tareas pendientes, entre el momento que suena mi alarma y cuando caigo en la cama orando que mi hijo me permita dormir un poco.
Sé que no soy la única frustrada con la desorganización y la ineficiencia. Pero queridas, es tiempo de que aceptemos cuán grande es nuestra gaveta de cachivaches. (Una pista: no lo es).
Un hecho irritante
Hace varios meses, estaba haciendo una investigación para un proyecto de algo que debía escribir cuando accidentalmente me encontré con un estudio de Barna sobre las mujeres cristianas y su salud espiritual. Mientras lo leía, las estadísticas saltaron a mi vista.
Cuando se preguntaba sobre lucha con el pecado…
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50% de las mujeres dijeron que su principal lucha era con la desorganización.
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42% dijeron que su lucha era con la ineficiencia.
Estas fueron las dos principales luchas que se citaron.
Algo acerca de ese estudio se atascó como un grano de arena en mi corazón. Me irritó, pero no sabía la razón. Luego de un rato, a través de los lentes de mi propio corazón, esta perla emergió.
Como mujeres, pensamos que Dios está más interesado en nuestra productividad. La verdad es, que a Él le interesa más, nuestra santidad.
¿La calificación de quién te estás perdiendo?
El hecho de que como mujeres cristianas digamos que la desorganización es nuestra lucha número uno me deja ver que no sabemos (o no queremos saber) lo que es el pecado.
El pecado no es solamente esos hábitos persistentes que nos gustaría erradicar de nosotras. No son aquellas cosas que hacen que nuestra vida no luzca «de portada de revista.» No es algo que puede curarse en 10 pasos fáciles de organización.
1ª Juan 3:4 lo define así, «Todo el que practica el pecado, practica también la infracción de la ley, pues el pecado es infracción de la ley.»
Cuando violamos la ley de Dios revelada en Su Palabra, pecamos. Vivimos en una cultura que valora altamente la productividad. Ciertamente, lograr que se hagan las cosas es importante. Pero la desorganización y la ineficiencia no violan la ley de Dios.
Deuteronomio 9:8 y Josué 1:18 definen el pecado como rebelión contra Dios.
Si no dominas tu lista de cosas por hacer ¿contra quién o qué te rebelas? ¿Tus propias expectativas? Quizás. ¿Contra una cultura que le otorga estrellas doradas a la productividad, sin importar el costo? Seguramente. Pero Dios no está decepcionado contigo cuando tu lista de cosas por hacer no está escrupulosamente doblada al final del día. Ser desorganizada no es rebelión contra Dios o Su Ley.
A menudo escucho que el pecado se define como «errar al blanco.» Esa frase la sustentan con Romanos 3:23 «por cuanto todos pecaron y no alcanzan la gloria de Dios»
Sí, todos somos pecadores porque no alcanzamos la gloria y la perfección de Dios, pero no se trata de que tenga ropa sucia en el piso o queso vencido en el refrigerador. Jesús no murió para redimir tu gaveta de cachivaches. Él murió para redimirte de tu tendencia a correr en la dirección opuesta a Dios y Sus planes para tu vida.
No desperdicies tu culpa
Claro está que un hogar limpio y organizado es una meta que vale la pena. No hay nada malo en ser organizadas. (Ustedes, las chicas organizadas, de seguro ya estaban listas para escribirme ¿no es así?).
Pero si la mitad de las mujeres cristianas creemos que fallar en el área de la productividad es nuestro problema número uno, nuestras prioridades con Dios están fuera de equilibrio. Como resultado, muchas de nosotras nos sentimos más culpables acerca de la condición de nuestro hogar, que la de nuestro corazón.
No puedo menos que preguntarme… como mujeres, ¿estamos desperdiciando tiempo y energía valiosos sintiéndonos culpables por el desorden en nuestro hogar en lugar de pedirle a Dios que trabaje en nuestra vida desorganizada? ¿Vamos a luchar contra el pecado con la misma determinación y vigor que lo hacemos contra el desorden?
Y para mí, esta es la pregunta que se encuentra en la raíz de todo este asunto:
¿Hemos entendido que si bien, Dios nos llama a esforzarnos en hacer todas las cosas para Él (Ef. 6:7), Su amor no depende de nuestra capacidad de ejecutar tareas?
De hecho, Dios no sacude Su dedo ante el desorden. Él usa nuestros desastres para proclamar Su mensaje. Él usa nuestras deficiencias como una oportunidad de resaltar nuestra necesidad de Él.
Un extraño modelo para saber cómo priorizar
Tengo que admitirlo, cargo con algunas de las características de una primogénita luchadora, como toda chica americana. Tengo la tendencia a medir mi valor según mi capacidad de ejecutar tareas. Probablemente por eso la historia de María y Marta que se encuentra en Lucas 10 siempre me pone los nervios de punta.
Marta actuó de una forma que sobrepasó esa tendencia. El Salvador llegó a su casa, y ella sirvió una fabulosa cena. Su hermana, María por otro lado, recibe los halagos de Jesús porque simplemente se sentó a Sus pies, haciendo de María un modelo extraño de cómo deben estar nuestras prioridades.
«Pero Marta se preocupaba con todos los preparativos; y acercándose a Él, le dijo: Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude. Respondiendo el Señor, le dijo: Marta, Marta, tú estás preocupada y molesta por tantas cosas; (Lucas 10:40-41)
Conforme a este pasaje, me parece que Marta estaría dentro del 50% de las mujeres que pusieron la desorganización e ineficiencia en su lista como sus luchas más importantes. Parecería que ella no era capaz de sostener todos sus platos en el aire al mismo tiempo... pero necesitamos esta historia pues nos recuerda una verdad más profunda.
¡Sí! tener una casa limpia es bueno. Ciertamente, debemos buscar mostrar hospitalidad a otros y usar nuestros hogares para la gloria de Dios. La organización es algo bueno también. Nos ayuda a reducir inconvenientes en el día... pero éstos no son la mejor parte. Ni la productividad ni la organización deberían ser nuestra meta principal ni tampoco la vara con que calculemos nuestro valor.
Con eso en mente, ¿puedo motivarte a examinar tu vida? Pídele a Dios que te revele la verdad sobre el pecado en tu vida (recuerda que pecado es todo aquello que viola la ley de Dios) y que te dé arrepentimiento. Pídele que te muestre lo que es en realidad el pecado y que te permita ver claramente si has estado castigándote por algo que no es importante para Él.
Pidamos a Dios por fortaleza para correr en pos de la santidad. Si en el proceso también podemos tener una gaveta de cachivaches limpia y lavar la ropa, sería grandioso. Si así no fuere, pidamos a Dios que seamos mujeres que siempre elijan la mejor parte.
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