Tu matrimonio necesita discusiones hermosas

Escrito por Maggie Combs 

Si estás casada, entonces hay peleas. Puedes llamarlo discutir, estar en desacuerdo o entrar en conflicto, pero es lo mismo. Cuando nuestras opiniones chocan con fuerza contra las ideas de nuestro esposo o sentimos que sus acciones no muestran adecuadamente a Cristo, las discusiones suceden.

Como humanos imperfectos, siempre habrá lugares de tensión en nuestras relaciones, especialmente en la profundidad de la intimidad y la proximidad de nuestros matrimonios. Nuestra tendencia pecaminosa es luchar con las armas del mundo: refutaciones mordaces, cierres helados o recordatorios cortantes de insuficiencias pasadas. Esta es una discusión fea. Pero Dios tiene la gracia suficiente para transformar incluso las discusiones con nuestros cónyuges en algo hermoso si nos adornamos con un espíritu tierno y apacible.

Entendiendo un espíritu tierno y apacible

Hay muchos conceptos erróneos sobre lo que es tener un espíritu tierno y apacible. Lo entiendo, amigas - no me considero a mí misma ni tierna ni serena por naturaleza. Soy franca, el volumen de mi voz es generalmente alto o ensordecedor. No soy, naturalmente, la modelo del anuncio de la feminidad bíblica, pero he aprendido que, por la gracia de Dios, puedo ser adornada con un espíritu tierno y apacible en la forma en la que me relaciono con mi esposo, incluso si se ven un poco fuerte mis reacciones. Esposas fuertes y directas, nuestras personalidades no necesitan ser amenazadas por mantener nuestro corazón tierno y apacible. De la misma manera, si eres una mujer cuya personalidad es aparentemente amable y callada, tus acciones pudieran no ser consistentes con la guerra que está teniendo lugar dentro de tu propio corazón, especialmente durante una discusión con tu esposo.

Un corazón tierno y apacible no es algo natural para ninguna de nosotras, pero Pedro urge a las esposas en particular que se adornen con el en 1 Pedro 3:4: «sino que sea el yo interno, con el adorno incorruptible de un espíritu tierno y apacible, lo cual es precioso delante de Dios».

El término adornar nos dice que ser tierna y apacible en el matrimonio no es nuestra tendencia natural; es algo que debemos proponernos. La ternura es un fruto del Espíritu, lo que significa que no proviene de nuestras propias habilidades sino del poder del Espíritu Santo que obra en nuestros corazones.

Pedro nos dice que nuestros corazones son hermosos y preciosos para Dios. Esto significa que incluso el discutir con nuestros maridos (que en nuestra capacidad natural solo será feo) puede transformarse en algo hermoso y puede glorificar a Dios si entramos al conflicto con nuestros corazones llenos de un espíritu de ternura y serenidad.

Hay tres tendencias de nuestros corazones pecaminosos que hacen que nuestra discusión sea fea, pero tres maneras en que un espíritu tierno y apacible puede transformar las discusiones en algo hermoso.

Un corazón orgulloso discute feamente al:

  1. Hablar por encima de nuestros maridos. En realidad, esto puede ser cortar las palabras de tu marido para insertar tu justificación o argumento, pero más a menudo es un problema de la mente. Mientras él habla, mantenemos un comentario en paralelo de nuestras propias opiniones, réplicas y justificaciones en nuestras mentes. Comenzamos mentalmente a preparar nuestros próximos argumentos o recordamos cuántas veces él ha fallado en el pasado. No podemos posiblemente oírlo hablar porque nuestros propios corazones están gritando dentro de nosotras. Este flujo mental es lo opuesto a la serenidad.
  2. Enfocarse en ganar el argumento. Ya sea que ladiscusión se trate una simple diferencia de opinión o de una verdadera ofensa pecaminosa, queremos ganar la batalla. Pocas cosas ponen en manifiesto nuestra auto justicia como una discusión. En la vida cotidiana, puede ser difícil recordar una comprensión correcta de nuestra propia humanidad imperfecta, pero en una discusión se siente casi imposible. Cuando nuestros maridos se atreven a amenazar nuestro orgullo, nuestra auto justicia se apresura a saltar a la justificación en lugar de reconocer nuestra tendencia al fracaso y la perfecta justificación de nuestros pecados por parte de Jesús.
  3. Intentar ser el Espíritu Santo. Redargüir a nuestros maridos no es nuestro trabajo. No somos el Espíritu Santo, y nuestra rapidez para atribuirle la culpa a nuestros esposos no es el tipo de herramienta que Dios usa para crear crecimiento espiritual en nuestros maridos.

Un espíritu tierno y apacible lucha hermosamente al:

  1. Ir primero a Dios y luego al esposo. Es bueno parar una discusión y pedir tiempo para considerar el problema con Dios. Es aún mejor, cuando te enojas con tu esposo, no comenzar un conflicto hasta que hayas tenido tiempo de procesar con Dios. Incluso si sus acciones o decisiones fueron la instigación original del argumento, debido a nuestras imperfecciones humanas, siempre jugamos un papel en el problema.

    Encontrarte con Dios antes de confrontar a tu esposo le da a Dios la oportunidad de iluminar tus propios ídolos para que puedas poner a Dios nuevamente en el trono de tu corazón y venir a tu esposo en la posición correcta con Dios. Ir primero a Dios también abre la puerta para que Dios te ministre en tu decepción. Es bueno que nuestros corazones se acerquen a Dios y lo encuentren suficiente para cumplir todos nuestros deseos, incluso si nuestros esposos no están dispuestos a reconciliarse ni a disculparse.

  2. Orar por sabiduría. No siempre percibimos las circunstancias o la diferencia de opinión correctamente en la primera consideración. Dios generosamente otorga sabiduría a aquellos que la piden (Santiago 1:5). Deja ir tu orgullo y abre tu corazón a la sabiduría de Dios aplicada a tu confrontación en particular. He descubierto que la sabiduría que Dios otorga a menudo conduce a una aceptación humilde de mis propios problemas y a un espíritu gentil y misericordioso hacia las fallas de mi esposo.
  3. Afligse por su propio pecado y al confesar primero. Si te adornas con un espíritu tierno y apacible, no detendrás tu propia confesión, incluso si la ofensa de tu esposo se siente más grande que la tuya. Estarás tan afligida por tu pecado que te arrepentirás rápidamente y pedirás perdón a Dios y a tu esposo. Aunque el Espíritu Santo rara vez usa nuestro deseo culpar a nuestros maridos para crear convicción, a menudo lo he visto usar mi humilde disculpa para provocar arrepentimiento y confesión en mi esposo.

La clave de una discusión hermosa

Cuando nos encontramos discutiendo con nuestros maridos, debemos buscar el poder del Espíritu Santo. Por nuestra cuenta, nunca podemos adornar nuestros espíritus con ternura y serenidad, especialmente en una discusión- que es el momento en el que más necesitamos ese tipo de espíritu. Si queremos ser el tipo de mujeres que van primero a Dios, oran por sabiduría en la confrontación, se afligen por su propio pecado y confiesan primero, debemos ser mujeres que permanecen diariamente con nuestro Dios. Él es el único que puede cambiar nuestra actitud de discusión desde la auto justificación hasta la servicio.

Acerquémonos a ese Dios poderoso que cambia el corazón. Invitémoslo a los lugares oscuros y quebrantados de nuestro espíritu donde sentimos la necesidad de discutir por nuestra justificación y permitamos que su Espíritu transforme el nuestro. Nuestras personalidades no tienen que determinar cómo discutimos con nuestros maridos. Cuando permanecemos con Jesús, Él quita nuestros andrajosos y pecaminosos harapos y viste nuestros espíritus con su propia justicia. En esa ropa santa, comprada con sangre, podemos discutir con nuestros maridos de una manera que muestre la belleza del evangelio.

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