Hace unos años atrás, mientras mi familia estaba en unas compras rápidas en una tienda por departamentos, uno de nuestros hijos comenzó a perder el control. Nuestro hijo pequeño comenzó un arrebato verbal y agresivo mientras su pequeña mente parecía convertirse en otra persona. Esto no era nada nuevo para nosotros, ya que habíamos estado buscando ayuda durante años, pero cuando vi los ojos de quienes nos rodeaban emitiendo un juicio silencioso, pero a toda voz, fue en ese momento que me di cuenta de nuestra lucha.
«¡Controla a ese niño!»
«¡Claramente no hay disciplina en esa casa!»
«Si ese fuera mi hijo, ¡nunca se comportaría de esa manera en una tienda!»
Cuando sentí que mi maternidad estaba siendo juzgada, me dirigí a una mujer que había estado lanzando una mirada de desaprobación y exclamé: «¡no me juzguen! No tienes idea del reto con el que vivimos ». Ya era suficiente con las miradas de desaprobación y el juicio silencioso que a menudo sentía de quienes me rodeaban. Mi identidad como madre estaba siendo desafiada, ¡y no estaba dispuesta a soportarlo!
Si bien es cierto que esta mujer podría haber sido más amable, el problema real era que la estaba dejando determinar mi valor y mi identidad. Ella no tenía idea del desafío que Dios le había confiado a nuestra familia. Sin embargo, lo que reveló esta situación en mi propio corazón fue que buscaba mi identidad en lo «buena» madre que yo era en lugar de quién era en Cristo. Lo más triste de la situación es que, en lugar de ser el reflejo de Cristo a esta mujer, la había atacado en medio de mi crisis de identidad.
¿Por qué no podemos encontrar satisfacción en nosotras mismas? Porque fuimos creadas para reflejar la gloria de Dios. Ya que el objetivo principal en la búsqueda de una identidad fuera de Cristo es traer gloria a nosotras mismas, nunca encontraremos un propósito duradero apartadas de Él.
¿Dónde estás siendo tentada a encontrar tu identidad?
- ¿Eres una mujer que solía encontrar satisfacción y elogio en tu trabajo, pero ahora te encuentras trabajando incansablemente en casa con niños que expresan muy poco agradecimiento?
- ¿Has sido engañada por la escalera del éxito a costa de tus seres queridos, o te sientes paralizada porque estás sin trabajo o en un trabajo donde no encuentras satisfacción?
- Si estás viviendo el nido vacío, ¿no te sientes segura de quién eres sin sin hijos en casa a quienes atender?
- ¿O eres una madre joven que siente que no puede estar a la par con la vecina que aparentemente tiene todo bajo control?
¿Cómo nuestra identidad en Cristo cambia nuestras vidas?
Saber que nuestra identidad está en Cristo es una cosa, pero comprender cómo eso cambia de forma práctica la forma en que vivimos es otra. Aquí hay algunas formas en que la comprensión de nuestra verdadera identidad en Cristo puede tener un gran impacto en la forma en que vivimos:
1. Ya no perseguimos los deseos de nuestra carne, sino que buscamos glorificar a Dios en todas las áreas de la vida.
No améis al mundo ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, la pasión de la carne, la pasión de los ojos y la arrogancia de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y también sus pasiones, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre. (1 Juan 2:15-17)
Si no buscamos encontrar identidad solo en Cristo, entonces lo estamos buscando en otra cosa. Sin embargo, cuando tu identidad y la mía estén en las cosas eternas de Cristo, no seremos aplastadas por nuestros fracasos y debilidades, no caeremos en el orgullo del éxito mundano, ni nos desesperaremos por las decepciones o la tragedia. No nos perderemos buscando las cosas atractivas pero vacías que ofrece el mundo porque Cristo nos da una esperanza estable y eterna en un mundo inestable y sin esperanza.
2. Ya no tememos al futuro.
Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, los tales son hijos de Dios. Pues no habéis recibido un espíritu de esclavitud para volver otra vez al temor, sino que habéis recibido un espíritu de adopción como hijos, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! (Rom. 8:14-15)
Si tenemos paz con Dios, entonces no tenemos nada que temer en esta tierra. Nuestra eternidad es segura como hijas adoptadas de Cristo. Por lo tanto, no debemos temer el colapso financiero, perder nuestro trabajo, contraer ébola o sarampión, o ser ridiculizados por nuestra fe. Por supuesto, estas cosas no son fáciles, pero podemos confiar en que nuestro Padre celestial es soberano en cada momento de nuestras vidas y nos equipará para cada cosa que Él ordene.
3. No tenemos necesidad de juzgarnos o compararnos con los demás cuando buscamos agradar solo a Cristo, en quien nuestra identidad está oculta.
Uno juzga que un día es superior a otro, otro juzga iguales todos los días. Cada cual esté plenamente convencido según su propio sentir. El que guarda cierto día, para el Señor lo guarda; y el que come, para el Señor come, pues da gracias a Dios; y el que no come, para el Señor se abstiene, y da gracias a Dios. Porque ninguno de nosotros vive para sí mismo, y ninguno muere para sí mismo; pues si vivimos, para el Señor vivimos, y si morimos, para el Señor morimos; por tanto, ya sea que vivamos o que muramos, del Señor somos. (Rom. 14:5-8)
Juzgar las decisiones que toman los demás puede robarnos la paz y crear inseguridad en nuestras propias decisiones debido a nuestro deseo de complacer al hombre por encima de Dios.
Así que debemos ser cuidadosas de no imponer nuestras convicciones personales, que no son verdades bíblicas, a los demás como si fuéramos más piadosas que ellos. Podemos pedirle a Cristo sabiduría en esta área de nuestras convicciones personales, estar abiertas a escuchar y discernir las perspectivas de otros sin juzgar, y caminar confiadas en que Dios es el único a quien debemos honrar y agradar en estas decisiones.
A menudo también nos comparamos con los dones y bendiciones de los demás. Todas somos creadas con el propósito de glorificar a Dios en las formas únicas en que Él nos ha creado. Una persona puede está llena de creatividad, mientras que otra glorifica a Dios con una hermosa voz. Una persona glorifica a Dios como un director general, mientras que otra lo glorifica haciendo el trabajo de vigilancia en la iglesia. Una persona glorifica a Dios en la forma en la que se esfuerza para criar a su familia, mientras que otra lo glorifica en la forma en que usa su soltería para servirle.
Debemos buscar glorificar a Cristo con nuestros dones y no perdernos tratando de ser algo que Dios nunca nos creó para ser. No te pierdas la bendición de servir a Cristo donde estás con lo que Él ha elegido para ti.
4. No debemos sorprendernos cuando llega el sufrimiento; podemos estar seguras de que producirá cosas de valor eterno.
El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios, y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si en verdad padecemos con Él a fin de que también seamos glorificados con Él. (Rom. 8:16-17)
Si nuestra identidad está en Cristo, tenemos garantizado que algún día nos identificaremos con Él en sus sufrimientos. Así como los sufrimientos de Cristo no fueron inútiles ni desaprovechados, tampoco lo serán los nuestros. Los sufrimientos de Cristo derrotaron el pecado y la muerte, y por lo tanto nos identificamos con Él cuando Él usa el sufrimiento para hacer morir el pecado en nosotras, para que podamos reflejarlo más a Él. El sufrimiento no solo nos santifica, sino que nos asegura que, después de sufrir con Él por un tiempo, algún día seremos glorificadas con Él.
Este tema del sufrimiento ha sido familiar para mí en los últimos años. Si bien seré la primera en decir que han sido algunos de los años más difíciles de mi vida, también puedo decir que han sido algunos de los mejores, porque Cristo me ha dado gozo y su bondad a través de ellos. Sin embargo, puedo dar fe de que cuanto más he dejado a un lado lo que pensé que quería (a pesar de mis intentos de aferrarme a ello), más he encontrado gozo en lo que sólo Cristo pudo haber hecho a través del dolor que Él ha ordenado en mi vida.
A veces, en la gracia de Dios, Él permite que lo que más tememos perder sea quitado para revelar que hemos buscado nuestra identidad en otra cosa que no sea Él. A medida que Él nos hace comprender que nuestra verdadera identidad está en Él, somos libres para disfrutar y glorificarlo de la manera única en que Él nos ha creado. El sufrimiento cambia gradualmente nuestra perspectiva terrenal a una eterna.
En mi carne, tengo dones que están plagados de orgullo e imperfección.Tengo deseos que a menudo me llevan a buscar mi propia voluntad más que la de Dios, y tengo bendiciones a las que soy propensa a aferrarme firmemente en lugar de usarlas para la gloria de Dios. Pero esa vieja vida ya no es mi identidad. En cambio, por la gracia de Jesucristo, soy justa, santa, amada y capaz de traerle gloria a través de Sus dones.
Pregúntate (y responde en los comentarios): ¿dónde estás buscando identidad fuera de Cristo? ¿Te encuentras aferrada a algo con miedo de sentirte perdida si no lo tienes?
Alabemos a Dios porque nos ama lo suficiente como para tomar nuestros corazones quebrantados y rebeldes, y, debido al sacrificio de su Hijo, nos ofrece una nueva identidad en Cristo. No nos conformemos con menos.
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