Tu caminar con Jesús te enseña innumerables lecciones

Escrito por Courtney Reissig

Al igual que muchas madres cristianas, pocas cosas me mantienen despierta por las noches, como la salvación de mis hijos. A menudo me pregunto si a pesar de que todavía son muy jóvenes: ¿Confiarán en Cristo? O ¿Lo rechazarán? Solo Dios conoce las respuestas a mis preguntas más profundas, pero con regularidad siento una carga en mi alma por hacer todo lo que pueda para ayudarlos a ver a Cristo como su valor supremo.

Sé que no estoy sola. Hay innumerables libros, seminarios, blogs y sermones dedicados a la evangelización de nuestros hijos. Los padres que aman a Jesús desesperadamente quieren que también sus hijos Lo amen. Imaginarnos que vivan sus vidas separados de Su gracia salvadora es más de lo que podemos soportar. Así que estudiamos, trazamos estrategias, los evangelizamos e implementamos métodos esperando sembrar verdades profundas en sus corazones que un día den fruto.  

Comenzando más cerca del hogar

Todas esas cosas son buenas. De hecho, son métodos excelentes. Con frecuencia necesitamos ayudas prácticas que nos muestren cómo avanzar con nuestros hijos. Pero he recibido convicción de que nuestra preparación para enseñar a nuestros hijos acerca de Jesús realmente podría necesitar que empecemos más cerca del hogar.

Deuteronomio 6:7-9 es un pasaje familiar. Quizás hasta lo tienes colgado en algún lugar de tu casa. Es probable que lo hayas memorizado. Tal vez es uno de los pasajes más populares sobre la crianza en la Biblia (nuestra guía ¿verdad?).  Debemos enseñar la Palabra de Dios a nuestros hijos y hacerla un punto focal en nuestros hogares.

Cuando Moisés preparaba al pueblo de Israel para entrar a la tierra prometida, les mostraba los propósitos de Dios para ellos. El pueblo de Dios debía ser diferente. Debían deleitarse solo en Él.  Debían conocerlo a través de Su Palabra y creer en Su Palabra. Y debían transmitir todo esto a sus hijos. El conocimiento de Dios nunca tuvo como propósito permanecer solo con ellos. Debía esparcirse.  

Pero ¿qué dijo Moisés a los israelitas acerca de sus corazones hacia Dios? El mismo mandato. Solo un versículo antes del mandato con relación a los hijos, les da una palabra radical:

«Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza. Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón». Deuteronomio 6:5-6

Sí, ellos debían enseñar a sus hijos sobre las maravillas de Dios, pero esta enseñanza debía fluir del desborde de su propio amor hacia Él. La única manera en que ellos consistentemente podían enseñar las profundidades de Su carácter, bondad y amor a sus hijos en cada momento del día, era si sus propios corazones estaban avivados para amar esas mismas cosas.

Debemos amarlo a Él primero

Hablamos de lo que atesoramos, ¿no es así? Jesús dice que donde esté nuestro tesoro ahí estará nuestro corazón (Mateo 6:21; Lucas 12:34). Si estamos entusiasmadas con un baño remodelado, zapatos nuevos, ejercicios exitosos, el libro que acabamos de leer, eso será nuestro tema de conversación. No significa que no hablemos de las realidades cotidianas de la vida (como lo que compramos en la tienda, el programa de televisión que disfrutamos, o hasta los regalos que hemos recibido). Es una simple exhortación para ponderar cuáles cosas llenan nuestras conversaciones.

Nunca hablaremos lo suficiente acerca de Dios y de Su bondad a nuestros hijos ni a ninguna otra persona, pues Él es infinito. Nunca agotaremos las riquezas de Su carácter. Y siempre batallaremos en nuestros afectos porque somos finitas y caídas. Pero debemos movernos en la dirección que nos lleve a atesorar a Cristo más y al mundo menos. Nuestros hijos deberían ser testigos de esta gloriosa transformación.  

Hace apenas un mes terminé de leer un libro que se llama Gracia extravagante: La gloria de Dios desplegada en nuestra debilidad (en inglés, Extravagant Grace: God's Glory Displayed in Our Weakness). En el libro, el autor habla acerca de la influencia que tuvo la madre de John Newton en él. Aunque ella murió cuando él era joven, su legado permaneció con él. Transcurrieron muchos años para que floreciera y creciera el fruto de su ministerio en su hijo. Para Newton la fidelidad de ella al enseñarle acerca de Jesús, fue la semilla que Dios usó para que creciera como gracia salvadora. Mientras leía su testimonio, entre lágrimas, oré «Señor, que ése sea mi legado para mis hijos».

Debido a mi tendencia a hacer listas, de inmediato pensé en maneras prácticas para hacer que Jesús luciera grande ante los ojos de mis hijos. Mientras pensaba en mis ejemplos prácticos, fui confrontada con la idea de que la madre de Newton no tenía los miles de recursos que ahora tenemos al alcance de nuestras manos, sin embargo, ella le enseñó fielmente acerca de la belleza de Cristo desde temprana edad.  La gloria de Cristo radiaba de ella, y ese resplandor nunca se apartó de la mente de Newton.  

Por más intencional que pueda ser, no habrá fruto duradero en mi vida (ni en la de mis hijos) si no viene del desbordamiento de un corazón anclado en la maravilla de Cristo. Por tanto, lo que realmente necesito no es otra lista de cómo enseñar a mis hijos acerca de Jesús (aunque las listas tienen su momento y lugar), sino sentarme a los pies de mi Salvador y beber profundamente de Su bondad a través de Su Palabra.  

Enseñar a mis hijos a atesorar a Jesús comienza con la mujer en el espejo. Hablaré de mis tesoros. Y eso es lo que quiero que mis hijos vean y escuchen en mí, una mujer que atesora a Jesús sobre todas las cosas. Que ésta sea la realidad en nuestras vidas.

¿Cómo está tu corazón? ¿Estás fallando en atesorar a Jesús, aun cuando estás enseñando a tus hijos acerca de Él?

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