"Tú eres el sol, brillando la luz en todo el mundo... Yo soy la luna sin luz propia", la cantante y compositora Sara Groves canta al Dios del Universo en su canción "You Are the Sun" (Tú eres el Sol) Ella se llama a sí misma una "piedra fría y oscura." Y así somos.
Y, sin embargo, da un paseo en una noche de luna llena en toda su brillante gloria. Mejor aún, lleva a tus hijos a caminar, y preséntales el ejemplo práctico más grande del mundo. Al mirar al cielo, recuérdales que la luna es solo una piedra fría y oscura, sin luz propia. Sin embargo, hace que el sol sea conocido al "glorificarlo". Esta teología hasta un niño de cinco años puede captarla, y deberían hacerlo, a la luz de la revolución de género que mencioné en el blog de ayer. Como les prometí, aquí están tres verdades que los niños deberían conocer acerca de sus cuerpos para que la verdad moral y su fe puedan sobrevivir a la revolución de género.
1. Tu propósito principal es glorificar a Dios.
Dios te hizo para El y ha protegido celosamente Su tesoro al sacrificar a Su Hijo. Ese sacrificio nos motiva a glorificarlo. Y no te equivoques, se necesita nuestro cuerpo para glorificarlo. "Ustedes fueron comprados por un precio. Por lo tanto glorifiquen a Dios en vuestro cuerpo" (1 Co. 6:20).
Nuestros hijos no necesitan auto-estima. Ellos necesitan Dios-estima. Si ellos estiman a Dios, van a entender su valor, pero no van a pensar de sí mismos como la gran cosa. Es el momento de recordar Quién da luz a este mundo de tinieblas, y entrenar a nuestros hijos para que sepan que glorificar a Dios es darlo a conocer y hacerlo visible. Este es nuestro objetivo principal - no una gran carrera, no una familia, no la fama, no la riqueza - la adoración a Dios.
2. Tu práctica principal debe ser parecerte a Él.
Lo hacemos mejor en nuestros roles definidos de masculinidad y feminidad. Encontramos esta verdad firmemente plantada en el Génesis. El pináculo del diseño de Dios fueron Adán y Eva. Un hombre. Una mujer. Eran algo más que una creación única. Eran una representación. "Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza". ... Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó" (Génesis 1: 26-27).
La humanidad posee muchas cualidades semejantes a Dios. ¿Por qué Dios no menciona los rasgos como ser inteligentes o adoradores o creativos cuando habla de que fuimos creados a Su imagen? ¿Por qué no elogió nuestro dominio de la lengua o nuestra capacidad para componer sonetos? Al parecer, éstas no son las cosas que nos asemejan más a Dios. Son nuestra masculinidad y nuestra feminidad las que nos hacen semejantes a Él. Esto coloca la humanidad y la sexualidad auténticas en el contexto del carácter distintivo masculino y femenino. Nuestra capacidad de parecernos a Él ordena que abracemos estas diferencias, no que las borremos.
3. Nuestros cuerpos deben ser un sacrificio vivo a Dios.
En Romanos, el apóstol Pablo también nos ruega que hagamos a un lado nuestros propios planes para nuestros cuerpos, y así hacerlos sacrificios diarios, vivos, en nuestro propósito de glorificar a Dios. Esto incluye la forma en que trabajamos, vivimos, damos, gastamos, e incluso con quién tenemos relaciones sexuales, sin tomar en cuenta qué "preferencia" de género podría ser tentadora para nosotras. Esos versículos dicen: "Os ruego por las misericordias de Dios que presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo y santo, aceptable a Dios, que es vuestro culto racional. Y no os adaptéis a este mundo, sino transformaos mediante la renovación de vuestra mente, para que verifiquéis cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, aceptable y perfecto." Romanos 12: 1-2.
¿Por qué te hizo Dios una mujer? ¿O un hombre?
Porque fuiste creado para contribuir al propósito de la humanidad de glorificar y disfrutar de Dios. Dios te ha elegido para que lo puedas hacer como mujer. Iluminas quién Dios es cuando abrazas el rol de feminidad porque es en las distinciones entre masculino y femenino que somos la imagen de Dios. Y seamos honestas, habrá ocasiones en que esto será un sacrificio. La obediencia a Dios y no a nuestros propios deseos puede ser profundamente dolorosa.
Tal vez incluso para ti.
¿Cómo eres TÚ llamada a sacrificarte? ¿Darás de ti misma (como lo hizo Cristo)?, ¿Te entregarás a ti misma? ¿Renovando tu mente, y convirtiéndote en una mujer de Dios que discierne que su cuerpo pueda ser un hermoso sacrificio vivo? ¿Vas a preparar a tus hijos para ser contraculturales y para que adoren a Dios en lugar de adorarse a sí mismos?
Deja un comentario más abajo para decirnos cómo estás sacrificándote y danos algunas ideas para que otras madres puedan seguir pasos estratégicos que glorifiquen a Dios.
---¡Déjanos tu comentario y únete a la conversación!----
Este artículo procede del Ministerio Aviva Nuestros Corazones ® www.avivanuestroscorazones.com
El material publicado en esta página se encuentra disponible para ser compartido gratuitamente, en cuyo caso,
agradecemos su integridad al citar la fuente en respeto a nuestros derechos de autor.
Ayúdanos a llegar a otras
Como ministerio nos esforzamos por hacer publicaciones de calidad que te ayuden a caminar con Cristo. Si hoy la autora te ha ayudado o motivado, ¿considerarías hacer una donación para apoyar nuestro blog de Mujer Verdadera?
Donar $3
Únete a la conversación