...y ambos son herederos del grato don de la vida. 1 Pedro 3:7b (NTV)
No sé si ceñiste tu rostro cuando leíste el título de este artículo, porque yo sí lo hice cuando mi esposo me expresó estas palabras por primera vez, haciéndome referencia a que las mujeres debemos cuidar a nuestros esposos como vaso frágil. Pero realmente, de ¿dónde sacamos esto si, en el único verso que hace alusión a la frase “vaso frágil” es referente a la mujer’. “Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil…” 1 Pedro 3:7 (RVR60).
Aquí realmente es donde radica la diferencia, en realidad dice “vaso MÁS frágil”, dándonos a entender que hay una verdad implícita en el texto de que, si hay un vaso “más frágil”, entonces debe haber otro que también es frágil.
Para entender mejor la simbología de un “vaso frágil” imagínate estar lavando una copa de cristal, la cual es muy delicada y frágil y la mueves cautelosamente entre tus manos para no producir ningún rasguño. Frágil se traduciría también en otras versiones como “débil” o “delicado”; de tal manera debemos tratar a nuestros esposos.
Por su aspecto físico, su fortaleza, su carácter varonil, muchas veces creemos que ellos no sienten, llegamos a pensar que ellos no pueden ser heridos por nuestras palabras e ignoramos que algún día tenemos que dar cuentas a Aquel que nos prestó ese delicado vaso en nuestras manos, el cual debe ser entregado sin ninguna rotura.
¿Cómo puedo honrar a mi esposo como vaso frágil?
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Estando sujeta a él en sumisión, respetando su autoridad.
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Siendo comprensiva y amable con él.
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Valorando sus acciones, no ignorándolo.
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Expresando cariño por medio de palabras y detalles.
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Respondiendo con bendición y no con palabras hirientes.
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Honrando y respetando sus decisiones.
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Teniendo cuidado y en orden sus cosas personales.
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Al hablarle, referirme a él con respeto.
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Hablando bien de él, no exponiendo públicamente sus debilidades.
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Animándole constantemente.
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No avergonzarlo en público por sus faltas.
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No tratarlo con rudeza ni verbal ni físicamente, sino más bien con delicadeza.
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No burlarme de sus caídas, sino más bien restaurarle con espíritu de mansedumbre.
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Perdonando sus faltas.
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No devolviéndole mal por mal, ni maldición por maldición, sino por el contrario, bendiciendo.
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Al corregirle, decirle la verdad en amor.
Al repasar por mí misma esta lista de acciones que pueden demostrar la honra a mi esposo, reconozco que muchas veces no lo he tratado como un vaso frágil y si te das cuenta estas maneras de honrar a nuestro cónyuge las podemos encontrar cuando Cristo se refirió al trato hacia nuestro prójimo, y ¡mi esposo es mi prójimo!
Si quieres estudiar más profundamente sobre el trato al prójimo, aquí te comparto algunas citas: Deuteronomio 5:20; Proverbios 3:29; 11:9; 14:21; Mateo 22:39; 5:21-24, 43-48; Marcos 12:31-33; Lucas 10:27; 6:31, 35; Romanos 12:1-10, 16; 13:10; 15:2; 1 Corintios 13; Gálatas 5:22-23; Efesios 4:2-4, 5, 25; Filipenses 2:1-15; 1 Pedro 3:9; 1 Juan 5:2-3, 3:18.
¿Hay algunos ajustes que tienes que realizar en tu trato con tu esposo?
Recordemos que ambos somos iguales ante Dios, por consiguiente, coherederos de este grato regalo del matrimonio. ¡Vivámoslo a plenitud!
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