Tomar decisiones es una de las cosas más difíciles para mí. Siempre me preocupa tanto que lo que voy a terminar decidiendo esté mal y me lleve por un camino que no debería haber seguido. A menudo me lleva semanas tomar una decisión porque estoy paralizada por el temor.
Déjame darte un ejemplo. A medida que se levantaron las restricciones en mi país, la gente pasó de trabajar desde casa a volver a trabajar en la oficina. Para mí, como terapeuta ocupacional que brinda terapia en los hogares de las familias, eso significaba dejar de brindar terapia a través de videollamadas y volver a conducir a diferentes casas a lo largo del día. Pero me dieron la opción de seguir trabajando desde casa o volver a trabajar en persona con las familias. Con esta opción, también me informaron que la mayoría de las familias querían recibir terapias en persona. Esto significaba que, si optaba por seguir trabajando desde casa, podría ver una reducción en las horas de trabajo.
Como puedes imaginar, analicé todos los escenarios posibles en mi cabeza. Repasé todos los «qué pasaría si», y esto me llenó de temor y no podía tomar la decisión. Me imaginaba tener menos horas y a consecuencia la carga económica para mi familia. También pasaban escenas en mi cabeza en las que, independientemente de la decisión que tomara, algo salía mal. No hace falta decir que estaba paralizada con todos los resultados posibles.
Pero en todo este análisis, estaba sacando a Dios de la ecuación. Me estaba olvidando por completo de quién es Dios y lo que ha prometido.
Primero, en toda la preocupación y el miedo por tomar la decisión incorrecta, no estaba tomando en cuenta que Dios estaría conmigo en cada paso del camino. Después de todo, Él dice: «Nunca te dejaré ni te desampararé» (Hebreos 13:5). Entonces, no importando el resultado de la decisión que tomara, Él no me abandonaría. Siempre tendría al Dios del universo, que es poderoso y soberano a mi lado.
En segundo lugar, también me estaba olvidando de que podía pedirle sabiduría a Dios para tomar esta decisión. Santiago 1:5 nos recuerda: «Y si a alguno de ustedes le falta sabiduría, que se la pida a Dios, quien da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada». Así que podía correr hacia Él en oración y pedirle que me proporcionara lo que no tenía yo sola: la sabiduría para tomar la mejor decisión.
En tercer lugar, no estaba tomando en cuenta el vasto recurso que Dios nos ha proporcionado en la iglesia local y el cuerpo de creyentes. La lectura de Proverbios sirve como un llamado a recordar que «Donde no hay buen consejo, el pueblo cae, pero en la abundancia de consejeros está la victoria» (Proverbios 11:14). Por lo tanto, podría acudir a mi esposo y a mis mentores para pedirles su opinión sobre la decisión que estaba tratando de tomar y considerar sus comentarios para tomar una mejor decisión y más informada.
En cuarto lugar, incluso si después de todo el apoyo y la oración, aún tomara una decisión que afectaría negativamente la vida de mi familia, sabía que los planes de Dios para nuestras vidas no podrían verse frustrados por esta decisión. Job nos recuerda esto cuando dice: «Yo sé que Tú puedes hacer todas las cosas, y que ninguno de Tus propósitos puede ser frustrado» (Job 42:2). Por lo tanto, incluso en mis decisiones, Dios permanece soberano sobre nuestras vidas.
En quinto lugar, si la decisión que tomara diera como resultado circunstancias desafiantes, sabía que Dios derramaría Su gracia sobre nosotros y eso me ayudaría a superar esas circunstancias. Como Dios le habló a Pablo, Él también me habló cuando leí: «Te basta Mi gracia, pues Mi poder se perfecciona en la debilidad» (2 Corintios 12:9).
Y, por último, sin importar el resultado de mi decisión, «sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para bien, esto es, para los que son llamados conforme a Su propósito» (Romanos 8:28). Entonces, podría descansar sabiendo que cualquier cosa que saliera de mi decisión, ya fuera buena o mala, Dios la usaría para mi bien para continuar creciendo en santificación y ser más como Jesús.
Al final, no necesitaba quedarme paralizada al tomar la decisión equivocada porque tenía a Dios a mi lado y por Su gracia, Él me estaba extendiendo todas estas promesas a pesar de mis decisiones. Por lo tanto, podía caminar en fe, confiando en Dios sin importar lo que eligiera.
Hermana, si estás tratando de tomar una decisión y estás haciendo lo mejor que puedes para tomar una decisión sabia e informada, reconoce que, si has puesto tu fe en Jesús como tu Señor y Salvador, Él te ofrece estas mismas promesas. Por lo tanto, puedes tomar una decisión en fe, confiando en Dios y creyendo en quién es Él y en todo lo que te ofrece, independientemente del resultado de tu decisión.
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