Por Laura Booz
“¡Entonces resulta que, en cierto modo, las profecías de las viejas canciones son verdad!” dijo Bilbo
“¡Por supuesto!” dijo Gandalf. “¿Y por qué no iban a ser verdad? ¿No estás poniendo en duda las profecías, solo porque tú mismo tuviste algo que ver para que se cumplieran? Realmente no sospechas que todas tus aventuras y fugas sucedieron por mera suerte, solamente para tu beneficio, ¿o sí? Usted es una buena persona Sr. Beggins, y le aprecio mucho, pero, después de todo, ¡usted solamente es un pequeño sujeto en el ancho mundo!”
“¡Gracias a Dios!” dijo Bilbo riéndose, mientras le pasaba el tarro del Tabaco. (El Hobbit, de J.R.R. Tolkien)
Tuve un buen comienzo.
O eso pensaba.
Cuando nací, mis padres me pusieron Laura, que significa “Victoria.” Y muy apropiadamente tuve éxito en casi cualquier cosa que intentaba: natación, carreras, Lectura, Escritura, Matemáticas, Ciencias, actuación y liderazgo- lo que se te ocurra, yo lo podía hacer, y hacerlo bien. Al crecer, nuestra cultura adoradora de las ganadoras me aceptó con brazos abiertos y me atrajo con incentivos para mantenerme esforzándome hacia la fortaleza y el éxito.
Aprendí que una persona fuerte se mantiene, compite con fiereza, nunca está satisfecha, se niega al fracaso y se defiende de cualquiera que quisiera derribarla (parece un comercial de Nike, ¿verdad?)
Resulta interesante que mi segundo nombre significa “Cristiana” y Jesucristo también estaba trabajando en mi vida, desde el momento de mi nacimiento. Él me atrajo hacia Él cuando era apenas una niña. A pesar de que a esa tierna edad apenas lograba comprender las verdades del evangelio, Jesús me salvó.
Pensarás que este dúo dinámico –Victoria + Jesús- resultaría en una cristiana asombrosamente fuerte. Pero terminó sucediendo algo completamente diferente.
Esforzándose por ser débil
La obra que Jesús ha estado haciendo en mi corazón es diametralmente opuesta a fortaleza y éxito. Hasta donde puedo recordar, Él ha estado volviendo mi atención hacia los marginados, quebrantando mi corazón por la crueldad, y enfocando mi oído hacia la injusticia. Él me ha estado enseñando la belleza de la humildad, la necesidad de las limitaciones, la paz de una vida tranquila, y el placer de criar hijos.
Reconozco que Él ha permitido algunos quebrantos difíciles para llamar mi atención sobre mi propio orgullo, autosuficiencia, y cautela. Además de eso, Él continúa conduciéndome a panoramas en las Escrituras que elevan a Dios tan alto que me quitan la respiración y me muestran cuán pequeña soy realmente.
Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que tú has establecido, digo: ¿Qué es el hombre para que de él te acuerdes, y el hijo del hombre para que lo cuides? (Sal. 8:3-4)
Pareciera que Jesús no quiere que seamos “cristianas fuertes”: sino que nos quiere “cristianas débiles,” personas que reconocen lo finito de la humanidad y dependen por completo en Él. Quiere que seamos gente que no esté constantemente rechazando nuestras limitaciones, sino que recibe la obra de Dios con humildad.
En cuanto a mí, la parte de “Victoria” en mi nombre, es totalmente Suya.
…porque afligido y necesitado estoy, y mi corazón está herido dentro de mí. Voy pasando como sombra que se alarga; soy sacudido como la langosta. Mis rodillas están débiles por el ayuno, y mi carne sin gordura ha enflaquecido. Me he convertido también en objeto de oprobio para ellos; cuando me ven, menean la cabeza. (Sal. 109:22-25)
Un combate de Lucha Libre
Actualmente soy madre a tiempo completo, educando a mis hijos en casa. Cada día vivo bajo la tensión de mi naturaleza humana en una cultura que valora a aquellos que se esfuerzan en ser super-humanos. Lucho entre el deseo de ser fuerte a los ojos del mundo y el llamado a ser pobre y necesitada a los ojos de Dios. Me pregunto si el trabajo a escondidas que estoy haciendo aquí en casa vale la pena mi tiempo, mi educación y todas mis capacidades y talentos.
En los momentos de tensión y sacrificio, me pregunto si vale la pena la fidelidad en el matrimonio. Me pregunto si mi humilde vida de oración y mi estudio bíblico tiene algún peso en absoluto. Me pregunto si simplemente debería animarme e ir a hacer de mi vida un gran éxito. Es difícil no preguntárselo cuando el mensaje estridente de nuestra generación es, “¡Sé profesional! ¡Actualízate! ¡Sé todo lo que puedas ser!”
Apuesto a que tú también te lo has preguntado.
Veo a mis amigas batallando por ser exitosas y fuertes. Veo la cultura cristiana siendo tentada por los modelos de eficiencia, caza-fortalezas, y planes de autoayuda. Queremos hacerlo todo y tenerlo todo; queremos arrancar revoluciones, avivamientos y cruzadas, pero mientras nuestra estrategia sea la “fortaleza humana” fracasaremos. Chismearemos, calumniaremos, lloriquearemos, nos quejaremos, y nos pudriremos en los celos unas contra otras.
Pero Dios es el peso pesado en este combate de lucha libre, y amorosamente nos atrapa con esta verdad: después de todo, solamente somos humanas. Una y otra vez, Él nos recuerda a través de las Escrituras que Él creó a los humanos del polvo a propósito. Él nos creó pequeñas, hambrientas y frágiles para que le hagamos espacio a Su gran fortaleza. Seremos parte de que Su reino venga a la tierra siempre y cuando le necesitemos desesperadamente. Nuestra mejor obra está en adorar a Dios, ser bondadosas con las personas que Él creó, y sujetarnos a Su Palabra.
El secreto está en reconocer nuestra debilidad.
Él así nos hizo.
Tengo que decir que, siempre es un alivio recordar que soy “solamente un pequeño sujeto.” Y junto con Bilbo Baggins digo, “Gracias a Dios.”
¿Cómo te sientes frente a tus limitaciones y debilidades ordenadas por Dios? ¿Preferirías ser una super-heroína?
Hoy, escribe una oración de confesión respecto a cualquier descontento u orgullo en tu corazón. Luego escribe una oración de agradecimiento y alabanza al Dios que te hizo pequeña, y en esa pequeñez, significativa.
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