“Entonces yo os enviaré mi bendición” Levítico 25:21
Esta promesa divina se halla en medio de las regulaciones del año del jubileo. ¿Qué era el año del jubileo? Era un año sagrado, como los años sabáticos, donde, entre otras cosas, la tierra permanecía sin cultivar. No había siembra ni cosecha.
Como era de esperarse en una economía agraria, los israelitas se hacían la pregunta: ¿De qué viviremos los años que siguen al jubileo? ¡Sin sembrar, ni cosechar!
Es en ese contexto que Dios les dice: “ejecutad mis estatutos, guardad mis ordenanzas y ponedlos por obra y habitareis seguros”. Dios les promete precisamente lo que ellos dudaban: que la tierra daría su fruto y ellos iban a comer hasta saciarse. Esa era la inquietud de sus corazones (“¿Qué comeremos si no plantamos ni cosechamos nuestros productos?”) y estaban siendo contestadas de antemano por un Dios Omnisciente.
Hoy en día nosotros no celebramos el año del jubileo. Con el nacimiento, muerte y resurrección de Cristo esas leyes fueron abolidas. Hoy somos libres en El. Pero, aunque es cierto que no tenemos el año del jubileo, ni muchas otras leyes de este tipo, las Escrituras nos dicen que todas estas cosas se escribieron para nuestra enseñanza. Y las promesas del Señor son para siempre y apuntan a realidades espirituales mayores.
Nosotras podemos identificarnos con los israelitas. Muchas veces, al igual que ellos, nos preguntamos cosas como: si obedezco lo que dice la Palabra y hago las cosas conforme a la voluntad de Dios, ¿qué pasará? ¿Qué comeremos? ¿Qué vestiremos? ¿Cómo saldremos de este problema financiero? ¿Cómo ayudará esto a mi matrimonio? ¿Cómo afectará a mis hijos? Y un sinnúmero de preguntas similares.
Y la respuesta del Señor sigue siendo la misma: “entonces, yo te enviaré mi bendición”. “Entonces”. ¿Cuándo es ese entonces? ¿Cuándo obedezcamos y nos sujetemos a Sus ordenanzas? El obedecer y sujetarnos a Su Palabra son solo un reflejo de haber depositado toda nuestra confianza en Él, porque Él se convierte en nuestro Refugio, nuestra Fortaleza, nuestra Torre Fuerte, el Único digno de confianza. Nuestro Dios quiere que vivamos por fe, que esperemos en El, porque esperar lo que se está viendo no es esperanza, pues ¿quién sigue esperando algo que ya tiene? Sin embargo, si esperamos recibir algo que todavía no vemos, tenemos que esperarlo con paciencia…y puesto que nuestra confianza en Dios es débil, el Espíritu Santo nos ayuda (Romanos 8:24-26). Esa disposición del año de jubileo era una invitación a confiar en Dios.
Además de este ejercicio de fe, se nos promete una bendición, pero no una cualquiera. Dios mismo es Quien dice: te daré Mi bendición. El es quien nos colma de favores y Sus misericordias son nuevas cada mañana. Nuestro Dios es bueno, y está determinado a bendecirnos. Aunque a veces esas bendiciones no luzcan como nosotras esperamos, son siempre, siempre para nuestro bien y para Su gloria.
¡Alabemos a nuestro Dios por Sus bendiciones y vivamos por fe en Sus promesas que son fieles y verdaderas! “No solo de pan vivirá el hombre sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”.
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