Sufriendo en silencio en el mundo de Instagram

El dolor era casi insoportable. Hasta las tareas más pequeñas me abrumaban. Apenas podía enfocarme en medio de la neblina para cuidar de mis hijos. Todo mi mundo había sido golpeado, pero yo debía continuar funcionando. Todavía debía hacer la siguiente tarea. Y debía hacerlo todo mientras escondía el dolor en mi corazón porque nadie más sabía que todo estaba yendo mal.

Con frecuencia, nuestro sufrimiento es de conocimiento público y nuestro dolor no es secreto.  Un problema con el carro. La muerte de un amigo o un miembro de la familia, un esposo o un hijo. Batallar contra el cáncer. Un incendio en la casa. Un divorcio. Sufrimos mucho en estas épocas y todos saben y observan cómo respondemos. Nuestra familia de la iglesia y otros creyentes pueden cubrirnos en oración y amor y darnos su fortaleza para continuar caminando hacia adelante.

Sufrimiento en secreto

En otras ocasiones, y quizás con más frecuencia, nuestro sufrimiento ocurre en secreto. Quizás alguien nos hirió profundamente y ni siquiera lo reconocen. Quizás fuimos objeto de algún daño pero decidimos no hacerlo público.  Tal vez un sueño sin realizar está rompiendo nuestros corazones: infertilidad, otro bebé murió antes de que siquiera hubiéramos podido anunciar que estábamos esperando, la soltería cuando anhelamos casarnos, otro trabajo o promoción que se le dio a alguien más y no a ti. Quizás un matrimonio que luce completamente diferente en el hogar que en público, luchas con la depresión o la ansiedad o hasta una batalla privada contra nuestro propio pecado.

A veces, sufrimos en silencio innecesariamente. Estamos muy desconcertadas, avergonzadas o el orgullo nos impide admitir lo que está ocurriendo en realidad. Temblamos al pensar que alguien lo descubra, tenemos miedo de que nos rechacen si lo descubren, por tanto, nos negamos a decir la verdad, nos ponemos una careta y actuamos como si todo estuviera bien. En esos momentos nos robamos a nosotras mismas el consuelo y fortaleza que viene de compartir nuestro dolor en un lugar seguro, y nos escondemos detrás de nuestro orgullo cuando podríamos haber recibido ayuda al mostrar nuestra vulnerabilidad en humildad diciendo “No todo está bien y necesito que oren por mí”.

Sin embargo, en ocasiones, se trata de alguna situación que no tenemos la libertad de compartir debiendo permanecer en silencio por respeto a alguien más.  En mi caso, cuando sufrí en privado se debió a que no era solo mi historia y por eso, compartir mi dolor me llevaría a traicionar la confianza de alguien.  A veces, simplemente no estamos preparadas para compartirlo. Quizás podemos decirles a otros más adelante lo que estaba ocurriendo, pero en medio del dolor, es demasiado privado y personal. Por la razón que sea, habrá tiempos cuando tienes el corazón roto y no puedes permitir que nadie lo vea.

Esos tiempos pueden ser particularmente insoportables en el mundo de Instagram en que vivimos. En la superficie, todo el mundo parece tan feliz. Todos parecen tenerlo todo bajo control. Todo está perfectamente arreglado para la foto y el efecto es hermoso. Todo lo que vemos es perfección mientras que nosotras lo único que sentimos es que todo está roto. Y así parece que somos las únicas que están luchando. La única cuya fotografía está distorsionada. La única que está sufriendo.

Verdad a la cual aferrarse

Pienso que la mayoría de nosotras realmente necesita saber que ninguna vida es perfecta como aparece en las redes sociales. Y en este artículo no vamos a decirte que para ser completamente real tienes que postear todo públicamente en las redes, en forma proporcional, lo feo y lo hermoso. Por el contrario, simplemente quiero darte algunas verdades sólidas a las cuales aferrarte cuando tu vida no luce como una fotografía perfecta y experimentas un dolor que no puede ser publicado.

  1. Tu dolor no está escondido para Cristo, aunque ninguna otra persona sobre la tierra lo sepa.

Isaías 53 es un cimiento de esperanza para el cristiano que sufre, especialmente, en privado.  Este capítulo es uno de las descripciones más hermosas y dolorosas del Cristo sufriente. Nos enfocamos en el hecho de que Él fue traspasado por nuestras transgresiones y herido por nuestro pecado y que Su sufrimiento se debió a que Dios cargó nuestras iniquidades sobre Él, en lugar de que nosotras las cargáramos.

Pero a veces dejamos de lado el simple hecho de que Él sufrió y lo que eso significa para nuestro sufrimiento. Él conocía bien el dolor. Él fue el Varón de Dolores. Y justo después de esta descripción, leemos estas palabras mezcladas entre todas las descripciones de lo que Él sufrió por nosotras:  “Ciertamente Él llevó nuestras enfermedades, y cargó con nuestros dolores (v. 4).

Además de cualquier otro significado teológico, por lo menos significa esto: Jesús conoce nuestro sufrimiento y lo entiende. Y no solo eso, Él lo carga contigo. Sin importar cuán grande sea tu dolor, ni cuál sea la causa, aun si fuera el resultado de nuestro propio pecado, Jesús te ama con una compasión y de tal manera como nadie más puede hacerlo. Cuando te sientas que no puedes compartir tu sufrimiento con nadie más, derrámalo delante de Él. Ya conoce bien tu dolor y está listo para consolarte y ayudarte.

  1. Dios no desperdicia tu sufrimiento, aunque sea privado.

A veces resulta fácil encontrar propósito en nuestro sufrimiento. Otras veces, luce como si no tuviera sentido. Conocemos que “para aquellos que aman a Dios todas las cosas cooperan para bien” (Romanos 8:28) pero no podemos ver cómo saldrá algo bueno de nuestro dolor.

Es aquí donde la teoría de nuestra fe es puesta a prueba en el camino de la vida. Dios ha prometido que TODAS las cosas cooperarán para nuestro bien. Él ha prometido redimir todo el dolor y corregir lo que está mal. Él ha prometido que tiene un plan para el mundo y un plan para nosotras, y que nada puede frustrar ese plan. Cuando estamos sufriendo y no le encontramos sentido, éstas son promesas a las que debemos aferrarnos y en las cuales debemos cifrar nuestra esperanza.

No puedo empezar a sugerir cuál puede ser Su propósito en tu dolor. Solo puedo prometerte que hay uno y dirigir tu mirada a la cruz, donde tu Salvador demostró Su amor por ti mientras todavía estabas muerta en tus pecados. Confía en Él. Sufre con tu fe puesta en Él. Predícate Sus promesas a ti misma, una y otra vez, con la frecuencia que sea necesario, para ayudarte a confiar y no desesperar. Y sufre con la mirada en la meta, el glorioso final de todo el sufrimiento para toda la eternidad.

  1. Participa con Dios en tu sufrimiento.

Cuando experimentamos un fuerte dolor, con frecuencia enfrentamos la tentación de hacer cualquier cosa que nos ayude a sentirnos mejor, aunque sea fingiendo. No hagas esto. No enmascares tu dolor, no finjas que todo está bien, no lo ahogues en “arreglos” temporales que a menudo te meten en más problemas de los que tenías cuando empezaste. Si es verdad que Dios tiene un propósito en tu dolor – y así es- entonces solo cumplirás Su propósito experimentando el sufrimiento.

Romanos 5:3–5 nos da un vistazo del propósito de Dios en cada dolor:

Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, carácter probado; y el carácter probado, esperanza; y la esperanza no desilusiona, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo que nos fue dado.

Tenemos una esperanza que no nos avergüenza porque la veracidad de las promesas de Dios está garantizada. En medio de nuestro dolor más profundo, cuando no podemos compartirlo con nadie más, Dios promete que a través del sufrimiento Él está produciendo una buena obra en nosotros. Él nos está moldeando a la imagen de Su Hijo (Romanos 8:29) quien sufrió. Para nosotras ser como Jesús, debemos sufrir, pero nuestro sufrimiento nunca es arbitrario. Si nos sometemos a las amorosas manos de nuestro Padre, aun en medio del sufrimiento, Él nos refinará como oro en fuego.

  1. En ningún modo estamos obligadas a publicar nuestro dolor.

En una cultura que todo lo publica desde lo que cenamos hasta por quién votamos en las últimas elecciones, es importante recordar que también es correcto no compartir nuestro dolor públicamente. Debido a que en muchas de nuestras vidas las redes sociales tienen mucha influencia, podría empezar a parecernos que debemos mantener a nuestros seguidores al tanto de todo lo que nos ocurre. Sin embargo, el dolor más profundo a menudo trae el crecimiento más profundo, y con frecuencia, éste ocurre más a menudo en los lugares secretos y de quietud.

En lugar de hacer tu dolor público, busca una o dos creyentes de confianza que te puedan ayudar a caminar a través del fuego. Busca amigas que te recuerden la verdad en los momentos más oscuros, que sostengan tus brazos cuando tus fuerzas se han agotado, que lloren contigo, que peleen la batalla contigo y que te levanten ante el trono de Dios cuando no tienes palabras para orar por ti misma. Esta forma de compartir el dolor ocurre de persona a persona no en las actualizaciones de las redes sociales. Tu dolor no siempre necesita permanecer en privado, pero a menudo tampoco necesita ser público.

Cuando sufres en silencio, sin importar la magnitud de tu angustia, Dios ve tu dolor y tiene compasión de ti. El Salmo 56:8–13 dice:

Tú has tomado en cuenta mi vida errante;
pon mis lágrimas en tu redoma;
¿acaso no están en tu libro?
Entonces mis enemigos retrocederán el día en que yo te invoque.
Esto sé: que Dios está a favor mío.
En Dios, cuya palabra alabo,
en el Señor, cuya palabra honro;
en Dios he confiado, no temeré.
¿Qué puede hacerme el hombre?
Están sobre mí, oh Dios, los votos que te hice;
ofrendas de acción de gracias te ofreceré.
Pues tú has librado mi alma de la muerte,
y mis pies de tropiezo,
para que yo pueda andar delante de Dios
en la luz de la vida.

Puede que no veas la luz cuando tu sufrimiento es oscuro, pero Dios ve tus desmayos y tus lágrimas y Él está a tu favor. Puedes confiar en Él. No necesitas tener miedo, aunque estés rodeada por oscuridad, porque Dios ha liberado tu alma de la muerte y tus pies de caer. Inclusive puedes ofrecerle acción de gracias a Él a través del dolor porque Su promesa es verdad. Y aunque nadie más en este mundo conozca tu dolor o tu victoria sobre el mismo, Él te ve. Te ve y te cuida, te ayuda. Y puedes caminar ante Él a la luz de esa vida que puede seguir siendo abundante a pesar del dolor.

Una versión de este artículo apareció en RTM Magazine.

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Sobre el autor

Mónica Hall

Mónica es esposa de pastor y educa a sus seis hijos en casa. De pequeña, confió en Cristo como su Salvador y cada día aprende más de Su amor y bondad. Sirve en su iglesia dando clases a los pequeños … leer más …


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