Hace unos años empecé a sufrir una anomalía en el corazón llamada “Extrasístoles”. Cuando me encuentro bajo mucho estrés emocional mis latidos se descontrolan sin permitirme dormir. Durante mucho tiempo esto se ha convertido en una limitante para mí, y mientras los años van pasando y las responsabilidades aumentan he tenido que aprender a controlarlo para no sucumbir.
Hoy me desperté a las 4:20 am con el pecho oprimido. Aparentemente la condición ha vuelto, pero por algún motivo esta vez no reaccioné igual. Anoche Dios trató conmigo de una manera diferente. Él trajo a mi mente la historia del apóstol Pablo, un hombre apasionado por Cristo, quien tenía un problema que afligía su carne y espíritu.
Cuando Pablo habló con Dios le pidió tres veces que quitara ese “aguijón” (En la antigua traducción Griega del Antiguo Testamento, conocida como la Septuaginta, la palabra skolops (aguijón) muestra “algo que frustra y causa problemas en la vida de aquellos que son afligidos.”) pero Él no quiso hacerlo. En lugar de eso, le dijo a Pablo: “Bástate mi gracia”.
2 Corintios 12: 9 Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo.
Estoy convencida que Pablo habría deseado recibir una respuesta distinta. Él no quería seguir sufriendo por aquel molesto y doloroso aguijón. Sin embargo él mismo agrega “de buena gana me gloriaré en mis debilidades, para que su poder repose sobre mí “, y justo en el 10 declara lo siguiente:
2 Corintios 12:10 Por lo cual, por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.
¿"Cuándo soy débil, entonces soy fuerte"? ¿Por qué diría algo así?
Porque Pablo estaba convencido que Dios tenía un propósito mayor para su adversidad. Él sabía que en medio de esas experiencias dolorosas Dios seguiría siendo su paz, fortalecería su vida espiritual y cuidaría su corazón.
Esto me llevó a recordar nuestra travesía por intensivo. Tener mi bebé interno se convirtió en la experiencia de mayor crecimiento espiritual de toda mi vida… sí, acabas de leer bien. No negaré que estaba aterrada con la idea de poder perder mi hijo, pero NUNCA había buscado más la presencia de Dios como en aquel momento. Mi debilidad se convirtió en aquel punto donde Dios se haría fuerte para fortalecerme, y tranquilizar mi corazón afligido.
Anoche mi percepción sobre mi “aguijón” cambió totalmente. Mis “latidos descontrolados” me despertaron a buscar el rostro de mi Cristo bien temprano (algo que tenía un tiempo sin hacer). He comprendido que cada enfermedad o limitación física es una oportunidad para que ¡Dios manifieste su gracia suficiente y su poder en nuestras vidas!
A ti te exhorto: Cuando tengas que enfrentar alguna condición difícil de salud, permite que Cristo sea tu fortaleza. Que Su gracia cubra tus debilidades y que te acerque más a Él.
¡Su poder se perfeccionará!
¡Dios te bendiga!
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