Por: Katty Davis
Recuerdo perfectamente un día en que estaba con un grupo de compañeras, líderes cristianas, compartiendo peticiones de oración por nuestros hijos. Al escuchar sus peticiones por viajes misioneros seguros, exitosos y por excursiones fructíferas para grupos de jóvenes, mi corazón afligido nuevamente se quebrantó. Verás, mis necesidades de oración eran tan diferentes. El clamor de mi corazón era por liberación de uno de mis hijos de las tinieblas y de las adicciones, por el otro… que el Señor rescatara y salvara a mis dos amados hijos. No compartí mis peticiones ese día.
El Señor tenía mucho que enseñarme.
El sufrimiento de una madre
El amor del corazón de una madre es intenso y nuestro profundo deseo es que nuestros hijos no solo conozcan al Señor, sino que apasionadamente Le amen y caminen con Él. ¿Pero qué sucede si la realidad de nuestra vida es que nuestro hijo corre vertiginosamente lejos de Dios en lugar de acercarse a Él? ¿Y si el hijo a quien amamos tan desesperadamente rechaza las verdades que le hemos enseñado y a Jesús, a quien hemos tratado de imitar ante ellos? ¿Qué sucede si el nuestro es un hijo pródigo?
¡Oh!! La aflicción es incesante. La pérdida de la relación, agonizante. La desesperación por su estilo de vida, abrumadora. Al mismo tiempo que tenemos una necesidad apremiante de atravesar su corazón, nos invade una dolorosa sensación de fracaso y la vergüenza nos envuelve. Para una líder cristiana, estos sentimientos pueden ser particularmente profundos. Si hoy te encuentras en ese lugar, mi corazón está contigo amada hermana, y quiero animarte.
Una vida rendida
Una de las cosas más cautivadoras que nos suceden en el caminar como madre de un hijo pródigo es lo que el Señor hace en tu propio corazón. Pocas cosas como el dolor y temor de que algo ande desesperadamente mal con tu hijo, logran llevarte a un mayor nivel de quebrantamiento y a una dependencia absoluta en el Señor. El resultado es una vida rendida donde Dios pueda trabajar desde adentro hacia afuera. Mis hijos pródigos han sido verdaderos regalos en mi vida, en la medida en que el Señor me ha cambiado poderosamente a través de la experiencia de amarlos y luchar por ellos.
Le pido al Señor que tu corazón palpite con el mío al recibir los regalos de una vida rendida…
Nos enfrentaremos cara a cara con nuestras propias debilidades y nuestra propia necesidad de perdón. Al hacerlo, también adquiriremos un mayor un mayor entendimiento sobre dar y recibir gracia.
Las mujeres en el ministerio conocerán la verdad del poder de la oración y de la Palabra de Dios
Esta verdad se hará realidad cuando llegas al entendimiento pleno de que la batalla por la vida de tu hijo no será ganada de ninguna otra manera. Sin importar nuestro amor o nuestros esfuerzos, sencillamente, no podemos cambiar un corazón.
La oración y el poder de la Palabra de Dios transforman la vida como nada lo hará (Is. 55:11, Heb. 4:12, Santiago 5:16). Solo el impacto de esta verdad reorienta tu vida y tu respuesta a las adversidades que enfrentamos en este mundo.
Dios desafiará y profundizará tu humildad
Dios te está dando una oportunidad de ser “vertida como una ofrenda de libación” en beneficio del Evangelio. En ese lugar donde el corazón de una madre puede quedar atrapado sintiéndose como un fracaso, aprendemos a deponer nuestro orgullo, a rendirnos a Sus caminos misteriosos y a proponernos a estar más enfocadas en traerle gloria que en nuestra comodidad o nuestro alivio.
La posición de nuestro corazón debe ser la de una rendición y entrega total de todos aquellos apegos que no soltamos de nuestra mano
Nos enfrentaremos cara a cara con nuestras propias debilidades y nuestra propia necesidad de perdón. Al hacerlo, adquiriremos un mayor entendimiento sobre dar y recibir gracia.
La fe debe crecer como una confianza firme (una quietud determinada, una esperanza segura, sin pánico) especialmente al enfrentar aquellas cosas que no entendemos (Juan 13:7)
Es en ese lugar de confianza donde aprendemos que ¡ÉL ES QUIEN DICE SER! Él es el Altísimo, Redentor, Consolador, Proveedor. Sin importar cuán oscuras o confusas puedan ser las circunstancias que enfrentes, éstas no cambian Su carácter. “Jesucristo es el mismo ayer hoy y por los siglos”. (Heb. 13:8)
Pero, ¡oh!, cómo Él nos está cambiando a nosotras… conformándonos a Su imagen.
Debemos mantenernos firmes en la verdad de que Dios es soberano y no hace nada sin que tenga un propósito
Esa situación “difícil” que estás viviendo es parte de la historia planeada de Dios para tu hijo –y para ti- y tiene propósitos eternos que solo Él entiende. Queremos pelear para no estar en este camino; pero Él nos llama a rendirlo. Queremos arreglarlo, intervenir, rescatar. Él nos pide que hagamos lo que nos ha enseñado hacer –orar, clamar y afirmarnos en Su Palabra, para entonces confiar en Su soberanía, quitarnos de en medio de Su camino, y dejarlo a Él obrar.
Tememos que la conducta de nuestro hijo pueda destruir el “plan de Dios” para su vida. Dios nos recuerda que ningún propósito Suyo puede ser estorbado (Job 42:2). Tal vez suceda, solo tal vez, que tenemos nuestro propio plan para nuestro amado hijo (o posiblemente para nosotras mismas) que necesitamos rendir a Su propósito ulterior.
Podríamos estar preocupadas que esta prueba afecte nuestro ministerio. Al contrario, creo que lo que el Señor quiere es mejorarlo y profundizarlo.
Jeremías 29:11 “Porque yo sé los planes que tengo para vosotros” —declara el Señor— “planes de bienestar y no de calamidad, para daros un futuro y una esperanza.
Sumérgete en esta promesa de Dios y ten ánimo. Jesús nos pide que velemos y oremos con Él (Mateo 26:41) ¡mientras Él hace que todas estas cosas cooperen para nuestro bien y para Su gran gloria!
Ayúdanos a llegar a otras
Como ministerio nos esforzamos por hacer publicaciones de calidad que te ayuden a caminar con Cristo. Si hoy la autora te ha ayudado o motivado, ¿considerarías hacer una donación para apoyar nuestro blog de Mujer Verdadera?
Donar $3
Únete a la conversación