Apenas pude funcionar durante meses. Participé en un ensayo clínico post-polio el año pasado, y me dejó exhausta, luchando con fatiga devastadora y desánimo. Constantemente me sentía vacía y agobiada. Tantas cosas se quedaban sin hacer. Mi escritorio, con pendientes apilados ahí, parecía demasiado abrumador para siquiera acercarme. Frecuentemente me preguntaba, “¿Por dónde empiezo? Como no puedo hacer todo, ¿debo siquiera molestarme con algo?”
Al sentarme muchas veces en la mesa considerando mis opciones, recordaría el consejo de Elisabeth Elliot. Fue un consejo que me llevó por numerosas pruebas e incontables días. Días en los cuales me sentía inundada y no sabía qué hacer. Días cuando parecía imposible lograr algo.
Toma el siguiente paso.
Una dirección clara
Estas cuatro palabras sencillas me impulsaron a través de lo trivial y lo monumental. De alguna forma trajeron claridad y fuerza cuando las necesitaba. Dirección cuando me sentía abrumada.
Me proveyeron una estructura cuando falleció mi hijo. “Toma el siguiente paso” significaba bañarme. Escribir el obituario. Planear el funeral. Y después del diluvio inicial de actividad, me fue un invaluable consejo para manejar el luto cuando aún tenía que atender las tareas diarias de la vida. Preparar la cena. Rogarle a Dios por gracia. Lavar la ropa. Leer la Biblia. Llamar a una amiga. Tomar una siesta.
Y años después, preguntándome cómo sobreviviría como una madre soltera, seguí el mismo consejo. Yo estaba obsesionada y lamentándome por cómo nuestro hogar roto afectaría a mis hijos. ¿Amarían a Dios? ¿Cómo procesarían su dolor? ¿Cómo podría yo mantener un hogar en medio de la locura?
Solo quería acurrucarme y llorar. Entregarme a la autocompasión. Hacer que todo desapareciera. Pero sabía que tenía que enfrentar lo que tenía por delante. No podía esconderme.
Le pediría a Dios fuerza, y tomaría el siguiente paso. Preparar la cena. Llevarlos a su partido. Preparar mi estudio bíblico. Orar con ellos en la noche. No tenía sentido preocuparme por el futuro. Comoquiera, yo no lo podía controlar. Solo podía tomar el siguiente paso.
Y cada vez, solo por tomar ese paso, pude pasar la prueba. Tuve suficiente luz para el siguiente paso. Pero fue suficiente. Fue todo lo que yo necesitaba. Tener más información no me hubiera ayudado.
Tuve que tomar ese paso en la fuerza que Dios proveía. Y confiar que Él supliría lo que me hacía falta. Mientras que el futuro se veía oscuro y desconocido, sabía que todo estaba bajo su soberano y amoroso control. Tuve que tomarle de la mano a Dios en la oscuridad, confiar que Él me guiaría, y luego actuar sobre la información que tenía.
Encontrando Libertad
Cuando empecé a vivir de esa manera, comencé a experimentar una libertad tremenda. De alguna manera, el peso de mis decisiones fue quitado. No tenía que descifrar todo. Solo necesitaba estar conectada a Dios. Escuchar Su voz. Estar quieta. Y, sobre todo, confiar en Él.
Ahora cuando me siento abrumada por la magnitud de una situación, empiezo por atacar las tareas más simples y comunes. De ahí, avanzo a las cosas que he estado postergando porque son desagradables o porque desconozco hacia dónde llevan. He descubierto que las cosas que me siento inadecuada para enfrentar, puedo manejar un paso pequeño a la vez.
Sé que no puedo pensar en todo lo que hace falta hacer. Solo puedo enfocarme en lo siguiente que necesito hacer. A veces es simplemente levantarme y preparar la cena. O escribir un correo que he estado evitando. O hacer una llamada que he estado postergando. Cada vez que obedezco, Dios me da claridad para tomar el siguiente paso.
Cómo ayudó a Elisabeth Elliot
Este simple consejo, de tomar el siguiente paso, ha ayudado a muchas personas. Yo primero lo leí en el libro de Elisabeth Elliot llamado “The Shaping of a Christian Family” (El moldear de una familia cristiana), de un poema que su madre amaba.
En su programa de radio llamado “Gateway to Joy” (Portal del gozo), Elisabeth explicó cómo “tomar el siguiente paso” le había ayudado tanto. Elisabeth y su esposo Jim estaban sirviendo en el campo misionero de Ecuador cuando él fue martirizado, dejándola sola con una hija recién nacida.
Cuando regresé a mi estación en la jungla después de la muerte de mi primer esposo, Jim Elliot, enfrenté muchas confusiones e incertidumbres. Tuve muchos roles nuevos, aparte de ser una madre soltera y una viuda. Estaba sola en la estación de la jungla que Jim y yo habíamos manejado juntos. Tuve que aprender a hacer todo tipo de cosas, para las cuales no tuve ningún entrenamiento o preparación. Me fue de mucha ayuda simplemente hacer la siguiente tarea.
Elisabeth sigue diciendo:
Me he sentido así otras veces en mi vida, y regreso vez tras vez a una vieja leyenda Sajona, que me dicen está grabada en una vieja casa parroquial en algún lugar de Inglaterra cerca del mar. No sé dónde está. Pero este poema fue escrito sobre esa leyenda.
El poema dice, “Hazlo inmediatamente, hazlo con oración, hazlo en dependencia, echando toda ansiedad. Hazlo con reverencia, trazando Su mano que lo colocó delante de ti con orden sincero. Firme sobre omnipotencia, seguro bajo Su ala, entrega todo resultado, toma el siguiente paso. (Puedes encontrar el poema completo aquí.)
Si te sientes desanimada y abrumada, te animo a tomar el siguiente paso. Ora, y luego haz lo que le sigue a eso. Confía a Dios los resultados. Su yugo es fácil, y su carga ligera. Él te guiará cuando mires a Él.
Sólo toma el siguiente paso.
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