Siria y mi falta de oración

Por: Laura Booz

La mañana del domingo se me encogió el corazón cuando alguien oró por los refugiados sirios. Yo los había olvidado.

Cuando el verano pasado se publicaron las noticias, reuní a mis hijos y les mostré fotos e historias de este pueblo que huía para salvar sus vidas. Oramos por ellos en ese momento. El camión de helados pasaba por el frente de nuestra casa y noté que todos en silencio le dijimos a nuestro cuerpo ‘siéntate’ y no atendimos su bocina. En su lugar miramos al cielo y dijimos “Padre Celestial por favor déjanos saber si hay algo que podamos hacer”.

Esa noche durante las oraciones antes de dormir, nos sentamos en círculo y oramos por el pueblo de Siria.

Al día siguiente, mi hermana nos envió un enlace de una página de internet con una lista de lo que podíamos enviarles. Nos encantó; era algo con lo que podíamos ayudar. Teníamos un saco de dormir extra y varios pares de zapatos casi nuevos. Imprimimos la lista con sus necesidades y reunimos todo lo que sabíamos que cabría en la caja de cartón. La llenamos, la sellamos con cinta adhesiva, y escribimos la dirección en letras grandes en negritas. Al día siguiente la llevaríamos a la oficina del correo para enviarla a su lugar de destino.

Esa noche durante el tiempo de oración antes de dormir, nos sentamos en círculo y oramos por el pueblo de Siria.

Al día siguiente, la llevamos a la oficina del correo. Nos costó más de lo esperado lo que me hizo pensar porqué en su lugar simplemente no hice un cheque a alguna fundación para enviar el dinero. Pero en esa caja estaba nuestra compasión con el saco de dormir y los zapatos; alguien en algún lugar necesitaba que nuestra humilde caja llegara en el correo. Así que pagué al empleado del correo y la caja inició su travesía a través del océano hasta Grecia.

Y desde ese día, no he orado más por el pueblo de Siria. Ni una vez. Ni por un momento.

Así que el pasado domingo en la iglesia me arrepentí de mi falta de compasión. Me arrepentí por la manera en que pienso que un gesto amable -un saco de dormir y un par de zapatos- resuelven el problema y me exoneran de involucrarme más. Ese día cuando le sonreí al empleado del correo y coloqué mi caja encima del mostrador, inconscientemente debo haber pensado ‘¡hice mi parte! ¡eso resolverá todo!’

Sabemos que estaba equivocada. No arreglé todo.

La cruda realidad de la naturaleza de mi corazón

El verdadero problema

Dios debe haber tenido una lección en mente para mí, porque el mismo tema salió a relucir en un contexto unos días más tarde. Seguía rumiando sobre mi actitud de resuélvelo-y-olvídalo con Siria cuando me senté a la mesa en la cocina para conversar con una amiga de la experiencia de que un hijo naciera muerto. Ambas nos acercamos a fechas significativas y ya han pasado 5 años desde nuestras pérdidas, por eso era bueno recontar nuestras historias. Cada una necesitaba escuchar de la otra que nuestros pensamientos y emociones en el “Quinto Aniversario” eran normales.

Conversamos acerca de que ahora podemos ver las formas milagrosas y complejas cómo Dios nos había consolado a través del tiempo, desde el momento de la pérdida hasta el presente. Coincidimos en que cuando escuchamos que otras mujeres han perdido a sus bebés quisiéramos darle todo lo que nos ayudó.  Nos preguntamos en voz alta ¿no sería bueno darle todo en un paquete grande como un gran gesto de amor?

Pero ambas supimos que no era bueno. La verdadera sanidad no funciona de esa manera. No había sido así para nosotras tampoco.

El consuelo y sanidad llegaron con el tiempo. Fue un abrazo el día 1, una tarjeta el día 2, un almuerzo el día 7, una flor el día 24, un pastel de frambuesas el día 52, una llamada el día 365, una canción el día 574, y así por el estilo. Más que eso, se trataba de Jesús trabajando en nosotras y alrededor nuestro, día tras día, recordándonos que Él estaba con nosotras, que le importaba el sufrimiento, y que milagrosamente restauraría nuestras profundas pérdidas.

Ahí pensé en nuestra caja para los refugiados sirios y me di cuenta que cuando se trata de pérdidas como las suyas, una caja de provisiones no resuelve el problema.

No me malinterpretes; la caja era necesaria y estoy contenta de haberla enviado. Debemos mostrar el amor de maneras tangibles. Debemos dar más de lo necesario cuando veamos una necesidad. Esos regalos tangibles le darán a alguien un lugar donde dormir y con qué caminar, pero debo recordar que esas cosas no arreglan el problema.

Mi amiga me dijo “Lo único que restaura el corazón de una madre en duelo es recuperar a su bebé. Pero eso es algo que no puedo hacer”.

Lo único que resuelve la crisis de los sirios es devolverles su hogar. Y la paz. Y su vida. Yo no puedo hacerlo. Pero Jesús sí.

Nuestras oraciones importan

Por eso me dolió haber olvidado orar por los refugiados sirios. ¡Pues como hija del Rey del cielo, mi voz se escucha en Su Trono! Puedo pedir por misericordia a favor de ellos, por ayuda y fortaleza para cada uno, por entendimiento y capacidad para los cristianos a su alrededor. Puedo orar que el Espíritu Santo trabaje en sus corazones y les dé esperanza, valentía, sabiduría, sanidad y fe.

Exhorto, pues, ante todo que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias por todos los hombres; por los reyes y por todos los que están en autoridad, para que podamos vivir una vida tranquila y sosegada con toda piedad y dignidad. Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro Salvador, el cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al pleno conocimiento de la verdad. Porque hay un solo Dios, y también un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús hombre, quien se dio a sí mismo en rescate por todos, testimonio dado a su debido tiempo”. (2ª Ti. 2:1-6)

Aunque envíe una caja de provisiones, solo Jesús tiene el poder de restaurar sus vidas.  Solo Jesús conoce el nombre de cada refugiado sirio y no los olvida ni por un momento. Solo Jesús las maneras misteriosas en que el cielo y la tierra se entrelazan y nos dice que oremos con fidelidad. ¡La Palabra retumba con el mensaje de que nuestras oraciones importan!

Considera estos llamados de urgencia de la Palabra de Dios:

Estad siempre gozosos; orad sin cesar; dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para vosotros en Cristo Jesús. (1ª Ts. 5:16-18)


Por nada estéis afanosos; antes bien, en todo, mediante oración y súplica con acción de gracias, sean dadas a conocer vuestras peticiones delante de Dios. (Filipenses 4:6)

Perseverad en la oración, velando en ella con acción de gracias. (Col. 4:2)

Y de la misma manera, también el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; porque no sabemos orar como debiéramos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. (Ro. 8:26)

Cuando olvidé orar por los refugiados sirios, no solo los olvidé a ellos. ¡También olvidé el poder de Jesús! Olvidé Su compasión hacia los oprimidos. Y olvidé que Él me ha dado un maravilloso regalo: el llamado y la gracia de orar fielmente.

Que yo pueda aprender y abrazar maneras de hacerlo. Amado Padre Celestial, oro por los refugiados sirios…

¿Qué haces cada día? ¿Te cepillas los dientes? ¿Recoges tu cama?  ¿Conduces tu carro? Coloca una nota de recordatorio para cada actividad diaria, recordándote orar por un grupo particular cada día de esta semana.

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