“No seáis tropiezo ni a judíos, ni a gentiles, ni a la iglesia de Dios” 1 Corintios 10:32
Para la iglesia de Cristo es de gran importancia la vida que exhiben sus miembros. Las Escrituras revelan (según el apóstol Pablo) que existía la preocupación de alertar a la iglesia de la necesidad de cuidar su caminar. Pero:
- ¿Cuál es la importancia de tener un buen testimonio?
- ¿Por qué es tan difícil para nosotras, honrar el hecho de nuestra salvación, viviendo una vida que agrade y exhiba la plenitud que se corresponde con la magnitud del sacrificio hecho a nuestro favor?
La respuesta podría ser que "Nuestras vidas pueden ser la única Biblia que muchos lean." Esta simple pero profunda afirmación, nos alerta de la importancia que debemos darle a nuestro testimonio, ya que con él le decimos tanto al incrédulo como al creyente que el Espíritu Santo de Dios vive en nosotras, y que en Su poder podemos vivir y andar “Coram Deo” (frase latina que usaron los reformadores del siglo XVI con el significado de que “Todo lo que hacemos está bajo la autoridad de Dios”)
Nuestra razón de vida debe ser andar siempre en el centro de los planes y propósitos de Dios, apercibidas de nuestra incapacidad para lograrlo creando así una mayor dependencia de Dios y ayudándonos en la batalla diaria que debemos librar contra los deseos de nuestra carne.
Uno de los grandes obstáculos para el avance del Evangelio, es el mal testimonio cristiano. Es común oír a los incrédulos decir: “Y disque es cristiana” refiriéndose de forma despectiva a alguna persona debido a su comportamiento. O escuchar a algunos declarar persecución religiosa alegando: “Me corrieron del trabajo por mis creencias cristianas”, cuando en realidad (y a la luz de la verdad) la persona hacía mal uso del tiempo (por el que le pagan para trabajar) haciendo devocionales, pidiendo permisos para actividades religiosas, y hasta apropiándose de los recursos a su disposición.
¿Podríamos imaginarnos a Cristo (carpintero) deteniendo la ejecución de algún mueble, para hacer un devocional con Su ayudante? ¿O llevándose algún lápiz de los que José le proporcionaba para marcar la madera? Con seguridad El se habría levantado de madrugada para encontrarse con Su Padre, habría renunciado a parte de Su tiempo de almuerzo para compartir el Evangelio con Sus compañeros o comprado el lápiz que necesitaba en Su casa.
Cuando la Biblia nos manda en 2 Timoteo 4:2 “Predica la palabra; insiste a tiempo y fuera de tiempo” de ninguna manera nos está animando a hacerlo, distrayendo un tiempo pagado para que realicemos una labor productiva, más bien nos está invitando a hacer la Palabra, vida, por la excelencia con que cumplimos nuestros deberes o por la sabiduría con que manejamos situaciones, acontecimientos y eventos que el Señor permite en nuestras vidas para modelar nuestro carácter, conformarnos a la imagen de Cristo, o simplemente proclamar Su gloria.
La dificultad en glorificar a Dios en todo, no es más que el triunfo de nuestra carne sobre nuestro Espíritu, perdemos la batalla cuando:
- Nos ocupamos más por hacer que por ser. 1Samuel 15:22
- Nos alejamos mental, espiritual y físicamente de la fuente de poder. Juan 15:5
- Nuestra auto-suficiencia sustituye la dependencia de Dios. Filipenses 4:13
- Proclamamos la omnipotencia de Dios, pero vivimos como si tuviéramos un Dios ausente, alejado y sin control de todo lo que nos ocurre. Génesis 1:1
- No reflejamos el amor, la misericordia y la gracia recibida con el sacrificio de Cristo a nuestro favor. Juan 13:34
- Nos consideramos capaces de hacer buenas cosas (sin la gracia de Dios) Romanos 3:11
- Nos convertimos en jueces según nuestra propia sabiduría. Lucas 6:37
- No vivimos, caminamos y actuamos para la gloria de Dios. Colosenses 3:17
La intimidad con Dios abre nuestros ojos, permitiéndonos vernos como Él nos ve, nos da sabiduría para vivir de cara a Dios evidenciando el fruto del Espíritu y cuyo fin es glorificarle. Vivamos vidas que inspiren, cultivemos un espíritu de arrepentimiento constante (porque somos pecadoras recurrentes), conozcamos todo el consejo de Dios; y “cuando hayamos hecho todo lo que se nos haya ordenado, podamos decir de corazón: Sierva inútil soy, pues lo que debía hacer, hice”.
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