Si nos vaciamos para Dios, Él nos llenará

Por: Laura Booz

Hasta que por fin me pude identificar con un “personaje bueno” en la Biblia.

(¿No te sucede que generalmente terminamos identificándonos con el “personaje malo” …el hermano mayor en la historia del hijo pródigo, el hermano menor en el hijo pródigo, el sacerdote que se protege a sí mismo en la historia del Buen Samaritano, y los fariseos arrogantes?)

Siento alivio finalmente al encontrarme en una persona que Jesús dijo que estaba haciendo lo correcto. Sorpresivamente, cuando me pongo en sus zapatos, no me siento tan maravillosa y justa como pensé que era. De hecho, hay una parte de mí que se siente humillada y triste.

Primero, una historia corta…

Últimamente me siento como si estuviera dando mi 100 por ciento –dejándolo todo en la cancha- solo con cuidar de mis cinco hijos. Sin embargo, extraño servir al Señor fuera de nuestro hogar.  Creo que es importante extender mis brazos en bondad, por amor a Cristo, así como por amor a mis hijos. Por eso cada vez que puedo, busco oportunidades de hacerlo.

Una oportunidad de servir

Recientemente tuvimos la oportunidad de servir a alguien fuera de nuestra familia.

Una noche, ya tarde, la tragedia golpeó a una querida amiga mía.  Lo supe en la mañana, y preparé a mis hijos tan pronto como pude.  Llegamos a su apartamento para sentarnos con ella. Fue maravilloso el haber podido hacerlo. Los niños fueron considerados y compasivos. Mi amiga era la persona menos necesitada sobre la faz del planeta. Froté su espalda cuando lloró, platicamos y la ayudamos a hacer un mandado. Pasado el mediodía, nos dirigimos a casa para la siesta del bebé.

Para cuando entramos por la puerta, nuestras fuerzas se habían agotado. Prácticamente estábamos sin aliento.

En un instante los niños se derrumbaron. Llorando, molestos, desenfocados… todos nos sentamos desordenadamente para tomar el almuerzo y colapsamos. Mi niño altamente compasivo/emocionalmente empático estaba tan desgastado que, hizo algo poco común en él: tomó una siesta. No pude tener la cena lista y no estuve emocionalmente disponible para mi esposo cuando regresó a casa del trabajo.

Si he de ser honesta, ni siquiera recuperamos el paso por un par de días.  Dimos todo lo que teníamos. Pero ni siquiera fue tanto.

Cuando damos tan poco

Me sentía molida delante del Señor. “¿Por qué no tengo más fuerzas? Quiero servirte, ¡pero las cosas más simples me agotan! Desearía recuperarme emocionalmente, tener más energía. Desearía poder ir a servir a alguien.”

Fue ahí que recordé a la viuda de Lucas 21 o Marcos 12. Aquella que Jesús “levantando la vista la vio” echar dos pequeñas monedas de cobre en el arca de las ofrendas del templo.

Y dijo: En verdad os digo que esta viuda pobre echó más que todos. Porque todos éstos, de lo que les sobra echaron para las ofrendas de Dios; pero ésta de su pobreza echó todo el sustento que tenía. Lc. 21:4.

Ella es “el personaje bueno” con quien me identifico: la pobre viuda que dio todo lo que tenía.

La miro y digo, “Sí, me siento como ella. Sé que no soy ni la mitad de generosa que ella, pero siento que estoy ofrendando tanto como puedo. Y siento que apenas vale las dos blancas.”

¿Tú también te identificas? ¿Estás dando todo lo que tienes y preguntándote porqué parece tan poco?

Lecciones de la viuda

Quiero compartir algunas cosas que, en el contexto de todas las Escrituras, deduzco al reflexionar en esta historia tan corta:

1. Ella también regresó a casa vacía.

Solo imagínate, cuando esa pobre viuda llegó a su casa, no le quedaba nada de dinero. Ella tuvo que comenzar de nuevo a ganar, ahorrar o pedir limosna. Aunque el dar fue un gozo, ella sintió la pérdida.

Cuando damos todo, nos vamos a sentir como si nada nos hubiera quedado. Es como la ley de la naturaleza, ¿correcto? Aunque se disfrute el gozo del servicio, vamos a sentir el vacío, la falta, el agotamiento. Y tendremos que comenzar de nuevo, durmiendo, comiendo y orando.

2. Jesús levantó la vista y vio su ofrenda

Para nuestro Salvador que nos ama, es suficiente vernos en esos momentos cuando queremos amarlo al derramar abundantemente Su amor en otras personas. ¡Qué privilegio que alcance a vernos!

Aunque, quizás como yo, la pobre viuda se sintió desilusionada por lo pequeño de su ofrenda. Tal vez, como el apóstol Pablo, ella también consideró su mayor acto de servicio como “basura” comparado con la justicia que Cristo nos ha dado.

Hasta el otro día, nunca imaginé que quizá la pobre viuda realmente estaba pensando, Oh, si tan solo tuviera más para darle… ¿Al igual que yo, ella luchó, por ser agradecida por esas dos blancas?

3. Para comenzar, fue Jesús quien le dio esas dos blancas.

La pobre viuda sabía que Dios mismo había puesto esas dos blancas en su mano para que ella tuviera el placer de regresárselas.  Igual que mis hijos extienden sus palmas durante la ofrenda en la iglesia, esperando que yo les ponga una moneda en su manita para que ellos de inmediato la echen en el plato de las ofrendas, que así podamos extender nuestras manos a nuestro Padre celestial e inmediatamente regresarle Sus bendiciones.

Todas nuestras bendiciones vienen de nuestro Dios y todas las cosas le pertenecen a Él.

4. Jesús continuará teniendo cuidado de ella.

Momentos antes de que esta escena suceda, Jesús critica a los escribas que abusaban de las viudas, tomando todo lo que tenían para sus propósitos egoístas. Por supuesto, los escribas no les retribuían a las viudas con alguna provisión.

Pero Dios es diferente. Él ama y provee para las viudas. Cuando esta viuda dio todo su dinero para el templo, ella demostró que su esperanza estaba en el Señor. Él puede tomar todo su dinero, porque Él cuidará de ella. ¡Qué confianza!

Ella confiaba en que no había sido la última vez que Dios le proveería, por eso podía dar generosamente.

Afortunadamente, nuestra salvación está envuelta en Su generosidad y provisión inagotable de ayuda. Damos porque Él nos dio primero. Creer en la bondad amorosa de Dios abre nuestras manos.

Pero mantén esto presente: Cuando damos todo lo que tenemos, nos sentimos vacías. La ley invariable del reino de los cielos es que Dios nos volverá a saciar otra vez.

¿Qué ha puesto Dios en tus manos hoy? ¿Tienes algo pequeño que podrías dar al Señor? ¿Una hora extra o algunos recursos para ofrecer a alguien en necesidad? ¿Escribir una nota de ánimo para una hermana? ¿O el día de hoy es uno para descansar y esperar a que Él te llene de nuevo?

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