Serpientes, semillas, y un Salvador | Reflexiones de una recién casada

La semana pasada, al comenzar nuevamente mi andar en las Escrituras, como recién casada,  me encontré leyendo con un enfoque fresco, el relato de las nupcias de Adán y Eva.

Lo he leído antes, probablemente cientos de veces — Dios diseña una mujer de y para el hombre, luego oficia personalmente la boda, instituyendo así el primer matrimonio.  El novio con entusiasmo y sinceridad recibe esta novia y su unión como un maravilloso regalo de su Hacedor.  La narrativa de la Creación termina con un comentario sobre el matrimonio como Dios ordenó que fuese.

Tómate un momento para leerlo de nuevo –como si fuera la primera vez, como recién enamorada, con asombro.

Luego el Señor Dios dijo: “No es bueno que el hombre esté solo; le haré una ayuda idónea.”…

Entonces el Señor Dios hizo caer un sueño profundo sobre el hombre, y mientras éste dormía tomó una de sus costillas, y cerró la carne en su lugar. Y de la costilla que el Señor Dios había tomado del hombre, formó una mujer, y la trajo al hombre.

Y el hombre dijo: Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; ésta será llamada mujer, porque del hombre fue tomada.

Por tanto el hombre dejará a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer y serán una sola carne.  Y estaban ambos desnudos, el hombre y su mujer, y no se avergonzaban. (Génesis 2:18-25)

Esto es la corona de la Creación.  La anticipación consumada (“por fin”), compañía, unidad, entendimiento del valor, celebración de las diferencias, aprecio, honor, sujeción, intimidad, pasión arrebatada. Desnudez, vulnerabilidad, transparencia.  Y completa, absolutamente libres de vergüenza.

Todo es asombrosamente hermoso, bueno, puro y correcto. Y vivieron felices por siempre. Fin.

¡Ah! Que pudiera ser así.

Siguiente versículo: Y la serpiente… (Génesis 3:1)

Esa frase me impactó. Tan abrupto. Tal interrupción cayendo en medio de tanto éxtasis.  Terminé quedándome a analizar este pasaje por varias horas, meditando en la secuencia, contemplando sus implicaciones para mi propia vida y matrimonio.

Dios había actuado impresionante y magnánimamente en el escenario de la Historia. El Dios que existió eternamente en relación con el Hijo y el Espíritu había diseñado amorosamente una unión indisoluble de dos seres perceptiblemente complementarios. Una unión diseñada en su infinita sabiduría para revelar la unidad de la deidad. Una unión prevista en el tiempo para contar la historia de redención, aún antes de que hubiera alguna necesidad de redención.

De pronto, sobre esta soleada y espectacular escena, cae una sombra siniestra.

La serpiente.  Más astuta que cualquiera de los animales del campo que el Señor Dios había hecho. (Génesis 3:1)

Una serpiente que habla

Aparentemente ignorando (o evitando) al hombre, selecciona a la mujer.  La separa del hombre en cuyo corazón y abrazo ella había estado fuertemente contenida.  Desgarrando extremidades, venas, tendones y lo que Dios había entretejido junto.

Y dijo a la mujer, “¿Conque Dios os ha dicho..?” (Génesis 3:1).

Una sola semilla de duda es sembrada en la mente de la mujer, conforme el engañador debate sobre la palabra de Su Soberano y de ella. Una semilla que rápidamente echará raíz, dando a luz desilusión y desobediencia, rindiendo abundante cosecha de destrucción. Destrucción del tierno corazón de la novia, de su euforia marital, de sus hijos por nacer, de toda la raza humana.

En el periodo de un solo capítulo (página 2 en mi Biblia), se rompe la intimidad, la confianza es reemplazada por temor, las bendiciones se tornan en maldiciones, se intercambia la vulnerabilidad por ocultamiento.  Y la vergüenza se envuelve como una sábana repugnante alrededor de la pareja antes cubierta con la gloria de Dios.

La búsqueda de la serpiente

Llegué a este pasaje siete semanas después del día de mi matrimonio con Robert Wolgemuth.  Todavía somos muy recién casados.  Muy enamorados.  Todavía maravillados de lo que Dios ha llevado a cabo. Aún en asombro del regalo que Dios nos ha dado en el otro.  Todavía cautivados y explorando la maravilla de lo que es ser “una sola carne”.

Y ya muy conscientes de la presencia de la serpiente en nuestro matrimonio.  Un intruso que sabe mejor que la mayoría la intención que Dios tenía para nuestro matrimonio –uno que desprecia a Aquél que nos unió y odia el Testimonio/Evangelio que nuestro matrimonio tiene la intención de proclamar.

Este villano, disfrazado bajo un manto de luz, impostado como la voz de la razón y lo correcto, viene a mí en momentos desprevenidos.  Viene a nosotros en el dulce jardín de nuestro amor recién hallado, y planta en la tierra de mi mente, semillas de duda respecto a las cosas que Dios ha revelado que son verdaderas; invoca el temor de que quizás, en lo profundo, mi Creador no actúa con las mejores intenciones; me llama a exaltar mi voluntad sobre la de Dios, a imaginar que mi manera es superior a la Suya, y a atacar independientemente de mi Dios y mi esposo.

Reconozco la sutil pero perversa influencia de la serpiente

*Cuando ser escuchada y comprendida me importa más que escuchar y ser comprensiva

*Cuando que se me conceda la razón me importa más que ser humilde

*Cuando supongo lo mejor de mí misma y menos de mi precioso Adán

*Cuando en mi mente magnifico las debilidades de mi esposo, mientras me ciego (o soy ajena) a mis propios defectos

*Cuando me imagino que soy el tipo de mujer que he retado a otras que sean, separada de mi diaria, momento a momento, infusión de Su gracia capacitadora y sobrenatural.

*Cuando mis necesidades y planes y prioridades ejercen más presión en mí, que las de mi esposo.

*Cuando ser vista y conocida implica temor y limita.

*Cuando trabajar en que dos-se-conviertan-en-uno-solo demanda más esfuerzo del que quiero dar en el momento.

*Cuando trato de controlar a mi hombre o el resultado de una conversación o decisión.

*Cuando arranco el cayado de las manos de mi pastor.

Génesis 3 me recuerda que nada de esto debe llegar como una sorpresa –que no soy la primera novia que oye y presta atención a la sirena de la serpiente, que sus tácticas las aplicó primeramente en recién casados, que su meta es separar lo que Dios ha unido.

Me recuerda que el dolor y el aislamiento y las promesas rotas son el fruto de confiar en la serpiente más que en Aquél que nos hizo, y casó a mi pareja y a mí.

Gracia en la búsqueda

También me recuerda que apenas la novia había sucumbido al sonido de la serpiente, ya otra semilla había sido sembrada –sembrada por un Dios que perseguía con infinita misericordia y gracia, el corazón perdido de la mujer, la Semilla del Evangelio, de promesas hechas y cumplidas, promesas de una semilla lastimada que un día se levantaría para herir la cabeza de la serpiente.

Me recuerda que mi esperanza y el bienestar de nuestro matrimonio no descansan en la fortaleza de mi marido o la mía, o en nuestros esfuerzos determinados a hacer esto bien.  Nuestra esperanza está puesta en esa santa Semilla, herido por nosotros, que tomó nuestra vergüenza y la hizo suya, se dio a sí mismo por nosotros, y cubrió nuestra desnudez con vestidos de Su propia justicia, adquirida al derramar Su sangre.

Este Salvador nos capacitará para aferrarnos uno al otro, para amarnos uno al otro, profunda, abnegada y fielmente, para vivir como una sola carne, para humilde y gozosamente cumplir con nuestras responsabilidades en este matrimonio asignadas por Dios, para escapar de los ruegos de la serpiente, para caminar juntos en la luz con nuestro Hacedor, a ser perdonados cuando caemos, a unirnos a Él para vencer los diseños malvados de la serpiente.

Nosotros –mi recién esposo y yo- nos aferramos a la promesa del Salvador de que un día experimentaremos de lleno las bendiciones de la Nueva Creación, seremos parte de una Novia redimida, santa, en la Cena de las Bodas del Cordero, y reinaremos con Él en el Paraíso.  Por siempre.

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Sobre el autor

Nancy DeMoss Wolgemuth

Nancy DeMoss Wolgemuth ha tocado las vidas de millones de mujeres a través del ministerio de Aviva Nuestros Corazones y del Movimiento de Mujer Verdadera, llamando a las mujeres a un avivamiento espiritual y a la feminidad bíblica. Su amor … leer más …


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