“…glorificad pues a Dios en vuestro cuerpo…”
1ª Cor. 6:20
Ayer nos referimos a los diferentes tipos de diabetes y la importancia de la dieta; la mayoría de las personas conoce que los diabéticos tienen dificultad metabolizando los azúcares, pero no se dan cuenta que en realidad se trata de todos los carbohidratos y las grasas.
Ese trastorno disminuye los niveles de colesterol protector y eleva los triglicéridos; lo que provoca que los niveles del colesterol bueno disminuyan, produciendo el bloqueo que ocasiona el infarto.
La mayoría de los pacientes de diabetes tipo 2 presentan obesidad; no se trata de una simple asociación sino más bien de que la obesidad aumenta la incidencia de diabetes. Un problema alarmante a nivel mundial es que los niños por primera vez están padeciendo de pre-diabetes y diabetes tipo 2 debido al aumento en la incidencia de obesidad y la falta de ejercicio.
La Organización Mundial de la Salud está prediciendo que ésta será la primera generación que viva menos tiempo que sus padres. ¿Cómo podemos cambiar esta situación? Sencillamente cambiando el estilo de vida.
Primero, aumentando la cantidad de ejercicios que realizamos. La recomendación es, por lo menos, 30 minutos de ejercicio cardiovascular cinco veces a la semana, con la meta de llegar a una hora diaria.
Segundo, reducir el peso con una dieta baja en grasa saturada y disminuir la cantidad de carbohidratos de comidas procesadas. Por ejemplo, pan, pastelería, dulces, funditas, entre otros. Es preferible ingerir carbohidratos complejos como vegetales, frutas y granos. Cuando se come pan es recomendable que tenga mucha fibra como el pan negro. Los cereales preferiblemente deben ser aquellos con bran o salvado; en cuanto al arroz, es mejor el integral; y, a su vez, los víveres son mejores que el arroz. Con relación a las frutas se aconseja no ingerirlas en jugo. Los jugos aún sin azúcar adicional contienen la misma cantidad –y en algunos casos hasta más- que los refrescos embotellados; es decir, los jugos son más naturales y tienen menos químicos que los refrescos, pero no son “dietéticos.”
¿Qué debemos aprender? Qué debemos llevarnos con nosotras? Lo moderno no siempre es lo mejor. Necesitamos regresar a la dieta de nuestros ancestros cuando vivían de la agricultura. La comida sin procesar o natural es mejor que la procesada. Evitemos usar mucha sal para así prevenir la hipertensión arterial; además, evaluemos la cantidad de comida que servimos en nuestro plato.
Recordemos que el propósito de comer no es solamente por placer sino también para mantener la salud. Hay muchas comidas riquísimas hechas con vegetales, granos, ensaladas que debemos aprender a prepararlas. Seamos creativas, busquemos tener muchos colores diferentes en el plato; usemos libros de recetas, existen programas de televisión que nos enseñan cómo experimentar con la comida; de esa manera, nuestra mesa será cada día una aventura rompiendo así la rutina.
Para despedirnos, llevemos estos consejos a nuestra vida espiritual recordando las palabras del autor de Hebreos en el capítulo 12 cuando nos exhorta a que “nos despojemos de todo peso y del pecado que tan fácilmente nos asedia y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el Autor y Consumador de la fe”.
Al igual que las recomendaciones para nuestra salud física, en este pasaje de Hebreos nos encontramos con el mandato de que debemos perder “peso” (espiritualmente hablando) y deshacernos del pecado que nos asedia, “ejercitándonos” con una “meta” por delante para mantener nuestra salud espiritual (“santidad”), con los ojos puestos en Jesús, al Autor y Consumador de nuestra fe.
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Este artículo procede del Ministerio Aviva Nuestros Corazones ® www.avivanuestroscorazones.com
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