Este artículo es la continuación de: “Se buscan: Mujeres Dispuestas a APRENDER. Parte 1”.
Existen miles de mujeres que necesitan conocer el Evangelio; otras, recibir consejo y ayuda práctica en diversas áreas de su vida. No estoy refiriéndome aquí sólo a aquellas que forman parte de alguna etnia no alcanzada, ni que están en algún país lejano sin acceso a la Biblia, ni a quienes hablan un lenguaje al cual no se ha traducido la Palabra, ¡NO!, me refiero a esas mujeres con quienes convivimos frecuentemente y necesitan de Dios y de Su sabiduría para vivir. ¡Ésas mujeres tan cercanas a nosotras!
De acuerdo a Tito 2 es un MANDATO para cada mujer cristiana el enseñar a otras. No sé a ti, pero esa pequeña palabra de 7 letras que con toda intención puse en mayúsculas, subrayada y negritas… me sacude, me estremece en gran manera.
Enseñar jamás será algo ligero, es un enorme privilegio y responsabilidad, en Santiago 3:1 recibimos esta advertencia: “Hermanos míos, no os hagáis maestros muchos de vosotros, sabiendo que recibiremos un juicio más severo”. Es algo para tomar con mucha seriedad. Luego más adelante en el versículo 20 del capítulo 5, leemos: “Sepa que el que hace volver a un pecador del error de su camino salvará su alma de muerte, y cubrirá multitud de pecados”.
Al leer ambos versículos podemos darnos cuenta que enseñar tendrá repercusiones no solamente en esta vida, sino en la eternidad, ¡Qué grande y hermosa comisión nos dejó el Señor a todas!, “Id, pues, y haced discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado; y he aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.” (Mateo 28:19-20).
Me gustaría hacer un énfasis especial en esto: La necesidad primaria de una mujer no es la de tenernos como maestras o mentoras, sino conocer a Cristo, por ello debemos estar listas, disponibles y preparadas para compartir las buenas nuevas de salvación, para que guarden lo que Él manda. Debemos caminar y avanzar en nuestra vida cristiana enseñando y dando de gracia lo que de gracia hemos recibido (Mateo 10:8).
“Pero ¡¿yo qué voy a enseñar?!”, pudieras preguntarte; en Tito 2:3-5 se nos dejan instrucciones muy claras y prácticas, con un objetivo final muy importante: -Las ancianas asimismo sean reverentes en su porte; no calumniadoras, no esclavas del vino, maestras del bien; que enseñen a las mujeres jóvenes a amar a sus maridos y a sus hijos, a ser prudentes, castas, cuidadosas de su casa, buenas, sujetas a sus maridos, para que la palabra de Dios no sea blasfemada-.
El Señor puede capacitarnos para enseñar a otras sobre Él, sólo necesitamos de Su ayuda, de Su dirección y estar dispuestas a compartir lo que ha hecho en nuestras vidas.
Considéralo: Hay una generación de mujeres más jóvenes buscando una ayuda, un ejemplo, una amiga, una hermana, una maestra de la Palabra, una mentora...
Necesitamos ser congruentes y enseñar con nuestras propias vidas el precioso diseño divino y bíblico para la mujer, atrevernos a ser vulnerables y contar nuestra historia, tener un testimonio vibrante, vital y efectivo en medio de nuestro mundo.
Al principio de este viaje de 30 días compartí cómo fue parte de mi travesía para aceptar y disfrutar mi diseño como mujer, Dios ha sido fiel y continúa guiándome a Su verdad cada día respecto a estos aspectos de la feminidad biblica, quiero ser parte de esa contrarrevolución por recuperar el diseño divino en humildad, obediencia, amor y oración, compartiendo estas verdades a otras.
Es muy importante enseñar a mujeres en nuestra esfera de influencia sobre la Palabra de Dios, para que puedan conocerle y vivir en libertad, plenitud y abundancia en Cristo (de lo cual siempre compartimos a través de ANC)
Quizá tú y yo no seamos aún ancianas y no poseamos toda la capacidad y experiencia de nuestras heroínas de la fe, ni de tantas mujeres de la Palabra, mayores, que son tan virtuosas y sabias; aun así, debemos considerar que es Dios quien trabaja en los corazones y siempre habrá otras mujeres menores que nosotras, esas pequeñas que en silencio nos ven, nos observan y necesitan buenos ejemplos de vida... ellas están por todos lados y tú puedes ser de edificación a sus vidas.
No necesitamos aparecer en pantalla, utilizar un micrófono en conferencias, escribir en diversos medios de comunicación, ni siquiera tener un ministerio público para ayudar a otras. Para serle de ayuda y bendición a alguien, sólo necesitamos estar listas, dispuestas, disponibles y dejarnos guiar por la Palabra y por el Espíritu Santo, enseñar compartiendo de lo que Él ha hecho en nuestra vida.
¿Cómo, con quién y cuándo comienzo? podrás preguntarte…
- Comienza con una total dependencia del Señor. Podemos ayudar a la siguiente generación, no por nuestros propios méritos ni gran bondad, sino SÓLO por misericordia, Su suficiencia, escandalosa gracia y sublime amor.
- Comienza por las mujeres y niñas en tu esfera de influencia, inicia por tu casa, tu familia, tus hijas, sobrinas, vecinas, nietas, niñas de tu colonia, de tu iglesia o cualquier lugar donde estés.
- ¡Comienza ya! (si conoces al Señor), comparte con otras lo que vas aprendiendo de la Palabra. No esperes a saberlo todo, ni a estar perfectamente capacitada o ser “buena” en todas las áreas, o a tener un historial “perfecto” así se te pudiera ir la vida entera. Puedes compartir incluso los materiales que te son proporcionados en ANC (blogs, series de radio, gráficos y versículos, correos electrónicos, etc).
Siendo una persona con tantos errores, tropiezos y fallas, esta frase de Nancy Demoss me ha ayudado mucho al recordar mi lamentable pasado y verlo como una oportunidad de ayudar a otras y a mirar hacia adelante con esperanza:
“Enseña con tu vida, Enseña de tus fracasos. Enseña de lo que Dios te mostró cuando echaste algo a perder, cuando no confiaste en Él; enseña lo que aprendiste a través de eso, sobre dónde te encontró Dios, de las adicciones que tenías; enseña sobre las maneras como fracasaste. Enseña con tu vida, y ayuda a aquellos que vienen detrás de ti para que sean protegidos y guardados en sus pasos”
Como mujeres cristianas somos RESPONSABLES de un trabajo, una misión, tenemos la hermosa responsabilidad de representar con dignidad y gozo a nuestro Padre Celestial y vivir conforme a Su Palabra.
¿ACASO NO ES UN PRIVILEGIO Y UNA RESPONSABILIDAD ENORME Y ESCALOFRIANTE? Definitivamente SÓLO con la ayuda de Dios y la guianza del Espíritu Santo lo podremos hacer.
Quiero recordarte amiga y hermana que: Para alguien más y seguramente sin saberlo, tú también has sido, eres y seguirás siendo una bendición y un ejemplo. Disfruta, vive y representa dignamente a tu Padre Celestial.
Preguntemos continuamente en oración: “¿Señor, a quién deseas que enseñe?, ¿En quién quieres que siembre? ¿En quién quieres que invierta y dónde deseas que me multiplique?”
¿Hay alguna mujer cerca de mí que necesite ser enseñada sobre la Palabra de Dios o algún aspecto práctico de su vida personal o familiar?
¿Cómo puedo ayudarle a otra mujer de una manera personal y práctica?
¿Hay alguna mujer que ha mostrado interés en que le enseñe y a quien necesito dedicarle tiempo e incluirla en mi vida?... ¿A quién puedo bendecir en esta etapa de mi vida?
¿Cómo organizaré mi vida para tener tiempo disponible de ayudar a otras?
¿Cuáles decisiones radicales he de tomar siendo buena mayordoma de mi tiempo para poder invertir en otras? ¿A qué cosas triviales o irrelevantes puedo renunciar a fin de sembrar mi vida en algo más valioso y eterno, como son las almas?
¿Qué haremos con ese privilegio y mandato de enseñar a otras? ¿Qué haremos con este gran privilegio y responsabilidad? Que Su Espíritu nos guíe para responder esas preguntas cada día de nuestras vidas.
Te recomiendo que estudies más sobre la mentoría buscando ejemplos bíblicos de ello, así como leyendo y escuchando más series bíblicas sobre el tema (aquí anexo los enlaces), así como de entrenarte más sobre los temas de feminidad para enseñar a otras sobre su diseño.
Día 15. El Viaje de los 30 días a través del Manifiesto de una Mujer Verdadera te invita a convertirte en una mujer cristiana madura, dispuesta a enseñar a otras. Atrévete a obedecer en humildad ese privilegio y responsabilidad.
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