Se buscan maestras del bien

Me casé a los 24 años, y unos meses antes de mi boda tuve una conversación con una chica de 23 años, y ella me preguntó: «¿Por qué te casas a los 24? Yo tengo tan solo un año menos que tú y me siento una bebé». Ella estaba en ese momento en una relación de noviazgo de 7 años. Su comentario fue confuso, ¿cómo una persona de 23 años puede sentirse una bebé y a su vez estar en una relación de noviazgo desde hace 7 años? 

Ese mismo día, entre nosotras estaba otra mujer de 38 años que tenía 2 hijos de 8 y 10 años. Ella era la mujer «ideal» que nos pinta el siglo XXI, se vestía muy bien y al verla fue fácil notar que, para vestirte así, debes tener un trabajo de al menos 8 horas al día. Ese era su caso, lo cual implicaba no estar en casa con sus hijos. Con eso en mente le pregunté: «¿Alguna vez has considerado renunciar a tu trabajo para quedarte en casa?». Su respuesta inmediata y sin necesidad de pensarlo fue «No», con un tono que me indicó que ella se preguntaba cómo se me ocurría hacer esa pregunta, y continuó diciendo: «¡Amo mi trabajo!». 

Ella y otras mujeres me aconsejaban que considerara posponer la fecha de mi boda. Me decían que viajara con mis amigas, que estudiara, conociera gente y disfrutara de mi soltería. Cuando supieron que mi decisión estaba tomada, ahora su consejo era que nos cuidáramos, que no tuviéramos hijos pronto porque éramos jóvenes, debíamos disfrutar nuestro matrimonio. Seré sincera, ¡tanto bombardeo resultaba abrumador! 

Hermana, ¿has llegado a hacer alguno de estos comentarios o pensar de esta manera? No estoy en contra de viajar, tener amigas o conocer gente; el problema es cuando estos «consejos» ni siquiera son filtrados a la luz de la Palabra y más bien son puestos por encima de ella. 

Entonces, ¿cómo debe ser el consejo y ejemplo para las mujeres que vienen detrás de nosotras?

Recuerda el llamado: Tito 2:3b-4a

«…que enseñen lo bueno, para que puedan instruir a las jóvenes a...» 

Pablo va a dar instrucción de cuáles deben ser las características de una mujer piadosa que, a su vez, será de ejemplo para las mujeres jóvenes, y dice:

Las ancianas deben ser

  • Reverentes en su conducta
  • No calumniadoras
  • No esclavas del vino 

Después habla de lo que estas mujeres deben enseñar a las jóvenes, y dice: que enseñen lo bueno para que puedan instruir a las jóvenes a:

  • Amar a sus maridos
  • Amar a sus hijos
  • Ser prudentes
  • Ser puras
  • Ser hacendosas en el hogar
  • Ser amables
  • Ser sujetas a sus maridos

Te recomiendo la serie del videocast de Aviva Nuestros Corazones «Arraigadas | Vive y enseña la sana doctrina». Esta serie profundiza en cada uno de estos puntos que Pablo está llamado a cada mujer a vivir para enseñarlo también a las jóvenes. 

Es de vital importancia enseñar con la Palabra de Dios qué significa amar a nuestros maridos e hijos y qué significa ser prudentes, puras, amables y cuidadosas del hogar. Y para poder enseñar esto, es aún más importante que nosotras pasemos tiempo con el Señor en Su Palabra y en oración para así conocer a nuestro Diseñador.

Mary Kassian dice: «El diseñador de un producto es quien mejor conoce el producto. El diseñador es quien sabe cómo y por qué fue hecho, cómo armarlo y cómo funciona». Si somos intencionales en pasar tiempo viendo el manual que el Diseñador nos ha dejado, podremos conocerle. Conoceremos también para qué nos creó, qué afectó el diseño inicial y cómo este está siendo perfeccionado en cada una de las que le han reconocido como Señor hasta Su regreso, gracias al sacrificio de Su Hijo en la cruz. 

Lamentablemente fueron pocas las mujeres que al enterarse de que estaba por casarme, me hablaron de la importancia de amar a mi marido y cuidar mi casa. Ahora entiendo que para amar y abrazar estas verdades que caracterizan a una mujer verdadera, hay que entender que también hay una motivación que nos lleva a cumplir y, por ende, enseñar este diseño.

Recuerda el propósito: Tito 2:5b

«… para que la palabra de Dios no sea blasfemada».

¡Este es nuestro motor! Como creyentes debemos desear que la Palabra de Dios no sea blasfemada. Queremos ser maestras del bien para otras jovencitas por amor al Dios que nos ha transformado y de esta manera presentarnos juntas como obreras aprobadas que no tienen de qué avergonzarse, sino que han mostrado con precisión la Palabra, el evangelio de verdad a las que nos rodean (2 Tim. 2:15). 

Debemos ser intencionales en mostrar y enseñar la feminidad bíblica, la cual, como dice Mary Kassian: «…es un tema realmente crítico porque tiene que ver con nuestra identidad y con quien nos creó Dios para ser». Como creyentes hemos muerto a nosotras mismas y ahora nuestra vida está en Dios (Col. 3:3), tenemos una nueva identidad y no debemos dejarnos llevar por las filosofías del mundo.

¿Qué consejo estás dándole a las jóvenes a tu alrededor? Hermana amada, las mujeres que mencioné al principio, se llaman a sí mismas cristianas (a excepción de la que a los 23 años se sentía como una bebé). Y aunque creo que tenían buenas intenciones al compartirme sus comentarios, sus consejos no eran bíblicos en lo absoluto. ¿Sabes en qué pensaba? En el feminismo puro, es decir, libertad (en el mundo), independencia (fuera de Dios), autonomía (sin necesidad de Dios).

Es mi deseo que mi perspectiva como una esposa joven haya sido de ayuda para mostrarte cómo las cosas se escuchan de este lado. Oro que el Espíritu del Señor obre en ti de manera que seas esa mujer sabia que edifica a otras jóvenes en la fe.

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Sobre el autor

Débora Cázares de Rivera

Débora es originaria de Coahuila, México, pero actualmente reside en Nuevo Mexico, junto a su esposo Jordan Rivera y sus dos hijos.

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