Salmos para madres solas

La serie Salmos para madres ansiosas, y el título de hoy, te habrán hecho deducir mi particular inclinación por los Salmos; han sido fuente inagotable a mi alma sedienta (Salmo 42), para ordenar mis pasos, calmar mi ansiedad (Salmos 94:19), desolación (Salmos 42, 121), temor (Salmos 3; 27, 56:3); reflexión al inicio de un nuevo año (Salmos 90); o, para arrepentimiento y confesión (Salmos 32, 51); buscar Su dirección (Salmos 32:8; 37:5).

Cuando también aprendí a orar la Palabra a través de los Salmos ¡la bendición fue aun mayor!  Por eso te invito a un paseo de oración por el Salmo 1 pidiéndole al Señor que, en cada paso, ahuyente cada vez más, el monstruo de las estadísticas sobre hijos de madres solas. Y que al final del paseo, tengamos la certeza de que ¡nuestro buen Padre no se sujeta a estadísticas, Él está por encima de ellas!

El mensaje central de este salmo es el contraste entre una vida piadosa y un estilo de vida pecaminoso, diferenciando su conducta, afectos y consecuencias que cosecharán.

¿Qué hace la diferencia entre uno y otro? El objeto de su afecto (v.1-2), que puede ser, por un lado, el deleite en, y amor por, Su Palabra; o, por el otro, el andar, detenerse, adaptarse a las formas del mundo.

Cuán alentador es aprender a confiar que el amor que nuestros hijos cultiven por el Señor y Su Palabra es todo lo que necesiten para que sus pies se aparten del mal, saliéndose así de aquellas estadísticas. No es un pensamiento simplista, ni de negación de una realidad, sino bíblico.  Es justamente la Palabra, la que nos recuerda reiteradas veces, que la salvación es del Señor; si así no fuera, y las estadísticas fueran LA Verdad, solamente todos los hijos que crecen en hogares cristianos con sus padres presentes, serían salvos.

Iniciemos nuestro paseo de oración ¡orando!  (puedes añadirte tus propios motivos)

1. Si habíamos puesto nuestra esperanza con relación a nuestros hijos en la persona equivocada, confesemos nuestro pecado y pidamos perdón al Señor para que nuestro corazón se ancle en Él y Sus promesas;

2. Pedir un amor genuino por Dios que se evidencie en nuestra obediencia;

3. Que ese amor impacte a nuestros hijos, inspirándolos a amarlo igualmente.

(v.1) ¡Cuán bienaventurado es el hombre que no anda en el consejo de los impíos, ni se detiene en el camino de los pecadores, ni se sienta en la silla de los escarnecedores,

¿No es el anhelo de cada madre cristiana que sus hijos cuenten con la bendición, el favor de Dios? Esa es la bienaventuranza -dicha, felicidad-  a que se refiere este versículo.

¿Pero… y qué de las estadísticas? ¿No comprueban éstas que los hijos sin una figura paterna presente, son precisamente los que van a “andar en el consejo de los impíos” y a “detenerse en el camino de los pecadores” y peor aún a “sentarse en la silla de los escarnecedores”? Avancemos en nuestro paseo, y encontraremos las respuestas.

Transformando el versículo en oración:

1. Que mi estilo de vida, toma de decisiones, relaciones, hábitos, prioridades no luzcan igual a los de aquellos que no conocen al Señor;

2. Darle prioridad a mi estudio, reflexión y memorización de la Palabra para que mi mente sea renovada adquiriendo el discernimiento que me ayude a desechar consejos impíos; y que así modele e instruya a mis hijos;

3. Su obrar en los corazones de mis hijos quienes, según estadísticas, serían precisamente los que seguirían consejos de malos, o adoptando el estilo de vida de malas compañías y sentándose junto a aquellos que se burlan de Dios.

¿Te animas a seguir el paseo de oración a través de este salmo para orar por tus hijos? ¡Invita a algunas compañeras para ese trayecto! ¡No se desaliente tu corazón, en Él hay redención!

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Sobre el autor

Isabel Andrickson

Abogada de profesión y aprendiz de Su Palabra por pasión y convicción; es madre de un adulto joven a quien crio  como madre sola desde que tenía 3 años. Concluyó esa etapa, consciente tanto de las luchas y obstáculos que … leer más …


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