Escrito por Yeiner Matos
Desde que comenzó el año, el Señor ha puesto como una de Sus metas para mí la sabiduría, crecer en sabiduría, ¡qué meta! Proverbios 3:13-18 dice:
«Bienaventurado el hombre (o la mujer) que halla la sabiduría, y que obtiene la inteligencia. Porque su ganancia es mejor que la ganancia de la plata, y sus frutos más que el oro fino. Más preciosa es que las piedras preciosas; y todo lo que puedas desear, no se puede comparar a ella. Largura de días está en su mano derecha; en su izquierda, riquezas y honra. Sus caminos, son caminos deleitosos, y todas sus veredas paz. Ella es árbol de vida a los que de ella echan mano,
y bienaventurados son los que la retienen» (RVR 60,explicación añadida).
En un mundo donde todos buscan hacer crecer sus economías, sus cuentas bancarias, ir por más adornos, ropas o comodidades, y, aquí en Cuba, hacer más dólares para irse a los EE.UU., el Señor hace un llamado a los simples, a los inexpertos, a los necios, a los sabios, en las puertas, en los salones en las calles, en las plazas, en las redes sociales y en la conciencia: a buscar la sabiduría.
Debido a la crisis actual en mi país, en ocasiones me he sentido tentada a desear y buscar lo que la gran mayoría busca. Mis pies sienten el peso de la corriente y mis ojos luchan por no desviarme del propósito eterno. Muchas veces llegué a pensar que era una desgracia ser cubana, ¡que me había perdido de tantas cosas! Inclusive hubo momentos en los que creí que no había esperanza para los que se quedaban acá y decía: «Bienaventurados los que logran escapar de aquí...». Fue entonces cuando el Señor habló a mi corazón y me dijo: «Yo te voy a enseñar quiénes son los verdaderamente dichosos».
Versículos como el Salmo 1 y Mateo 5 venían a mi mente. ¿Quién es realmente dichoso? ¿El que tiene una visa? ¡Ja! Esa se vence, es temporal, trae ciertos beneficios y algunas ganancias, pero no largura de días, y tampoco se le puede comparar con las ganancias de la sabiduría, las cuales son mejores que la plata y el oro. Sus caminos son deleitosos y árbol de vida a los que la agarran. Ella te honrará cuando tú las hayas abrazado, adorno de gracia será a tu cabeza, te preservará para andar por el buen camino.
Infinidades de ganancias tiene la sabiduría; si la compras, no se le vence la garantía. Más provechosa que el dinero, más preciosa que las joyas, más productiva que los bienes, más deleitosa que los placeres, y viene acompañada de mucha paz.
Si todo eso es así, ¿por qué he de buscar lo que no sacia? ¿Por qué desvelarme por lo que no aprovecha? ¿Por qué desgastarme por lo que no permanece? El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán, dice el Señor. No hay sabiduría separada de Cristo. Él es la sabiduría de Dios, «más para los llamados, así judíos como griegos, Cristo poder de Dios, y sabiduría de Dios» (1 Corintios 1:24). La sabiduría comienza por conocer al Señor; conocer al Santísimo es tener inteligencia (Prov. 9:10).
¡Ayúdame Señor! Ayúdame a buscar Tu sabiduría con empeño como a un tesoro escondido. A regarla y abonarla como árbol de vida plantado en mi corazón. A aumentarla más que a mis cuentas de ahorro, a embellecerme con ella como con una prenda o vestido, o como cuando voy a la peluquería. Que la sabiduría sea mi búsqueda, y que el temor del Señor sea mi puerta por donde entre a las recámaras del conocimiento y la inteligencia. Tú eres ese tesoro que un hombre halló, y fue, y vendió todo y compró aquel campo. Que pueda entregar todo para encontrarte a Ti. Tómame de la mano, no dejes de enseñarme.
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