Día 26: Un Gran Evangelio para las pequeñas tareas de la maternidad
“Pero en ninguna manera estimo mi vida como valiosa para mí mismo, a fin de poder terminar mi carrera y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio solemnemente del evangelio de la gracia de Dios." Hechos 20:24 LBLA
La maternidad parece estar compuesta de un millón de pequeñas cosas. Tenemos a nuestros pequeños bebés. Doblamos ropitas. Perdemos sus zapatitos en nuestras minivans y sus diminutos calcetines, en nuestras secadoras. Celebramos sus pequeños pasos y sus pequeñas victorias. Y hay días en que parece que no podemos pensar más que se aumenten las horas del día— en cinco minutos más de sueño, treinta segundos de duchas, dos minutos de castigo. Todas esas pequeñas cosas tienden a reducir nuestro enfoque, pero, en realidad, el panorama es mucho mejor y mayor.
Continuemos con el tema del sacrificio de niños, si nos fijamos en la historia de la muerte de Jesucristo en la cruz. El hecho de que Dios Padre permitiera que Jesús, Su hijo, muriera en la cruz es un gran mensaje. De hecho, no hay nada más grande que el Evangelio. El mensaje de que Jesús dejó el cielo, vino a la tierra, y murió en la cruz para salvarnos de nuestros pecados y crear la vía para que vivamos con Él por la eternidad es enorme. Es significativo. Es complejo. Es importante. ¡La buena nueva del Evangelio es muy, muy grande!
¿Tiene el gran mensaje del Evangelio algo que enseñarnos sobre las aparentemente pequeñas tareas de la maternidad? ¿Podemos aprender algo de la gran historia de Jesús y aplicarla a las pequeñas historias que vivimos con nuestros hijos?
El Nuevo Testamento comienza con estas palabras: "El libro de la genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham" (Mateo 1:1).
A partir de ahí, la historia bíblica se desarrolla con una larga lista de avisos del nacimiento. Durante diecisiete versos, el autor traza la familia de Jesús a través de cuarenta y dos generaciones. La lista incluye a madres como Rahab, Rut y Betsabé. Entonces, de repente la vemos. Ella es la nueva mamá en la mesa.
Es cierto, Jesús tuvo un nacimiento espectacular. El anuncio de su nacimiento se produjo en la forma de un coro de ángeles resplandecientes (Lucas 2:8-21) y una estrella fugaz que atrajo a los magos para que viajaran a tierras lejanas (Mat 2:1-12). Pero el papel de María en los acontecimientos históricos era bastante ordinario.
La naturaleza ordinaria de la maternidad, a menudo nos hace cuestionarnos su significado, por lo que vale la pena considerar si lo ordinario o lo extraordinario tuvo un mayor impacto en la historia de Jesús. Los pastores vieron a Jesús una vez y luego volvieron a pastorear ovejas. Los magos dejaron sus regalos como bienvenida al bebé y luego regresaron a su tierra. Pero María. . . María se teje en cada rincón de la historia de Jesús. Desde Su concepción hasta Su muerte y resurrección, la madre de Jesús es una figura constante en el plan de Dios para redimirnos a través de la vida y la muerte de su Hijo.
Madre, Dios tiene Sus ojos puestos en ti, para llevar a cabo Sus propósitos extraordinarios a través de tu vida de madre aparentemente normal. A veces te puedes sentir como que estás viviendo una vida en pequeña escala, pero no pierdas de vista el hecho de que, como María, tienes una posición y un llamado único a ser una figura constante tanto en la vida de tu hijo, como en el reino de Dios.
¿Qué pequeñas tareas de la maternidad estás llevando a cabo hoy? ¿Qué le preguntarías a María sobre la maternidad si tuvieras la oportunidad? ¿Qué gran visión te ha dado Dios para tu familia en medio de todas las pequeñas cosas?
Modo de Hacerlo: Mide de manera diferente.
¿Marcas la altura de tus hijos en la pared o en un marco de la puerta? A medida que van creciendo en altura, Dios también ha estado utilizando a tus hijos para tallarte, hacerte a ti y a ellos más como Él, creciendo en Su conocimiento y amor. Vuelve a la pared en la que has marcado la altura de tus hijos, o inicia una nueva, y añade marcas que muestren cómo Dios ha estado obrando en tu familia. ¿Han aceptado tus hijos a Jesús como Salvador? Márcalo abajo. ¿Ha hecho El, crecer el fruto del Espíritu en ti? Márcalo. ¿Él ha ampliado tu visión para tu ministerio familiar? Señálalo.
Oración de una madre: Jesús, ayúdame a estar siempre atenta a las buenas nuevas de Tu sacrificio en la cruz. Cuando esté demasiado centrada en las pequeñas cosas, recuérdame la forma en que usas las cosas pequeñas para lograr grandes propósitos.
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