Aixa de López es poeta. Leer «Lágrimas Valientes» una sola vez, no fue suficiente para mí. Lo he leído y releído, he compartido porciones. Trajo a la superficie lágrimas desde lo profundo de mi corazón a mis propios ojos.
Esta poesía del alma de una mujer que ama a Cristo y puede decir las cosas como yo no sé decirlas, me sensibilizó a la belleza de las lágrimas y el sufrimiento de este lado de la eternidad. Pero hizo más, puso todo el tema en su contexto, exaltando la belleza del evangelio y de Cristo Jesús nuestro Salvador, como un Salvador sufriente y suficiente que se compadece y que está formando en nosotros Su imagen para llevarnos a una vida de plenitud y gozo en Él.
El Señor dijo que en este mundo tendríamos aflicción. Las páginas de Lágrimas Valientes nos recuerdan algo que todos los seres humanos tenemos en común: el dolor. Pero qué privilegio llorar lágrimas valientes y poder llorar junto a otros en nuestra humanidad. Aixa dice:
«Me permití abrazarla, y juntas, lloramos más y mejor….llorar mientras se nos abraza tiene la potencia de mil poemas declamados. Y Dios está en medio contando las lágrimas», porque como dice ella. «Dios no nos evita las lágrimas; sino la soledad en medio de ellas».
Está salpicado de la belleza de la maternidad, del amor por los niños, del amor al prójimo, pero sobre todo del amor a un Dios soberano, bueno y majestuoso, que hizo las lágrimas como un regalo.
«Cuando el Señor escoge una enfermedad, una muerte, un silencio…el mundo ve fracaso. Pero, si lo hemos empezado a conocer en Su Palabra, sabemos interpretarlo de otra manera. Sabemos que Su voluntad es buena, agradable y perfecta…nuestro dialogo interno cambia, porque nuestra mirada cambió de punto focal. Nuestro corazón espera y ama a Alguien más. Nuestra cruz se ve diferente. Esto debe ser bueno. Tiene que ser bueno. El Señor me da lo necesario. Él me ama y está a cargo… ya viene el día en que Él secará mis lágrimas. Esto habrá valido la pena…nada se compara a Cristo… El método de Dios es ponernos de cabeza para que tengamos nuestras raíces en el cielo. Dios nos llama a la cruz, y nos entrega una con nuestro nombre, porque nos ama».
«¡Esta vida no lo es todo, así que no temamos, estamos en las mejores manos!»
Espero que las páginas de este libro bendigan tu alma, así como han bendecido la mía, y que sea no solo de aliento para ti, sino para compartir el consuelo que trae, con muchas otras que lloran lágrimas valientes.
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