Reseña del libro: Sufrir nunca es en vano

¡Hola Mujeres Verdaderas! La semana pasada en nuestro podcast diario tuvimos la bendición de escuchar una serie sobre el libro de Elisabet Elliot: «Sufrir nunca es en vano». Por esa razón, el día de hoy les compartimos una reseña sobre el libro. Si todavía no has escuchado la serie, te invitamos a que lo hagas, será de bendición para ti. Puedes acceder a ella dando clic aquí. -Yamell de Jaramillo, Blog Mujer Verdadera

Muchas de las lecciones más importantes de nuestra vida son un resultado del sufrimiento que experimentamos. En las palabras de Elisabeth: «El sufrimiento es tener lo que no quieres o querer lo que no tienes». No en un sentido de capricho, sino de aquello que carga tu corazón con un peso o dolor. Finalmente, esta es la consecuencia de vivir en un mundo caído, y ninguna de nosotras camina ilesa por aquí. Citando la frase de Janet Erskine Stuart: «El gozo no es la ausencia del sufrimiento, sino la presencia de Dios» (p. 26), podemos darnos cuenta de que no se trata de huir del dolor, pero tener la presencia de Dios que pueda acompañarnos en medio de este.

En medio de nuestro sufrimiento y nuestras preguntas, en particular el ¿por qué?, Dios está más enfocado en enseñarnos quién es Él, que en contestar a nuestras preguntas. Ya que, finalmente Él es a quien necesitamos, no una respuesta. Necesitamos a una persona, Jesucristo, quien nos ha amado y se ha entregado por nosotras (Gal 2:20). Elisabeth dice con respecto a la pregunta del «¿por qué?» que «de este lado del cielo no habrá satisfacción intelectual» para tal pregunta, y que, aunque ella misma no la encontró, había encontrado paz. 

Por esta razón es que ella no busca darnos una explicación al porqué de nuestro sufrimiento, pero nos apunta a Aquel que sí sabe, aunque no nos dé una explicación; a Aquel que no es indiferente a nuestro dolor, y en medio de este nos da algo mayor, a Su Hijo Jesucristo, a quien vemos en esa cruz experimentando el más grande sufrimiento, no solamente físico, sino emocional y espiritual. Dios el Padre, derramando Su ira sobre Su amado Hijo, para traernos a Él. «El justo por los injustos para llevarnos a Dios» (1 Pedro 3:18).

Por eso es que no hay duda del amor de Dios en medio del sufrimiento, ya que Cristo fue dado a nosotras a través del más grande de todos los sufrimientos. Y es que a través del sufrimiento aprendemos quién es Dios de una manera que no aprenderíamos de ninguna otra forma, por eso es que nunca sufrimos en vano. «Puedo decirte que el sufrimiento es un medio insustituible a través del cual aprendí una verdad indispensable. Yo soy. Yo soy el Señor. En otras palabras, Dios es Dios» (p. 26).

Me encanta que la autora no hace de su sufrimiento el enfoque de su vida, pero nos apunta al amor de Dios una y otra vez, no sólo en la manera que ella pudo verlo en Cristo y en su propia vida, pero de una manera objetiva: mostrándonos las verdades de quién es Dios. 

Ella trata este tema difícil desde su propia experiencia (siendo que sus sufrimientos no fueron pocos) ayudándonos a reconciliar la idea de un Dios amoroso en medio de circunstancias terribles. ¿Dónde está Dios en todo esto? «El sufrimiento es un misterio que ninguno de nosotros es capaz de sondear» (p. 14), y únicamente «en la cruz podemos comenzar a armonizar esta aparente contradicción entre el sufrimiento y el amor» (p. 24).

«Las cosas más profundas que he aprendido en mi propia vida provienen del sufrimiento más profundo; de las aguas más hondas y de los fuegos más violentos han surgido las cosas más insondables que conozco sobre Dios» (p. 20). Una de las cosas más hermosas en medio del sufrimiento es que Él mismo viene a nuestro lado, a caminar junto a nosotras en medio de nuestro dolor. Por esta razón, Elisabeth nos enseña en su profundo y breve libro que nunca sufrimos en vano. Él nos muestra quién es Él y nos trae más cerca de Él. ¡Oh qué gran consuelo saber que nuestro sufrimiento no solamente puede, sino que cumple los propósitos del Señor! 

«Cuando pases por las aguas, Yo estaré contigo, Y si por los ríos, no te cubrirán. Cuando pases por el fuego, no te quemarás, Ni la llama te abrasará. Porque Yo soy el Señor tu Dios, El Santo de Israel, tu Salvador…» (Isaías 43:2-3a). Estas fueron las palabras que el Señor llevó a la mente de Elizabeth en medio de su gran prueba, mientras esperaba noticias de su esposo desaparecido. Con esos versículos, ella entendió que Dios no le estaba prometiendo que su esposo seguiría con vida, pero que Su presencia estaría con ella. 

Me encanta la manera en que explica de dónde vino su profunda convicción, cuando más adelante menciona cuál fue la base que la sostuvo. En sus palabras: «Me he visto obligada a procurar llegar al fundamento mismo de la fe, a esas cosas que son infrangibles e inquebrantables. Dios es mi refugio» (p. 22).

¿Te das cuenta de algo muy particular? Ella no dejó que el sufrimiento que experimentó en ese momento le dictará lo que es verdad, sino Dios mismo.

Y es que, ¿cómo le explicas a tu hija que ha aprendido a cantar «Cristo me ama» que su padre misionero fue asesinado por las personas a quienes les llevaba el evangelio? Sólo una firme certeza de quién es Dios y el evangelio pudieron ayudar a Elisabeth a responder semejante pregunta para su pequeña de tan solo dos años. Fue en medio de su sufrimiento que ella desarrolló esta confianza inquebrantable en el carácter de su Dios.

Y es que, a decir verdad, nunca sabemos cuándo el sufrimiento tocará a nuestra puerta o a la puerta de aquellos a quienes amamos, por ello es que necesitamos estar preparados para enfrentarlo. Aferrándonos al Ancla más segura para el alma, el único refugio inconmovible, la Roca de la Eternidad, Jesucristo.

En medio del sufrimiento, ¿qué debemos hacer cuando nuestro mundo parece derrumbarse y no sabemos qué hacer porque el dolor, desánimo o ansiedad parecen paralizarnos? En su libro, «Sufrir nunca es en vano», Elisabeth nos anima a confiar en Dios de maneras prácticas, tan prácticas como mentalizarnos a hacer la siguiente cosa en nuestra lista de actividades como una muestra de nuestra confianza en Dios. 

No sé tú, pero al ver a una persona atravesar por varios sufrimientos y pérdidas y salir de ellas confiando más en Dios, con una plena e inquebrantable certeza de quién es el Dios en quien nuestra fe esta puesta, me hace definitivamente querer leer más acerca de ella para aprender cómo responder cuando las dificultades vengan a mi vida, las cuales generalmente llegan sin previo aviso.

Dios nunca nos da explicaciones al porqué de nuestros sufrimientos, pero se da a nosotras. Tan profundo es el sufrimiento, pero más profunda es la presencia del Señor que podemos experimentar en nuestras vidas. Por eso es que nunca sufrimos en vano. Solo poniendo nuestra confianza en Dios es la única manera en la que podemos experimentar Su presencia en nuestras vidas. 

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Sobre el autor

Vania Anderson

Vania es originaria de Tlaxcala, México, pero actualmente reside en California. Se graduó en Estudios Teológicos en la Universidad The Masters.

Su más grande pasión es compartir el evangelio y ayudar a los creyentes a equiparse para compartir su fe, … leer más …


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