Recuerdo que cuando Elba, mi esposa, leyó Mentiras que las mujeres creen, fue tanto lo que me compartió que casi puedo decir que yo también lo leí. Pero lo más importante de todo fue la manera que ese libro cambió nuestra manera de pensar y de ver las cosas. Por eso, cuando me trajo mi ejemplar de Mentiras que los hombres creen, recién salido de imprenta, ya estaba yo más que motivado a leerlo.
Lo primero que me impresionó fue lo genial del diseño de su portada. Una manzana con dos mordidas comunica sin palabras quiénes fueron los autores de esas mordidas. El contenido del libro está dirigido al autor de la segunda.
Así que hay muchas cosas que quiero compartirle a los hombres sobre lo que aprendí en este libro. Pero... ¡Esperen! Este artículo es para un blog dirigido a mujeres. Entonces ¿Qué sentido tiene el hablar cosas de hombres a un auditorio femenino? Así que me aguantaré las ganas de decir tantas cosas que han confrontado, animado, instruido y afirmado en mi masculinidad y haré un vuelo a treinta mil pies de altura.
El autor presenta en esta obra cuarenta mentiras. Tal vez son las más famosas de las muchas que creemos. Robert las divide en ocho grupos: las mentiras que creemos sobre Dios, sobre nosotros mismos, sobre el pecado, la sexualidad, el matrimonio y la familia, el trabajo y las riquezas, sobre mis circunstancias y sobre el mundo. Tal vez conociendo la poca afición que tenemos los varones hacia la lectura, él escribe secciones cortas, en un lenguaje ameno, a veces salpicado de expresiones jocosas, pero mostrando estar bíblicamente muy bien informado. No hace alarde de sus recursos. Más bien, no tiene reparo en contar sus fracasos del pasado como una manera de identificarse con su audiencia.
Y esto no es algo de extrañar. Los méritos de Robert no son por ser «el esposo de Nancy». ¡De ninguna manera! Él es autor de más de 20 libros, la mayoría de ellos dirigidos a los hombres (en especial a los papás). Se graduó de Literatura Bíblica unos cincuenta años atrás y ha estado en el negocio literario por más de cuarenta. Recibió un doctorado honorífico de parte de su Universidad como reconocimiento de su desempeño y autoría. Y toda esa experiencia unida a la gracia y el conocimiento que Dios le ha concedido están plasmadas en esta obra que no es solo para creyentes sino también para no creyentes y nuevos creyentes. Es como una conversación abierta y sincera con el lector.
Pero no puedo dejar de decirte lo que hace este libro diferente del de Nancy. Los hombres somos diferentes a las mujeres. Lo sabes. Una de las tantas diferencias entre nosotros es que, en general, somos menos sensibles a las cosas espirituales. Robert abre su ponencia con esta aclaración y es bueno que tú lo sepas para que seas más sabia en el trato con tu marido, tu novio o tu hijo. La mayoría de nosotros leeremos estas mentiras y nuestra primera reacción será: «No, en esta no estoy tan mal» y tal vez hasta nos atrevamos a decirlo a otras personas. La buena noticia es que con lecturas como esta, el Espíritu Santo se mantiene ministrándonos y a los varios días nos trae a la mente lo leído y volvemos a evaluarnos y poco a poco nos vamos dando cuenta que nuestra valoración inicial no fue tan precisa. No sé si leíste bien lo que acabo de decir: es el Espíritu quien debe recordarnos estas cosas, no tú. Tú solo espera y descansa en Él.
El segundo punto importante resulta aterrador para nosotros el descubrirlo:
Y Adán no fue el engañado, sino que la mujer, siendo engañada completamente, cayó en transgresión. 2 Timoteo 2:14
A diferencia de la mujer, Adán no pecó siendo engañado. Él sabía muy bien lo que estaba haciendo. Así pecamos nosotros la mayoría de las veces, muy conscientes de lo que estamos haciendo y luego somos expertos en buscarnos un pretexto o echarle la culpa a otro o a las circunstancias. «La mujer que me diste» argumentó Adán cuando fue llamado a cuentas. La culpa no es mía sino de ella. Y si no me crees que fue de ella, entonces fue de Dios por habérmela dado.
A partir de esa introducción empieza el recuento de las mentiras. Lo bueno es que el libro no termina con ellas, sino con las verdades que los hacen libres. Robert no nos deja en el dolor y la culpa sino que trae las verdades de la buena noticia del evangelio para nuestro ánimo, consuelo y fortaleza.
Este es un libro altamente recomendado para regalarlo a los hombres de tu vida.
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