He disfrutado estos días juntas estudiando Romanos. ¿No ha sido una buena manera de preparar nuestros corazones para este domingo próximo? La resurrección es mucho más que una festividad agradable para vestir a nuestros hijos de manera especial. Es el reconocimiento de que todo en nosotras ha cambiado. Nuestra vida vieja caracterizada por la decepción y el dominio del pecado ha sido vencida por el poder de Dios en la buena noticia.
En el capítulo 6, Pablo conecta nuestra nueva vida con nuestra lucha diaria:
"Por tanto, no reine el pecado en vuestro cuerpo mortal para que no obedezcáis sus lujurias; ni presentéis los miembros de vuestro cuerpo al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia. Porque el pecado no tendrá dominio sobre vosotros, pues no estáis bajo la ley sino bajo la gracia." (6:12–14)
Más buenas noticias
Ahora más buenas noticias: Dios promete que “el pecado no tendrá dominio sobre vosotros.” Es fácil leer ese versículo e interpretarlo como un mandato. Pero en realidad no es un mandato. Es una promesa. El pecado no puede dominarnos más porque ya no estamos bajo la ley. ¿Qué significa “estar bajo la ley”? ¡Todo! Como veremos en el capítulo 7, la ley no tiene poder de liberarnos del pecado. De hecho, nos incita a pecar.
No me malinterpretes; la ley en sí misma no es pecado (Ro. 7:7). El pecado que mora en nosotras responde a los mandatos de Dios produciendo un efecto contrario en nosotras. Pablo dijo que él no sabría lo que es codiciar, “si la ley no hubiera dicho: No codiciaras.” (Ro. 7:7)
¿Es buena la ley? Sí, de hecho, nos revela la belleza del carácter de Dios. ¿Promete vida? Sí, pero solo a quienes la obedecen. De lo contrario, produce más pecado y al final, la muerte, como escribe Pablo “y este mandamiento, que era para vida, a mí me resultó para muerte” (Ro. 7:10) debido al pecado que mora en mí.
Solo cuando sabemos que la ley ya no tiene poder de condenarnos es cuando empezamos a obedecerla como debe ser obedecida – en una respuesta de gratitud a la buena noticia de que somos perdonadas, justificadas y amadas sin importar que caigamos.
Antes de creer la buena noticia, la ley pendía sobre nosotras con el poder de matarnos. No podíamos ser liberadas de la maldición del pecado porque todos nuestros intentos de obedecer eran hechos de forma egoísta, no de “fe que obra por amor” (Gá. 5:6). Por lo tanto, no contaban para nada.
En el capítulo 7, Pablo describe cómo lo único que la santa, justa y buena ley podía hacer era condenarlo y llevarlo a muerte, debido al pecado que aun moraba en él, aunque fuera creyente en Cristo. En la medida en que lees ese capítulo trata de imaginarte a Pablo literalmente halando sus cabellos en señal de desesperación.
Porque lo que hago, no lo entiendo; porque no practico lo que quiero hacer, sino que lo que aborrezco… porque el querer está presente en mí, pero el hacer el bien, no. Pues no hago el bien que deseo, sino que el mal que no quiero, eso practico. … ¡Miserable de mí! ¿Quién me libertará de este cuerpo de muerte?
Nuestra lucha con el pecado
Pablo estaba muy consciente de su constante lucha contra el pecado remanente en su interior. La pérdida del dominio del pecado en su vida no significaba que Pablo no lucharía más con el pecado luego de creer en la buena noticia. Simplemente no se encontraba bajo su completo dominio. Él creyó la buena noticia, y esa noticia tuvo el poder de romper la atadura de culpa del pecado. Le dio a Pablo (y nos da a nosotras) la fe para continuar en la guerra contra el pecado. Por eso, gritamos con él ‘¡Miserable de mí! ¿Quién me libertará de este cuerpo de muerte?’
Aquí viene Romanos 8:1 a nuestro rescate. Sin importar cómo te sientas hoy,
“Por consiguiente, no hay ahora condenación para los que están en Cristo Jesús”.
Ahora mismo. Ninguna. Ninguna condenación. ¿Has creído la buena noticia de que eres Suya? ¿Has creído que Jesús murió por ti? ¿Qué fue resucitado por ti? Entonces eres completamente libre. Eres libre del juicio condenatorio de Dios, y aprenderás a ser libre de la constante imperfección de tu corazón para creer que Él continúa amándote, a pesar de eso.
Lo que nos trae al final de nuestra lectura:
"¿Quién nos separará del amor de Cristo? . . . Porque estoy convencido de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni lo presente, ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios que es en Cristo Jesús Señor nuestro."
Ésa, queridas amigas, es la mejor noticia que jamás recibirás. Sí, continuarás luchando con el pecado, pero Dios nunca dejará de amarte. ¿Buena noticia? Seguro que sí.
¿Por qué no tomamos unos momentos al final de nuestra lectura para orar con acciones de gracias a Dios por todas estas buenas noticias?
(Traducido y adaptado con permiso de la publicación en https://www.reviveourhearts.com/true-woman/blog/reboot-romans-7-and-8-more-good-news/)
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