Luego de leer Romanos y 2, te estarás preguntando qué me llevó a motivarte a esperar buenas noticias.
Pablo no se anduvo con rodeos cuando describió la condición espiritual de judíos y gentiles. ¿No es así? Quizás notaste cómo inicia su carta, describiéndose a sí mismo como el “siervo de Jesucristo” y a los creyentes romanos como aquellos que “son llamados a pertenecer a Jesucristo”, quienes son “amados por Dios” y “llamados a ser santos”. Tomando en consideración que este “siervo” fue en una época el enemigo acérrimo de la iglesia y que el amor de Dios inundó las fronteras de Israel para alcanzar todo el camino hasta Roma, hay unas buenas noticias en Romanos 1:1 y 1:7 que es muy fácil perder de vista.
La mala noticia que en realidad es buena:
Es fácil pasar por alto la declaración de Pablo sobre la buena noticia de Romanos 1:16-17 y enfocarnos en todas las malas noticias acerca de que “Dios los entregó a la impureza”, y “…que no tienen excusa”, o “el juicio de Dios”. Pero es aquí donde se apartan la versión de Dios sobre la buena noticia y nuestras expectativas.
Esta “mala noticia” no luce como buena, pero en realidad lo es. Es una buena noticia porque la descripción vívida de Pablo sobre la humanidad caída nos lleva a buscar ayuda fuera de nosotros mismos, y nos prepara para recibir la ayuda que solo viene a través del poderoso Evangelio de la vida, muerte y resurrección de Jesucristo.
En tu lectura encontrarás que Pablo comienza el capítulo 3 casi de la misma manera cómo concluyó el dos, como si quisiera asegurarse de que entendamos el mensaje. Él resume su mensaje como sigue: “No hay justo, ni aun uno” (3:10). Es mejor que lo leas de nuevo. No hay justo ni aún uno. El punto de Pablo aquí es que por más agradable que parezca tu vecino, tu jefe o tus hijos pequeños, fuera de Cristo, no son justos.
Y continúa “nadie busca a Dios”. Muchas asentiríamos con nuestras cabezas a esa declaración, pero también diríamos “Amy es una chica tan agradable. En verdad busca de Dios. Será una cristiana tan buena. Estoy segura que lo encontrará.”
He aquí la buena/mala noticia: No somos justas, rectas. No obedecemos. No buscamos a Dios. “No hay temor de Dios en sus ojos” (3:18). Pablo destruye toda ilusión de bondad. Estamos perdidas. Pero Dios está en una misión de salvar. Y esa es la mejor noticia jamás contada. Pablo continúa diciendo “porque por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de Él” (3:20).
Este es el principio de la buena/buena notica porque nos enseña que nuestra perfección, justicia ni rectitud ante Dios, la podemos lograr por nosotras mismas.
Podemos dejar de buscar en nuestro interior, de hacer resoluciones o de perseguir ilusamente los ocho pasos secretos hacia la perfección. Podemos dejar nuestros intentos de ganar algo de Dios con nuestras buenas obras; y en su lugar, mirarlo pidiéndole Su misericordia y nada más. ¿Pero, es esto lo que hacemos?
El poder del Evangelio
Parece que todas tenemos una creencia incurable en nuestra propia habilidad de salvarnos a nosotras mismas. Por tanto, cuando leemos Romanos 1:16-3:20 asumimos que Dios debe estar refiriéndose a esas personas allí afuera – la gente mala, esos idólatras, esos fariseos. Saltamos la parte que nos habla sobre nuestra necesidad del poder Dios para salvarnos al creer en el Evangelio. Pensamos que, porque ya creímos el Evangelio, no lo necesitamos más.
Es justamente donde Pablo nos lleva en nuestra lectura esta semana: a las Buenas Nuevas de la misericordia de Dios. Él cambia esta perspectiva empezando en 3:21, “pero ahora, aparte de la ley, la justicia de Dios ha sido manifestada, atestiguada por la ley y los profetas; es decir, la justicia de Dios por medio de la fe en Jesucristo, para todos los que creen; porque no hay distinción” (3:3:21–22). ¿Qué necesitamos hacer para tener la justicia de Dios? Tenemos que creer. Y aún eso es un regalo, un don que Él promete darnos (Ef. 2:8-9).
Necesitamos el poder de Dios para creer el Evangelio: creer que estamos tan perdidas como Él dice. Necesitamos Su gracia para continuar creyendo una y otra vez. En la medida en que lees Romanos 3 y 4 esta semana, busca las malas/buenas nuevas y las buenas/buenas nuevas.
La mala/buena noticia te dirá lo que no puedes hacer por ti misma y empezará a liberarte de tu esclavitud interna. La buena/buena noticia te dirá lo que Dios ha hecho por ti en el Evangelio y te liberará para confiar en Él sin importar cuántas malas noticias veas en ti misma. Disfrútalo.
Este artículo forma parte de una serie; si no lo has hecho, asegúrate de leer la introducción y la primera parte.
(Traducido y adaptado con permiso de la publicación en https://www.reviveourhearts.com/true-woman/blog/reboot-the-bad-good-news-the-good-good-news/?id=2439)
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