Es realmente hermoso pensar en la sonrisa de una madre cuando ve nacer a su bebé. Dios actuó de una forma maravillosa en la vida de Sara, esposa de Abraham, al cumplir Su promesa dándole el privilegio de ser madre a pesar de su esterilidad y avanzada edad. Su reacción se describe en Génesis, «Y dijo Sara: Dios me ha hecho reír; cualquiera que lo oiga se reirá conmigo». (Gén. 21:6).
No hay manera de agradecer a las madres por tanto amor, entrega, dedicación, cariño y mil atributos más. Dios nos da instrucciones a través de Su Palabra sobre cómo ser hijas agradecidas, para traerles felicidad y gozo. El libro de Proverbios está lleno de consejos, advirtiéndonos que así como traemos alegrías y risas a nuestras madres, somos capaces de provocarles tristezas y preocupaciones. Proverbios 10:1 nos dice, «el hijo sabio alegra al padre, pero el hijo necio es tristeza de su madre». La obediencia es la mejor forma de mostrar nuestro amor y gratitud, no sólo a aquellos que nos rodean sino también a Dios.
Regularmente, las madres nos dan consejos directos, no tan solo para hacernos sentir bien o mal sino para llegar a nuestra conciencia. A veces si hemos hecho algo mal, tratamos de esconder nuestro error… ¡claro! No queremos escuchar la frase «te lo dije». Sin embargo, cuando queremos saber cuál es la decisión correcta en un asunto muy importante de nuestra vida, no titubeamos en buscarla o tomar el teléfono y llamarla. Aunque se trate de temas que ella desconozca, se lo comentamos con la esperanza de encontrar repuestas en su sabia opinión.
¿Qué don tan especial es éste? ¿Cómo tiene una madre la capacidad de ser tan seria pero tan dulce a la vez? Es un increíble diseño de nuestro Dios.
Es importante que no olvidemos que nuestras madres no son perfectas –esta cualidad solo se logra cuando, por gracia– por eso, a pesar de que muchas veces nos sentimos tristes y abrumadas cuando cometen algún error, debemos recordar que ellas también tienen sus luchas; por lo tanto, lo mejor que podemos hacer es no condenarlas sino orar por ellas, así como ellas orarían (o han orado) ante las fallas de sus hijos.
Una buena herramienta para estrechar la relación madre e hija es pasar tiempo juntas en oración; en búsqueda de Dios a través de Su Palabra, pues sirve para ayudarse, una a la otra, a crecer espiritualmente.
Para aquellas que no han tenido la oportunidad de crecer con sus madres, ¡no se desanimen! la Biblia nos dice: “Porque aunque mi padre y mi madre me hayan abandonado, el SEÑOR me recogerá” (Salmos 27:10).
De igual manera, en Tito 2:3-6 aprendemos que hay mujeres en la iglesia que pueden darnos consejos tan sabios como una madre lo haría –enseñándonos verdades sobre cómo amar a nuestro marido y nuestros hijos según la Palabra de Dios-.
Siempre es bueno aprovechar cualquier ocasión para expresar amor a nuestra madre –ya sea a través de una carta o pasando un buen tiempo juntas- para agradecerle por la madre que ha sido; recordar momentos memorables; entregarle un regalo…pero sobretodo nunca olvidar que es nuestra obediencia la que nos permite ver la sonrisa en su rostro; y, por sobre todo, glorificar a Dios en esa relación.
Para reflexionar: ¿Tienes alguna otra idea sobre cómo podemos ser agradecidas? de qué manera has visto los beneficios de la obediencia en tu relación con tu madre?
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